Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Si una vez más se escuchan tambores de guerra en Israel se debe a que se duda de su capacidad para vencer. Dos años después de la «Operación Plomo Fundido», y a pesar de la triunfante retorica de las diversas informaciones conmemorativas aparecidas en los medios, hay una especie de sensación de que esa campaña tuvo tanto de fracaso como la segunda guerra del Líbano de 2006. Lamentablemente, dirigentes, generales y el público mayoritario en el estado judío sólo saben actuar de una única manera, mediante debacles y fiascos militares. Creen que sólo pueden redimirse lanzando otra guerra u operación exitosa, aunque perpetrando ahora tal acción con mucha más fuerza y mucha más crueldad que la anterior, en la esperanza de obtener mejores resultados la próxima vez.
Según explican algunos de los principales comentaristas de los medios locales (repitiendo como loros lo que oyen decir a los generales en el ejército), lo que se necesita es fuerza y poderío para «disuadir», «dar una lección» y «debilitar» al enemigo. No hay ningún nuevo plan para Gaza, porque verdaderamente no desean volver a ocuparla y ponerla bajo gobierno directo israelí. Lo que se está sugiriendo es que hay que machacar a la Franja y a su pueblo otra vez más, con mayor brutalidad aunque durante un tiempo más corto.
Uno podría preguntarse por qué una acción de tal calibre daría mejores frutos que la «Operación Plomo Fundido». Pero esa sería una pregunta errónea. La pregunta que cabría hacer de forma acertada es: ¿Qué otra cosa es capaz de hacer la actual elite militar y política de Israel (en la que se incluyen el gobierno y los principales partidos de la oposición)?
Llevan ya años sabiendo qué hacer en Cisjordania: colonizar, limpiar étnicamente y trocear la zona hasta acabar con ella, mientras en público siguen mostrándose leales al inútil discurso de paz o, mejor dicho, al inútil «proceso de paz». El resultado final esperado es una dócil Autoridad Palestina dentro una Cisjordania fuertemente judaizada. Pero no tienen ni idea de cómo manejar la situación en la Franja de Gaza desde que Ariel Sharon puso en marcha el «desenganche». La falta de voluntad del pueblo de Gaza a desengancharse de Cisjordania, y del Mundo, parece ser mucho más difícil de derrotar incluso después del horrible precio en víctimas humanas que los habitantes de Gaza pagaron en 2008 por su resistencia y desafío.
El escenario para la próxima ronda va desplegándose ante nuestros ojos y se asemeja deprimentemente al mismo deterioro que precedió a la masacre de Gaza de hace dos años: bombardeos diarios contra la Franja y una política de provocación frente a Hamas para poder justificar ataques más amplios e intensos. Como explicó un general, ahora hay que tener en cuenta el efecto dañino causado por el informe Goldstone: a saber, el próximo ataque importante debería parecer más plausible que el de 2009 (aunque tal preocupación no va a ser crucial para este gobierno en particular ni va a servir tampoco de obstáculo).
Como ocurre siempre en esta parte del mundo, hay otros escenarios posibles, menos sangrientos y quizá más esperanzadores. Pero no se acierta a ver quién podría generar un futuro diferente a corto plazo: ¿La pérfida administración Obama? ¿Los indefensos regímenes árabes? ¿La tímida Europa o las minusválidas Naciones Unidas? La firmeza del pueblo de Gaza y del pueblo palestino en general ha supuesto que la gran estrategia israelí para hacer que desaparezcan, como el fundador del movimiento sionista, Theodore Herzl, confiaba en hacer con el pueblo originario de Palestina ya en las postrimerías mismas del siglo XIX, no haya funcionado ni vaya a funcionar en el futuro. Pero el precio a pagar puede aún ser más alto y es llegada ya la hora de que todos aquellos que se manifestaron con voz poderosa y eficaz TRAS la masacre de Gaza de hace dos años, lo hagan AHORA, para tratar de impedir la siguiente.
En Israel se describe esa voz como el intento de «deslegitimizar» al Estado judío. Es la única voz que parece preocupar seriamente al gobierno y a la elite intelectual de Israel (mucho más de lo que pueda molestarles cualquier condena suave por parte de Hillary Clinton o de la UE). El primer intento para contrarrestar esa voz fue afirmar que tal deslegitimación suponía un antisemitismo disfrazado. Pero, al parecer, esto fue contraproducente porque Israel exigió saber quién apoyaba sus políticas en el mundo; y así fue como se enteró de que los únicos defensores entusiastas de la política israelí en el mundo occidental son actualmente los de la extrema derecha, tradicionalmente organizaciones y políticos antisemitas. En el segundo intento, Israel trató de defender que las acciones en forma de Boicot, Desinversiones y Sanciones lo único que conseguían es que Israel se sintiera cada vez más dispuesto a seguir siendo un estado canalla. Sin embargo, esa es una amenaza vacua: las políticas de Israel no se generan por esa voz moral y decente; bien al contrario, esa voz es uno de los pocos factores que refrenan las políticas agresivas, y quién sabe cuándo, si en el futuro los gobiernos occidentales se unen a sus pueblos como finalmente hicieron en el caso del apartheid sudafricano, es posible que pueda ponerse fin a todas esas políticas y permitir que judíos y árabes vivan por igual en paz en Israel y Palestina.
Esa voz es eficaz porque muestra claramente el vínculo entre el carácter racista del estado y la naturaleza criminal de sus políticas hacia los palestinos. Esa voz se convirtió recientemente en una campaña organizada y claramente definida con un claro mensaje: Israel seguirá siendo un estado paria mientras su constitución, leyes y políticas sigan violando los derechos humanos y civiles básicos de los palestinos, donde quiera que se hallen, incluido el derecho a vivir y existir.
Lo que se necesita ahora es que la noble pero totalmente inútil energía invertida por el campo de la paz en Israel y sus iguales en occidente en el concepto de «coexistencia» y en los proyectos de «diálogo», la reinviertan, antes de que sea demasiado tarde, en el intento de impedir otro capítulo genocida en la historia de la guerra de Israel contra los palestinos.
Ilan Pappe es coautor, con Noam Chomsky, de Gaza in Crisis: Reflections on Israel’s War Against the Palestinians (Haymarket Books).
Fuente:
http://mondoweiss.net/2010/12/