El gobierno de EE.UU. continúa colocando a Cuba en su lista de terrorismo internacional debido a una lógica viciada y a un prejuicio histórico
Mientras una atenta audiencia norteamericana veía la semana pasada al presidente Obama esbozar su plan para reducir paulatinamente la larga guerra de EE.UU. contra el terrorismo, funcionarios en La Habana se sentían desconcertados y airados por la manera en que el tema del terrorismo continúa siendo manipulado cínicamente contra la Isla. Lo que provocó su ira fue el reciente anuncio de que Cuba permanecería en la controvertida lista de estados que patrocinan el terrorismo.
El muy esperado informe anual del Departamento de Estado acerca del terrorismo internacional fue dado a conocer el jueves y confirmó lo que funcionarios ya habían indicado -que Cuba permanecería en la lista junto con Irán, Sudán y Siria. Patrick Ventrell, vocero del Departamento de Estado confirmó que la administración «no tiene actualmente planes para eliminar a Cuba» de la lista. La decisión fue una desilusión para los que esperaban que el nuevo secretario de Estado John Kerry, crítico desde hace mucho de la contraproducente política norteamericana contra el gobierno de Castro, pudiera recomendar la eliminación de Cuba. El hecho de que no lo haya hecho demuestra lo difícil que es cambiar la dinámica de la relación antagónica entre estos dos adversarios ideológicos.
Cuba fue incluida originalmente en la lista en 1982, cuando reemplazó al entonces amistoso Iraq. La designación implica castigos económicos totales contra La Habana como parte de la estrategia general de cambio de régimen, la cual incluye un embargo económico de varias décadas, propaganda implacable y aplicación extraterritorial de leyes norteamericanas.
Por su parte, Cuba califica a su continua inclusión en la lista de «vergonzosa» y que rinde pleitesía a la pequeña comunidad de exciudadanos cubanos que ahora vive en la Florida. Cuba también asegura que EE.UU. ha realizado acciones contra la isla que han tenido como resultado la muerte de civiles inocentes.
Un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores del país, MINREX, que pidió permanecer en el anonimato, se quejó de la manera siguiente:
«Es ridículo que Estados Unidos continúe incluyendo a Cuba en una lista arbitraria de estados que patrocinan el terrorismo, mientras que es Cuba la que ha sufrido tanto debido al terrorismo que se origina en Estados Unidos».
El llamado terrorismo contra Cuba comenzó poco después del triunfo de la revolución en 1959. A principios de la década de 1960, un programa encubierto de la CIA, conocido como Operación Mangosta, provocó el asesinato de maestros, campesinos y funcionarios gubernamentales, y la destrucción de objetivos no militares agrícolas e industriales. Otros incidentes implicaron ataques a aldeas, terrorismo biológico, incluyendo la introducción del dengue 2 que resulto en la muerte de más de 100 niños en 1981, y la campaña de bombas en 1997 contra instalaciones turísticas en La Habana y Varadero que mató al turista ítalo-canadiense Fabio di Celmo e hirió a decenas más.
El acto más infame de terrorismo ocurrió cuando se saboteó el vuelo de Cubana de Aviación en 1976 que mató a las 72 personas que iban a bordo. Uno de los dos reconocidos autores intelectuales, el exagente de la CIA Luis Posada Carriles, tiene una larga historia de sospecha de actividades terroristas contra su antigua patria; en una oportunidad alardeó ante periodistas de [I]The New York Times [/I]de su participación en las bombas en los hoteles. Posada lleva una vida tranquila en Miami, donde es considerado un héroe por muchos de la primera generación de exiliados cuyo fervor contrarrevolucionario aún no decrece. El otro arquitecto del sabotaje al avión de Cubana, Orlando Bosch, murió pacíficamente en Miami hace unos pocos años. Como resultado de esas actividades terroristas, el gobierno cubano envió a oficiales de inteligencia a la Florida en la década de 1990 con el fin de infiltrar organizaciones cubanoamericanas en un esfuerzo por impedir actos ulteriores. Los agentes, conocidos como los Cinco de Cuba, fueron descubiertos por el FBI y se encuentran cumpliendo largas condenas de prisión.
Mientras que el status de Cuba como estado patrocinador del terrorismo permanece sin cambio, otros países que pudieran considerarse más merecedores del título, como Corea del Norte y Pakistán, no se encuentran en la lista. Lo que más mortifica al gobierno de Castro son los argumentos que Estados Unidos ha utilizado para justificar la inclusión de Cuba -el más atroz el que proviene de la acusación de que Cuba no apoyó lo suficiente la guerra norteamericana contra el terrorismo o la invasión a Iraq, y que no estuvo dispuesta a ayudar a rastrear o a incautar valores supuestamente perteneciente a terroristas. Un informe del Departamento de Estado aseguraba que «Cuba continuaba oponiéndose activamente a la coalición dirigida por EE.UU. que realizaba la guerra global al terrorismo». En realdad, la parte cubana ha denunciada constantemente toda forma de terrorismo, incluyendo la reciente bomba del Maratón de Boston que hizo que los líderes de la isla enviaran sus rápidas condolencias.
Otras razones durante los últimos 30 años para mantener a Cuba en la lista van desde su apoyo a rebeldes izquierdistas en Latinoamérica, su relación con la antigua Unión Soviética, el tratamiento a prisioneros políticos y hasta permitir la residencia en la isla a miembros de supuestas organizaciones terroristas, como las FARC de Colombia y ETA, el movimiento separatista vasco de España. Incluso esos temas se solucionaron, incluyendo la destrucción de la Unión Soviética hace más de 20 años. Cuba ha presenciado cómo su inclusión inmerecida no ha cambiado.
Una razón esgrimida desde hace mucho tiempo, que La Habana permite a perseguidos por la justicia norteamericana encontrar refugio en la isla, fue reforzada con una decisión que fue cronometrada casi a la perfección con el anuncio de que Cuba no sería eliminada de la lista. Assata Shakur, acusada de matar a un policía estatal de Nueva Jersey hace 49 años, fue calificada súbitamente como una de las terroristas más buscadas por el FBI, con una recompensa de $2 millones por su cabeza. Shakur, quien huyó a Cuba en 1979 y recibió asilo político, ha declarado constantemente su inocencia. Categorizar a Shakur como terrorista podría poner en peligro su vida a manos de los que querrían cobrar la recompensa, y ha llevado a funcionarios del Departamento de Estado a utilizar su cambio de status como una justificación para mantener a Cuba en la lista.
No hay una razón legítima para usar la arbitraria lista de terrorismo como arma política contra Cuba. Continuar haciéndolo sencillamente expone al Departamento de Estado a acusaciones de hipocresía y manipulación de una seria amenaza basándose tan solo en diferencias ideológicas. Lo más importante, el hecho insulta a todos aquellos que han sido víctimas del terrorismo.
Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/cuba/6946-cuba-no-es-un-estado-patrocinador-del-terrorismo