Para Gregorio Morán: contra la censura y los arreglitos Ortega escribió: «El origen del Estado [es] un ejemplo de la fecundidad creadora residente en la potencia deportiva». Un instrumento intelectual potente para los filibusteros de la cultura. Por mucho esfuerzo que haga un intelectual por acercarse a Suárez, González, Aznar, Pujol o Mas, siempre […]
Ortega escribió: «El origen del Estado [es] un ejemplo de la fecundidad creadora residente en la potencia deportiva». Un instrumento intelectual potente para los filibusteros de la cultura. Por mucho esfuerzo que haga un intelectual por acercarse a Suárez, González, Aznar, Pujol o Mas, siempre latirá una desconfianza congénita. Porque una cosa es un intelectual que piensa y otra un promotor cultural, que lo mismo hace un discurso que un artículo, un decreto que una subversión. El problema en el fondo no es la transversalidad sino el oportunismo. Por eso me atrevo a afirmar que hay las mismas posibilidades de que Cataluña se constituya en Estado propio, expresión deliciosa, heredera de sabiduría conventual y carlista, como en poder hacer una revolución: es decir, ninguna. Al final, el debate catalán, cuando se vuelva a una sociedad abierta y se retire la presión intimidatoria, podría limitarse a discutir si nos apuntamos a la tradición carlista o a la jacobina. Yo soy jacobino, por ciudadano y no súbdito.
Gregorio Morán, «Inteligencia e independencia (y II)» (noviembre de 2012)
Resistir es crear
John Berger.
I
Antes del tema, otros temas… después de referirme, eso sí, a tres aportaciones que no podemos ni debemos olvidar.
La primera. De unas recientes declaraciones del todopoderoso conseller de Economia, don Andreu Mas-Colell, ex lider universitario del PSUC durante la lucha antifranquista, al global-imperial-neoliberal:
La pregunta: «Los bancos de inversión advierten del riesgo de que una Cataluña independiente quede fuera de la UE. ¿Aprecia ese riesgo?». La respuesta del conseller: «No. No contemplo ninguna posibilidad de salir de la UE pase lo que pase, ni nosotros haremos movimientos que nos puedan dejar fuera ni España pedirá nunca que nos expulsen de la UE.»
La segunda. De una reciente entrevista a Tariq Ali, realizada por Laia Gordi (yo he traducido al castellano).
Usted, que ha estado haciendo campaña por el sí en Escocia, qué piensa del movimiento de autodeterminación catalán se le pregunta. Su respuesta:
«El movimiento de autodeterminación catalán está liderado por la burguesía. Esta es la verdad. La burguesía catalana parte de la base de que Cataluña es más rica que el resto de España y se pregunta: «¿Por qué no nos gastamos ese dinero en nosotros?». La campaña escocesa fue un movimiento liderado por los no ricos: la banca y figuras fuertes de la burguesía escocesa apoyaron el no, incluyendo Edimburgo, que ha sido siempre una ciudad pequeñoburguesa. Esta es la diferencia sociológica básica. Es importante porque me parece que la izquierda tendrá más problemas en Cataluña.»
La tercera.
Catedrático de Ciencia Política, cargo institucional salvo error por mi parte en el primer gobierno tripartito (tal vez director general de participación ciudadana), profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (actualmente en comisión de servicios en la de Girona), Joaquim Brugué [JB] fue designado miembro de la «Junta Electoral» para el 9N a propuesta de ICV-EUiA. Dimitió el pasado domingo 5 de octubre de esa comisión de control, que en principio debe velar por la limpieza democrática de la consulta soberanista-independentista del 9 de noviembre. Su mensaje en Twitter: «[la consulta] no ofrece condiciones democráticas». Las críticas-más-que-críticas y descalificaciones llovieron a mares, como cuando Raimon no abonó el independentismo. «Una sociedad cruza una frontera cuando considera que el fin legitima los medios» es otro de los mensajes de JB.
