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Entrevista al historiador sirio Farouk Mardam-Bey

«Cuando pienso en Siria me pongo a llorar»

Fuentes: Orient XXI

Traducido del francés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El historiador sirio Farouk Mardam-Bey se opuso, en tanto que militante marxista, al nacionalismo del Partido Baas desde el primer momento. En 1976, cuando ejercía como profesor en Francia, se le retiró el pasaporte y se le amenazó con la cárcel en caso de que se le ocurriera regresar a su país. Desde entonces vive en Francia. Ha sido, con Leila Chahid y Élias Sanbar, uno de los fundadores de la Revue d’Études palestiniennes. Es autor de «Sarkozy au Proche-Orient» (2010), editado por Actes Sud, de una «Anthologie de la poésie árabe contemporaine» (2007), de «Jérusalem, le sacré et la politique» (2000) y de otras numerosas obras. Es director de Ediciones Sindbad y ha sido uno de los «mensajeros» de la literatura árabe, al hacerla accesible para un amplio público francés.

-Sylvain Cypel (SC): ¿Cómo está viviendo la carnicería siria con sus millones de víctimas, de refugiados y desplazados?

-Farouk Mardam-Bey (FM-B): Voy a confesarle algo, cuando estoy en casa y me pongo a pensar en Siria, lo que hago de forma habitual, me pongo a llorar. Mis amigos sirios me cuentan que les pasa lo mismo. Todos nosotros vivíamos con el sentimiento de que en la primavera de 2011, en el «país del miedo y del silencio», había nacido un movimiento popular que suscitó inmensas esperanzas al haber surgido de forma inesperada… Pero después, tras una serie de evoluciones que ni se deseaban ni se han podido impedir, un día sentimos que las cosas se habían escapado por completo de control. Que se les habían escapado de control a todos sus protagonistas. Asad, que no reina más que sobre Damasco y gran parte de la «Siria útil», es incapaz de soldar de nuevo el tejido nacional del país. No domina la situación en mayor grado que sus oponentes. Por ejemplo, quienes conocen bien el ejército sirio dicen que la parte esencial del poder en Damasco va a estar a partir de ahora en manos de Irán. Al otro lado, Daesh (Estado Islámico) puede mantenerse largo tiempo pero sin que pueda ampliar su poder. Y una tercera parte del territorio está en manos de otras fuerzas que se encuentran divididas entre sí. De ahí la sensación de que nadie controla la situación y también de que ese estado de cosas puede durar mucho tiempo.

-SC: En marzo de 2013, escribió un artículo titulado «Vencer la indiferencia«. No obstante, la sensación es que, desde entonces, el conflicto sirio se enfrenta cada vez más a un cansancio general…

-FM-B: Este conflicto deja ya al menos 200.000 muertos, una cifra aún mayor de heridos y ocho millones de desplazados y refugiados, la mitad de ellos fuera del país. Efectivamente, se constata que hay una opinión, tanto árabe como internacional, que se ha vuelto apática respecto al dossier sirio. En Francia, determinadas franjas, desde el Frente Nacional a los grupos de izquierdas, apoyan un régimen «laico», pero el grueso de la opinión se ha instalado en una especie indiferencia. Incluso en la izquierda, cuando se evoca a régimen de Bashar al-Asad, se escucha decir a la gente: «Sí, pero al otro lado están los islamistas». No se le justifica pero hay cierta forma de comprensión que elude los crímenes cotidianos de su régimen. Hace muy poco, cuando la aviación siria bombardeó el mercado de Raqqa, que estaba atestado de civiles, no se elevó voz alguna en la izquierda para decir «ya basta». Y todo eso se debe a que Raqqa es la «capital» de los yihadistas del Estado Islámico. Esta indiferencia es lo más doloroso. Y lo que es insoportable es que ese sentimiento de impotencia podría eternizarse, ya que no se vislumbra una salida, una solución. En cinco o diez años se exigirán cuentas a los dirigentes del mundo: «¿Dónde estaban cuando todo ese horror se estaba perpetrando?»

Cuarenta años sin libertad de expresión

-SC: ¿Ha logrado Asad deslegitimar a la oposición no yihadista, que el Ejército Libre Sirio haya casi desaparecido del radar?

-FM-B: Sí, es algo que ha conseguido ampliamente. Lo más grave es que ha llegado a «confesionalizar» el conflicto con sus opositores y a beneficiarse del apoyo de dos minorías, la alauí (de la que procede la familia Asad) y la cristiana, y de una cierta neutralidad por parte de las otras: la drusa y la kurda. La oposición ha acabado suicidándose a causa de sus divisiones. Ahora, sus miembros no hacen sino insultarse unos a otros. No tienen ya ninguna credibilidad. Es desolador.

-SC: ¿Por qué la oposición ha sido incapaz de unificarse?

-FM-B: Siria es un país donde cualquier libertad de expresión ha estado amordazada durante más de cuarenta años. La cultura política ha desaparecido casi completamente de allí. Añadamos el gran número de emigrados sirios que se encontraron dependiendo del apoyo de los Estados que les acogían en Turquía, Qatar, Arabia Saudí o, a partir de ahora, de los llamados «Amigos de Siria». Eso explica en parte sus divisiones. Y también las acusaciones de corrupción de las que muchos son objeto.

