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Las mujeres de Gaza atrapadas entre la ocupación y el control social

Control de nacimientos, contracepción y aborto

Fuentes: Orient XXI

En la banda de Gaza, bajo bloqueo total desde hace exactamente diez años, la autora ha realizado una investigación* sobre los determinantes socioculturales de los embarazos no deseados, de la contracepción y los abortos. En este territorio densamente poblado en el que la tasa de fecundidad sigue siendo elevada y en donde la vida cotidiana […]

En la banda de Gaza, bajo bloqueo total desde hace exactamente diez años, la autora ha realizado una investigación* sobre los determinantes socioculturales de los embarazos no deseados, de la contracepción y los abortos. En este territorio densamente poblado en el que la tasa de fecundidad sigue siendo elevada y en donde la vida cotidiana es tan difícil, ¿como son percibidos? ¿cómo actúan las barreras sociales que ponen dificultades a su asunción y qué impacto tiene todo ello sobre las tendencias demográficas?

Con más de 1 881 000 personas 1/ viviendo en un territorio de 365 km2, es decir más de 5 000 habitantes por km2, todo lo referido a la demografía es muy importante en la banda de Gaza. La tasa de fecundidad se elevaba a alrededor de 5,1 niños por mujer en 2010, cuando la de Cisjordania «tocaba techo» en 4,8 2/. Sin embargo, el control de la natalidad es poco evocado como tal, cuando representa un problema humanitario considerable en un contexto de bloqueo total desde hace diez años.

Históricamente, las cuestiones de natalidad y de fecundidad han sido objeto de una «inversión política» por las autoridades palestinas, en particular en los períodos de Intifada en los que el conflicto con Israel se desarrollaba igualmente en el terreno demográfico. Hoy, si esta idea está menos presente, sigue siendo un factor a tener en cuenta. Tener más hijos permitía participar, a un cierto nivel, en el esfuerzo por la liberación nacional en un contexto de guerra o, en cualquier caso, de violencia continua.

¿Alimentar las filas de los combatientes?

Desde hace algunos decenios, mediante una comunicación eficaz, los poderes públicos palestinos promueven un modelo de familia más restringida, en el que los padres decidan por sí mismos el número y la frecuencia de los nacimientos. La práctica de la contracepción es por tanto promovida y transmitida por instituciones como el Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA) y la Oficina de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Próximo Oriente (UNRWA). Pero solo es fomentada en el marco del matrimonio, incluso después de uno o varios hijos. La ocupación y el bloqueo total que sufre la banda de Gaza siguen siendo variables decisivas en las decisiones sobre maternidad: si, en particular durante los períodos de Intifada, la tendencia era más bien a tener muchos hijos para alimentar las filas de los combatientes y reemplazar a los mártires, hoy, la deletérea situación económica, social y humanitaria empuja a las parejas a querer reducir el tamaño de su familia, por razones financieras, pero también para poder asegurar una mejor calidad de educación de sus hijos.

Hamas aplica una legislación basada en la ley islámica. En conformidad con los principios religiosos y de sociedad que rigen la vida cotidiana, la contracepción es aceptada solamente como un medio para espaciar los nacimientos (tanzim al-nasl), y de proteger así la salud de la mujer, pero no de limitar los nacimientos (tahdid al-nasl). Es autorizada desde hace alrededor de cuarenta años, con excepción de los métodos definitivos como la ligadura de trompas. En 1993, la UNRWA introdujo servicios de planificación familiar, seguida por el Ministerio de Salud en 1997. Desde 1994, la Autoridad Palestina (AP) considera la tasa de fertilidad como un objetivo nacional estratégico.

Hoy el discurso y las prácticas parecen más bien corresponder a la orientación dada estos últimos años por la AP sobre la idea de una familia más restringida. La mayor parte de las mujeres parecen persuadidas de los beneficios y ventajas de la contracepción, tanto para la salud de la madre y de sus hijos como para su independencia, la organización de su vida y la de su familia. Por otra parte, en Palestina, menos del 1% de las mujeres que no utilizan la contracepción lo hacen por razones religiosas. 3/

En cambio, si bien está prohibido desde un punto de vista social y religioso desear limitar el número de sus hijos, algunas mujeres educadas reconocen en voz baja que la vida en la banda de Gaza les empuja a no querer más que dos o tres. Haciéndolo, se sienten más capaces de poder alimentarles correctamente y garantizarles una educación de mejor calidad.

