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Introducción a uno de los debates en las Jornadas por el 20 aniversario de la Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba

Cuba va, Cuba viene… Apuntes cortos para un debate largo

Fuentes: Rebelión

Buenas tardes a todos-as. En primer lugar quiero felicitar a la Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba por su velita número 20 en la tarta siempre hermosa de la cercanía y los apoyos activos a esa Isla mágica que tan dentro llevamos muchos y muchas. Y perdonadme que comience esta reflexión introductoria del debate con […]

Buenas tardes a todos-as. En primer lugar quiero felicitar a la Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba por su velita número 20 en la tarta siempre hermosa de la cercanía y los apoyos activos a esa Isla mágica que tan dentro llevamos muchos y muchas. Y perdonadme que comience esta reflexión introductoria del debate con una anécdota personal que creo que en el fondo no lo es tanto. Hace unos días tuve la oportunidad de reencontrarme en Barcelona con diversos amigos y amigas cubanas vinculados principalmente al mundo de la cultura que tuve la oportunidad de conocer en la Isla y que desde hace ya un tiempo viven en Catalunya tras llegar a Europa por muy diversas razones. La inmensa mayoría de ellos y ellas mantiene unos vínculos de afectividad directa con su proceso revolucionario más allá de cansancios, desilusiones y otros accidentes de la vida. Hablamos mucho, claro, y nos centramos esencialmente en las nuevas expectativas abiertas tras la puesta en marcha de este anunciado tiempo de cambio, adecuaciones y transformaciones en Cuba, que tantas ilusiones ha suscitado entre muchas personas en el mundo. Los cubanos, y cubanas esparcidos por el planeta, insulares al fin, lo sabéis, establecen unos particulares mecanismos de identificación y nostalgia con su país, con sus pueblos, sus ciudades, con sus calles, sus olores, recuerdos siempre construidos en microcosmos concretos, con sus familias, sus amigos, sus amores pendientes y quién sabe… Esa sensación particular, en definitiva, que el gran escritor marroquí Tahar ben Jelloun identificó, hablando en su caso de la añoranza magrebí, como algo mágico pensando en la poesía de las relaciones entre la gente. La falta de Cuba, en este caso, se convierte en permanente y particular evidencia que marca de por vida a miles de náufragos esparcidos por las geografías del mundo. Por eso en nuestro encuentro barcelonés nos detuvimos a hablar tanto y tanto sobre el ansia del retorno, las ilusiones del regreso una vez que se apuntan nuevos rumbos y esperanzas… Pero lo que más me sorprendió, y termino con el cuento, es que la gran mayoría de ellos y ellas me mostraron más las sensaciones de fatiga tras un futuro siempre postergado, de desconfianzas y dudas en voz alta ante lo anunciado, de la necesidad de esperar una vez más a eso que en la Isla llaman «implementación»… Y fue entonces cuando volví a darme cuenta de que muchos de ellos y ellas se cansaron hace tiempo ya de ser el «deseo del otro» y buscan afanosamente que sí, que los relatos de la dialéctica aplicada y caribeña sean otra cosa y que, como dijo Jean Paul Sartre, esa «expansión del campo de lo posible» se plasme en hechos concretos, en contradicciones positivas y de avance en medio de un mundo complejo, mediocre y uniformizado.

De eso es precisamente de lo que quiero hablaros en esta introducción al debate, de si está en venta o no el jardín de los cerezos, de si el sueño se puede seguir haciendo a mano y sin permiso o de, volviendo a Silvio, si es posible de verdad arar el porvenir con viejos bueyes. Van a ser muchos sin duda los temas que surjan en el debate que nos espera, por eso permitidme que sitúe tan sólo algunas cuestiones concretas para la reflexión siguiendo esa acertada consigna, siempre presente, de que la felicidad es subversiva cuando se colectiviza. Es decir, centrarme en algunos aspectos que considero meridianos en este nuevo tiempo que se anuncia desde la óptica precisa de la realidad de la sociedad civil cubana, amplia, diversa y esencialmente heterogénea en este tiempo, pese a que sean muchos los teóricos de la nada que insisten en negar la existencia de esa realidad en Cuba, en fin…

Os propongo así detenernos en realidades directas y tangibles como los nuevos territorios sociales en la Cuba en estas primeras décadas del siglo XXI, la juventud cubana como sujeto de reflexión o la situación de los medios de comunicación. Todo ello en claves de apuntes de urgencia para la discusión posterior.

Dejadme que en primer lugar me haga eco de una cita de Julio César Guanche, uno de los jóvenes y más interesantes valores del pensamiento revolucionario en la Isla.