En conversación telefónica con Pere Ríos (EL PAÍS), martes 7 de octubre, si la información es correcta, JB se ratificaba en las críticas sobre cómo estaban gestionando el proceso las instituciones catalanas y los partidos soberanistas (entre ellos, la afirmación es suya, no mía aunque la comparto parcialmente, Iniciativa per Catalunya Verds)
Sus declaraciones:
«Llevan días escenificando para que no se diga que no han ido hasta el final, pero saben que no habrá consulta. En cuestiones de logística se está al límite del calendario para que la consulta pueda celebrarse, la custodia de las papeletas no es posible si los Mossos d’Esquadra no se involucran, y sin los secretarios municipales para poner en marcha toda la maquinaria legal, es imposible que el 9-N tenga garantías democráticas. La democracia requiere unas reglas claras y transparentes. No se está haciendo una campaña informativa para explicar todas las opciones y da la sensación de que lo importante no es poder votar, sino lograr la independencia. Mi pecado no es haber dicho lo que otros piensan, sino haberlo dicho en este momento. El rey está desnudo, pero todo el mundo insiste en que está vestido. Las cosas se están haciendo tan mal que si viniera un observador internacional y lo viera, creería que Cataluña es Guinea. No me podía imaginar que no hubiera un plan B y que Artur Mas incumpliera su promesa de que las cosas se harían bien. Daba por hecho que la consulta no se iba a celebrar, que es lo que todo el mundo sabe que va a pasar, pero pensaba que hasta llegar ahí seríamos escrupulosos en la pluralidad democrática y no se traspasarían algunas líneas rojas. Todo esto es un juego muy peligroso y una estafa al ciudadano». JB habla también de «reglas oscuras», sin llegar a concretar, que se están aplicando para legitimar el 9-N
JB entiende, por otra parte, que no es nada razonable «que la institución que convoca la consulta acabe gritando una de las opciones posibles». Se estaba refiriéndose a las proclamas a favor de la independencia que la mayoría de los alcaldes de Cataluña, vara de mando en mano, profirieron el pasado sábado 4 de diciembre en la sede de la Generalitat, demostrando una vez más, para quien quiera verlo (no para quien se niegue a ello), que la cosa no va de «dret a decidir» sino de independencia (del resto de España) y continuada dependencia de la UE, Frau Merkel, los grandes poderes y los santificados mercados.
En esta situación, JB no descarta que como no será posible un referéndum con garantías se acabe celebrando un sucedáneo organizado por sectores más que activos de la sociedad civil nacionalista como el ocurrido en 2009 en Arenys de Munt (Barcelona), con una participación del 41% de los vecinos (un éxito desde luego) y en el que más del 96% votó sí a la independencia. Si ocurre eso, señala, «provocaremos la risa en la comunidad internacional».
Algunos alumnos no están de acuerdo con sus reflexiones ni con su decisión. Le gritan «traidor» en los pasillos de la Universidad de Girona por haberse desmarcado de la junta electoral de la convocatoria. ¿Traidor a qué? ¿A quiénes?
Uno de sus últimos mensajes en la cuenta de Twitter (que creo que ha cancelado: «Me despido de los medios (de todos) y de Twitter») en el momento en que escribo estas líneas: «Todos aquellos que pensáis que soy un idiota, utilizado, distorsionado y manipulado: tenéis razón.»
Algunos comentarios en torno a él y su dimisión: «Idiota no, de Iniciativa»; «te prestas a los servicios del Estado», «acabarás haciendo tertulias con Kiko Matamoros».
II
Una reflexión, magnífica en mi opinión, del profesor, ensayista, historiador, miembro de Espai Marx y gran conocedor de la obra de Cornelius Castoriadis, Jordi Torrent Bestit:
«El 15 de maig de 1994 es va inaugurar a Portbou un monument creat per D. Karavan en memòria de W. Benjamin. Llegeixo a l’edició d’avui de «La Vanguardia» que, amb motiu del vintè aniversari de l’esdeveniment, la corporació municipal de la localitat ha decidit, entre altres iniciatives, demanar al Patronat de Turisme de la Costa Brava que el monument formi part de «la ruta jueva de Catalunya i sigui promogut com un punt clau de la Costa Brava (Dalí, El Bulli i Benjamin).» Davant aquesta mostra de renovada activació del lligam inextricable que a la societat de consum uneix simultàniament veritat i escarni de la veritat (G. Debord), és més que probable que Benjamin (estigui on estigui) pensi que, al cap i a la fi -i en contra de les reserves manifestades per Adorno i Horkheimer-, algunes de les seves «il.luminacions» havien estat més que premonitòries. País!»