Un acceso desigual a la información y a los contraceptivos

El acceso a la contracepción depende estrechamente de la forma en que son difundidas las informaciones sobre este tema. Desde los años 1990, las autoridades han puesto en pie ciertas herramientas como folletos, carteles, anuncios de TV y radio y acciones de sensibilización, pero comunican globalmente muy poco sobre estas cuestiones. A pesar de todo, en 2000, más del 90% de las casadas conocían al menos un método contraceptivo. En 2010 4/ eran ya el 99% y la tasa de utilización de los medios de contracepción es relativamente elevada. De hecho, las informaciones circulan por los canales de comunicación interpersonal. Las discusiones entre mujeres se revelan como mucho más influyentes que una visita al médico. Son a través de ellas como las jóvenes pueden conocer el tema, ya que no se proporcionan oficialmente informaciones más que a las mujeres casadas para no alentar las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Los médicos no aceptan hablarles de su cuerpo más que a partir del matrimonio, incluso después de una o varios embarazos, y el personal encargado de la prevención en este tema está poco formado. Los hombres, por su parte, parecen muy poco implicados y dicen preferir informarse por ellos mismos.

El acceso a la información depende también del estatus administrativo de la persona. Efectivamente, el 72% de los gazatíes son refugiados y están por tanto registrados en la UNRWA, disfrutando de sus infraestructuras y servicios gratuitos, incluyendo los dedicados a la contracepción. El 28% restante son ciudadanos, es decir originarios de la región de la banda de Gaza antes de 1948, y deben dirigirse a las instituciones de salud pública, de peor calidad y en las que deben correr con gastos, aunque sean mínimos.

La presencia de estos dos tipos de población explica el carácter bicéfalo del sistema de salud palestino y un trato diferencial 5/, revelador de las desigualdades económicas latentes para el acceso a la contracepción. Según un informe de 2012, la totalidad de los 21 centros que gestiona la UNRWA en la banda de Gaza proporciona servicios de planificación familiar, mientras que de los 56 centros de salud del Ministerio de la Salud, solo 16 los proponían en ese momento 6/. En fin, el acceso desigual a la información se observa también entre zonas urbanas, más cubiertas y zonas rurales, más marginadas y aisladas.

La tasa de utilización de la contracepción es relativamente elevada en relación a otros países de la región y la mayor parte de los medios de contracepción están disponibles, accesibles y gratuitos. Su coste sigue sin embargo estrechamente ligado al estatus administrativo de la persona: los refugiados pueden proporcionárselo gratuitamente en la UNRWA mientras que los ciudadanos deben soportar gastos, aunque sean mínimos.

Si la necesidad absoluta de dar pruebas de la unión marital ya no es requerida de forma sistemática los últimos dos decenios, el acceso a los contraceptivos permanece tácitamente condicionado a que la mujer esté casada. Pero, incluso si la cobertura contraceptiva es relativamente buena en el conjunto de la banda de Gaza, puede estar sometida a penurias, en particular en períodos de crisis. Recientemente, la UNFPA, único suministrador de contraceptivos en Palestina anunciaba querer reducir sus presupuestos y son precisamente los medios asignados a la banda de Gaza los que corren el riesgo de ser considerablemente reducidos a partir del mes de junio de 2017. Si bien estas previsiones de restricciones presupuestarias por el momento solo están parcialmente documentadas, su realización provocaría potencialmente penurias y debilitaría por consiguiente aún más el derecho a la contracepción en la medida en que esto se hace en un contexto demográfico y humanitario ya catastrófico. Lo anterior revela también la extrema dependencia del sistema de salud gazatí de la ayuda internacional en términos de aprovisionamiento de material, de medicamentos, de infraestructura y de atención sanitaria.

El prisma religioso

La cuestión del aborto es particularmente sensible en la banda de Gaza puesto que en los años 1980-1990, el conflicto con Israel se jugaba también en las cunas. Estaba planteada una verdadera «guerra demográfica 7/. La idea de una «fecundidad de reemplazo» para «compensar la pérdida de mártires» era algo común y las mujeres refugiadas de Gaza eran aún mucho más numerosas (46,1%) que en Cisjordania (26,6%) en desear al menos 6 hijos 8/.

