Siempre prefiero presentar un buen libro, como éste, África en la Memoria, del querido amigo Heriberto Feraudy, por escrito, mediante un prólogo. Justamente, el presente libro contiene, en una recopilación de más de una treintena de artículos, semblanzas biográficas, discursos, conferencias magistrales, pronunciadas en Cuba y en varios países de América (México, Venezuela, Estados Unidos), […]
Siempre prefiero presentar un buen libro, como éste, África en la Memoria, del querido amigo Heriberto Feraudy, por escrito, mediante un prólogo.
Justamente, el presente libro contiene, en una recopilación de más de una treintena de artículos, semblanzas biográficas, discursos, conferencias magistrales, pronunciadas en Cuba y en varios países de América (México, Venezuela, Estados Unidos), entrevistas, en fin, un mosaico de formas a través de las cuales el autor nos hace conocer mejor la cultura del Continente ancestral.
De allí fueron traídos a Cuba, encadenados, en las bodegas de los barcos y arrojados a los barracones de los cortadores de caña, más de un millón de esclavos, enorme cifra para nuestra pequeña isla, poco poblada entonces, mas una cantidad relativamente pequeña, si tenemos en cuenta que las más recientes investigaciones calculan en 40 millones el número de esclavos que llegaron a América a lo largo de cuatro siglos, del centenar de millones que fue objeto del más prolongado y numeroso genocidio de la historia de la Humanidad.
Más de la mitad de esos cien millones murieron en las acciones organizadas por los esclavistas para capturarlos, en los «almacenes» de esclavos instalados en los puntos de embarque en las costas atlánticas de África, desde Dakar hasta Benguela, en El Cabo, en Mombasa, ya en la costa africana del Índico.
También millones desaparecieron en la larga travesía. Fueron arrojados muertos a las aguas del Océano. O vivos, en este último caso para esconder la trata, ante las naves de guerra británicas, en el siglo XIX.
He visitado algunos de esos «almacenes de la crueldad», testigos pétreos de la ignominia de esclavistas portugueses, españoles, ingleses, franceses, holandeses, en fin, de la Europa que en 1885 se reunió en Berlín para «repartirse» el Continente africano, incluyendo al Rey Belga, que obtuvo El Congo, y a Estados Unidos, que reclamó posibilidades de inversiones y comercio para sus nacientes monopolios.
La intención del autor no es ofrecernos una clase magistral sobre la historia del Continente, que conoce tan bien por toda una vida dedicada al África como embajador de Cuba en varios países, desde la mayor y más poblada Nigeria hasta el pequeño reinado de Lesotho y como funcionario a cargo de la atención de los países africanos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en el Instituto de Amistad con los Pueblos.
El real objetivo es establecer el carácter pluriétnico del pueblo cubano, producto de la mezcla durante medio milenio de la población blanca de origen español y la población negra, procedente de África, y en pequeña medida de sangre de aborígenes de Cuba y de Yucatán, y aun mayor de chinos; unos 150 mil, que fueron introducidos como coolíes, una suerte de servidumbre, a mediados del siglo XIX cuando se hizo difícil la trata por la persecución británica.
Este proceso de mestizaje, durante 500 años, es el pueblo cubano de hoy, integrado por blancos, negros y mulatos de variado tono del color de la piel. Y nuestra cultura es igualmente un producto autóctono, resultado final de esta pluralidad y mezcla de costumbres, creencias religiosas, lenguas, en fin, de culturas.
Este primer objetivo que consigue África en la Memoria es la base para abordar lo fundamental, la persistencia dañina de los prejuicios raciales hacía negros y mestizos que se manifiestan en las relaciones sociales, los vínculos amorosos y en las condiciones de vida.
Y para subrayar la necesidad actual de incrementar la lucha por eliminar esta persistencia, tan injusta desde el punto de vista humano como ajena a nuestra hermosa historia de combate unido por la independencia patria.
¿Cómo discriminar a una mujer porque tenga la piel del color de Mariana Grajales, la Madre de la Patria?
¿Cómo discriminar a un hombre porque tenga la piel del color de la de José Antonio Aponte, Antonio Maceo, José Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet, Juan Gualberto Gómez, Jesús Menéndez, Lázaro Peña, Nicolás Guillén, Gerardo Abreu Fontán, Conrado Benítez, Juan Almeida Bosque?
Esta tarea a la que nos convoca la Comisión Aponte de la UNEAC hay que librarla en todos los terrenos, a través de nuestras organizaciones de masas, de nuestro Partido, de nuestros medios masivos de difusión y sobretodo considero yo, en nuestras aulas, desde la enseñanza primaria, en los libros de texto escolares de todos los niveles, desde primer grado hasta la Universidad y preparar a nuestro magisterio para exponer con convicción esta asignatura fundamental para la unidad de la Patria y para borrar los vestigios de un gran crimen secular, la esclavitud y la discriminación de los hombres y mujeres no blancos.
Hay que enseñarle a nuestros niños el concepto científico: hay una sola raza, la raza humana.
Nuestro Héroe Nacional José Martí, su prédica y sus actitudes, que felizmente poseemos a través de los libros, es el insuperable maestro en esta tarea de eliminar los prejuicios raciales remanentes.
En este 160 Aniversario de su nacimiento, busquemos en Martí y divulguemos sus enseñanzas, empecemos por este poema de sus Versos Sencillos.
