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De un vasco de izquierda a dos españoles de izquierda

Fuentes: Rebelión

El atentado de Arrasate reavivó un debate siempre abierto respecto a las estrategias del Estado y, en especial, de ETA. Leyendo las réplicas y contraréplicas, es evidente que el mayor punto de discrepancia se centra en la lectura que se hace de las acciones de la organización armada, y del juicio que merecen tanto sus […]

El atentado de Arrasate reavivó un debate siempre abierto respecto a las estrategias del Estado y, en especial, de ETA. Leyendo las réplicas y contraréplicas, es evidente que el mayor punto de discrepancia se centra en la lectura que se hace de las acciones de la organización armada, y del juicio que merecen tanto sus acciones como la propia organización. Carlos Fernández y Santiago Alba han reiterado su pensamiento, muy conocido entre nosotros, en una nota de urgencia (ETA también vota: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=64291) y en una respuesta a las críticas recibidas (ETA también mata: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=64556). Tomando como referencia ambos escritos, aporto esta reflexión que pretende ser respetuosa y enriquecedora. Y que no incluye a otras organizaciones de izquierda del Estado que, con su praxis, demuestran no compartir ni el fondo ni la forma de ambos textos.

Santiago y Carlos, acostumbrados a cuestionar al poder, se consideran especialmente legitimados para cuestionar a ETA. Aunque su actitud pueda dar la apariencia de equidistancia, a mí me parece que no es tal. Están identificados con una de las partes en conflicto: el Estado. Y, desde esa preubicación realizan su prejuicio: crítico respecto a los abusos del españolismo, absolutamente descalificatorio respecto a la organización armada. A aquel, le reprochan sus excesos y a ésta su propia existencia. Las críticas al Estado, cuando se producen, suelen ser tardías, esporádicas y medidas. Las descalificaciones de ETA suelen ser inmediatas, habituales y furibundas. Crítica plausible en su censura a los abusos del Estado y beligerancia máxima en sus arremetidas contra la organización armada.

Una prueba de esa actitud parcial es la lectura que hacen del atentado de Arrasate. Era de suponer que intentarían despojar el hecho de todo contenido político, pero recurrir para ello a calificar a Carrasco como «una persona que pasaba por la calle» me parece un enfoque incorrecto y tendencioso; tal análisis no se corresponde con la trayectoria de la organización armada ni con la trayectoria de ambos escritores. Habitualmente, su lectura de la realidad suele ser mucho más equilibrada y objetiva pero la furia de aquel día les hizo perder equilibrio y objetividad. Quien quiera saber si el atentado tenía o no un componente político que analice la descomunal reacción política que suscitó en todo el Estado, incluidos los dos escritores. Y cómo se quiso instrumentalizar lo ocurrido para infligir un severo castigo político a ETA. La reacción hubiera sido muy distinta si el autor de los disparos hubiera sido un estudiante despechado.

Es normal que Carlos y Santiago negaran entidad política al atentado ya que se la niegan a la propia organización. No es la primera vez que se combate al adversario negándole su condición de parte contendiente. Las descalificaciónes de ETA no son mayores que las que España dedicara a Abd El Krim, líder en la sublevación del Rif; se trataba de un perro miserable, sanguinario, traidor, cobarde, que eludía el enfrentamiento abierto, cruel…Todo aquel cúmulo de insultos no alteró el desarrollo de los acontecimientos. Respecto a ETA, el negarle toda legitimidad política es tan viejo como la propia organización. Es llamativo que en este ejercicio descalificatorio coincidan la izquierda y la derecha españolas. Unos y otros hacen prevalecer en este empeño los intereses patrióticos comunes sobre las sensibilidades ideológicas diferenciadas. ¿No se produjo una complementación similar entre la derecha y la izquierda francesas frente al movimiento independentista de Argelia? A la izquierda española le pediría algo más de humildad y respeto. Pueden tener mucho de cierto en sus reflexiones pero no tienen toda la verdad. Me gustaría ver a esa izquierda desempañando un papel mucho más activo que el que desarrolla en la búsqueda conjunta de alguna solución. Quizá entonces sería más fácil encontrar puntos de encuentro. También nosotros estamos dispuestos a someter a contraste nuestros planteamientos pero con unos activistas que estén en sus correspondientes barricadas. Las recomendaciones de una izquierda española que no está haciendo sus deberes, tienen poca fuerza y merecen poco crédito.

En cualquier caso, quienes le niegan a ETA todo reconocimiento puede que tengan muchas razones pero no tienen la competencia para dar credenciales de legitimidad. Esa depende de la caracterización de que se dote cada organización y del reconocimiento social con que cuente. Estoy pensando en esa parte de la ciudadanía (y no sólo vasca) que hoy oculta lo que siente; pero también en agentes sociales, sindicales, organismos internacionales de mediación, otras fuerzas en conflicto, partidos políticos, Estados, el propio Estado español….que han mantenido, mantienen y mantendrán líneas abiertas de interlocución a pesar de lo que ellos mismos y los detractores de ETA digan en público.

Carlos y Santiago, como es habitual en esa izquierda española, también niegan a ETA toda legitimidad ética. Quizá un día podamos abrir en público este debate que hoy no es posible por razones obvias. Es la ventaja que tiene dicha izquierda española y todos los terceristas vascos, que juegan con el árbitro de su lado. En cualquier caso, unos y otros se sitúan en una corriente de pensamiento muy extendida en el mundo actual: asociar la ética exclusivamente a los comportamientos no violentos y a la promoción de una discutible paz genérica. (Baketik se llama el centro de educación para la paz que promueve el derechoso Gobierno Vasco; término compuesto de dos iniciales: Bake- Etika). Quienes han elegido otros caminos ¿son personas «desalmadas»? Cuando abordemos públicamente este debate podremos hablar del teólogo B. Häring, de Marcuse y de muchos más. Por hoy, me limito a citar a Celia Hart, mujer, cubana, revolucionaria y escritora, que hace pocos días escribía: «(las FARC) junto con el ELN pueden enseñar a esta pálida izquierda actual que la violencia revolucionaria es ética; de no serlo, tendríamos que acusar no sólo a Fidel y al Che, sino a Lenin a Mao y a Trotsky…»