«La ciudadanía forjada en Cuba después de 1959, el tipo de cultura política que posee, es sin duda una fortaleza de la Revolución que, al mismo tiempo, como todos los desarrollos, genera contradicciones propias. Si bien es cierto que los niveles de cultura son muy altos en el país, deberíamos reconocer que no son suficientemente elevados los niveles de participación que deberían abrirse para mantener correspondencia con esa formación. Esa es una tensión que, sin duda, tiene distintas salidas: una es la desconexión respecto a los ofrecimientos ideológicos de inserción en el sistema, en los cuales se deja de creer y de encontrar interés. Otra salida es la de la aceptación acrítica, apologética, del discurso; y otra la adherencia crítica, esto es, la aceptación de rasgos básicos del sistema, pero con un nivel de criticidad muy fuerte».

 

Creo que es verdad. El verticalismo político, la falta de una verdadera cultura del debate y la participación socializada se plantea hoy como una de las grandes carencias de un proceso que necesita urgentemente del establecimiento de espacios y mecanismos de encuentro y discusión colectiva. Es cierto que en la periferia del sistema ha surgido en estos últimos años un amplio tejido asociativo y de contraste de opiniones, pero oficialmente y pese a continuas declaraciones en sentido contrario, se siguen restringiendo mucho en la práctica estos métodos de intervención. Creo, y lo planteo como primera cuestión para la discusión para ser directos en las propuestas, que «la sociedad cubana hoy reclama, de manera claramente mayoritaria, la necesidad de autonomía, de la existencia de espacios para cualquier proyecto que quiera desarrollar. Porque hoy hay una burocracia que sigue viendo cualquier propuesta de autonomía como una amenaza a su posición y la plantea como una amenaza al sistema, pudiendo apelar siempre al enemigo externo como recurso final». Palabras estas últimas no mías sino del profesor cubano Carlos Alzugaray que, eso sí, comparto y os sugiero como elemento de reflexión.

 

Segunda cuestión que os planteo. La juventud cubana como sujeto de análisis. Sabemos bien que la crisis abierta en el Período Especial vino a configurar, una alteración del sistema de valores de la Revolución con la aparición de fenómenos nuevos fruto de los cambios en el orden socioeconómico. Entre ellos podemos recordar el recrudecimiento de la desigualdad social; la dolarización de la economía; la apertura a la inversión extranjera y al turismo como fuente de financiación con sus consecuentes choques y conflictos culturales; la política de acercamiento a la comunidad cubana en el exterior; la variación de las ideas sobre la retribución del trabajo, el status y el consumo; la representación de otros sectores en relación con el estatal; la aparición de nuevos mecanismos de selectividad (ingreso en la educación superior, etc.) que incentivan la oposición y la competencia; la instauración de una «doble moral» asumida como mal menor con la consecuente diferenciación de los discursos público y privado, etc.

 

Esta situación, mantenida de una forma u otra hasta la actualidad, ha tenido un especial frente de agudización en la juventud cubana, nacida o crecida en este tiempo, para quien los referentes ideológicos de una Revolución identificada generacionalmente con sus padres (y abuelos) no han mostrado una respuesta adecuada, en mi opinión, a las contradicciones consustanciales a la nueva realidad social. Una crisis de valores, es cierto, que debe ser analizada teniendo en cuenta también el ámbito internacional, ante una globalización que abarca todas las esferas, un contexto mundial de creciente falta de credibilidad de la sociedad en sus instituciones, de repliegue de los individuos en sí mismos, de crecimiento de una conciencia inmediatista y de una conciencia manifiestamente consumista. También en Cuba con sus propias peculiaridades como reflejan distintas investigaciones: así, fenómenos como las limitaciones reales a tener una vivienda propia; el jineterismo; las dificultades para salir del país; los nuevos referentes culturales; las identidades juveniles y la proliferación de tribus urbanas; la creación de espacios públicos alternativos de ocio y encuentro como el de la calle G en La Habana; las trabas para difundir su voz en el universo político de una Revolución «envejecida» que niega así sus propias raíces; la reivindicación de la diversidad; las carencias del sistema educativo, etc. son elementos recurrentes en un importante número de investigaciones, estudios o artículos y reportajes periodísticos en estos últimos años. Nuevas generaciones de cubanos, en fin, cuyo imaginario objetivo ha venido marcado, como señalábamos, por un tiempo de carencias y frustraciones llamado Período Especial que ha propiciado, en no pocos casos, un divorcio manifiesto entre su cotidianidad y el discurso del paradigma revolucionario. En palabras de nuevo de Julio César Guanche,

 

«Para estas nuevas generaciones que tienen veinticinco, veinte o menos años, sus referentes históricos objetivos son la Cuba de los años 70, la de los 80 y la de los 90. Hablarles a ellos, por ejemplo, de 1959 es como si a nosotros nos estuvieran recordando permanentemente la época de Gerardo Machado… En la Cuba de hoy encontrarte gente joven que piense el proceso revolucionario en términos históricos es muy difícil pero imprescindible. Para ello hace falta una renovación nacional realmente fuerte. Si no, estamos abocados a una derrota de la Revolución en términos ideológicos-culturales mientras, paralelamente, sigue desarrollándose un proceso en términos netamente discursivos. Creo que algo de eso está pasando ya».

