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¿Cuántas veces ha pensado Trump en Catalunya?

Fuentes: Rebelión

¿Y cuantas veces ha pronunciado la palabra «Catalunya», además de calificarla como «la región más próspera de Europa»? Se trata de preguntas sin respuesta, pues seguro que ni el mismo las recuerda. En cambio, lo que sí está demostrado es que el día 27 de septiembre de 2017 los medios importantes corrieron como gamos para […]

¿Y cuantas veces ha pronunciado la palabra «Catalunya», además de calificarla como «la región más próspera de Europa»?

Se trata de preguntas sin respuesta, pues seguro que ni el mismo las recuerda.

En cambio, lo que sí está demostrado es que el día 27 de septiembre de 2017 los medios importantes corrieron como gamos para colocar en sus portadas a Donald Trump diciendo que «Sería una tontería que Catalunya no siga en España«, frase que quien la tradujera no cuidó ni siquiera la coherencia de los dos tiempos verbales, por lo que, en puridad, no es fácil saber si el americano hablaba de un futurible improbable o, más bien, de una realidad que consideraba inmediata. Contextualizando, quedaban tres días para el 1 de octubre y Trump está acostumbrado a que en algunos estados de USA también se propongan y celebren referéndums.

Y también está demostrado que esos mismos «importantes» han callado ahora como muertos ante lo revelado por Fernando Ónega el pasado 25 de diciembre, en Espejo Público de Antena 3. Allí, delante de Marhuenda y de Beni, informó que Trump le había dicho a Borrell que «Ustedes están machacando a la región más próspera de Europa«, frase, esta sí, perfectamente comprensible y no alejada de la realidad. Hasta tal punto le pareció creíble al antiguo redactor de los discursos de Adolfo Suarez, que apostilló su intervención con el clásico «Algo estaremos haciendo mal«.

El silencio mediático ha sido tal que hoy, día 29, escribiendo Trump + Borrell + Cataluña en la barra de Google, en la primera página solo aparecen referencias de la noticia en El Nacional, Vilaweb y Raco catalá, de Catalunya y, por otra parte, en Forocoches, que no pierde ocasión, y en el Periodista Digital de Alfonso Rojo, a quien hace tiempo expulsaron de La Sexta Noche por ofender personalmente a la hoy alcaldesa de Barcelona, y donde JF Lamata aprovecha para desacreditar a Ónega. La tentación de escribir sobre algo así, en un momento como el presente y cuando además se silencia, es muy fuerte y, por tanto, fuertes deben ser las presiones para no publicarlo. Apuntaremos el desfase a las Navidades.

El Nacional se limita a dar la noticia, nada que comentar. En cambio, Vicente Partal, de Vilaweb, titula, traduzco, «La conversación entre Trump y Borrell sobre Catalunya es poco creíble», en base a su desconfianza hacia Borrell. Además, afirma que Ónega no ha citado la fuente de la noticia, argumento un tanto resbaladizo tras el lio que se ha montado por la incautación judicial de los móviles a dos periodistas de Palma, precisamente en busca de fuentes.

Dado que los dos protagonistas principales son Trump y Borrell, a la hora de analizar esta noticia conviene moverse solo entre evidencias. Y también lo más desapasionadamente posible. Si me he decidido a opinar es porque, cuatro días después, resulta evidente que no se han producido ninguna de las cinco siguientes consecuencias:

Borrell no ha desmentido a Ónega.

Ónega no ha citado la fuente.

Trump, por supuesto, ni ha desmentido ni ha confirmado.

Borrell no ha sido destituido, pues no hay pruebas de su posible indiscreción.

El embajador USA no ha sido llamado a consultas, quizás porque Trump no es el primer ministro de Bélgica.

Por tanto, toda la confianza en la noticia vale lo mismo que la confianza en Ónega, alguien que, a estas alturas, no tiene la menor necesidad de manchar sus futuras memorias con un marrón de esta categoría. Mi opinión es que tiene las espaldas cubiertas, pero no va a desvelar la fuente.

