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COP16 de Cali, Colombia, la cumbre del Armagedón

Fuentes: Rebelión

Así lo anunció dramáticamente el presidente Petro en el discurso inaugural de la COP16 “cuando la inteligencia artificial se articula al petróleo, el carbón y el gas, se construye el Armagedón”.

De este modo la COP16 por arte de magia se ha convertido en un santuario de peregrinación donde los ambientalistas y ecologistas del mundo entero vienen a rogar un milagrito. Y qué mejor que en Cali, la capital mundial de la salsa, “la sultana del valle”, “la sucursal del cielo” “la tierra de las mujeres más lindas del universo”.

La COP16 pomposamente denominada “Conferencia sobre Biodiversidad por un futuro sostenible” congrega a distintas delegaciones de los 5 continentes preparadas a debatir 4 objetivos en concreto y 23 metas claras que debemos alcanzar antes del 2030, y la mirada puesta en un horizonte de 2050 donde la biodiversidad se valore, conserve, restaure y utilice de forma sostenible para garantizar un planeta sano y un futuro en el que las personas vivan en armonía con la naturaleza. Mucha gente no entiende lo que significa la biodiversidad y las relaciones que existen con el medio que nos rodea como resultado de millones de años de evolución y que constituye el sustento de la mayoría de las actividades humanas.

El presidente Petro, en su discurso de bienvenida, eufórico dictaminó: “Colombia es el corazón del mundo» e hizo un llamado «a la revolución mundial de la humanidad para enfrentar el cambio climático y la expansión de la IA”. Porque para neutralizar la tragedia que se avecina es necesario tomar medidas urgentes si queremos detener la agonía de la madre tierra. “Hay ricos que sueñan con escaparse a marte en sus naves de ensueño mientras dejan sus culpas en la tierra destruida”.

Desde luego que son los países ricos los directos responsables del cambio climático que padecemos y lo más lógico es que tengan que pagar por ello. Y para combatirlo no queda otra que plantearnos un nuevo modelo de producción que excluya a los combustibles fósiles.

La COP16 es un encuentro trascendental en estos momentos tan críticos en que la humanidad se encuentra a las puertas del “juicio final”-pregonan los organizadores. El presidente de Colombia Gustavo Petro aparentemente ha tenido visiones sobre el futuro y asume el papel de nuevo Nostradamus y anuncia el Armagedón. La humanidad no se extinguirá por una guerra mundial o el estallido de una bomba atómica sino por un cataclismo medioambiental.

Es la hora de arrepentirnos de todos nuestros pecados porque no somos más que parásitos consumistas que solo producen estiércol.

Por paradójico que parezca la estrella invitada es China, una potencia de primera magnitud y directa culpable del Nosferatu medioambiental, o sea, el principal aniquilador de la biodiversidad. Pero resulta que estos diabólicas termitas han venido a la COP16 de Cali a promover mejores prácticas para lograr los objetivos del “Marco Mundial Kunming Montreal en gobernanza de la biodiversidad” -que se lleva a cabo en la zona azul (secreta y prohibida para el gran público) China, que según los organizadores “aporta sabiduría”, es el máximo depredador de los océanos del mundo, invade aguas territoriales y captura especies en peligro de extinción.

A esta altura del siglo XXI si hacemos un balance nos daremos cuenta que en Colombia el 70 % de las selvas tropicales han desaparecido por completo a causa de la masiva colonización, los voraces incendios y la tala indiscriminada de árboles. ¿Se podrá resucitar a la selva virgen? ¿Cuánto tiempo tardaremos en reforestarla?

Y a todo esto hay que sumarle el fenómeno del cambio climático y la emisión de gases de efecto invernadero. Los científicos nos advierten que hemos llegado a un punto álgido y estamos llegando a un punto de no retorno. De ahí que sea necesario sacudir la conciencia de la humanidad tan indiferente y alienada. La actitud como puede ser otra es la de tocar la lira como Nerón mientras arde Roma. Hemos sobrepasado todos los límites y en nuestra impotencia solo nos queda resignarnos a convocar las cadenas de oración para rogarle a Dios que se compadezca de sus hijos descarriados.