Traduzco de su maravilloso catalán, traicionando un poco su magnífico estilo: «El 15 de mayo de 1994 se inauguró en Portbou un monumento de D. Karavan en memoria de Walter Benjamin. Leo en la edición de hoy de La Vanguardia que, con motivo del vigésimo aniversario del evento, la corporación municipal de la localidad ha decidido, entre otras iniciativas, pedir al Patronato de Turismo de la Costa Brava que el monumento forme parte de «la ruta judía de Cataluña y sea promovido como un punto clave de la Costa Brava (Dalí, El Bulli y Benjamin).» Ante esta muestra de renovada activación del vínculo inextricable que en la sociedad de consumo une, simultáneamente, verdad y escarnio de la verdad (G. Debord), es más que probable que Benjamin (esté donde esté) piense que, al fin y al cabo -y en contra de las reservas manifestadas por Adorno y Horkheimer-, algunas de sus «iluminaciones» fueron más que premonitorias. ¡País!
III
Se niegan a publicarlo sin purgar. Planeta censura el libro de Gregorio Morán sobre la casta cultural española: http://www.elconfidencial.com/cultura/2014-10-08/planeta-censura-el-libro-de-gregorio-moran-sobre-la-casta-cultural-espanola_231178/
El ensayo lleva por título El cura y los mandarines. Es una historia sobre los vínculos entre la cultura y la política española entre 1962 y 1996 (unos 35 años). El día 7 de octubre tenía que haberlo puesto en circulación la editorial Crítica (del grupo Planeta). Pero no será así al menos en la editorial de don Lara. Crítica se ha negado a publicar el ensayo sin purgar (el capítulo de, dicen, 11 páginas dedicado a Víctor García de la Concha y su paso por la RAE (con acuerdos comerciales con el grupo editorial), con referencias a Luis María Ansón y Juan Luis Cebrián); el autor de El maestro en el erial se ha opuesto a la censura. Morán tendrá que buscar otra editorial (en un acuerdo con cláusula de confidencialidad que quizás no permita hablar a Morán del asunto… durante cierto tiempo). No hubiera pasado con Gonzalo Pontón en la dirección de la editorial. Por supuesto.
Carmen Esteban, directora editorial de Crítica: «Llevo luchando por publicar este libro desde hace meses, porque es un libro espléndido. Pero el departamento jurídico ha hecho un informe de tres páginas en el que deja claro todos los motivos de demandas. No podemos asumir esos riegos, según el departamento jurídico. Hay descalificaciones personales porque sí… No ha habido vocación de censura. Se le pidió al autor que rectificara, pero él se negó a pulir nada. No es censura, era un libro denunciable y el responsable es el editor. Hay muchas intromisiones en el honor. Un libro espléndido, pero impublicable porque nos habrían cosido a demandas».
Palabras de cortesana.
La paradoja: El cura y los mandarines es un repaso a las mezquindades y los abusos de poder de la cultura española de la segunda mitad del siglo XX. Una profecía autocumplida. ¿Estarán promocionándolo en el fondo? Para algunas personas informadas: «En Planeta han perdido los papeles. Es un caso claro de incompetencia e impunidad. Estamos ante un atropello cultural o el penúltimo capítulo de una serie de episodios vergonzantes de la cultura española. Si Morán decide algún día ampliar el objeto de estudio de su libro hasta el siglo XXI, no tendrá que escribir el epílogo: ya lo han hecho sus censores por él.»
De la entrevista de Morán con Leer (ha aparecido en el número de Octubre): «Es un ajuste de cuentas con mi generación… Por eso es posible que este libro no exista, que no salga en los papeles». ¿Es un adivino el escritor y periodista asturiano?
