Un complejo mosaico de países, partidos políticos y organizaciones armadas, con intereses contrapuestos, enturbian cualquier posibilidad de establecer una paz duradera en Yemen.
Con la debacle producida en el país más pobre de la península arábiga tras la caída del Ali Abdalá Saleh en 2012 en el marco de la Primavera Árabe, sustituido por su vice Abd Mansur al-Hadi, sostenido contra natura por Arabia Saudita y los Estados Unidos, tras el inicio de una revolución popular en 2014 que se oponía a la corrupción y la interferencia externa al-Hadi, tras la toma de la capital, Sanaa, por los revolucionarios, protagonizó un escandaloso minué de renuncia al cargo, se exilió en Riyadh y fue repuesto de apuro y contra toda norma constitucional por los propios sauditas.
El país pasó de una revolución, sin cabida en un Medio Oriente sodomizado por Estados Unidos y los sionistas ocupantes de Palestina, mientras monarquías wahabitas fungen de alcahuetas, a una guerra civil, entre los resabios del antiguo ejército yemení reforzados por mercenarios pagados por Riyadh y el movimiento Ansar Allah (Seguidores de Allah) u houthies con su fundador Hussein al-Houthi, quien si bien cuenta con mayoría chiita -por lo que se cree que recibe apoyo tanto de Irán cómo del movimiento de origen libanes Hezbollah, muchos de sus seguidores son sunitas de clases bajas.
Si bien una guerra civil nunca deja de ser una tragedia, todo empeoró en marzo de 2015, cuando de manera unilateral Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), junto a una veintena de naciones musulmanas en rol de figurantes, iniciaron una guerra de demolición demasiado parecida a las de Siria e Irak como para no entender que es el precio a pagar en la región por no someterse a los designios del tridente Washington-Tel Aviv-Riyadh.
Yemen, con un costo incalculable en muertos -que podrían estar alcanzando el medio millón-, millones de desplazados, 20 millones de personas, de los 30 de su población, en inseguridad alimentaria, sumado a la destrucción casi total de la infraestructura sanitaria, educativa, energética, caminera e industrial, junto a docenas de ciudades y cientos de pueblos y aldeas, convierten el conflicto en el mayor desastre humanitario, que ha enfrentado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Dada la magnitud de la crisis humanitaria, en abril se ha declarado un alto el fuego, que si bien se había establecido con cierta responsabilidad, las violaciones por parte de las fuerzas del heredero saudita, el príncipe Mohamed bin Salman (MbS), son cada vez más frecuentes.
Además de la guerra civil, trocada en la guerra de demolición encabezada por los sauditas, la presencia en el país de al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) -una de las khatibas más sanguinarias a nivel global, de la organización fundada por Osama bin Laden- había puesto un toque de atención en todas las fuerzas participantes del conflicto, aunque fundamentalmente en la República Islámica de Irán, a tiro de piedra, de los integristas wahabitas, tan dispuestos siempre a operar contra los enemigos de Washington.
Al-Qaeda en la Península Arábiga, está protagonizando, por estos días, una guerra en varios frentes, la principal contra al-Islah (Congregación Yemení por la Reforma), un poderoso partido político vinculado con los Hermanos Musulmanes y aliado histórico del expresidente Saleh, apoyados por Riyadh y reconvertido en grupo armado y contra el Consejo de Transición del Sur, un movimiento separatista armado financiado por Abu Dhabi. Además de una fuerza conocida como Cinturón de Seguridad, también financiada por los EAU, que ha obligado a al-Qaeda a abandonar las ciudades hacia las zonas rurales. Esta fuerza tiene la función prioritaria de controlar las regiones del sur yemení, el acceso al mar y al Cuerno de África, sectores que los Emiratos Árabes Unidos contemplan con particular interés.
El rompimiento entre los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y la casa saudita, lanzó a al-Islah a una campaña de sobrevivencia, ya que los EAU han perseguido a la Hermandad en cada país en los que les ha tocado compartir sus intervenciones (Libia y Egipto).
