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Una familia palestina resiste más de dos décadas en sus tierras al asedio violento de colonos, militares y la justicia israelí

Daoud Nassar, Cuando resistir es vencer

Fuentes: Rebelión

Si el Che Guevara afirmaba que la única batalla que se pierde es la que se abandona, el ciudadano palestino Daoud Nassar se ha convertido en uno de sus aplicados discípulos. La resistencia de más de dos décadas a los colonos, militares y jueces israelíes le hacen digno merecedor de la victoria final. Daoud Nassar […]

Si el Che Guevara afirmaba que la única batalla que se pierde es la que se abandona, el ciudadano palestino Daoud Nassar se ha convertido en uno de sus aplicados discípulos. La resistencia de más de dos décadas a los colonos, militares y jueces israelíes le hacen digno merecedor de la victoria final.

Daoud Nassar y su familia de nueve miembros poseen una finca agraria de 400.000 m2 en el término municipal de Nahaleen, entre Belén y Hebrón. Su vida es de todo menos plácida. Rodean la heredad cuatro asentamientos de colonos judíos, que ejercen una sofocante presión sobre su hacienda.

La finca tiene una larga historia. La abuela de Daoud adquirió los terrenos en 1916 y empezó a sembrar los primeros frutales y olivos. Más tarde edificaron allí un hogar para vivir. Pero fue en 1991 cuando Israel, fiel siempre a la filosofía del sionismo, decidió apoderarse de esta finca de gran valor estratégico (se ubica en el fondo de un valle en torno a cuatro grandes asentamientos, uno de ellos, el mayor, con 35.000 colonos).

Hace 20 años que comenzó un rosario de pleitos judiciales que se prolongan hasta hoy. «Presentamos en el juzgado papeles, justificantes del pago de impuestos y títulos de propiedad, incluso de la época de los otomanos, pero el juez nos contesta que no son válidos, que pertenecen a otros terrenos», asegura Daoud Nassar. La justicia Israelí se suma, sin duda, a la vía confiscatoria.

Mientras espera la sentencia de la Corte Suprema, la familia de Daoud continúa trabajando la tierra y resistiendo. Hace falta mucho coraje para no rendirse. Con la luz y el agua cortadas -sólo los pozos y paneles solares construidos artesanalmente aminoran la precariedad-, y todos los terrenos de alrededor de la finca expropiados, sólo unos principios sólidos animan a seguir: «la mejor lucha es la defensa de la tierra hasta el final; en esto consiste la resistencia nacionalista», afirma Daoud Nassar.

La enumeración de impedimentos que salpica la vida cotidiana en la finca de Daoud se asimila a situaciones características de Hebrón o Jerusalén este, donde el acoso de los colonos se hace insoportable. Por ejemplo, después que la carretera principal de acceso fuera cortada hace una década, ahora sólo es posible llegar por otra secundaria, y esto multiplica por más del doble el tiempo necesario para entrar en la hacienda.

Pero la oposición principal, con independencia del frente judicial, la presentan los colonos judíos. Son ellos los verdaderamente interesados en expansionarse, con el apoyo del ejército, la policía y el gobierno israelí, hacia la sima del valle donde se emplaza la hacienda.

Los colonos de los asentamientos cercanos -siempre armados- han hecho de todo en la finca de Daoud, desde arrancar olivos con excavadoras, hasta presentarse con atuendos ultraortodoxos para hacer valer sus derechos asegurando tener los papeles de propiedad «que les otorga dios».

No pierden ocasión para alimentar el asedio. Con motivo de la segunda intimada, aprovechando el toque de queda, llegaron con buldozers y la intención de construir sobre la finca un nuevo asentamiento. Incluso se establecieron con sus caravanas, punto de arranque de cualquier colonización de tierras en Cisjordania.

Otras veces llegan a la agresión directa, como aquella vez -evoca Daoud Nassar- que entraron en su casa con perros tras devastar los tanques de agua. Las provocaciones son constantes. ¿Y la policía? Ni siquiera atiende las quejas y denuncias. El estado de Israel apoya la expansión de unos asentamientos en los que se garantizan infraestructuras, servicios y protección militar.

A este ciudadano palestino le controlan todo el tiempo desde una torre del ejército. Muchas de las acometidas se producen cuando los colonos constatan que ha abandonado la finca. Por eso no abandona su propiedad, por lo que pudiera ocurrir.

Pero a nadie se le escapa que la presión de los colonos obedece a una política expansionista diseñada por el estado de Israel sobre los territorios estratégicos de mayoría palestina. El de la familia Nassar no es, por tanto, un caso particular. Se comprende a partir de la aplicación de los principios del sionismo: convertir Israel en un estado étnicamente puro, sólo para judíos.

Ante esta severa coyuntura, «la única esperanza es la presión internacional», asegura, las cartas de protesta al gobierno de Israel y las visitas de apoyo, un total de cinco mil en el último año. El caso de esta finca ha aparecido alguna vez en los medios de comunicación judíos, pero sin que se haya producido una sensibilización de la opinión pública.

A esta defensa tenaz de la tierra también contribuyen los voluntarios internacionales que permanentemente se acercan, para aportar su trabajo en la granja, en los viveros y en el cultivo de las eras. Vienen de todo el mundo y están en permanente renovación. Sin su colaboración y su trabajo de denuncia, sumada al constante paso de visitantes, la resistencia se agotaría rápidamente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.