El cura y los mandarines sigue disponible para comprar en las principales páginas de comercio electrónico de libros (Amazon, FNAC y Casa del Libro), pese a que Planeta/Crítica ha retirado la ficha del ensayo de su página web
IV
Una anécdota en dos pinceladas que me cuenta un amigo extremeño del sur de Badajoz. En mi opinión, uno de los argumentos más esenciales sobre el gran-tema:
«Entro por primera vez en mi vida en una tienda de costura a medida (una humilde y chiquita de mi barrio) para encargar una camisa (prenda que, ya te puedes imaginar, gasto muy poco, soy de los desaliñados habituales). Me toman medidas y la amable costurera me pregunta, a bocajarro y con sonrisa cómplice: «¿Es para los mítines?». «Sí, claro», respondo entre encantado y anonadado. «Pues entonces», me dice, «solo te cobro la tela. Todos tenemos que ayudar con lo que está pasando».
Luego me habla de su militancia en el PSUC, hace cuarenta años, jovencísima extremeña emigrada y obrera textil en la Barcelona de finales del franquismo, las carreras arriba y abajo por las Ramblas, las canicas para los caballos…
A duras penas consigo contener las lágrimas hasta que salgo de la tienda…»
Duda-inferencia: de gentes así, de compañeras como esta trabajadora extremeña, también barcelonesa (igual hemos saltado juntos en unas Ramblas sin turistas y con muchos grises), ¿lo más pero lo más de izquierdas, por motivos no identitarios y/o afines o no afines, es levantar un Estado (marcadamente neoliberal o incluso aunque fuese otra cosa muy distinta), un Estado decía, que nos separe o divida, que nos aleje de gentes así, de compañeras tan admirables?
Pues algunos, como Raimon, decimos no, que no somos de ese mundo. Que no cuenten con nosotros. Que nuestro mundo es el mismo mundo que el de la trabajadora extremeña-barcelonesa.
V
«El referéndum: te quiero escuchar» es el título de un magnífico artículo de Clara Valverde. Una selección:
«Este va a ser mi tercer referéndum sobre la independencia. De 1976 a 1993 viví en Montreal, con lo cual voté en el referéndum quebequense de 1980. Y en mis últimos cuatro años en Québec, viví y trabajé en el subártico, en el territorio de los Cri de la Bahía James, que hicieron su propio referéndum sobre la independencia, en el que no pude votar por no ser indígena. Pero como en el de Quebec, estuve implicada en las interesantes conversaciones que se llevaron a cabo en los años y meses antes del voto. Con la tranquilidad, capacidad de escucha y poco amor por la polarización que tienen en esas dos culturas, se habló de multitud de temas que son parte de tales procesos: ¿Qué es un Estado-nación?, ¿Cuáles son las alternativas? ¿El proceso del referéndum está controlado por algún partido o grupo, ¿Qué espacio habría en un nuevo país para los que tienen ahora menos poder y representación? ¿Cuál es la relación entre la independencia, la interdependencia y la solidaridad? ¿Hay una ética de la independencia? ¿Qué impacto tendría la independencia en nuestras relaciones con la clase obrera, las mujeres, los inmigrantes y los indígenas del resto de Canadá? ¿Qué redistribución de los recursos puede haber al estar rodeados de países capitalistas y al depender de ellos económicamente? En un nuevo país, ¿habría menos sufrimiento y más igualdad? ¿Cómo conseguir más igualdad? Y muchos temas más.»
Prosigue. Lo que no oyó en esas conversaciones fueron resentimientos históricos. «Los quebequenses de origen francés podrían haber utilizado su derrota antes los ingleses en la Batalla de las Llanuras de Abraham de 1759 para crear un clima de venganza. Y los indígenas Cri podrían haber expresado odio y rabia hacia los de origen europeo que durante 300 años les han colonizado para manipular el proceso.»
Las conversaciones eran interesantes y estaban en el centro de su vida cotidiana con respeto e inteligencia. «En cada proceso se daba por hecho que las reflexiones no estaban centradas en dos únicas posibilidades, sino que la complejidad de los temas exigía explorar e imaginar muchas otras opciones. Los ciudadanos de esos procesos no nos dividimos entre «los del Sí y los del No», sino que éramos cada persona y cada colectivo una rica conversación con todos los temas y matices. La otra cosa que nunca vi, en esos interesantes años, fue que la gente se autocensurara, se privara de compartir sus ideas por temor, por quedar mal o por ser vistos como políticamente incorrectos.»
