Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
«¿Quién podría desentrañar esos clamores lejanos, es este un mundo que nace o el futuro que muere? Y es que cualquier ser de carne arroja indistintamente el mismo grito para la muerte y para el alumbramiento».(Louis Aragon)
No podía dejar de pensar en estos versos de Louis Aragon al escuchar el veredicto de absolución de Hosni Mubarak por un tribunal egipcio y al oír decir al mariscal Abdel Fattah Al-Sissi que era el momento de pasar página. ¿Muere el futuro en Egipto y en resto del mundo árabe? ¿La primavera no habrá sido más que un episodio sin mañana, incluso un complot estadounidense u occidental, como se complacen en recordar de manera grandilocuente tanto Sissi y Bachar Al-Assad como los medios de comunicación saudíes? La increíble formulación del veredicto de absolución del ex rais refuerza esta idea de un complot contra Egipto (véase Hosham Bahgat, «Why everyone walked free in the Mubarak trial«, Madamasr, 2 de diciembre).
Se puede, e incluso se debe, compartir la indignación de esta ciudadana por el veredicto (aquí en árabe), ante la decisión de pasar página sin que se haya condenado a ningún responsable por los cientos de personas asesinadas en enero y febrero de 2011, sin que se haya sancionado ningún enriquecimiento abusivo y sin que se haya perseguido ningún acto de tortura. A quienes alababa la justicia egipcia por su resistencia frente al poder del presidente Mohammed Morsi, estos veredictos les recuerdan que muchos procuradores son ex policías y que los jueces forman parte de un sistema generalizado de corrupción. Como afirmaba H. A. Hellyer («Mubarak and impunity: ‘Next time, we’ll all be sorry’«, Alarabiya.net, 1de diciembre de 2014), ningún cambió real podrá ahorrar la necesaria reforma de los sistemas policial y judicial.
Un informe publicado en estos días explica que Egipto es el país más corrompido del mundo (véase Ibrahim Alsahary, «Report: Egypt’s private sector most corrupt in world», Egypt Independent, 1 de diciembre). Los hombres de negocios que están detrás del actual poder son los mismos que financiaron la campaña de desestabilización del presidente Morsi (en la que hay que recordar que él mismo participó debido a su incompetencia y a sus muchos errores).
«¿Quién mató a los manifestantes?», era el titular de parte de la prensa egipcia el 30 de noviembre. Sin lugar a dudas, de aquí a algunas semanas o meses se afirmará que son los Hermanos Musulmanes quienes dispararon contra los jóvenes de la Plaza Tahrir (lo que ya ha afirmado parte de los medios). A pesar de las declaraciones de sumisión a la revolución de enero-febrero hechas por Sissi, el poder trata de cerrar la página que el pueblo egipcio abrió en 2011. Es absolutamente característico constatar que al día siguiente de la absolución de Mubarak un tribunal condenó a Morsi a una fuerte pena por haberse evadido de prisión durante el levantamiento de enero-febrero de 2011. Y que el 3 de diciembre un juez condenó a muerte a 188 personas de golpe (sin llegar, es cierto, al récord de uno de sus colegas que en unos minutos condenó a [muerte a] 529 acusados de golpe, véase Warda Mohamed, «Quand un juge égyptien condamne à mort 529 personnes d’un coup«, Orient XXI, 28 de marzo de 2014).
Durante un reciente viaje a El Cairo he podido constatar personalmente hasta qué punto la delación se ha convertido en una práctica corriente entre los «buenos ciudadanos», animados por las autoridades, he constatado que los medios nunca han estado tan controlados por el poder (de hecho, quienes se encargan de controlar los medios son los militares destinados en el palacio presidencial) y que la libertad de expresión está todavía más restringida que en los últimos años del régimen de Mubarak. También he constatado que las detenciones y la tortura son moneda corriente, no solo en contra de decenas de miles de Hermanos Musulmanes (y digo bien decenas de miles), sino también entre los jóvenes de la revolución y miles de otros jóvenes, sometidos de nuevo a una policía deseosa de tomarse la revancha (véase Samuel Forey, «En Egypte, la police prend sa revanche«, Orient XXI, 25 de septiembre de 2014).
El discurso del poder sobre «la guerra contra el terrorismo» permite justificar todas estas derivas, aunque la represión empezara desde el 3 de julio de 2013, antes de cualquier acción que se pudiera calificar de «terrorista». En Egipto, como en el resto del mundo, este discurso sirve para ocultar la represión interna y también para defender la «civilización» contra la «barbarie». Sin duda esa es la razón por la que el mariscal Sissi fue recibido tan cálidamente en el Elíseo sin que se abordara la espinosa cuestión de los derechos humanos en el país del Nilo (véase el editorial de Le Monde del 29 de noviembre, «Paris-Le Caire: une relation peu claire«). Las imágenes del encuentro entre Sissi y Hollande recordaban a las de Mubarak recibido por Jacques Chirac o por Nicolas Sarkozy. Ha quedado olvidada la larga autocrítica de Alain Juppé en la primavera de 2011 que aseguraba que Francia aprendería de su apoyo a los dictadores árabes. Ahora el rey de Marruecos, el presidente argelino o el de Egipto son otra vez «nuestros» aliados.
¿Qué consecuencias tiene en Egipto la absolución de ex rais? Mathilde du Pradel escribe en la excelente síntesis de la prensa egipcia que hace en francés la página web Actu Egypte (30 de noviembre): «Parece que este veredicto hubiera hecho moverse algunas líneas (o quizá lo único que ha hecho es reforzar una tendencia) entre algunos partidarios del régimen actual persuadidos hasta ahora de que el régimen de Sissi es, en efecto, una continuación de la revolución de 2011. Un ejemplo, el de Mohammed Attya, portavoz de la campaña Tahya Masr (campaña de apoyo a Sissi durante las elecciones presidenciales y hasta ahora), que acudió a manifestarse ayer por la tarde pidiendo una tercera revolución». Por otra parte, en la cadena privada ON TV, propiedad del millonario Naguib Sawiris, que nunca ha escatimado su apoyo al mariscal Sissi, el presentador Ahmad Khayr-al-Din se permitió el 30 de noviembre rendir homenaje a los dos jóvenes que habían sido asesinados ese mismo día por haber denunciado el veredicto. Finalmente, miles de estudiantes también se manifestaron ese día.
Incluso los partidos de la oposición, que ofrecieron un apoyo sin fisuras al nuevo régimen, expresaron ciertas reservas. ¿Por todas estas razones es por lo que el fiscal del tribunal Supremo ha recurrido finalmente, aunque en un primer momento Sissi aceptó el veredicto?
Si de todos modos las reacciones han sido limitadas, hay que recordar la violencia de la represión: el uso de balas «de goma», los golpes violentes, la reaparición de las milicias, etc. Evidentemente, todo esto no ayuda a una movilización. Pero, de vuelta a Egipto y discutiendo tanto con los jóvenes como con algunos observadores que no están ahogados en la propaganda, se desprende un consenso: la juventud, y no solo la que hizo la revolución, sigue siendo impermeable al discurso del poder. La vuelta a la actividad política de una generación que sumió a Egipto en la crisis suscita el mismo rechazo. Se puede esperar: el futuro no está muerto en Egipto y un mundo nuevo acabará por nacer.
Fuente: http://blog.mondediplo.net/2014-12-03-Retour-sur-l-acquittement-de-Hosni-Moubarak