Colombia todavía no ha dado el paso a la mentada “transición energética” de combustibles fósiles a energías limpias. ¿Cuánto costará tamaño sacrificio? Me temo que un presupuesto multimillonario imposible de asumir para un país perteneciente al Tercer Mundo. Nosotros imperiosamente necesitamos el petróleo, el diésel, el ACPM, el carbón o el gas. O sea, energías sucias si queremos salir del subdesarrollo y subirnos al pódium de los países ricos. ( donde China es la estrella invitada) El crecimiento económico está basado en esquilmar a destajo los recursos naturales de donde se extraen las materias primas vitales para el buen funcionamiento de la economía. Aparte de la brutal explotación de los seres humanos que hacen parte también de un ecosistema físico, biológico y cultural.

El Pacto Histórico enuncia en su programa una política verde ecologista y ha planteado un tema bastante polémico que es llevar a cabo una deconstrucción, mejor dicho, dar un paso atrás, un parón en seco donde por ley se imponga los principios de la “austeridad draconiana”. ¿Cómo vamos entonces a echar a funcionar el parque automotor? ¿Quizá tengamos que regresar a esos tiempos románticos de nuestros ancestros que se transportaban en bueyes, mulas o caballos?

Pero hoy el neoliberalismo imperante ha envenenado la sangre de una ciudadanía completamente indiferente y más preocupada en hacerse un selfie con sus teléfonos celulares.

Este sacrificio no lo va a aceptar una sociedad cada vez más urbana y alejada de la madre tierra. Alienados por el consumismo extremo nadie quiere renunciar a los privilegios de la vida postmoderna. No importa si la contaminación del aire (emisiones de vehículos, compuestos químicos, plomo o partículas suspendidas) está matando en Colombia anualmente a más de 20.000 personas -según estadísticas del INS.

Colombia pertenece al club de los países capitalistas dolarizados y esa es su identidad dentro del hemisferio occidental. Si nuestro máximo anhelo es salir del subdesarrollo eso solo es posible mediante el uso de combustibles fósiles.

Pero al parecer el gobierno apuesta por la energía verde y trasformar al país en un lodge o resort hotelero para que los turistas vengan a disfrutar nuestros tesoros naturales en un ambiente carnavalesco y folclórico. Lo que supone dedicar la mayoría de la población a sector servicios.

Van contracorriente pues la humanidad está inmersa en una revolución digital y para ser competitivos tenemos que industrializarnos pues así lo exige un mundo cada día más globalizado. Y dedicándonos a los festivales de salsa y las artesanías no vamos a labrarnos ningún futuro.

Colombia no puede dar lecciones en el manejo de los recursos naturales cuya decadencia es más que ostensible. Por ejemplo, hace tiempo que se extinguieron los cóndores, los oso de anteojos, el jaguar, el manatí, el lobito de río, el loro orejiamarillo, el caimán llanero o el oso perezoso; aparte de muchísimas otras especies pertenecientes al reino animal o el reino vegetal.

El prontuario de ese ecocidio no podemos ocultarlo y es algo que nos avergonzará por generaciones.

La segunda colonización de la Nueva Granada (Colombia) tras la independencia de España, fue realizada por una migración interna de parias hambreados y sin tierra que ambicionaban también encontrar el mítico dorado. Estos pioneros depredadores invadieron por completo desde las cumbres andinas, la costa atlántica y pacífica, los llanos orientales o la selva amazónica. Un éxodo que provoco enfrentamientos armados para apoderarse de las mejores tierras y así sacar grandes réditos económicos. De esta forma las “termitas” devastaron más del 75% de la selva húmeda andina que es donde se asienta la mayoría de la población colombiana. Porque lo primordial era explotar la madera, la agricultura, la ganadería extensiva o la minería. Y fue a punta de hacha y de machete que se abrió camino a la civilización y el progreso. Pero cuando a mediados del siglo XX apareció la motosierra remataron con éxito la diabólica faena. Y así se fundó esta patria de hacendados y gamonales bajo el lema de “libertad y orden” Por eso el símbolo de la colonización colombiana es el hacha a la que le han levantado monumentos en las plazas públicas de muchos pueblos y ciudades. Y lo más perverso quizás sea que la COP16 se desarrolle en el valle del Cauca donde el cultivo extensivo de caña de azúcar ha sido el responsable de la reducción de la biodiversidad de la fauna y flora, de la contaminación hídrica, de la erosión de los suelos fértiles, del uso masivo de pesticidas y fertilizantes y de la polución del aire por la quema de la caña.