Esta «dimensión política de la fecundidad» 9/no está ya de actualidad y más allá del contexto histórico-político particular, es sobre todo el prisma religioso el que condena y prohíbe formalmente el aborto en Gaza. «¡No hay ninguna razón lógica para un aborto!», recuerda Kefah Al-Rantisi, una representante del Ministerio de Asuntos Religiosos. Solo algunas situaciones autorizan excepcionalmente esta práctica, cuando la vida de la madre o del hijo está en peligro antes de los 40 o 120 primeros días del embarazo. Si el marco legal parece en teoría relativamente claro, la apreciación de estos criterios corresponde al mufti consultado y al diagnóstico de dos médicos. La decisión final depende de hecho de la interpretación, de la posición social y de la reputación de estos diferentes actores. Esta indefinición de las estructuras sanitarias sobre la problemática de los embarazos no deseados y de los abortos impide probablemente abordar estas cuestiones tabú.

Considerado por el conjunto de la sociedad como incompatible con las normas socioculturales y religiosas, el aborto es por tanto en principio concebido negativamente por la mayor parte de las mujeres. Sin embargo, son muchas las que lo practican en los hechos y a veces incluso que lo justifican: para preservar la salud física y psicológica de la madre, asegurar una mejor educación a los hijos, en el caso de embarazos precoces o tardíos, de relaciones conyugales tormentosas… Otros factores menos evocados por las mujeres entran también en cuenta: «Las relaciones de incesto o la pobreza son fenómenos que influencia la decisión de aborto, pero que son menos visibles porque se producen a largo plazo y son dependientes de relaciones de dominación económica y social muy ancladas», explica Zeinab Al-Ghunaimi, una abogada gazatí y directora del centro de investigación y de consultas legales para las mujeres en Gaza City.

Los datos son por tanto muy difíciles de obtener y las pocas cifras de las que se dispone muestran 5 996 abortos en 2011 y 6 983 en 2012 10/. Sin embargo, numerosos testimonios cuentan experiencias de embarazos no deseados a menudo seguidos de aborto: si no es siempre posible a causa del control social ejercido sobre las mujeres, no dejan de producirse con cierta frecuencia.

Un recorrido sembrado de obstáculos

Las mujeres que desean interrumpir su embarazo deben plegarse a los imperativos sociales o luchar contra los diferentes actores que dificultan la autonomía de su decisión. La mayor parte del personal sanitario intenta disuadirlas, invocando razones morales y jugando así el papel de guardianes de las normas sociales.

Paralelamente, existe una red de relaciones interpersonales que constituyen intermediaciones en la voluntad de la esposa o de la pareja. Así, las mujeres del entorno y la suegra juegan un papel muy importante, desde el apoyo logístico o psicológico a la desaprobación moral pasando por la reprimenda, constituyen un acompañamiento concreto y cotidiano. Prodigan en particular consejos, incluso recetas para provocar un aborto: beber caldo de canela y jengibre; comer muchos dátiles, respirar sustancias químicas, saltar por las escaleras, poner una botella de gas sobre el vientre, etc.

Si los relatos de este tipo son numerosos, los médicos, por su parte, no reconocen su existencia. Sin embargo, a pesar de la fuerte reprobación social y contrariamente a otros contextos en los que las mujeres son a menudo sospechosas de haber provocado ellas mismas el aborto, en general no plantean ninguna pregunta. Consideran que es su responsabilidad curar a una mujer que conoce complicaciones de su embarazo.

Por su parte, los maridos que desean a veces un número más reducido de hijos, pueden alentar, o incluso forzar la interrupción de un embarazo.

A pesar de la prohibición oficial del aborto, médicos privados lo practican clandestinamente, mediando consiguientemente un precio (400 a 500 dólares aproximadamente). Un aborto puede obtenerse si la mujer o la pareja tienen un allegado o un conocido que es médico o tiene los medios financieros. «Si tienes dinero, si tienes allegados en el hospital que son médicos, puedes abortar mucho más fácilmente en hospitales. ¡Para el aborto también hay wasta (enchufe)!«, resume un trabajador social en Gaza City. Es por tanto un verdadero modo de gestión clientelista el que se pone entonces en pie. La legislación relativamente poco precisa hace de ello un revelador de desigualdades económicas y sociales.

