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Un comentario sobre el artículo "El derecho a la información", de Anneris Ivette Leyva,publicado por el diario criollo Granma

Cuba, su prensa y «¿será culpable el totí?»

Fuentes: Rebelión

Si se buscan resultados en Google, impacto notorio ha causado la publicación en el diario Granma del artículo «El derecho a la información», de Anneris Ivette Leyva. Denuncia brava -merecido aplauso- de las negativas casi kafkianas que los periodistas cubanos enfrentamos al intentar entrevistar a fuentes oficiales y no tan oficiales de toda clase: burócratas, […]

Si se buscan resultados en Google, impacto notorio ha causado la publicación en el diario Granma del artículo «El derecho a la información», de Anneris Ivette Leyva. Denuncia brava -merecido aplauso- de las negativas casi kafkianas que los periodistas cubanos enfrentamos al intentar entrevistar a fuentes oficiales y no tan oficiales de toda clase: burócratas, empresarios, directivos, y otros como ésos. (1)

Sin embargo, a fuer de franco, el buen ejercicio me ha hecho recordar un refrán criollo: «la culpa de todo la tuvo el totí

El totí, o también llamado choncholí, es un pequeño córvido de plumaje negro y pico encorvado que se alimenta de semillas e insectos. «Don Fernando Ortiz dice en su libro Nuevo Catauro de Cubanismos que este pequeño plumífero hacía tanto daño a las cosechas y aún al azúcar almacenado, que era costumbre en los antiguos ingenios poner a un esclavo a cuidar de que los totíes no se acercaran a picotear los sacos de azúcar o de granos almacenados… Los esclavos, puestos a cuidar lo que a ellos les faltaba, solían robar de los sacos almacenados y echar la culpa de las faltas a los totíes, cuando el mayoral o el amo les reclamaban. Así surgió la frase ‘la culpa de todo la tuvo el totí’, que socorridamente usamos los cubanos para descargar nuestra responsabilidad, cuando somos sorprendidos in fraganti en alguna falta.» (2)

Suscribo punto por punto lo apuntado por Leyva, en particular estas palabras: «Más allá de las inconformidades que provoca, la obstrucción de los canales de acceso a la información viola los principios democráticos propugnados por nuestra legalidad, establecidos en la Constitución de la República, y la voluntad política de nuestro Partido, que en sus documentos rectores viene subrayando la importancia de este tema, cuando desde su Primer Congreso en 1975, definió que ‘en el socialismo, forma superior de democracia, la información constituye un derecho del pueblo trabajador'».(3)

Una vez afirmé en una importante reunión gremial que los cubanos habíamos hecho el milagro de crear un Estado de Derecho pese a vivir bajo condiciones de estado de sitio, signadas por la «éticamente inaceptable» política de los Estados Unidos de América (EE.UU.) hacia Cuba, al buen decir de anticomunista probado y confeso como lo fue Juan Pablo II. Prueba al canto: la tanta probada agresión desde el Potomac no ha impedido que la protección de las informaciones oficiales esté regulada por ley y reglamentos ramales, los cuales claramente estipulan los asuntos sujetos al carácter de secreto, u otras calificaciones de menor cuantía.

Es ahí, exactamente ahí, donde el artículo de Leyva desvía el disparo y no hace blanco en todos los culpables, hasta hacer interrogarme, tercamente, si «la culpa de todo la tiene el totí».

«Así, muchas solicitudes de trabajos periodísticos van a parar a la cargada mesa de directivos, porque no pocas veces fungen como todo lo contrario los supuestos viabilizadores o facilitadores comunicacionales de entidades estatales, incluyendo a los Organismos de la Administración Central y estructuras de Gobierno locales, y da la impresión de que están allí para entorpecer el flujo de la información y hasta de la comunicación», apunta la periodista en Granma. (4)

Por esa conducta lo merecido primero sería, como versa una popular canción, «que les publiquen la foto en la prensa». Si el ministro de tal o más cual se niega a conceder información legalmente pública o difiere su entrega, pues a divulgarlo, así de simple. «El ministr@ Fulan@ de Tal se negó a conceder esta o aquella información, pese a no ser secreto o confidencialidad regulada por ley».PUNTO. Que se vean en la picota pública; que chofer, parej@ y hasta amante, les miren con cara de verdug@s.

¿Se puede en ésta, la tierra de José Martí? Pues por lo menos el Código de Ética de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) establece en su artículo 4 que «El periodista debe enfrentarse a aquellos actos de entidades o personas que obstaculicen el acceso a la información de utilidad pública o constituyan presiones que limiten en cualquier forma el cumplimiento de su deber profe­sional y social. En caso de diferendo, para defender su dere­cho puede apoyarse en la dirección del órgano de prensa, en la Unión de Periodistas de Cuba, o dirigirse a cualquier instan­cia política, estatal o de la administración pública. También podrá denunciar tales actos en su órgano de prensa si la dirección del medio estuviese de acuerdo.» (5)

Tomen nota, damas y caballeros: el periodista «podrá denunciar tales actos en su órgano de prensa si la dirección del medio estuviese de acuerdo». Más claro, ni el agua: el periodista propone y la dirección dispone ¿Y proponen los periodistas, y el DIRECTOR DISPONE?

¡Ay, les dejo, mis lectores! ¡Creo que a la oficina me ha entrado un totí…!

Notas:

1.- Anneris Ivette Leyva. El derecho a la información.

http://www.granma.co.cu/2011/07/08/nacional/artic11.html

2.- http://imaginados.blogia.com/2007/033101-toti.-pajaro-de-cuba-cubanismos.php

3-4.- Ibídem 1.

5.- Código de Ética de la UPEC, artículo 4

http://www.cubaperiodistas.cu/upec/etica1.html