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Cuba y el socialismo del siglo XXI

Fuentes: Rebelión

La revolución cubana ha vivido un largo, heroíco y ejemplar proceso bajo el genial y carismático liderazgo de Fidel, lo que no excluye riesgos de ser afectada por los serios problemas acumulados durante todo ese periodo. Esa etapa con Fidel está en vía de concluir y no son pocos los militantes y los (as) amigos […]

La revolución cubana ha vivido un largo, heroíco y ejemplar proceso bajo el genial y carismático liderazgo de Fidel, lo que no excluye riesgos de ser afectada por los serios problemas acumulados durante todo ese periodo.

Esa etapa con Fidel está en vía de concluir y no son pocos los militantes y los (as) amigos (as) sinceros de esa revolución preocupados (as) por los cambios necesarios para evitar su quiebra y renovar sus fuerzas transformadoras.

Efectos del Derrumbe

Después del derrumbe del llamado socialismo real, la revolución cubana vivió el período más crucial de su historia.

Nunca antes se combinaron tantos factores adversos.

El criminal bloqueo económico de los EE.UU. no sólo no cesó, sino que se intensificó a pesar de que, en los hechos, pueblos y naciones latinoamericanas y caribeños le han abierto brechas al cerco político y económico inicial, por encima de los dictados de Washington.

De la Enmienda Mack al Acta de Exportación y a la Ley Torricelli, se afectó en un 16% más el comercio de Cuba con el exterior, porque esa ley implica drásticas sanciones a las empresas subsidiarias, a las empresas de terceros países y a las navieras que toquen puertos cubanos.

Al derrumbe de los modelos estatistas burocratizados del Este europeo le siguió la quiebra del modelo soviético. Duro revés para el socialismo del siglo XX.

Estos factores, operando en forma simultánea, debilitaron extraordinariamente las relaciones económicas de Cuba con el mundo, agravaron los problemas de suministro y obligaron a un período de mucho más restricciones en todos los órdenes.

Periodo Especial

A esa situación, el gobierno revolucionario cubano le respondió con las medidas correspondientes al «período especial en tiempos de paz» y con otras transformaciones económicas y políticas.

Los efectos de esas medidas, aunque fueron muy positivos dentro de una política para sobrevivir en el marco de una situación bastante precaria pero equitativa para una gran parte de la población, resultaron limitados para contrarrestar el impacto negativo de los cambios mundiales y del bloqueo reforzado por los Estados Unidos a través de la ley Torricelli.

Algunas de ellas, además (como la expansión del turismo y de las áreas dólar de los servicios), están acompañadas de un costo social y político no despreciable, aunque conscientemente asumido.

Por otra parte, el burocratismo, la corrupción, las limitadas áreas de privilegios, la economía subterránea, la negligencia en la gestión estatal, la superposición entre la gestión del partido y del Estado, el abultamiento de las nóminas en áreas no productivas, las dificultades para integrar las nuevas generaciones, el adultocentrismo el paternalismo estatal… sin llegar a las magnitudes de Europa del Este y de la URSS, habían alcanzado en Cuba niveles significativos y echaron raíces difíciles de erradicar dentro de un modelo marcadamente estatista que, por suerte, dada la alta sensibilidad social el ejemplo y moral de sus dirigentes, ha tenido la virtud de superar con creces el papel distribuidor de riquezas e ingresos ejercido por otros modelos parecidos, y permitió alcanzar conquistas sociales realmente impresionantes en el campo de la salud, la educación, la ciencia, el deporte, la alimentación y la cultura.

Las dificultades para superar los fuertes componentes de estatismo burocrático presente en la realidad cubana han determinado su coexistencia con el área dólar de la economía, creando una dualidad generadora de nuevas distorsiones que de ninguna manera le restan valor al esfuerzo para sobrevivir convertido en otra hazaña de la única revolución de orientación socialista en el hemisferio occidental.

Cambios pendientes

Ese gran éxito, sin embargo, no anula los efectos negativos de la continuidad de una parte de las estructuras estatistas y de las formas de gestión económica y política copiadas del modelo soviético e insertadas en un proceso que, pese a haber defendido persistentemente su originalidad, fue parcialmente afectado por su articulación económica dependiente con la URSS y demás países del CAME y por el peso ideológico de la URSS antes de que exhibiera su profunda crisis.

Si algo hay que hacer respecto a los dramáticos acontecimientos acaecidos en Europa Oriental es explicar las causas de esa crisis estructural, y extraer las lecciones que se derivan para Cuba revolucionaria y otros procesos de tránsito revolucionario.

Tan trascendental reflexión y los correctivos que de ella pueden derivarse deberán tomar en cuenta las peculiaridades del proceso cubano, su proximidad a Estados Unidos, las características de su exilio contrarrevolucionario, la fase de sobrevivencia que le imponen los cambios mundiales y la necesidad de mantener la unidad de acción de su pueblo. Igual deberá tener muy en cuenta los cambios que han registrado en nuestra América en el primer lustro del siglo XXI (viraje a la izquierda).

Esto implica asimilar también la lección soviética en cuanto a la errática conducción y evidente traición de Gorbachov en momentos en que la necesidad de la renovación y de la democratización tocaron las puertas de la URSS y en cuanto al proceso degenerativo que sufrió la Perestroika, dando paso a una tortuosa liberalización pro capitalista y a una vergonzosa subordinación a EE.UU. y a las demás potencias imperialistas.

Ese colapso del «socialismo euroriental» puso en evidencia que los errores propios y los males acumulados por estructuras inadecuadas pueden ser mas importantes que las acciones de los enemigos del nuevo sistema.