Por tanto, nos encontramos ante una situación de blindaje compartido entre Ónega y Borrell que Trump no va a romper.

Algunas reflexiones de carácter general proyectan credibilidad contextual sobre posibles inquietudes de alguien como Trump en el conflicto del independentismo catalán.

Primera. No es contradictoria la frase del 27 de septiembre de 2017 con la revelada por Ónega hace unos días. Opinar que Catalunya no debería desvincularse del Estado español es perfectamente compatible con pensar también que el Estado español lo está haciéndolo fatal con Catalunya. Además de millones de catalanes no independentistas, también millones de otros españoles, y no solo los votantes de Podemos, firmarían ambas afirmaciones de Trump. Siempre que no se lean con el cristal puesto de las intenciones que se le suponen al personaje. ¿Y quién puede presumir de conocer esas intenciones en cada momento?

Segunda. Trump es, fundamentalmente, un empresario que se ha hecho multimillonario y, para conseguirlo, sin duda que ha tenido siempre en su cabeza cualquier conflicto, pues sabe que los enfrentamientos entre «pequeños» son siempre buenas oportunidades de «comprar barato» para los «grandes». Y ahora. él es el más grande, pero su mentalidad sigue siendo la misma y cualquiera de los conflictos que hay por el mundo pueden interesarle. ¿Por qué debería renunciar a hurgar en el del independentismo catalán, especialmente cuando Europa está en crisis y es incapaz de gestionarlo?

Tercera. Resulta creíble que Borrell se haya ido de la lengua con Ónega, o con alguien de su confianza. El ministro tiene un ego tan insaciable que no puede renunciar a la tentación de desvelar exclusivas, incluso aunque provoquen una tormenta de piedras en su propio tejado. En cambio, me cuesta pensar que esté tan enfermo como para poner en boca de Trump algo que no haya dicho, si es que hay algo en algún diccionario que no haya dicho el bocazas de Trump. Un comportamiento continuado de esa clase por parte de Borrell, pues también estaría escrito en su ADN, le habría llevado antes al Psiquiátrico que al Ministerio.

Cuarta. La evolución del conflicto del independentismo catalán presenta una trayectoria que fácilmente puede conducir a la implicación de los USA de Trump. No necesariamente por este orden, resumimos diez de los principales eventos: 1º.- Reforma del Estatuto de Autonomía aprobada por el Parlament, en un referéndum y por el Congreso, pero anulada en 2010 por un Tribunal Constitucional de doce personas a instancias de un PP en la oposición que cultivaba con intensidad la catalanofobia para recuperar votos. 2º.- Movilizaciones masivas por el derecho a decidir que terminan con la consulta del 9 de noviembre de 2014. 3º.- Victoria electoral de los independentistas en las Autonómicas de 2015. 4º.- Rechazo por el Gobierno de Rajoy de un referéndum pactado propuesto por el Govern de la Generalitat y judicialización del conflicto. 5º.- Propuesta de mediación internacional, rechazada por el Gobierno de Rajoy. 6º.- Realización exitosa de un referéndum unilateral, con espectáculo mundial de violencia policial contra miles de votantes. 7º.- Aplicación del 155 y celebración de nuevas elecciones, que vuelven a ganar los independentistas con candidaturas distintas. 8º.- Políticos en prisión preventiva durante más de un año y a la espera de juicio. 9º.- Políticos exiliados, viviendo en el limbo creado tras el fracaso total de las extradiciones pretendidas por la justicia española en Europa. 10º.- Incapacidad de la UE, maniatada por el Brexit y por el progreso de la extrema derecha, para intervenir en un problema cuya solución podría crear una nueva realidad en Europa.