Colombia es un país extractivista y exportador de materias primas como es el caso del carbón en Cerrejón, el hierro o el platino, del oro, plata, platino o las esmeraldas. Sin olvidarnos de un renglón fundamental de los cultivos ilícitos como la coca y la marihuana, soporte económico vital del que se benefician miles de familias colombianas. Como método más eficaz para combatir este flagelo el gobierno en su momento decidió fumigar extensas áreas selváticas con glifosato. Y el resultado ha sido funesto para el medioambiente y las poblaciones nativas.

La persistente sequía causada por el cambio climático y el fenómeno de la Niña agota las fuentes de agua que abastecen los pueblos y ciudades. Esto es algo increíble para un país andino del que históricamente era uno de los reservorios hídricos mas importantes del planeta. Mientras los ríos Magdalena, Cauca o el Bogotá agonizan contaminados con aguas negras y metales pesados y su cauce disminuido considerablemente hasta el punto que ya no son navegables. Entonces ¿cómo podemos jactarnos de ser uno de los países con mayor biodiversidad del mundo (con más de 50.000 especies registradas y cerca de 31 millones de hectáreas protegidas)?  Lo cierto es que resucitar las cuencas hidrográficas del “país de la belleza” parece una quimera porque este es un trabajo más divino que humano. Todo esto no es más que pura propaganda gubernamental porque la cruda realidad nos propina tremenda bofetada. Con tan solo nombrar la construcción de ese monstruo de cemento y hormigón de la hidroeléctrica de Hidroituango, que con el represamiento del río Cauca, ha provocado un devastador ecocidio y genocidio. Solo en las películas de Disney podremos disfrutar ese mundo idílico que nos describen los lunáticos organizadores de la COP16 en Cali.

Mientras los científicos, profesores y sabios reunidos en el cónclave dictan trascendentales conferencias o pronuncian brillantes discursos que como siempre se archivarán en los anaqueles de los institutos, universidades o en los informes de la ONU. Porque al pueblo (alienado) lo que le interesa más es el esparcimiento lúdico festivo que la supervivencia de las especies en vías de extinción. ¿Será que a base de brillantes discursos y sermones salvaremos la tierra? Todo esto es parte de un teatro para para que los funcionarios y burócratas de la ONU o las ONGs se vanaglorien de sus hazañas y justifiquen los millonarios presupuestos que han dilapidado en la organización de la feria de Cali COP16.

Y encima Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, es decir, que las elites oligárquicas que detentan el poder son las que usufructúan de todos sus riquezas manteniendo a la mayoría de la población en la exclusión y la marginalidad. Nuestra sociedad padece desde hace décadas una guerra de baja intensidad que nos desangra lentamente.

Porque se han olvidado que el ser humano, como parte esencial de los ecosistemas, también está en vías de extinción. Las victimas del desplazamiento forzado de este enfrentamiento fratricida -que se cuentan por millones- han sido despojadas de sus tierras obligándolos a exiliarse en los tugurios de las grandes ciudades. La violencia ha expandido la miseria por los cuatro puntos cardinales y junto a los desechos tóxicos y los millones de toneladas de basura, chatarra y plásticos que se producen anualmente, son un signo inequívoco de que estamos cavando nuestra propia tumba.

El presidente Petro ha propuesto en la cumbre de la Amazonía de Belem (Brasil) “que se debería de constituir un tratado militar al estilo de la OTAN para la protección de la Amazonía” “Porque para controlar los incendios la única posibilidad es la militarización pues representa un problema de seguridad que involucra a toda la humanidad”. En estos momentos la selva no solo la consumen voraces incendios sino también está en peligro por la tala indiscriminada de madera, la ganadería extensiva, el cultivo de coca, los pozos petrolíferos y el extracción ilegal de oro que tiene graves repercusiones por el uso intensivo del mercurio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.