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¿Cuándo aprenderán esos crédulos árabes?

Fuentes: The People Voice

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

La decisión de la Liga Arabe de enviar una delegación a Israel para discutir la ya moribunda Iniciativa Árabe de Paz sólo puede interpretarse como otro ejercicio de futilidad, ingenuidad e impotencia.

En primer lugar y ante todo, Israel no está para nada interesado en ningún proceso de paz que pueda poner fin a la ocupación israelí de Palestina y que pueda llevar a una resolución justa de la grave situación de los refugiados palestinos.

Así es, un país que ha construido cientos de colonias sólo para judíos sobre una tierra robada y que ahora está plenamente dedicado a mutilar Cisjordania mediante un odioso y gigantesco muro que convierte los centros de población palestinos en campos de concentración al aire libre, no está obviamente interesado en paz y reconciliación algunas, ni con el pueblo palestino ni con las naciones árabes y musulmanas.

De ahí que sea lógico esperar que la iniciativa árabe, que promete a Israel la total normalización de relaciones con los países árabes a cambio de una retirada total de los territorios ocupados y de una solución justa para el prolongado problema de los refugiados, va a tener que enfrentar el mismo fracaso y el mismo fiasco que otras iniciativas similares desde que se presentó el plan de William Roger a finales de la década de 1960.

No estoy diciendo con esto que Israel no quiera hablar con los árabes. Israel quiere normalizar relaciones con todos los pueblos y estados árabes desde Mauritania hasta Bahrein, pero siempre que asuman la colonización nazi israelí de Palestina y la limpieza étnica y el intento de aniquilación nacional del pueblo palestino.

Se suponía que la delegación de la Liga Arabe, que incluye al Ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Abu al Gheith, y a su homólogo jordano, Abdul Elah Jatib, debía llegar a la Jerusalén ocupada el 12 de julio. Sin embargo, el gobierno israelí ha decidido retrasar la visita al menos dos semanas por «consideraciones especiales» referidas al primer ministro israelí Ehud Olmert.

El aplazamiento, según sugieren algunos observadores, debería contemplarse como una prueba del desinterés de Israel, e incluso desdén, por la visita.

Con anterioridad, el gobierno israelí había pedido a Egipto y a Jordania que ampliaran el «grupo de contacto» árabe para que incluyera a otros países, tales como Arabia Saudí.

La petición israelí sólo puede interpretarse de una manera, a saber, que Israel quiere normalizar relaciones con todos los estados árabes, incluida Arabia Saudí, sin alterar ni un ápice la ocupación nazi de Palestina ni el trato nazi con que obsequia a los palestinos.

Olmert, un hombre falaz sin prácticamente credibilidad moral alguna, ha dicho que ve «puntos positivos» en la iniciativa árabe, una alusión a la cláusula de normalización.

Sin embargo, tanto él como otros miembros de su gobierno han dejado muy claro que una retirada total de los territorios ocupados estaba fuera de toda posibilidad, que poner fin a la ocupación de Jerusalén Este no había ni que plantearlo y que permitir que un número importante de refugiados palestinos pudieran volver a sus hogares no había ni que pensarlo.

En cierto sentido, Olmert está siendo honesto, ya que Israel no considera que Cisjordania sea una tierra «ocupada» sino más bien un territorio «en disputa».

El hecho de que Cisjordania esté ya salpicada de cientos de asentamientos sólo para judíos, habitados por fanáticos talmúdicos de mentalidad racista que consideran a los no judíos como animales cuyas vidas carecen de valor y de carácter sagrado, hace extremadamente difícil, cuando no abiertamente imposible, que cualquier gobierno israelí abandone la totalidad de Cisjordania, incluida Jerusalén Este.

Además, Jerusalén Este, la contemplada capital del contemplado pero improbable estado palestino, ha sido ya reducida a un ghetto rodeado por todas partes de asentamientos judíos.

Y dada la clara deriva hacia el chauvinismo derechista y religioso entre los judíos israelíes, sería una fútil fantasía esperar que los israelíes estuvieran conformes con devolver la ciudad árabe a sus dueños legales, incluso a cambio de una paz total.

Yendo más al grano, si Jerusalén es una «línea roja» para los israelíes, tanto para su gobierno como para sus habitantes, la implementación del derecho al retorno de los refugiados palestinos es una línea mucho más roja aún.

En efecto, Israel y el Sionismo implican expulsión, deportación y limpieza étnica de los no judíos, y permitir que los refugiados vuelvan a sus hogares sería la antítesis suprema del Sionismo.

De ahí que una aceptación voluntaria y bien dispuesta por parte de Israel al retorno de una cifra significativa de refugiados palestinos a sus hogares y propiedades primigenios no es más que el sueño de una noche de verano.

Por eso, si Israel va a decirle a la delegación de la Liga Arabe: «NO a Jerusalén, NO al derecho retorno y NO a la retirada a las fronteras de 1967», entonces, por amor de Dios, ¿por qué enviar una delegación a Israel en primer lugar?

Bajo estas circunstancias, a uno le urge preguntar si la Liga Árabe y los árabes en general están dispuestos a soportar otra humillación más a manos de esos criminales de guerra situados en Jerusalén Oeste…

Esa es una pregunta que hago al Secretario General de la Liga Árabe, Amr Mousa, quien ya debería haberse familiarizado hasta con los menores detalles de la intransigencia y hostilidad israelí ante la paz.

Me doy cuenta que los árabes pueden querer anotarse un logro de relaciones públicas mostrando al mundo que están agotando todos los esfuerzos posibles por la paz y que Israel es quien rechaza la paz. Pero una proeza tan desesperada será sólo una manifestación de impotencia y de alientos quiméricos. El mundo sabe que Israel no quiere la paz, pero este mundo hipócrita e inmoral sencillamente no está dispuesto a llamar pan al pan y vino al vino cuando se tata de Israel.

De ahí que sea vital que los árabes pongan fin a todos esos indignos y embarazosos contactos con Israel y empiecen a explorar otras estrategias que pudieran llevar la paz ya la libertad a Palestina.

Ni que decir tiene que esa estrategia se apoyaría, en primer lugar, en conseguir la paridad estratégica con Israel, un país que sólo comprende el lenguaje de la fuerza bruta.

En el análisis final, se aprecia que los árabes están actuando como mendigos, y los mendigos, todo el mundo lo sabe, no pueden elegir. Sólo cuando los estados árabes y musulmanes de Oriente Medio posean fuerza estratégica, será cuando Israel empiece a pensar en la paz.

Enlace con el original:

http://www.thepeoplesvoice.org/cgi-bin/blogs/voices.php/2007/07/11/when_will_these_gullible_arabs_understan

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.