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Concertinas de papel y plasma

Fuentes: Rebelión

Vivimos en una guerra de clases. Aparenta ser una guerra de ideas. Pero, básicamente, es una guerra por el poder, por la conquista del poder, entre la razón social y la razón lucrativa. Para ganar esta guerra definitivamente, quieren controlar el pensamiento y los sentimientos de la mayoría social mediante la propaganda. No nos dejemos […]

Vivimos en una guerra de clases. Aparenta ser una guerra de ideas. Pero, básicamente, es una guerra por el poder, por la conquista del poder, entre la razón social y la razón lucrativa.

Para ganar esta guerra definitivamente, quieren controlar el pensamiento y los sentimientos de la mayoría social mediante la propaganda. No nos dejemos engañar, la publicidad también es propaganda.

Los medios de comunicación -fundamentalmente prensa, radio y televisión- son la principal vía que tienen los ciudadanos para conocer los asuntos que trascienden su entorno más cercano.

El sistema mediático español -el que encontramos en los kioskos, en la tele, en las cadenas de radio-, se caracteriza por la estrecha relación entre las cabeceras más importantes y los partidos que defienden la política neo-liberal. Relación fundamental con el PP y el PSOE. Ésta hace que los intereses de ambos, políticos y medios, primen sobre los ciudadanos. Políticos y medios, comprados por los poderes financieros, defienden los intereses de sus amos. Afirmaba Pedro J. Ramírez -Las mañanas de cuatro-, que 9 personas tienen el poder en nuestro país: el rey, el presidente de gobierno, el jefe de la oposición, tres banqueros, dos presidentes de eléctricas y el presidente de telefónica -minúsculas todos. Él lo debe saber bien.

A través de estos medios -herramientas de dominación-, buscan uniformar las ideas y sentimientos. O, al menos, exigen machaconamente el consenso en lo que nos conviene a todos. Nos dicen que todos tenemos los mismos intereses, lo mismo la señora de la limpieza que el dueño del banco. Que esto es una democracia. Pero a la hora de repartir dividendos -monetarios y sociales-, alzan barreras que delimitan las fronteras que no debemos pasar. Son barreras de información, de formación.

En nuestro propio país, nosotros, consumidores de los medios, somos los subsaharianos de la información y de la formación. Los medios de comunicación dominantes son las vallas que nos separan de la libertad. Vallas coronadas por concertinas de ideas, botes de humo de conceptos, balas y pelotas de palabras que nos golpean, nos dejan ciegos y sordos para la verdad de lo que el capital -¡esos mercados!- nos está haciendo.

Entre ellos, los propietarios, y nosotros, están los guardianes especializados para trabajar al servicio de aquellos. Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de hacerlo -la comunidad financiera y empresarial, (Noam Chomsky) y, para ellos, trabajan los técnicos del consenso, presuntos periodistas, falaces comunicadores.

Los trabajadores de estos media -diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión-, son la guardia pretoriana del capital. Nos disparan con balas de palabras para cegarnos los ojos con los que podríamos ver el mundo que nos están creando alrededor. La corrupción de la razón es peor que la misma brutalidad física.

Ni quienes dirigen tales medios ni quienes trabajan en ellos pueden ser considerados como periodistas. Aunque tengan sus licenciaturas, doctorados y másteres. Son meros artífices, de mayor o menor rango y capacidad, de los botes de humo de propaganda y publicidad que sus amos precisan. Utilizan las cuchillas de las concertinas de sus ideas para, con el filo de sus palabras, rajarnos la realidad de nuestra propia percepción. Haciéndolo así, reciben las migajas del poder y de la economía que defienden.

Aquí entra la ética y el egoísmo del presunto periodista, que debe seleccionar y manipular las noticias. Ética, la de la traición a sí mismos y a la sociedad, de la que dicen formar parte. Egoísmo, el más absurdo, pues trata de recoger las migajas con que se mal-alimenta intelectual y éticamente cada día. Al tiempo, escupe su indignidad sobre el mendrugo que, en el reparto general, sus amos han decidido nos corresponde al resto de la sociedad, incluidos sus seres más queridos.

Demuestran e ilustran la cultura política, sociológicamente dominante. En ella se consideran legítimas la difamación y la mentira, las descalificaciones con los insultos más groseros y más gritados -esas previsibles tertulias del Tintorro Party. Sus argumentos van contra las personas que defienden los derechos sociales. Éstas son calificadas de extremistas, comunistas, nazis, guerracivilistas, kaleborrokas,… antisistema. Se sustentan en argumentaciones de una debilidad intelectual y honestidad apropiadas a la ética repugnante de un poder económico indecente y amoral. Un agente de la CIA afirmaba poder encontrar periodistas más baratos que una buena prostituta.

