No es un chiste, como parece a primera vista. Y el tema de seguro será tomado por la inmensa mayoría de los cubanos como motivo para el choteo que siempre aflora, ese con el que fustigamos a las peores tonterías y a los más chocantes anacronismos. Lo cierto es que existe en Internet un blog […]
Y para que no quepan dudas de su honradez y la seriedad de sus propósitos, en la misma presentación de su blog, nos endilga un «¡Viva España!», como si se tratase de un voluntario de 1871, atronando el espacio con su voz aguardentosa, tras disparar su carabina sobre los ocho estudiantes de Medicina.
Las razones que aporta José Ramón Morales son de campeonato, y si logramos no morir de risa antes de acabar su lectura, les aseguro que de algo sirven. Porque esta versión degradada e ignorante de anexionismo pareciera ser la versión para el teatro Alhambra de los autonomistas de 1895, aquellos enemigos enconados de Martí, que al menos eran cultísimos y excelentes publicistas y oradores, solo que sietemesinos, como bien los llamó, a fuerza de no creer en el futuro independiente de su pueblo. Y si lo que pretende este señor y quienes lo alientan, es el regreso del autonomismo a Cuba, pues ya los veríamos desfilar al bando yanqui, llegado el caso, como no dudaron en hacerlo aquellos Montoro, Giberga y comparsa, que juraron y firmaron «ante Dios y la Reina Regente», al declararse en abril de 1898 las hostilidades con Estados Unidos, «…que primero se hundiría la bóveda celeste sobre sus cabezas antes que permitir que una nación, de otra cultura, otra lengua y otra religión tomara las riendas de los destinos de Cuba española». La fiebre patriótica y lingüística les duró casi nada, lo justo para tener la certeza de que España estaba derrotada, asegurar sus intereses, y correr cobijarse bajo el pabellón foráneo al que juraron impedir ondear sobre su suelo. Todos fueron jubilosos asalariados yanquis. Todos maniobraron para entregarnos atados a la voracidad imperialista. Desde siempre, todos fueron traidores.
Porque, en el fondo, las razones y la sensibilidad anexionistas son una y la misma, sean de derecha o de izquierda, con aviesas o buenas intenciones, da igual. Ante la Historia es lo mismo, y merece el mismo juicio irrevocable quien proponga diluir a Cuba dentro de Estados Unidos o México, como ya ocurrió, o ahora en España. El anexionismo nacional siempre ha florecido allí donde falla la confianza en el pueblo cubano, en su capacidad de autogobierno, en su vocación cívica, en sus reservas morales, y en su devenir histórico. Solo egoístas y ambiciosos, adocenados, ignorantes o intoxicados de lecturas de gabinete que ignoran el peso y las raíces profundas que tiene en las diversas generaciones de los nacidos en esta isla, el apego a su cultura y su indeclinable vocación independiente, libertaria y soberana, puede proponer algo semejante. Y de no ser una ofensa, como lo es, movería a una amarga sonrisa, sería una extravagancia pueril. Pero no es inocente, como intenta parecer: a como dé lugar quieren eliminar lo que Cuba revolucionaria e independiente representa para el mundo, no importa si para ello haya que borrar de un plumazo los ríos de sangre y el sufrimiento de los que pelearon y murieron por lograr la independencia, y de los que la preservaron con su obra abnegada, antes y especialmente, después de 1959.
Pero no nos apresuremos a juzgar a este inefable señor Morales, démosle la palabra para que nos explique por qué debemos voluntariamente dejar de ser cubanos y convertirnos en ciudadanos españoles. Permitámosle que juegue con el destino de la nación y que afirme, como hace… «que le gustaría ayudar a reconstruir a mi pueblo, como si de un rompe-cabeza se tratase.» Estas son sus razones, las que de paso hacen más aconsejable entregarnos a España que a los Estados Unidos:
-«En España existe la posibilidad de efectuar el matrimonio gay.
– En España se pueden realizar abortos legalmente, en casos muy justificados, como por ejemplo y especialmente, si una mujer es violada por una persona de una raza diferente a la que ella no le atrae.
-Porque Cuba está en peligro de ser devorada por la República Bolivariana de Venezuela, un ejemplo de un país rico que pudo salir del Tercer Mundo y repartir sus bienes entre la población, pero que su gobierno bananero lo ha echado todo a perder. Por eso los cubanos tenemos que protegernos de ese germen trapero.
-Porque necesitamos un país grande, y los españoles han sido siempre la fuente de la que Cuba ha prosperado.
-Porque necesitamos pertenecer a la OTAN para sentirnos protegidos frente a los dictadores latinoamericanos.
-Porque conviene tener el euro como moneda oficial y el pasaporte de la Unión Europea…»
Increíble, pero cierto. Estas son todas las «justificadas razones». No hay más, y es comprensible: no puede haber más.
No hay que vivir en la isla, ni siquiera hay que ser revolucionario para amar a Cuba, aunque la manera más recta de demostrarlo pasa por la defensa intransigente de un proyecto nacional propio que consagre como pilares innegociables la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos los cubanos, que respete las diferencias y nos convoque en lo que sea esencial para el consenso y la unidad nacional, en primer lugar, el reconocimiento absoluto de su destino libre, independiente y soberano como nación, y que, a la vez, garantice un nivel de vida próspero a todos, sin excepción, sobre la base del trabajo honrado y no de la explotación del hombre por el hombre.
A todo esto en el fondo, es a lo que se opone, tras su aparente torpeza y ridiculez, una campaña como esta.
En rigor, el señor Morales no existe y su exploración de lo imposible solo sirve para tomar el pulso a un hipotético sentimiento de resquebrajamiento de los valores patrióticos del pueblo cubano, preámbulo seguro de alguna «ocupación humanitaria» o de algún programa de «asimilación benévola». Y aquí salta la liebre oculta en la chistera de este esperpéntico señor Morales, o lo que es lo mismo, como diría el Quijote: «¡Cuidado, Sancho, que con la Iglesia hemos topado!».
Porque ni las «ocupaciones humanitarias», ni las anexiones, ni la «asimilaciones benévolas», forman parte de las estrategias ni los programas de la Unión Europea, mucho menos de España, pero si están consagrados en los del gobierno de Estados Unidos, en su doctrina militar y en sus manuales de contrainsurgencia.
¿No se habrá equivocado de anexión este inefable señor Morales? Todo puede ocurrir cuando quien piensa es un muerto-vivo, un clon descerebrado y sin memoria histórica, la reencarnación zombie de aquellos autonomistas del 95.
Para que regresen a su tumba, al basurero de la Historia donde moran, no hacen falta estacas clavadas en el corazón, ni espejos, ni ristras de ajo colgadas en los dinteles de las puertas. Basta lanzarles al rostro magullado por la muerte un estentóreo grito de «¡Viva Cuba libre!».
Ya los sabemos por experiencia: eso jamás falla.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/03/18/cuba-espanola-autonomismo-zombie/