Quinta. En la actual situación de bloqueo absoluto, veinte años pronosticó el ministro Borrell, cualquier apoyo que puedan recibir los independentistas, o que crean que reciben y que no les obligue a nada en este momento, pues nada tienen ahora, les resulta vital para resistir. En la balanza de realismos a los que se enfrentan, armados con la ilusión y la fuerza con que empujan dos millones de catalanes movilizados desde hace años, y habiendo quedado definitivamente claro que resultará imposible ningún acuerdo con el Gobierno que ahora preside Sánchez pero mañana quien sabe, contrapesan los escrúpulos hacia lo que pueda significar Trump con la realidad de sentirse vinculados, por la fuerza de una Constitución que nunca tendrán mayoría para cambiar, a un Estado español en el que el mayor enemigo de los españoles a lo largo de la historia, y en términos de muertos efectivamente ocasionados, son, precisamente, las élites que defienden la indisoluble unidad de España. ¿Qué es peor? es algo que se preguntaría cualquiera. Los líderes independentistas, que están obligados a no fracasar ante los suyos, no tienen por qué coincidir con Vicent Partal cuando, al final de su artículo y desde la comodidad del escritor, afirma, vuelvo a traducir, que «Para confiar en nosotros mismos y en nuestra capacidad de ganar no es necesario agarrarse a cosas de tan poca credibilidad».

Sexta. Es comprensible la satisfacción que, para los líderes independentistas, supone la simple especulación sobre los efectos demoledores que contra el bloque Casado, Rivera y Abascal producen noticias como la desvelada por Ónega. Por mucho que Steve Bannon, enviado de Trump, tenga previsto contar con Abascal y Casado para su proyecto político en Europa, todo el mundo sabe que Donald va por libre. Habrá que estar ojo avizor sobre la cantidad de veces diarias que este trío vuelve a pedir la aplicación de un 155 total e ilimitado en el tiempo, pero la última persona que ha pronunciado ese número no ha sido ninguno de ellos, sino Susana Díaz, que sigue sin comprender que el liderazgo que desempeñó en el fracasado golpe de mano contra el triunfador Sánchez ha sido un factor decisivo para su derrota en Andalucía. Hace demasiado poco tiempo de aquello como para que se haya olvidado.

Pasan por la cabeza muchas más ideas, pero no queda más remedio que sacar algunas conclusiones prácticas.

No nos lo contarán, pero seguro que alguna explicación le habrá pedido Sánchez a Borrell.

Sin duda, Trump es un peligro. Uno de esos personajes que en un solo minuto le puede cambiar a cualquier político la estabilidad del suelo que está pisando. Por tanto, nadie que pueda ser su víctima debe perder jamás el control de su territorio.

Si yo fuera el rey, llamaría a los cuatro líderes principales antes de abdicar y les pediría que me nombraran presidente de la III República, porque Pablo Iglesias dijo hace unos años que podría hacerlo bien.

Si yo fuera esos cuatro líderes principales y el rey no me hubiera hecho esa llamada, inmediatamente reformaría la Constitución para contemplar el derecho de autodeterminación y, evidentemente, pactaría a toda prisa con los catalanes el referéndum que piden. A fin de cuentas, las pocas reformas que se han hecho han sido impuestas desde fuera. En esta se notaría menos si todos siguen siendo discretos.

Y si yo fuera los independentistas catalanes no movería un dedo que no sea ganar todas las elecciones posibles y, para conseguirlo, organizaría consultas populares legales y con urnas para conocer el apoyo popular que puedan merecer las decisiones importantes del Govern de la Generalitat.

Hay que reconocerle a Trump que avisa y, por tanto, es más abusón que traidor. Tal como van las cosas, es probable que esta primera legislatura en la Casa Blanca se salde sin declarar ninguna guerra nueva en el mundo, y eso no deja de ser una oportunidad que deben aprovechar todos los sufridores de sus excesos.

Sobre todo, para ser más inteligentes a la hora de solucionar sus problemas internos. Las oportunidades siempre son escasas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.