También, señala la hija de José María Valverde, he seguido con gran interés el proceso del reciente referéndum en Escocia. «Con mi particular interés en la defensa de la sanidad pública y a través de grupos online, he podido seguir de cerca las discusiones escocesas sobre el neoliberalismo, las medidas de austeridad, la ecología y el cambio climático, la energía nuclear y la militarización, el patriarcado, y el Estado-nación y sus alternativas, todo en relación con el referéndum».
Ahora que vive en Catalunya y es parte del proceso catalán, Valvrde echa en falta «las conversaciones políticas de esos otros procesos de referéndum. Veo, alarmada, la despolitización del proceso catalán en el que la fetichización del voto se utiliza para parar, callar y censurar las necesarias reflexiones sobre la política. También me preocupa la falta de cuestionamiento del «estado del consenso», consensos falsos de los cuales el Estado español y Catalunya son producto. En este proceso hacia un referéndum que vivimos en la Catalunya actual, en una Europa neoliberal y con unos líderes como Mas, Junqueras y otros que han liderado y participado en el desmantelamiento de nuestra sanidad, educación y otros servicios públicos básicos, parecer haber poco espacio para conversar.»
Nuestro futuro y el de las futuras generaciones, señala finalmente, «no es un juego, no es algo light. Frases (o tweets) simplistas como «el día después del referéndum no habrá sitio para corruptos en Catalunya» son alarmantes y reflejan la despolitización de este proceso.»
VI
De un artículo (esto empieza a ser una antología de aproximaciones) de Joan Boada i Masoliver del pasado miércoles 8 de octubre (dicho sea entre paréntesis: Boada es un magnífico ejemplo de cómo el poder suele sentar mal a las gentes y amortigua hasta la incorrección su espíritu crítico. ¿Qué tiene que ver lo que ahora dice y argumenta Boada con lo que en su momento institucional dijo y apoyó?):
«El nacionalismo catalán reitera errores históricos impidiendo constantemente que la ciudadanía de Cataluña PUEDA ejercer su derecho a la autodeterminación. Macià se precipitó al declarar la República Catalana en el 1931, poniendo en jaque a la débil República. Tuvo que dar marcha atrás e inició una confrontación con el Gobierno central que no desapareció hasta 1939. Se volvió a errar en el 1934, cuando de manera absurda, solo y sin apoyos, Companys declaró la República Catalana, que terminó con el Govern en la cárcel, la autonomía suspendida y casi 100 muertos. Y en la actualidad, otro error: mantener HASTA el 9 de noviembre la incertidumbre y la confrontación con el Gobierno central a sabiendas que la respuesta de Rajoy será la misma: imponer la ley y negar el diálogo.»
Un paso más (es Boada quien escribe, no yo): «Por cierto, la ACN está haciendo ENCUESTAS a la ciudadanía de Cataluña mediante voluntarios -entre los cuales, para mayor esperpento, se encuentra la consejera de Enseñanza, Irene Rigau-, que, sin asomo de vergüenza, basan sus preguntas en una Cataluña independiente que tendrá más dinero y ninguna dificultad para formar parte de la UE. Los de la ANC aprovechan las preguntas-propaganda para pedir a los consultados sus datos, supongo que para completar las listas de adeptos y desafectos a la independencia.»
VII
Un artículo, denso concepualmente, bien escrito, conocedor el tema, excelentemente argumentado (con las observaciones que todo buen trabajo exige), que a mi, más allá de mis pequeñas diferencias, me ha enseñado mucho: «Podemos en la encrucijada catalana: crisis orgánica, austeridad y secesionismo» de Enric Martínez-Herrera y Thomas Jeffrey Miley. No se lo pierdan.
