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Bahréin

Contra la represión, imaginación

Fuentes: Cuarto Poder

Casi dos años después de su inicio, el mundo ha vuelto la cara a la revolución de Bahréin, donde cada día son arrestados defensores de Derechos Humanos y manifestantes y donde las torturas y las violaciones de los derechos básicos son una constante. Las protestas se siguen celebrando pese a su formal prohibición el pasado […]

Casi dos años después de su inicio, el mundo ha vuelto la cara a la revolución de Bahréin, donde cada día son arrestados defensores de Derechos Humanos y manifestantes y donde las torturas y las violaciones de los derechos básicos son una constante. Las protestas se siguen celebrando pese a su formal prohibición el pasado mes de octubre, si bien el régimen de los Khalifa ha logrado, mediante una presencia y violencia policial masiva, que ya no sean tan multitudinarias como antes.

Ahora, las marchas se concentran en poblaciones rodeadas por las fuerzas de Seguridad para evitar que las diversas protestas se fundan en una manifestación masiva. Los esfuerzos de las compañías de relaciones públicas contratadas por la dictadura -«dedicadas a intimidar a directores de medios y a forzar la publicación de historias», como explica la activista Alaa Shehabi– minimizan la repercusión en los medios internacionales. La detención de los activistas que emplean a fondo las redes sociales para difundir las violaciones de los Derechos Humanos silencian un poco más el sufrimiento de los bahreiníes, una población mayoritariamente chií sometida a una monarquía suní desde hace dos siglos donde la discriminación por motivos religiosos es flagrante.

Ante el olvido del mundo y los desmanes de los Khalifa, la población responde con imaginación. «Desde febrero de 2011, lo hemos intentado todo para mantener el espíritu de la revolución», prosigue Alaa durante una conversación mantenida en Beirut durante un encuentro internacional sobre cultura y revolución. «Mediante una campaña masiva de graffittis, de forma que sea imposible que la policía pueda borrar todos, mediante la liberación de miles de globos con fotografías del primer ministro, con gritos coordinados de allahu akhbar [Dios es el más grande)…  La policía se vuelve loca. Disparan a los globos pero nunca pueden abatir todos», prosigue esta joven bahreiní. Además, una vez abatidos la zona queda regada con panfletos que piden la caída del régimen de los Khalifa.

Las campañas más originales suelen convocarse online. Entre las más destacadas figuran la colocación de réplicas de la Plaza de la Perla, cuyo monumento terminó convirtiéndose en símbolo de la revolución bahreiní dado que allí acamparon y se manifestaron decenas de miles de personas, emulando a los egipcios y tunecinos, en exigencia de reformas democráticas. Las autoridades reprimieron con disparos reales y terminarían demoliendo la plaza. De ahí que los activistas construyan ahora maquetas de cartón y las dejen en diferentes puntos de la capital, Manama, para confusión de las fuerzas de Seguridad, que suelen ser grabadas por los activistas en secreto para mofa de los revolucionarios.

«A veces, para evitar arrestos, provocamos atascos de tráfico en las zonas donde hemos organizado concentraciones. Acordamos un mapa de la ruta donde debemos conducir y lo hacemos a muy baja velocidad, para dificultar la llegada de la policía», prosigue Mohamed Hassan, otro activista bahreiní y responsable de la web Bahrain Mirror, mientras muestra un vídeo con otra interesante forma de protesta. En una carretera, decenas de pintadas con la frase «Abajo Hamad» se suceden como si de un gigante paso de cebra se tratara. Varios agentes sudan copiosamente mientras intentan diluirlas con agua. «Esto es difícil de borrar», comenta.

Hace un año, con la aparición de los primeros incidentes violentos en forma de cócteles molotov lanzados contra las fuerzas del régimen, activistas pacíficos como Mohamed pergueñaron otra forma de protesta. «Llenamos globos con pintura: era una forma de decirle al régimen que podemos atacarles pero que no queremos hacerlo con armas». Las molestas vuvuzelas y los cláxones también forman parte de las marchas.

Los bahreiníes han llegado a emitir monedas con la Plaza de la Perla en lugar de la efigie del monarca Hamad bin Khalifa y billetes con la consigna «Abajo Hamad» en los mismos. Decoran las cajas de pañuelos de papel -comunes en todas las casas de Oriente Próximo- con las fotografías de los dirigentes, convocan funerales falsos con féretros de cartón donde yacen -simbólicamente- las figuras más odiadas del régimen y también vigilias con velas en memoria de las víctimas de la represión. «A esta escala, nada de esto había pasado con anterioridad», subraya Alaa, en referencia a los movimientos en demanda de igualdad de derechos que comenzaron a surgir tras la independencia del reino.

«Se ha producido una explosión de talento gracias a la revolución. Mientras que el mundo está ciego y sordo, todos tomamos imágenes con los móviles para documentar lo que nos está pasando. Nos organizamos para mantener a los hijos de las víctimas, a las familias de los presos. Y eso, sin contar con ningún liderazgo ni partido. Se trata de un esfuerzo colectivo de una comunidad que comparte un objetivo».

«Lo cierto es que estamos agotando nuestra creatividad», prosigue Mohamed.  Los activistas han llegado incluso a crear una aplicación para IPhone y Blackberry en la que se advierte de la colocación de nuevos puestos de control, donde las fuerzas del régimen suelen acometer detenciones. Pero la desesperación ante la falta de resultados del activismo pacífico ha dado lugar a un movimiento violento -que lanza cócteles molotov e incendia neumáticos en sus protestas- que amenaza con imponerse. «No se está produciendo a gran escala, pero esos elementos tienen las simpatías de mucha gente porque se trata de una respuesta a la violencia y la impunidad policial. Ya está habiendo heridos, muertos, detenciones y torturas. ¿Cómo podría ser peor?», alega Alaa.

El responsable de Bahrain Mirror, como la gran mayoría de los activistas bahreiníes, sí considera preocupante que la violencia se imponga en respuesta a las exacciones del régimen. «Tenemos un miedo razonable a que se imponga pero carecemos de una cultura violenta», explica Mohamed. También carece de ninguna posibilidad de ganar el pulso político mediante medios violentos, dado que Arabia Saudí y Estados Unidos, que mantiene a la V Flota estacionada en el reino de los Khalifa, apoyan al régimen. «Eso está polarizando a la gente, y ahora cada vez más bahreiníes acuden a medios [chiíes] con una agenda muy marcada [por Irán]».

El sectarismo del conflicto de Bahréin es un hecho, y eso es otro factor que condena la revolución al olvido del mundo. «El régimen presenta la protesta como un levantamiento de chiíes contra suníes, como un intento de Irán de controlar Bahréin. A Washington no le resulta cómodo justificar la represión en Bahréin, pero la posibilidad de que los Hamad sean sustituidos por un régimen pro-iraní le lleva a guardar silencio», explica el abogado y defensor de Derechos Humanos Mohamed al Tajer. ¿Llevará la desesperación a más violencia? Mohamed prefiere ser vago. «No se puede descartar».

Fuente original: http://www.cuartopoder.es/elfarodeoriente/bahrein-contra-la-represion-imaginacion/3801