Como todos los años
el día 15 de mayo conmemoramos el día de la Nakba palestina. Nakba
significa «el desastre» en árabe, y en ese día se recuerda la
limpieza étnica de la población palestina por parte del movimiento
sionista para crear el Estado de Israel en 1948. Estado que se
construyó mediante la expulsión forzada de entre 750.000 y 800.000
palestinas, la destrucción de entre 418 y 615 localidades, numerosas
masacres como la de Deir Yasine, la confiscación de propiedades
palestinas, el cambio de nombres de ciudades y pueblos e, incluso, la
introducción de nuevas especies vegetales diferentes de las
autóctonas. Todo ello para intentar ocultar que antes allí había
ciudades, pueblos, campos y casas donde vivían palestinos y
palestinas. Que allí antes existía Palestina. Todo ello para
legitimar la presencia en Oriente Medio de uno de los principales
aliados del imperialismo.
De hecho, la creación del
Estado sionista no podría haberse dado sin el apoyo de las potencias
imperiales, como Gran Bretaña, y la recién creada Organización de
las Naciones Unidas. Hoy en día, el Estado sionista sigue
dependiendo de la complicidad explícita de las principales potencias
imperialistas como EE UU o la UE, que le garantizan una impunidad
completa a pesar de sus continuas violaciones del derecho
internacional. Los procesos de negociación, como el mal llamado
proceso de paz de los Acuerdos de Oslo, solo han servido para la
expansión del proyecto sionista que, de nuevo, a través de la
ocupación de territorios, la expulsión, el apartheid, la represión
y el asesinato de la población palestina, perpetra una Nakba
continua contra el pueblo palestino.
Hasta aquí los
datos, la historia y los hechos. Datos que de sobra todas conocemos y
que «como cada año» volvemos a recordar. Y escribo «como cada
año» y se me revuelven las tripas.
Y es que mientras
preparo este texto, mientras escojo qué palabras utilizar para
intentar trasladar la importancia para nuestras luchas de una
solidaridad sincera con el pueblo palestino. Una solidaridad genuina
que salga de los límites de las instituciones liberales, que son tan
ajenas a cualquier proceso de lucha popular, y que no se haya
adormecido a golpe de tuit y titulares. Mientras preparo este texto,
las autoridades israelíes están intentando expulsar a familias
palestinas de sus casas en el barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén
para ser ocupadas por población colona; en los territorios del 48,
grupos de israelíes están linchando y atacando a la población
«árabe», sus casas y sus negocios, por el mero hecho de ser
palestinos; y en Gaza, de nuevo el Ejército israelí está
realizando una masacre en la que ya ha asesinado a más de cien
palestinas. De nuevo, otra vez. Y digo más de cien porque en el
proceso de escribir este artículo he tenido que ir actualizando la
macabra cifra de palestinas asesinadas y me temo que se quedará
desactualizada para cuando se publique. Ninguno de estos hechos se
dan de forma aislada.
Y mientras todo esto, que no es más
que una parte de lo que supone la colonización y ocupación de
Palestina, mientras todo esto ocurre, yo vuelvo a escribir «como
todos los años» o «de nuevo», «otra vez están bombardeando
Gaza», o «han detenido de nuevo a una palestina». Y cada vez esas
palabras me dan más asco.
De nuevo, «han vuelto a
asesinar a un niño». Otra vez, «tal o cual institución vasca ha
vuelto a invitar a un representante de Israel». Me meto en internet
y busco CAF, empresa que sigue con su proyecto de construir un
tranvía en territorios ocupados en Jerusalén, contribuyendo al robo
de tierras palestinas y a la violación de derecho internacional, y
veo que todo son noticias de nuevos contratos. Y no pasa nada.
Y
me encuentro con los cientos de comunicados de instituciones y
agentes a todos los niveles que reiteran la necesidad de que ambas
partes se sienten a hablar equiparando a opresoras y oprimidas. Y me
dan ganas de vomitar.
Porque nadie que crea en la
liberación de los pueblos puede acostumbrarse, aceptar ni normalizar
la opresión de un pueblo que lucha por su liberación por parte de
una entidad colonial e imperialista como lo es el Estado de Israel.
Porque la lucha por la liberación del pueblo palestino
es la lucha por la liberación de los pueblos, contra el imperialismo
y el sistema capitalista que lo genera. Porque quienes oprimen a las
palestinas son las mismas que aquí nos condenan a vidas precarias
sin ningún tipo de seguridad.
Porque nadie se tendría
que ver continuamente forzado a negociar y aceptar las condiciones de
quien lo oprime y busca la destrucción de su pueblo. Forzado por la
misma comunidad internacional que mantiene su opresión al ser útil
a sus intereses imperialistas. Por la comunidad internacional y
quienes se han creído su juego.
Creo que este texto poco
puede aportar si no es más que un poco de rabia y la urgencia de
reforzar el movimiento de solidaridad internacionalista con Palestina
para, como mínimo, ser capaces de dar una respuesta firme, valiente
y eficaz. Para ello y por petición propia de las palestinas, es
necesario impulsar la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones
contra Israel y poner fin a todas las complicidades que desde Euskal
Herria se dan con el sionismo y el intento de normalizar su proyecto
que no es más que un proyecto colonial, imperialista y profundamente
racista.
Para todo lo demás, lean, escuchen e infórmense
a través de las propias palestinas. Ellas son quienes de verdad
importan en todo esto. Quienes están demostrando que no van a dejar
que las echen de sus tierras, que se las persiga, que se las
discrimine y las oprima. Y ante tal ejemplo de resistencia y dignidad
no podemos sino luchar, cada una desde su trinchera, a su lado.
Ester Muñoz Nogal es miembro de Askapena
Fuente: https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/contra-la-normalizacion-de-la-nakba-continua