Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Contrariamente a las muchas afirmaciones de que la toma de poder por parte de Hamas en la Franja de Gaza representa el fracaso de las políticas estadounidenses e israelíes en Palestina, la violenta lucha interna que ha dominado la Franja de Gaza durante la mayor parte del pasado año y medio , y que ha llevado directamente al golpe de Hamas en junio de 2007, supone, sin embargo, otra importante victoria de política exterior para los ocupantes. Nunca se permitirá a Hamas permanecer en el poder en Gaza, así que tenemos que temer por el futuro de esta pequeña y desesperadamente superpoblada franja de tierra y sus 1.400.000 habitantes. Además, para mantener su papel de «Buen Chico», Abbas tendrá que acatar los dictados de Israel y Estados Unidos o sufrir la misma suerte que su predecesor, Yassir Arafat.
Las naciones occidentales continúan calladas mientras que el mortífero asedio a Gaza y el desmembramiento de Cisjordania no disminuyen ni un ápice. A lo que estamos asistiendo diariamente a plena luz del día es a los pasos sin precedentes que están dando la única superpotencia mundial y su Estado cliente favorito, Israel, para garantizar la muerte de una nación. Aunque hace ya mucho tiempo que las diferencias entre las dos principales facciones políticas en los territorios palestinos ocupados minaron el buen funcionamiento de los asuntos internos, lo que ha garantizado el colapso de la estabilidad interna y preparado el camino para el «golpe» de Hamas en Gaza ha sido la cínica participación de los responsables politicos estadounidenses e israelíes en estos asuntos.
Las noticias de los medios de comunicación han omitido cuidadosamente los hechos cruciales que llevaron al golpe, como el hecho de que Hamas era partido gobernante en los territorios palestinos, legítimo, elegido democráticamente en las elecciones al Consejo Legislativo Palestino de enero de 2006; el hecho de que lo que exacerbó la lucha interna entre Hamas y Fatah fue la deslegitimación por parte de Estados Unidos e Israel de estos resultados; el hecho de que el obvio apoyo de Estados Unidos a Fatah frente a Hamas ayudó a crear la desconfianza popular ante Fatah y a aumentar la popularidad de Hamas en Gaza, y llevó directamente al golpe de Hamas contra el aparato militar de Fatah en la Franja de Gaza. En otras palabras, había motivos reales y comprensibles para el golpe. Pero, al final, el hecho de Hamas se apodere de un poder al que debería haber accedido desde un principio termina por servir a los intereses no sólo de Mahmoud Abbas y del señor de la guerra Dahlan, sino que también ofrece la ocasión perfecta para que siga adelante la política israelo-estadounidense en la región con menos objeciones aún, si es que esto se puede imaginar, de las que ha tenido hasta ahora. ¿Quién va a defender a una «organización terrorista que busca la destrucción de Israel»? Durante años esta frase ha estado martilleando en nuestras cabezas cada vez que se mencionaba la palabra «Hamas». No deberíamos esperar un cambio en el comportamiento del público estadounidense o de las audiencias occidentales hasta que cada vez que se mencione a Israel pensemos de inmediato: «un Estado terrorista que busca la destrucción de Palestina». Que la busca y que la está consiguiendo.
II.
Viendo los brutales asesinatos entre hermanos en Gaza, una lucha de poder entre facciones rivales que bulle frenéticamente como la gran prisión en la que prospera esta lucha, los analistas políticos israelíes y estadounidenses pueden remitirse tranquilos a sus pruebas. En todo el espectro de debate, estos expertos pueden esperar la confirmación por parte de los jurados mediáticos quienes, con una moralista indignación ante las brutalidades cometidas por los partidarios de Fatah o Hamas, han reunido todas las «pruebas» que necesitan para justificar nuestra justa guerra contra los terroristas árabe-musulmanes y sus sangrientas contiendas intestinas.
El hecho de que temporalmente Estados Unidos haya decidido apoyar a un débil y complaciente dirigente, Mahmoud Abbas, y a su señor de la guerra sediento de poder, Muhammad Dahlan, durante las amargas luchas entre las principales facciones palestinas da testimonio no de que una de las partes es digna de confianza y merece nuestro apoyo, sino más bien de la facilidad con la que los estadounidenses y sus clientes seleccionan y escogen a sus títeres en sus amargas peleas de gallos regionales. Los hombres de Estado de hoy fueron terroristas ayer, su tratamiento depende de las necesidades de la superpotencia y sus clientes: Fatah estaba ayer en la lista del Departamento de Estado estadounidense de organizaciones terroristas extranjeras y su dirigente, Yassir Arafat, fue declarado «terrorista», «irrelevante» y exiliado en su complejo residencial de Ramala hasta su misteriosa muerte. El ala militar de Fatah, las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa Martyrs todavía está en la lista de organizaciones terroristas extranjeras. Al parecer, ninguno de estos factores molesta al actual liderazgo que entiende que el poder y el prestigio se consiguen más fácilmente y son más indiscutibles cuando son legados desde arriba.
La verdad sea dicha, la alianza Abbas/Dahlan provoca mayor desprecio a los ojos de los amos que la más independiente y genuina facción resistente encabezada por Hamas. Los numerosos encuentros y sesiones fotográficas entre el primer ministro israelí Ehud Olmert y Abbas, y el presidente estadounidense Bush y Abbas son poco más que trucos tácticos para que parezca que se están produciendo verdaderas negociaciones. En realidad, Abbas ha sido constantemente dejado de lado y rechazado mientras que los negociadores israelíes y estadounidenses tomaban las verdaderas decisiones políticas; decisiones que siguen siendo unilaterales y que desdeñan todas aquellas demandas que no sean las completamente interesadas hechas por Abbas y su entorno. Las armas y fondos canalizados a través del Fatah de Abbas (ya que su camarilla representa únicamente uno de los productos derivados de Fatah que emergieron durante la segunda Intifada) significan poco más que el conducto a través del cual se pueden asegurar las políticas israelo-estadounidenses. A pesar de las afirmaciones de que el respaldo estadounidense favorece a Fatah, ni Abbas ni Dahlan se han beneficiado todavía sobre el terreno de este «apoyo». De hecho, la facilidad con la que Hamas fue capaz de arrebatarle el control de Gaza únicamente indica lo poco que ahí valía el apoyo de Estados Unidos a Fatah. Con todo, el mismo conducto de apoyo a «Fatah» ha sido de gran importancia para reforzar la percepción de los intereses de seguridad nacional estadounidenses e israelíes en la misma zona.
III.
Una vez más, las imágenes en nuestras televisiones y en nuestros periódicos pretenden suplir los aspectos fundamentales que se ocultan. Tanto en Palestina como en Iraq o Líbano o en cualquier otro lugar el contexto imperialista es invisible o es deliberadamente confuso. Si no se preveía la toma de poder en Gaza, fue un regalo de un valor incalculable para los caciques, una consecuencia bienvenida aunque imprevista de las alentadas divisiones entre un pueblo oprimido y debilitado, consecuencia que mina cualquier paso hacia un cambio positivo. Abbas y sus subalternos han ofrecido insensatamente una Palestina dividida en dos al régimen de la ocupación que tan duramente trabajó para acabar con la farsa de una única Palestina como punto de partida. Esto fue un golpe maestro para Israel en su actual búsqueda de hegemonía regional y un triunfo para el Estados Unidos de la «Guerra contra el Terrorismo». A pesar de todo lo dicho sobre una solución de un Estado, de dos o binacional para el conflicto palestino-israelí, la realidad es que no existe en el horizonte, ni en el cercano ni en el lejano, una solución para Palestina. Palestina es una serie de piezas sin conexión entre ellas cuya división en piezas aún más pequeñas continúa mes tras mes.
A quienes les preocupa la existencia de un «Hamastán» [1] en la Franja de Gaza deberían preocuparse por no su viabilidad o longevidad o acerca de si se impone la ley y las costumbre sociales islámicas. La presencia de Hamas en Gaza será de corta duración, un fenómeno transitorio enteramente a la merced del ejército israelí respaldado por Estados Unidos que no ha dejado Gaza en paz ni un sólo día desde la llega al poder de Hamas a pesar del alto el fuego durante más de un año proclamado por sus dirigentes y escrupulosamente observado. A quienes les preocupa que Hamas controle Gaza deberían preguntarse en vez de ello cómo van a justificar la destrucción de Hamas dentro de la franja y todo el sufrimiento, caos y muerte que seguirá ante el vergonzoso silencio de la comunidad internacional.
IV.
Es errónea la afirmación de que la «victoria» de Hamas en Gaza es una señal de que la doctrina de Bush en Palestina ha fallado. Aunque nadie puede prever todos los acontecimientos que tendrán lugar en una zona tan inestable como Oriente Próximo, en última instancia la toma de poder por parte de Hamas en Gaza beneficiará a Israel y a Estados Unidos. Beneficiara a Israel al darle libertad para destruir a Hamas, cercenar de manera permanente Cisjordania de Gaza y re-«negociar» con sus recién nombrados interlocutores las restantes islas de territorios inviables económicamente que pronto estará completamente rodeadas de un muro de hormigón y alambre de espino, aisladas de los suministros de agua y tierra fértil, y separadas internamente por carreteras «prohibidas a los árabes». Beneficiará a Israel y a Estados Unidos al asegurar otro dócil régimen títere al lado de Jordania, aliado de Egipto y Arabia Saudí y hostil a Hezbola. Ya ha beneficiado tanto a Israel como a Estados Unidos al tranquilizar a ambos asegurándoles que una vez más han demostrado ser eficaces sus tácticas para socavar los experimentos autóctonos de democracia, asegurándoles que el pueblo que ha osado desafiar estas tácticas aprende rápidamente lo doloroso que es defender o practicar la soberanía popular y el imperio de la ley.
Mahmoud Abbas ya ha aprendido lo bien que se recompensan la complicidad y la colaboración. Una vez que Abbas destituyó al primer ministro Ismail Haniyeh, disolvió el gobierno de unidad nacional, declaró un nuevo y «legítimo» gobierno bajo su mando y nombró a sus amigos para trabajar a su lado, recientemente se convirtió el foco de atención con una comparecencia en la televisión palestina, emitida en Estados Unidos por C-SPAN, en la que anunció cómo iba a «fortalecer la democracia». Iba a empezar por no volver a hablar con «asesinos», palabra con la que se refería a Hamas.
Esta claro que su solicitud para entrar en el Club de los Buenos Chicos ha sido aprobada de momento.
Jennifer Loewenstein es directora adjunta del Programa de Estudios sobre Oriente Próximo de la Universidad de Wisconsin-Madison. También es miembro de la junta directiva de la sección estadounidense de la Coalición Israelí contra la Demolición de Casas, fundadora del Proyecto de Hermanamiento Madison-Rafah y periodista freelance. Se puede contactar con ella en: mailto: [email protected]
[1] Hamastán, Bantustán de Hamas (N. de la t.)
Enlace con el original: http://www.counterpunch.org/loewenstein06252007.html