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El dramaturgo marxista merece revalorizarse

¿Cuándo se convirtió «brechtiano» en un una palabra tabú?

Fuentes: The Guardian

Traducido por Àngel Ferrero

Cuando utilicé el término «brechtiano» para hablar ayer de Annie Get Your Gun at the Young Vic, sabía que implicaba un riesgo calculado. Nadie espera que un musical popular reciba una etiqueta anticomercial como ésta. Lo que quería decir con ello es que la soberbia producción de Richard Jones nos invitaba a ver el espectáculo críticamente, como una de aquellas piezas teatrales de los cuarenta que creaban románticamente el mito del Oeste americano. Desgraciamente, «brechtiano» ha pasado a significar en nuestros días «lento, pesado, didáctico.»

Curiosamente, la Madre Coraje de Deborah Warner en el National es exactamente lo opuesto a lo que habitualmente queremos decir con «brechtiano»: es ligera, ágil, con una interpretación pirática de Fiona Shaw y una música de Duke Special que mezcla el soft rock con Weimar. La culpa de las malinterpretaciones la tiene en parte el propio Brecht, quien dejó tras su muerte una montaña de «libros modelo» (Modellbuch) sobre sus producciones los cuales, seguidos al pie de la letra, conducen a plomizos revivals. Lánzense los libros de reglas y hágase revivir de nuevo las obras.

Y, aunque el propio Brecht dijo en una ocasión que el futuro de su obra dependía de la supervivencia del comunismo, sospecho que merece revalorizarse. Con el capitalismo atravfesando una de sus crisis cíclias, sus obras han adquirido una renovada actualidad.

«¿Qué significa atracar un banco en comparación con fundar un banco?», se pregunta Macheath en La ópera de cuatro cuartos. Son preguntas como ésta la que dan al viejo e irónico dramaturgo marxista su vigor y a producciones como la de Jones y Warner las que conjuran la maldición del término «brechtiano».

Fuente: http://www.guardian.co.uk/stage/theatreblog/2009/oct/20/pass-notes-bertolt-brecht