Mario Hernandez (MH): Quería abordar, aunque fuera brevemente, porque seguramente nos va a llevar varios programas, el tema de «la primavera árabe». Hace más de tres años se nos presenta un proceso bajo el rostro de millares de jóvenes que desafiaban pacíficamente a las dictaduras de Medio Oriente, conseguían derribarlas en nombre de valores seculares, […]
Mario Hernandez (MH): Quería abordar, aunque fuera brevemente, porque seguramente nos va a llevar varios programas, el tema de «la primavera árabe». Hace más de tres años se nos presenta un proceso bajo el rostro de millares de jóvenes que desafiaban pacíficamente a las dictaduras de Medio Oriente, conseguían derribarlas en nombre de valores seculares, modernos, a Ben Alí en Túnez, a Mubarak en Egipto y hoy vemos dos procesos. Donde hay elecciones salen de las urnas mayorías religiosas conservadoras o en el caso egipcio donde retoma el poder el Ejército o bien proyectos de sociedades que parecen sacadas de otra época.
Nosotros hemos hablado del califato en Irak y ahora de Libia, que también está al borde de la desintegración, recibo información que luego de la captura y muerte de Gadafi que gobernó ese país durante 42 años, se trataba de una dictadura, las Brigadas de la Revolución que lo derrotaron se enfrentan entre sí sumergiendo al país en un caos absoluto. La milicia islamita Ansar al-Sharia afirmó controlar la totalidad de Bengasi y declaró un emirato islámico el pasado martes 28 de julio. Por un lado tenemos un califato, por otro un emirato y las milicias de Misrata lanzaron una operación para desalojar del aeropuerto de Trípoli a los grupos armados que lo controlaban desde la caída de Gadafi.
España, EE. UU., Francia, Egipto e Italia entre otros países han evacuado diplomáticos y ciudadanos.
Guillermo, a ver si nos puede ayudar a encontrar la salida de este laberinto.
Guillermo Almeyra (GA): En todas las sociedades no-industriales, y ese es el caso de la gran mayoría de los países árabes, incluso de los más industrializados como Túnez y Egipto, se superponen, se oponen clases, sub-sectores de clase, etnias, religiones.
En Egipto está el problema social entre ricos y pobres, pero también religioso entre cristianos coptos y musulmanes, los problemas internos de estos últimos entre chiítas y sunnitas y así sucesivamente. Además, los problemas regionales y entre negros egipcios en el norte y la población del sur.
Las sociedades son muy complejas. Cuando hay una dictadura se pueden unir en contra diversos sectores afectados como la burguesía comercial egipcia y los coptos, por ejemplo, más los trabajadores y las clases medias ilustradas, pero después, cuando triunfa el levantamiento comienzan las divisiones. Hay sucesivas ondas, son procesos, no son sociedades unidas, monolíticas. Dentro del proceso general de cambio hay fuerzas contra-revolucionarias, revolucionarias, etc.
El aparato del Estado siempre ha tenido un papel fundamental, desproporcionado totalmente con respecto a la sociedad, un papel cesarista. Gadafi gobernó como mediador entre las tribus y las regiones, con su Islam particular, incluso contra el grupo mayoritario, una secta islámica importante como los senussi que eran contra-revolucionarios y apoyaban a la monarquía, los tapaba con el aparato del Estado y la dictadura y con prebendas compraba a otros jefes tribales. Su desaparición, es decir, la desaparición de ese Estado tapón tan poderoso da origen a un conflicto entre todas las fuerzas que estaban contra Gadafi por razones y objetivos distintos.
Lo mismo pasa en Siria y demás lugares. Primitivamente toda la sociedad contra la autocracia, contra la dictadura, pero después comienzan las diferencias. Los estudiantes, las clases medias ilustradas, la izquierda, el sector obrero que al principio echan del poder a Mubarak, después chocan con Musri que se apoya en los Hermanos Musulmanes, en las monarquías del Golfo, en el atraso de las masas campesinas que los sumergen y aplastan. Entonces, ahí hay rupturas y el sector de la burguesía más clásico, incluso no-musulmán como los coptos apelan nuevamente al Ejército para que cree un poder cesarista por arriba de todos.
Es un proceso lento, sumamente confuso, con flujos y reflujos, donde precisamente por haber comenzado como una rebelión de odio contra la autocracia y no en pro de un proyecto, el sector más avanzado, más moderno, más culto tiene dificultades para encontrar una vía para unificar la nación que está totalmente dividida. Me refiero a quienes impulsan un programa de izquierda como la UGT tunecina o la izquierda egipcia.
En esas condiciones los aparatos sobreviven como en Siria o en Egipto pero debilitados y obligados a hacer políticas internacionales que son contrarias al país como en el caso de Egipto que por miedo a los Hermanos Musulmanes aísla a los palestinos, particularmente de Hamas, aliados de aquéllos, favoreciendo de ese modo a Israel.
MH: Dejemos acá para después ir profundizando país por país, incluso con fronteras que se han corrido como la que conocíamos entre Irak y Siria que ya no existe.
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