La reciente pérdida de un importante sector de la provincia sureña de Shabwah, rica en petróleo y con varias instalaciones petroleras operadas por compañías internacionales, ha sido un golpe demoledor para al-Islah, lo que podría derivar en el cambio más significativo en el equilibrio de poder político y militar desde 2015.
Durante años Shabwah estuvo controlada por al-Islah, lo que le permitió un acceso directo al Mar Arábigo. Las viejas rutas de los contrabandistas, en los sectores montañosos occidentales, les brindan acceso a las ciudades de Dhamar y Sanaa y abren camino a la provincia de Marib, con una refinería de petróleo clave por la que se ha librado la más larga y dura batalla de toda esta guerra.
El conflicto por Shabwah entre al-Islah y el Consejo de Transición del Sur, surge como consecuencia de la guerra civil de 1994, la que al calor de estos años de guerras se ha reactivado, generando muertes y desapariciones de civiles. Al-Islah, que viene sufriendo importantes derrotas militares en las provincias de al-Jawf, al-Bayda y Marib frente a los Houthies, además de políticas como la destitución del vicepresidente Ali Mohsen al-Ahmar a principios de este año. Además, este grupo ha sido acusado de abandonar distintas bases militares a los Houthies y de crímenes contra civiles desarmados.
El factor emiratí
Los separatistas, alentados por los Emiratos Árabes, aspiran a crear un Yemen del Sur “independiente” como el que existió hasta 1990. Esa posibilidad se percibió a poco del inicio de la intervención saudita de 2015, en la que Abu Dhabi, como socio fundamental de los sauditas, concibió cobrar su esfuerzo con un enclave en el sur que tuviera no sólo acceso, sino control absoluto sobre el estrecho de Bab el-Mandeb (Puerta de las Lamentaciones) el único paso desde el mar de Adén hacia el Mar Rojo y su continuidad al Canal de Suez, de una importancia fundamental y excluyente para el paso del petróleo del golfo Pérsico hacia el Mediterráneo.
Para ello los emiratos han invertido recursos millonarios centrándolos fundamentalmente en el sur para dar forma al Consejo de Transición del Sur, como último fin, dividir el país y asegurarse no solo el control del estrecho, sino también las rutas comerciales a través del puerto de Adén, la explotación de los recursos naturales de Yemen y apoltronarse a solo 115 kilómetros del inestable Cuerno de África.
Mientras, también intensifica su apoyo a las Fuerzas de élite de Hadrami, otro grupo armado que pretende la independencia de la provincia Hadhramaut, lo que simplificaría los planes del Mohammed bin Rashid al-Maktoum, el presidente de los EAU, para generar más divisiones en el país.
En vista de estas soluciones emiratíes para Yemen, como balcanizarlo y perpetuar la guerra, es lo que sin duda discutirá el ministro de Asuntos Exteriores de los EAU, Abdullah Bin Zayed al-Nahyan, quien el pasado día 14 llegó a Tel Aviv, donde le esperaban reuniones con altos jerarcas del gobierno nazi-sionista del primer ministro Yair Lapid y el genocida ex primer ministro y actual líder de la oposición Benjamín Netanyahu.
Allí al-Nahyan, además de pautar más acuerdos sionistas emiratíes para seguir masacrando al pueblo yemení, estrechan vínculos para impedir el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), también conocido como el acuerdo nuclear de Irán. En el que tanto sionistas como wahabitas están implicados en su fracaso y así evitar el levantamiento de las sanciones contra Teherán.
Es importante recordar que los EAU, junto a Bahréin, fueron las primeras naciones musulmanas en acatar los Acuerdos de Abraham, con los que la administración Trump en 2020 pretendió la “normalización” de las relaciones diplomáticas con los ocupantes de Palestina, acuerdos que más tarde firmarían Marruecos a cambio de los territorios pertenecientes a la República Árabe Saharaui Democrática (RADS) y Sudán, en el marco de una sucesión de golpes y un posible enfrentamiento armado con Etiopía.
Todas las piezas siguen conjugándose para que la paz en Yemen, sea imposible y nadie pueda contestar finalmente a ¿cuántas guerras caben en Yemen?
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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