En el dramático contexto humanitario y político de la banda de Gaza, las cuestiones de salud sexual y reproductiva no aparecen como una prioridad. Sin embargo, la situación demográfica acentuada por el bloqueo impuesto por el gobierno israelí desde hace diez años hace de Gaza una verdadera prisión superpoblada a cielo abierto. El contexto político es por supuesto una variable decisiva, pero el marco religioso y social no favorece tampoco el tratamiento de estas cuestiones, consideradas como tabúes.

En fin, la extrema dependencia del sistema de salud respecto a la ayuda internacional hace a los gazatís aún más vulnerables frente a los recortes presupuestarios planteados en las organizaciones internacionales y a la degradación de las condiciones de vida. Las tendencias demográficas no van por tanto hacia una ralentización de la natalidad.

Notas

* Esta investigación ha sido realizada por cuenta de «Laboratoires d’études et de recherche sur les dynamiques sociales et le développement local» (Lasdel) (http://www.lasdel.net/) que ganó un concurso de Médicos del Mundo para un estudio sobre el tema de la contracepción, embarazos no deseados y abortos en cuatro países en paralelo: República Democrática de Congo, Burkina Faso, Perú y banda de Gaza.

El acceso a este exiguo territorio, colocado bajo un bloqueo total desde junio de 2007 hace muy difícil y rara la recogida de datos. En tres semanas sobre el terreno, he podido realizar entrevistas individuales y colectivas con mujeres, hombres, personal sanitario, una abogada y miembros de organizaciones locales e internacionales para ahondar en diferentes cuestiones.

Hay dos soluciones para ser autorizado a entrar en territorio gazatí: ser periodista acreditado o trabajar para una ONG basada allí y reconocida por las autoridades israelíes. En el caso de un trabajo de investigación para una ONG, es necesaria también una autorización de investigación, y desde hace algunos años, obtener además un visado de Hamas. Para esta investigación se me ha concedido un permiso de seis meses y he podido acudir dos veces a Gaza. Mis desplazamientos estaban enmarcados por reglas de seguridad estrictas que la mayor parte de las organizaciones internacionales dictan a sus empleados extranjeros: toque de queda a las 22h, prohibición de caminar sola por la calle, de salir de Gaza City por la noche, acudir a gente desconocida de la organización… Estas condiciones impuestas de facto por la situación limitan considerablemente las posibilidades de inmersión, de movilidad y por tanto de investigación en una sociedad que está ya bajo una alta presión política y social.

1/
Proyecciones para 2016 del Palestinian Central Bureau of Statistics http://www.pcbs.gov.ps/Portals/_Rainbow/Documents/gover_e.htm

2/
Family Survey, PCBS, 2010

3/ Ibid.

4/ PCBS 2000b, 2010

5/
Marwan Khawaja, «The Fertility of Palestinian Women in Gaza, the West Bank, Jordan and Lebanon», Population, volume 58, 2003.

6/
Dossier documentaire Palestine-Gaza : système de santé, Médecins du monde, 2012.

7/
Youssef Courbage, «La fécondité palestinienne des lendemains d’Intifada», Population, 52 (1), 1997 ; «Deux phases de la démographie de la Palestine, 1872-1948 et 1967-2025»,Temps et espaces en Palestine, coll. Etudes contemporaines, no 25. (2008) http://ifpo.revues.org/502 ; Marwan Khawaja, Shireen Assaf, Yara Jarallah, «The transition to lower fertility in the WB and Gaza strip : evidence from recent surveys», Journal of Population Research, 26, 2009.

8/
Sarah Memmi, Vie conjugale, comportements procréatifs et rapports de genre dans les Territoires palestiniens, tesis doctoral defendida en noviembre de 2014.

9/ Youssef Courbage, 2008, op.cit.

10/
Médecins du monde, op.cit.


Hélène Servel es periodista independiente y estudiante de ciencias políticas y antropología.

http://orientxxi.info/magazine/les-femmes-de-gaza-coincees-entre-occupation-et-controle-social,1869

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur