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Testimonio desde Gaza

Cuando a los médicos sólo les queda apagar el móvil y rezar

Fuentes: El Mundo

YABALIA (FRANJA DE GAZA) .- Algunos médicos y conductores de ambulancia se descalzan y, tras realizar sus abluciones, extienden sus alfombras y rezan. Tienen miedo. Pero seguirán trabajando toda la noche. Varias piezas de metralla impactan sobre el patio del edificio del hospital Kamal Adwan de Beit Lahiya y sobre el lateral de uno de […]

YABALIA (FRANJA DE GAZA) .- Algunos médicos y conductores de ambulancia se descalzan y, tras realizar sus abluciones, extienden sus alfombras y rezan. Tienen miedo. Pero seguirán trabajando toda la noche.

Varias piezas de metralla impactan sobre el patio del edificio del hospital Kamal Adwan de Beit Lahiya y sobre el lateral de uno de los vehículos sanitarios, rompiendo una de las ventanas. No hay chalecos antibalas para todos. Se los turnan en las salidas. No sólo son expertos en conducción temeraria y primeros auxilios; también reconocen los diversos sonidos de las explosiones y saben que los tanques Merkawa se han unido a los aviones y helicópteros Apache.

Es domingo de madrugada y el cielo continúa iluminándose en intervalos cada vez mas breves. Vibran las puertas y ventanas. El personal sanitario va cambiándose de habitación a medida que identifica el avance del bombardeo. Una bengala cae frente al edificio.

El intenso movimiento que tiene lugar en el centro ha despertado las sospechas del Ejército y quieren cerciorarse de quiénes se encuentran allí.

A las 04.30 horas, después de varios intentos fallidos, una ambulancia realiza una salida para recoger a una mujer que comienza a tener contracciones para dar a luz. Está embarazada de siete meses y tres semanas, y probablemente el impacto emocional que está sufriendo haya adelantado el parto. Ya de regreso a la base, un carro tirado por una mula y conducido por dos ancianos surge en la oscuridad.

Al levantar las mantas, se ve a dos jóvenes gravemente heridos. Uno de ellos pierde masa encefálica y un ojo, el otro tiene al aire las costillas y el pulmón. El brazo derecho cuelga, ya muerto, de su hombro. Ambos están en ropa interior. Su madre besa las heridas, grita y llora mientras los camilleros los introducen en la ambulancia destino al hospital. Mohamed Abu Salma, el mayor de ellos, de 25 años, fallece pocos minutos después de ingresar al hospital. Zahar, de 23 años, a lo largo de la mañana.

La ambulancia que va y viene… sin heridos

A las 05.10 horas, sin tiempo para regresar a la base, y mientras comienza a divisarse la primera luz del día, se recibe un nuevo aviso. Dos hombres con heridas de bala en las piernas se encuentran frente a la escuela de Muawia, en la zona norte del campo de Yabalia. El conductor sabe que soldados israelíes se encuentran en la zona. Se pone el chaleco antibalas. Apaga el teléfono móvil, enciende la sirena a todo volumen y con todas las luces encendidas se acerca despacio. Dos disparos de M-16 son suficientes para que regrese sin poder acercarse a recoger a los heridos. Son miembros de la familia Athar, del caserío de Attatta. La escuela ha sufrido el impacto directo de un misil en su fachada norte.

Una vez más, la ambulancia regresa hacia la base y antes de llegar a su destino, cambia de dirección. En la zona de Salattin, junto a la mezquita, hay un herido. Es necesario superar un pequeño promontorio. A medida que avanza, se cruza con personas que huyen, despavoridas, con apenas unas bolsas de plástico llenas de pan y envueltos en mantas. Gesticulan y gritan, avisando al conductor. «¡Yehudi, Yehudi!», claman para avisarle de la presencia de soldados israelíes al llegar al final del camino. Una ráfaga de metralleta lo confirma y la ambulancia debe dar la vuelta inmediatamente.

Uno de los hombres insiste en que le acerquen a una casa. Tras una breve discusión, efectivamente, estaba en lo cierto: una niña de dos años tiene todo el lado izquierdo de su cara ensangrentado debido a la explosión de la ventana frente a la que se encontraba. Llora sin descanso pero no es grave.

No es niebla, es el humo de las explosiones

El color anaranjado del horizonte deja ver lo que parece niebla; es en realidad humo provocado por las explosiones. La arena que levantan los grupos que marchan con prisa en dirección sur, hacia el centro del campo de refugiados, tiñe la escena de una tristeza y un miedo infinitos. Entre quienes huyen puede distinguirse a un joven de unos 30 años que bajo su chaqueta lleva un fusil kalashnikov y varios cargadores. Corre más rápido que los demás y desaparece en una esquina.

La base de ambulancias ha sido evacuada a las 07.20 horas. Los tanques israelíes se encuentran demasiado cerca. Se improvisa la nueva base en una tienda de material informático. Desde allí, se sale en al menos tres ocasiones a recoger heridos en la misma calle, cercana una vez más a la mezquita de Salattin. Un francotirador israelí ha herido a dos hombres y asesinado a un tercero, que aparenta unos 45 años.

Con un mínimo detenimiento, desde la ambulancia, que circula a toda velocidad, se observan las posiciones de la resistencia, pertrechadas de proyectiles antitanque, granadas, fusiles de asalto y abundante munición. A las 14.00 horas las tropas israelíes no han entrado aún en Yabalia, se encuentran a las puertas del campo, protegidas por tanques y francotiradores, entre lo que se conoce como ‘buffer zone’, o ‘tierra de nadie’ devastada por los bulldozers y la primera hilera de casas en el promontorio de Salattin. Previsiblemente en espera de que caiga la noche.

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/01/05/internacional/1231133093.html