Cerrar la Vía Capitalista

Si arriesgado es mantener indefinidamente las estructuras que fueron trasplantadas del modelo soviético )sobre todo si desaparece el extraordinario liderazgo legitimador de Fidel Castro), más lo sería copiar la Perestroika y acceder a un proceso de liberalización como el que demandan Estados Unidos, el exilio contrarrevolucionario y las derechas latinoamericanas, caribeñas y mundial. Esto último equivaldría a la muerte de la revolución cubana.

En el caso cubano, sintonizarse con el proceso transformador de América Latina y el Caribe no debe entenderse como volver a la democracia representativa y a las estructuras sociales capitalistas dependientes que predominan en nuestros países, estremecidos por la peor crisis de su historia, sino recuperar toda la originalidad de la revolución y ponerla en dirección al proceso de conformación de la gran patria bolivariana dentro de una clara renovación socialista, superando así los grandes riesgos determinados de cualquier intento de eternización de un estatismo burocrático reñido con la esencia de un verdadero socialismo.

Los cambios que al entender de muchos revolucionarios socialistas Cuba necesita, no tienen nada que ver con las reformas economicas capitalistas ni con una liberalización política de tipo capitalista.

Firmeza Primero y Renovación Socialista Cuanto Antes

Después de la desintegración de la URSS, Cuba necesitó firmeza en el camino socialista emprendido en los años 60 y voluntad de resistir las nuevas presiones y las enormes dificultades que le planteó la adversa correlación de fuerzas a escala mundial; necesitó ingenio y flexibilidad para buscar alternativas en materia de rearticulación internacional y para debilitar el bloqueo. Y esto evidentemente le ha sobrado y salvado.

Pero Cuba necesita además identificar a mayor profundidad todo lo negativo trasplantado del modelo burocrático soviético y requiere asumir su superación progresiva con la voluntad política que debe derivarse de entenderlo como fuente de problemas internos y posibles regresiones.

Esto implica profundizar el proceso de rectificación e impulsar el esfuerzo hacia un modelo alternativo de tránsito al socialismo netamente cubano y esencialmente capaz -aún dentro de la apertura a la inversión extranjera y el desarrollo de ciertas formas de propiedad mixta, privada e individual- de garantizar el predominio de la propiedad social y de la propiedad pública socialmente controlada y democráticamente gestionada, así como un proceso de mayor socialización del poder, elevada participación popular e institucionalización democrática.

Cuba necesita diversificar más las formas de propiedad y de distribución, crear mercados donde ellas concurran, cambiar las formas de gestión en sectores estatales, convertir en social parte de la propiedad pública y liberar en mayor escala las fuerzas productivas dentro de una orientación predominantemente socialista.

Cuba necesita crear un poder moral desde las bases de la sociedad que libre la guerra contra la corrupción, lo que requiere más debate, más poder de denuncia y más control y participación ciudadana y popular.

Cuba necesita ampliar y profundizar progresivamente el protagonismo popular dentro de una institucionalidad democrática que le asigne papeles diferenciados al partido, al Estado y a las organizaciones sociales, que garantice estabilidad política después de la desaparición de Fidel sobre bases democrático-participativas y en el contexto de un nuevo liderazgo colectivo.

Esto último guarda una estrecha relación con la necesidad de convertir en criterio hegemonico la validez temporal del régimen de excepción dentro de la condición de fortaleza sitiada, procurando que las restricciones imprescindibles en materia de libertades ciudadanas sean consideradas temporales y no inmutables y puedan ser superadas en el marco de la nueva correlación de fuerzas a escala continental.

Solidaridad

Cuba seguirá necesitando de una gran solidaridad revolucionaria, antiimperialista, caribeña, latinoamericana, tercermundista y mundial que defienda sus logros, que contrarreste la primera fase de guerra sin balas desatada por Estados Unidos, que frustre los planes de agresión armada (con disposición a pelear en su defensa), que la auxilie desde el punto de vista material, que derrote definitivamente el bloqueo, que la defienda como patrimonio del proceso liberador de los pueblos oprimidos y la aliente a superar las limitaciones y las deformaciones acumuladas en su accidentado y difícil tránsito revolucionario. Ese aporte debe ser reforzado.

Los fundamentos de esa solidaridad están dados en las grandes contribuciones de Cuba a la nueva independencia latinoamericana, caribeña y africana. En esa dirección es significativo como Latinoamérica y el Caribe rechazan con palabras y con hechos el bloqueo económico y el hostigamiento político, valorando a Cuba Revolucionaria como un símbolo de la nueva independencia; es significativo también como muchos pueblos de África sienten como suya esta revolución caribeña.

Combinando todo esto, la revolución cubana puede vencer las adversidades de esta fase crucial, perdurar y avanzar hacia un socialismo que supere totalmente las limitaciones del transito que le tocó vivir en el siglo XX en el marco de la «guerra fría».

Si a su heroica resistencia se le agrega cada vez más capacidad de innovación, su continuidad será constantemente reafirmada y renovada y las nuevas generaciones, los (as) jóvenes, habrán de integrarse en mayor escala al proceso.

Las características de la revolución bolivariana de Venezuela y las reflexiones, elaboraciones y debates en torno a la necesidad de un socialismo diferente al que nos deparó el siglo XX, vienen a fortalecer esas posibilidades en Cuba, así como la relación entre la democracia participativa y el nuevo socialismo en las metas de la gran ola transformadora que tiene lugar hoy en nuestra América.