Un fragmento:
«[…] Ahora bien, el movimiento nacionalista catalán no opera en el vacío. El proyecto utópico herderiano de las clases medias está finalmente subordinado y al servicio del proyecto utópico neoliberal de las clases acomodadas, lo cual refleja la relación cómplice entre, de un lado, la «casta» política y los movimientos sociales mesocráticos con los que están vinculados orgánicamente y, del otro, la clase dominante a la que hasta ahora han servido de manera consecuente y leal. En los últimos dos años, la confrontación entre el gobierno neoliberal de Mas en Barcelona y el gobierno neoliberal de Rajoy en Madrid ha dictado la agenda política en toda España -dominando prácticamente los titulares, rivalizando únicamente con la serie de graves escándalos de corrupción que engullen actualmente los partidos gobernantes, en ambas ciudades.
Hasta ahora el enfrentamiento ha convenido a los dos bloques gobernantes, aunque ha funcionado algo mejor en términos partidistas para Rajoy que para Mas. Asombrosamente, más de un año después de que estallara el escándalo Bárcenas de financiación de los partidos, a la vez que aplica políticas de austeridad dolorosas e impopulares, el PP sigue estando – según la mayoría de las encuestas – a punto de conseguir mayoría en las elecciones generales del próximo año.
Mas no ha tenido tanta fortuna. En Cataluña la dinámica de movilización secesionista hasta ahora ha favorecido mucho más a ERC, el actual socio de la CiU de Mas. Desde la renovación de su dirección en 2011, se trata de «izquierda» sólo nominal, tras haber demostrado ser un leal colaborador en el apoyo y puesta en práctica del actual régimen de austeridad, sin que ello le impida disponer de legitimidad entre las filas nacionalistas catalanas en tanto que «propietario» del asunto de la secesión. La reciente confesión de evasión masiva de impuestos y lavado de dinero mediante cuentas secretas en bancos suizos y andorranos del ex presidente Jordi Pujol sin duda dañará la suerte electoral de CiU mucho más. Ahora bien, aunque parece estar teniendo lugar un sorpasso en el seno del bloque nacionalista catalán, de momento la hegemonía del bloque en su conjunto sigue estando igualmente asegurada.»
VIII
Es un poco largo pero vale la pena. De un gran historiador, de un profesor que no podemos perdernos, de un intelectual comprometido que no pasa de todo, de una de las voces más lúcidas del actual panorama político-cultural catalán, de Francisco Morente:
«[…] Más en serio: no es que yo me haya convertido en una fanático de las elecciones anticipadas, pero sí creo que no hay ninguna otra salida que sea mínimanente respetuosa con la gente, con toda la gente, la que está a favor y la que está en contra del llamado proceso. Ojo: eso no quiere decir que no haya otras salidas. Un rápido análisis de la situación:
Parto de la base de que el 9N no habrá consulta merecedora de ese nombre (puede haber un mega Arenys de Munt, pero eso no dejará de ser otra gran costellada nacionalista, sin mayor recorrido que el que el PP, con su habitual finura, pudiera darle con alguna acción fuera de medida)
[…] A partir de ahí, podrían darse la siguientes situaciones (alternativas entre sí, y todas ellas bastante improbables, al menos a día de hoy): a) que Mas dimita por dignidad política: no he logrado que votáramos, así que me voy a casa (variante: dimite bajo chantaje: o te largas o sacamos el dossier que tenemos preparado); en este caso, se abren posibilidades difícilmente explorables en este momento, pero que podrían incluir una rebelión interna que colocara al frente del partido a alguien no quemado en el proceso y con posibilidad de pastelear con Mariano Rajoy; si no fuera así, y a Mas lo sustituyera un Rull o un Turull o (¡Dios nos libre!) un Homs, seguiríamos más o menos como estamos; b) que más acepte pasar a la historia como un traidor, prescinda de Junqueras y acepte la mano tendida de Iceta para llegar hasta 2016, a la espera de ver qué pasa en las generales españolas de 2015; c) que Junqueras acepte entrar en un gobierno de Unidad Nacional (la Unión Sagrada) para capear los próximos meses hasta la llegada de las municipales y ver luego qué se hace.»
Morente no cree en ninguna de esas posibilidades, así que se inclina a pensar que Mas convocará elecciones hacia finales de noviembre.