El rayo surca, sangriento, El lóbrego nubarrón; Echa el barco, ciento a ciento, Los negros por el portón. El viento, fiero, quebraba Los almácigos copudos; Andaba la hilera, andaba, De los esclavos desnudos. El temporal sacudía Los barracones henchidos: Una madre con su cría Pasaba, dando alaridos. Rojo, como en el desierto, Salió el sol al horizonte: Y alumbró a un esclavo muerto, Colgado a un seibo del monte. Un niño lo vio: tembló De pasión por los que gimen: ¡ y, al pie del muerto, juró Lavar con su vida el crimen!
En un artículo publicado en México escribió este fragmento:
«¿Y los negros? ¿Quién qué ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi., lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza».
En su discurso en el Liceo Cubano, Tampa (Noviembre, 1891) expresó:
«¿Al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad le tendremos miedo, en el país donde la sangre que derramó por ella se la hecho amar demasiado para amenazarla? ¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los cubanos que murieron por él ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo maltratan? Pues yo sé de manos de negros que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco: yo sé del amor negro a la libertad sensata, que sólo en la intensidad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la libertad del cubano blanco: yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble, y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias. Otros le teman: yo lo amo: a quien diga mal de él, me lo desconozca, le digo a boca llena: — «Mienten».»
El juramento plasmado en el poema fue cumplido por José Martí. Al caer en Dos Ríos entregaba su vida por la independencia plena de Cuba de la caduca monarquía española y el naciente imperialismo de Estados Unidos. Y por la igualdad plena y la relación armoniosa de todos los cubanos, fuesen estos blancos, negros o mestizos.
Su visión del problema racial es definitiva:
«Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro». «Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro». «En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntos por los aires las almas de los blancos y los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de humanidad, de astucia, al lado de cada blanco siempre hubo un hombre negro».
Podrían citarse muchos otros textos de Martí sobre el tema, pero el tiempo no me lo permite.
Sólo agregar que en su actuación práctica, en su cargo de organizador político como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Martí escogió a los cuadros principales por sus méritos, libre de todo prejuicio racial.
¿Quién mejor para General en Jefe que el internacionalista Máximo Gómez, blanco y dominicano, que peleó durante los Diez Años de la Guerra Grande, que forjó a jefes militares como Calixto García, Antonio y José Maceo?
Para segundo de Gómez, como Lugarteniente General ¿Quién mejor que Antonio Maceo, cubano mulato protagonista de la Protesta de Baraguá?
Y para representante en Cuba del Delegado del Partido, ¿Quién mejor que Juan Gualberto Gómez, que nació esclavo?
Y para jefes del levantamiento en Oriente ¿quienes mejores que Guillermón Moncada en el Este y Bartolomé Masó en el Oeste de la gran región?
Nuestra Revolución, que es de los humildes y para los humildes favoreció a los más humildes, justamente, entre estos, a las familias de negros y mestizos.
Los siquitrillados por la Revolución, los dueños de centrales y fábricas, los latifundistas, los casatenientes y dueños de empresas comerciales y de servicios, en fin, la oligarquía burgués-latifundista era de magnates norteamericanos y cubanos, descendientes de europeos.
Las universidades se vistieron de negros, de mulatos, de obreros, de milicianos, como pidió el Che. Devinieron punibles, realmente, todo acto de discriminación racial, aquel principio que los comunistas impusieron insertar en la Constitución de 1940, pero que nunca se cumplió a falta de la «Ley Complementaria».
Y lo más importante: cientos de miles de cubanos, de todos los colores, emprendieron la «ruta del esclavo» en sentido contrario, para combatir, junto a los pueblos africanos, el colonialismo y el Apartheid y defender la integridad de las naciones ya independientes.
Si a Cuba llegaron un millón 300 mil esclavos, cien veces más es la cifra de las poblaciones de estos países: Argelia, Guinea Bissau, Angola, Zimbabwe, Etiopía, Namibia, África del Sur.
380 mil oficiales y combatientes cubanos participaron de aquella lucha, 2 mil 400 entregaron sus vidas. Hace dos años superamos la cifra de 120 mil colaboradores civiles que han prestado sus servicios técnicos en África. Ello suma MEDIO MILLON DE CUBANOS, que han pagado su deuda con la humanidad, como define Fidel nuestro internacionalismo.
Mas persisten los remanentes del prejuicio.
Fidel, tan temprano como abril de 1959, advirtió la complejidad de la lucha contra la discriminación racial que la Revolución emprendería. Se trataba de un mal de cuatro siglos de esclavitud y 60 años de neocolonialismo impuesto por los imperialistas del Ku Klux Klan. Cuatro décadas más tarde abordó en profundidad el tema en la UNEAC.
Más recientemente, Raúl ha calificado como una vergüenza el insuficiente avance en esta materia en 50 años de Revolución
Ello significa que hay que luchar, trabajar, educar, así como promover en todo lo posible las condiciones de trabajo y vivienda.
La lucha continua. A ello está destinado en realidad el libro África en la Memoria y la incansable actividad de su autor, compañero Heriberto Feraudy.
*Palabras de presentación del libro África en la Memoria de Heriberto Feraudy. Feria del Libro. Febrero 16 del 2013
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/04/17/con-africa-en-la-memoria/