Medias verdades, descalificaciones sin argumentación, insultos contra los que defienden otras ideas y propuestas sociales o, simplemente, defienden sus-nuestros derechos. Su continua presencia en los media les da una autoridad que nadie más posee. Si no sales en la tele, no eres nadie. Tienen más autoridad social personas que van vendiendo su falsa intimidad por los platós televisivos –belenes y matamoros-, que un reconocido profesor de la ciencia o de lo social.

Mediante la manipulación de la conciencia popular a través de ideólogos, periodistas, profesores universitarios y publicistas, que fabrican los argumentos y el lenguaje donde enmarcar los asuntos diarios, (James Petras),no sólo nos ocultan la verdad con flagrantes y desvergonzadas mentiras. Buscan romper los vínculos sociales, dispersar a la gente, encerrarlos en su soledad. Se presentan como la única conexión válida del solitario con la realidad. Son expertos en planificar el caos de la realidad que exponen. Si tienen que mostrar la verdad, lo hacen bajo una montaña de datos. Fabrican así un sarcófago de mentiras para enterrarla. Lo que nos muestran del mundo que nos rodea apenas tiene de realidad las cuatro alfileres con que sujetan su propaganda. Truecan la manipulación mediática en sabiduría convencional (Vicenç Navarro). Y, sin embargo, se indignan si les acusas de manipuladores y falseadores de la verdad. Algunos, después de haber respaldado la dictadura franquista durante toda su vida, hoy reclaman libertad de expresión para mentirnos, para ocultarnos la verdad. No estamos capacitados para conocerla. Malcolm X nos advirtió que: Si no tenéis cuidado, los periódicos os convencerán de que la culpa de los problemas sociales es de los oprimidos y no de los opresores.

Nos dejan anulados por el miedo con continuas coacciones mediáticas. Sus argumentaciones se sustentan en la amenaza de un mundo económico que la mayoría no comprendemos. Nos amenazan con la represión económica, que nos conduciría a la muerte social. Muerte para esta sociedad en la que tanto tienes, tanto vales. Su propaganda catastrofista equivale al garrote vil con que nos amenazaba cotidianamente la dictadura. Es un terrorismo encubierto en los principios de su filosofía neoliberal. Lo que pretenden es corroer lo público, lo social, la Comunidad.

Con el aumento de recortes sociales han debilitado nuestros organismos de defensa -sindicatos, partidos y organizaciones sociales de defensa-, hasta mudarlas en organizaciones reformistas, las cuales nos proponen recuperar aquel sistema del Estado de Bienestar. Que hemos perdido, porque nunca lo ganamos del todo. Aquel sistema económico que nos ha conducido hasta este naufragio.

Así, cada día, los periodistas-publicistas-propagandistas, desde las pantallas de plasma -al igual que su capataz-presidente-, a la voz de sus amos, propietarios de los medios de comunicación y medios de producción, nos explican unas políticas que los mercados, ellos mismos, nos demandan. Los recortes en salarios, prestaciones -salud, educación, alimentación, ocio, dependencia-, nos los van notificando tajándonos groseramente la realidad con sus ideas-cuchillas de papel y plasma. Nos convencen de que el neo-esclavismo y la subalimentación son la única salida que podemos esperar. Nos extraen un chorro de plasma de nuestros derechos, que va a engrosar cada día los mayores beneficios de estos amos de los mercados y los medios.

También nosotros somos responsables del engaño y de la sangría a la que estamos sometidos. Si no actuamos y nos quedamos en nuestro rincón mirando la tv -esos basuradelux-, tecleando todo el día en el móvil, leyendo los panfletos diarios de papel o su versión digital, esas emisoras de radio dominantes, etc., estamos cediéndoles el destino de nuestra vida. Si los vemos, los leemos, los oímos, participamos legitimando su indecencia.

Apaga la tele. Apaga esas emisoras. No los leas en el bar. No los compres. Hay otras alternativas para estar informado. Empieza a golpear, a agrietar el capitalismo -John Holloway.

Y tras el apagón a los medios dominantes, pregúntate a ti mismo. Sólo si nos preguntamos, aunque equivoquemos muchas veces las respuestas, podremos alcanzar nuestros derechos. Tratar de acercarnos a la verdad. Buscar la explicación más exacta a la realidad que nos envuelve. Pregúntate una y otra vez. Pregúntate cuál es tu lugar en el mapa de la sociedad en la que vives. Pregúntate el lugar en el mapa que ocupa tu familia, que ocupan tus amigos. Pregúntate quién decide tu lugar en ese mapa. En la pregunta está el primer paso de la rebeldía.Tenemos que preguntarnos. Respondernos. Luchar, luchar, luchar. El futuro es del Hombre. Será nuestro, de todos. Gritemos juntos nuestras preguntas. Busquemos unidos las respuestas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.