Sigue: «[…] Además, estoy hasta el moño de que vayan por la vida inventándose movilizaciones de millones cuando son con suerte la mitad de los que dicen ser (que son muchos, ciertamente); harto de que se presenten como una mayoría social aplastante. Sigo convencido de que no lo son, y hay múltiples indicadores que permiten intuirlo. Desde las encuestas diversas que van apareciendo hasta (atención) la absoluta apatía con la que los estudiantes universitarios han acogido la suspensión del tribunal constitucional y (más significativo) la convocatoria de huelga que ha hecho el SEPC para mañana y pasado. Los intentos de acampada en la plaza de Cataluña han sido patéticos y la presencia de gente en las plazas el día de la suspensión de la consulta quedó muy lejos de una marea irresistible. Puedo estar equivocado, pero como estoy hasta los mismísimos de este personal, quiero que nos contemos de una vez. Pero no con ese bodrio de pregunta prevista para la consulta sino en unas elecciones con todas las garantías de participación.»
Desde su punto de vista, fácilmente compartible:
«[…] a) estamos ante una lucha por el poder entre facciones de la burguesía española (que incluye a la catalana); en dos niveles: la gran burguesía catalana aspira a un nuevo reparto del poder político pero sobre todo financiero, que no pase por la ruptura del Estado. El objetivo era (y sigue siendo) el Pacto Fiscal. El objetivo más general no es acabar con lo que los nacionalistas catalanes llaman «el palco del Bernabéu» (como lugar de confluencia del verdadero poder y símbolo del reparto de prebendas, contratas y comisiones), sino que «el palco del Camp Nou» juegue en la misma división, lo que ahora no ocurre; b) las facciones de segundo nivel de la burguesía catalana tienen una posición variada ante el proceso en función de la importancia que para sus negocios tiene el mercado español. Eso es lo que permite a Mas tener el apoyo de una parte del empresariado, aunque es significativo el silencio de la mayoría. Creo que en este segundo escalón también la mayoría preferiría un pacto con «Madrid» si la oferta que les llega fuera suficientemente atractiva; c) es indudable que el grueso de la movilización independentista corre a cuenta de las clases medias de todo el territorio y las clases populares de (con perdón) comarcas, sobre todo las de lengua materna catalana».-
Aunque parece que es políticamente incorrecto señalarlo, afirma, y pese a que algunas encuestas lo han mostrado, apenas nadie lo dice matiza hay, en su opinión, una correlación directa entre lengua materna y apoyo o rechazo de la independencia (no digo de la consulta).
«Este ha sido un solo pueblo (más o menos) mientras no se ha tenido que elegir. El derecho a decidir implica la división sin remedio de las clases populares catalanas. Ya lo he escrito en alguna otra ocasión. Las clases populares catalanoparlantes pueden estar en buena medida por la independencia; las clases populares castellanoparlantes lo están mayoritariamente en contra. Los malos lo saben, así que atizan el proceso. Los ingenuos de la izquierda hacen ver como que no se dan cuenta, apoyan el proceso y acaban haciéndole el trabajo a la derecha (y pido disculpas a los compañeros que se sientan aludidos si lo que digo les ofende, pero lo veo así y no creo que sirva de nada ocultarlo)»
Si esto último, el carácter mesocrático de la movilización y la división de las clases populares, nos parece excesivo Morente nos propone un sencillo experimento:
«[…] haced un sencillo ejercicio (que yo hago, por necesidad, varias veces al mes desde hace casi dos años): coged la AP7 en Granollers o Mollet con dirección a Barcelona, y fijaos en la proliferación de esteladas a medida que se entra en el área de influencia directa de Barcelona. Cuando se pasa por Montcada, Santa Coloma y Ciutat Meridiana, no es que sobren los dedos de una mano para contarlas; es que no hace falta ni un solo dedo porque no hay ni una. Al llegar a Meridiana, empieza a verse alguna muy, muy esporádicamente; su número aumenta, pero sigue siendo pequeño, entre Fabra i Puig y la confluencia de Meridiana con las calles Malloca/Aragón; si se gira entonces hacia el corazón del Eixample, las esteladas empiezan a proliferar y se convierten en un festival de colores en los entornos del Passeig de Sant Joan (donde suele acabar mi viaje).
Pues no sé vosotros, pero yo tengo muy claro, en ese rápido recorrido urbano, dónde vive la gente que más me importa.»
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.