Pero no debe creerse que toda Siria está ahora dividida en dos bandos. En el sur, la región de Deraa no está siempre en manos de Asad ni de Daesh. Lo mismo sucede en varias bolsas de territorio alrededor de Damasco. En Siria quedan opositores que no son yihadistas. Algunos son incluso antiguos partidarios del régimen y están buscando vínculos con la oposición en el exterior. Se han intentado varias iniciativas para reconstituir una tercera vía entre el régimen y Daesh. Como la de Moaz al-Jatib, un antiguo e importante imán [a quien se considera próximo a Turquía y a Qatar] que fue presidente de la Coalición nacional de fuerzas de la oposición entre noviembre de 2012 y abril de 2013, que el mes pasado fue recibido a Moscú y que después declaró que los rusos estarían «dispuestos a plantar a Bashar si se preserva su régimen».

Un estallido artstico y cultural

-SC: ¿Cuáles son las últimas evoluciones en el exterior de Siria? La diáspora siria, ¿es capaz aún de movilizarse?

-FM-B: En Siria, los años de la década de 1980, sobre todo después de la masacre [de una revuelta popular impulsada por los Hermanos Musulmanes] en Hama en 1982, fueron años terribles. Encarcelados, los opositores se pasaron diez o veinte años en prisión. Toda una cultura de diálogo se ha perdido. Y la mayor parte de la oposición se marchó al extranjero. En la actualidad, muchos de ellos no hacen más que darle vueltas al pasado. Sin embargo, hay un resurgimiento de todo tipo de actividades entre la generación más joven. Jamás ha habido, en el período reciente, tantos poetas, escritores y cineastas produciendo nuevas obras. Ciertos documentales, como Eau argentée [de Osama Mohammad y Wiam Simav Bedirxan], se han proyectado en Cannes. El médico refugiado en Estambul, Yasin El-Hadj Saleh, encarcelado durante dieciséis años bajo Asad, y cuya mujer, Samira Jalil, secuestrada por los islamistas [el 10 de diciembre de 2013], está aún bajo sus garras, trata de animar por Internet un movimiento cultural sirio en el exilio.

Pero lo más alentador es la multiplicación de iniciativas humanitarias. Entre los millones de desplazados hay una masa de niños que no ha podido ir al colegio desde hace tres años. En Líbano hay algunas iniciativas muy a destacar, como Soumboula (Mazorca de Maíz), una asociación activa en tareas de alfabetización y formación profesional que también actúa en el interior de Siria. Pero están un poco dispersos. Hay cierta incapacidad a la hora de coordinar incluso actividades de ese tipo. Me hago muchas preguntas sobre esa tendencia de emprender iniciativas cada uno por su lado y fuera de toda coordinación. Como si cada uno intentara crear una asociación a su imagen y semejanza. La mayor parte de esas personas son laicas pero, por otra parte, están poco politizadas.

No hay solucion con Asad

-SC: ¿Cuál considera que es la cuestión más urgente hoy en día en Siria?

-FM-B: Lo más urgente es aliviar el sufrimiento de las personas que viven bajo las bombas o en los campos de refugiados. Hubiera sido importante crear al principio una zona de exclusión aérea. Ahora ya es demasiado tarde. La ONU debería movilizarse mucho más de lo que lo hace por las cuestiones humanitarias.

-SC: En su opinión, ¿la salida de al-Asad es la condición indispensable a cualquier solución política para poder poner fin a esta guerra?

-FM-B: Sí. Es difícil imaginar una salida a la crisis, pero no existe ninguna que permita que Asad siga en el poder. Si en la Conferencia de Ginebra [junio de 2012] hubiera pensado que su salida era un hecho, habría podido salvar su vida y probablemente también su fortuna. Ahora ya no es posible. Al comportarse como lo ha hecho, se ha condenado para siempre. Para poder salir de la crisis, sería necesario antes que las potencias con peso en la región -EEUU, Rusia, Irán, Turquía y Arabia Saudí- encontraran un terreno común y que fueran conscientes de que Irán es más importante que Rusia respecto a la cuestión siria. Si Teherán abandona a Asad, este deberá irse. Sería por tanto esencial que se produjera un acuerdo entre Teherán y Washington en la cuestión nuclear iraní. Sin eso, no habrá posible acuerdo internacional sobre Siria. Pero se tiene la sensación de que, aparte de Barack Obama, no hay muchos más que quieran realmente llevar a buen término el dossier nuclear iraní.

Mientras tanto, se ha empezado ya a evocar públicamente la partición de Siria en función de una base confesional. Una partición así sería inmanejable y calamitosa. Entrañaría atroces limpiezas étnicas, teniendo en cuenta que los suníes constituyen ya el 80% de la población, además de la interpenetración que se da en las poblaciones: hay más alauíes hoy en Damasco que en el «país alauí». Durante este tiempo, ciudades como Alepo y Homs están ya medio arrasadas. Estamos siendo testigos del éxito de un régimen criminal frente a una oposición que se halla en un estado lamentable, mientras la población pasa por brutales sufrimientos en medio de una indiferencia e incomprensión terroríficas por parte del entorno regional e internacional. Siria no se merece eso. Cuando los israelíes bombardearon Gaza recientemente, hubo manifestaciones en el mundo entero. Mis compatriotas se preguntaban: «¿Y nosotros qué?» ¿Por qué este silencio?» El problema es que los sirios no tienen un portavoz creíble ante la opinión internacional.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/je-pense-a-la-syrie-et-je-me-mets,0764