 

Ahí dibujo distintos elementos para el debate.

 

Otra cuestión novedosa en estos tiempos y de necesaria reflexión es el papel de los medios de comunicación en esta nueva realidad que ya se intuye. En este sentido, la denuncia de los medios y sus limitaciones y de una línea editorial uniformizada y claramente orientada que magnifica los logros del sistema mientras reduce al mínimo los espacios críticos y de contraste de opiniones, es hoy territorio común a sensibilidades muy diversas. Como señalara en pleno Período Especial María López Vigil:

 

«Los medios de comunicación que podrían ser una herramienta extraordinaria para acompañar creativamente al pueblo en esta crisis, aparecen empolvados, jurásicos. Los medios, que podrían ser cauce para una consulta-sondeo-toma de temperatura masiva para saber cómo el pueblo de Cuba -y no sólo sus cuadros dirigentes- imagina y prefigura la salida de esta crisis siguen parqueados, estáticos. No es posible que el pueblo más educado de América Latina, con tantos recursos intelectuales, con miles y miles de profesionales y técnicos, con una experiencia histórica tan extraordinaria, perezca por hambre, languidezca con las alas de sus iniciativas recortadas y guarde silencio. No es posible que una revolución adulta tema tanto el debate».

 

En el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), celebrado en julio de 2008, o en el VII Congreso de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) de abril de ese mismo año, distintas voces planteaban la necesidad de la existencia de espacios de comunicación asociados a la producción informativa desde postulados más críticos, pese al carácter absolutamente oficialista de estas instituciones. O precisamente por ello: es cierto que la nueva dirigencia del país viene animando a que se den pasos en esa dirección, aunque las transformaciones son muy lentas en una estructura totalmente verticalizada. Hay que recordar también que en estos últimos años han surgido experiencias como la revista «Temas«, determinados programas radiofónicos, el tibio intento de feedback del Granma en su edición de los viernes o el prolífico fenómeno de los blogs con una auténtica cascada de voces, propuestas y reflexiones. Pero sin duda este momento de transformación debe estar acompañado de unos medios de comunicación adecuados a la nueva realidad. Y el camino parece todavía largo…

 

Seguro que enseguida surgirán otras cuestiones esenciales como las transformaciones económicas (el verdadero caballo de batalla de estos nuevos tiempos donde la consigna producir, producir, producir adquiere incluso una importancia mayor), el contexto internacional y la inserción en el mismo de la Revolución aquí y ahora, las diversas voces de la actual heterogeneidad cubana o la difusión de la realidad de la Isla en el exterior por encima de prejuicios y somatenes eternos. Pero en mi opinión, no debíamos dejar pasar por alto las cuestiones aquí planteadas desde el respeto y la admiración por un proceso que siempre ha sido una luz en medio del túnel. Pero un proceso, a la vez, que necesita combinar utopía y eficacia, transformación y participación colectiva. En resumen y como reflexión personal al cierre con todo el respeto y desde la solidaridad activa ante una Revolución que debe ser protagonizado de principio a fin por los propios cubanos y cubanas, creo que más allá de las medidas económicas anunciadas por el actual liderazgo político como sustrato de una gran transformación estructural, sería fundamental atender a la consideración de un modelo de socialismo que se sustente en una perspectiva policéntrica, humanista, popular, participativa y cultural, modelo que, en mi modesta opinión, jugaría un papel primordial en el restablecimiento de mecanismos resocializadores de legitimación de la Revolución. Una reorientación sólo posible en un proceso tan vivo y activo como el cubano 52 años largos después de su puesta en marcha. Y en ello están miles de cubanos y cubanas en la Isla. Es entonces cuando, si me permitís, me gustaría volver a conocer la opinión de mis amigos y amigas que actualmente residen en Barcelona, aunque me da la impresión de que quizá llegue demasiado tarde y tenga que quedar con ellos-as a eso de las 9 de la noche en Fresa y Chocolate, enfrente del Chaplin, al lado de 23 y 12, para hablar ahora sí, desde dentro y con ilusiones renovadas. Cuestión, siempre, de seguir caminando. Aprendiendo y compartiendo. En fin (el mar), en eso estamos. Relajados-as y cooperando. Muchas gracias y vamos al debate que es lo verdaderamente importante.

 

(Introducción a uno de los debates en las Jornadas 20. Aniversario de la Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba. Alcalá de Henares, 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre de 2011)

 

 

 

 

 

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.