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Del saber, la crítica y el diseño

Fuentes: Juventud Rebelde Digital

I.- Sobre el saber en el camino de la libertad Fue en el Moncada, en medio del dolor y la esperanza, ante tanta sangre derramada que quedó sacralizada la «política cultural» de la Revolución martiana que encabezaba Fidel. La política cultural de la Revolución, a partir del 1ro. de Enero, del triunfo revolucionario fue acelerar […]

I.- Sobre el saber en el camino de la libertad

Fue en el Moncada, en medio del dolor y la esperanza, ante tanta sangre derramada que quedó sacralizada la «política cultural» de la Revolución martiana que encabezaba Fidel. La política cultural de la Revolución, a partir del 1ro. de Enero, del triunfo revolucionario fue acelerar la instrucción general de nuestro pueblo, el intercambio de la experiencia vital y el hermanamiento de citadinos y campesinos, la alfabetización primero, y esa hazaña, la profundización de ese entrelazamiento práctico y moral, el seguimiento hasta el acceso al noveno grado y así ascenso sin tregua hacia el saber. Sin el saber el ejercicio de la libertad sería ficticio y en aquellos años un maestro nos explicaba todo, cada día a cada hora en lección con caudal de río inagotable. Ese fue el inicio de una política cultural que ha dado el más maravilloso de los frutos, un país de doce millones de ciudadanos con un millón de universitarios y cientos de miles en camino; y con millones de ciudadanos preparados más allá de la instrucción elemental.

Esa ha sido, es, repito, la política cultural de la Revolución. Se trata entonces de ir más lejos. De dar el salto de la instrucción lograda a una cultura de más elaboración, objetivos y potencialidades todavía por alcanzar. Es decir, de llegar, sin desvío, a la aspiración más pura, verdadera y esencial, y me atreveré a decir fundacional, de una Revolución martiana hasta la raíz al impregnar con el saber el carácter mismo de la sociedad y del ciudadano.

Es por eso que, en el VII Congreso de la UNEAC afirmé que convenía recordar y subrayar que «…desde milenios cultura y sociedad son, en rigor, dos miradas sobre un mismo sujeto de reflexión. La sociedad que se conoce desde que la persona es persona no es otra que la que supone asociación y valores comunes asentados en la memoria de la experiencia, memoria que es la historia; e historia que es el acumulado discernido de esa experiencia, experiencia progresivamente depuradora del saber, del ir sabiendo. Esa es la cultura, diseño subyacente, omnipresente y determinante de la sociedad, de su rostro y de sus resortes, visibles, invisibles, sofisticados o primarios, es decir de sus potencialidades».

El salto de la ignorancia al saber es, a mi modo de ver, fundamento del ejercicio de la libertad. Es por eso que hago referencia una y otra vez a ese salto que supone un millón de universitarios y millones de personas preparadas para ser ciudadanos.

No me sirvo de la palabra «persona» por azar; es la persona lo que importa. El ser en su autonomía. Ese logro es símbolo de la Revolución. Esa forma de ver y abordar me separa radicalmente de todo lo accidental, pequeño o grande, grave o menor, que todo proceso, personal o histórico, tiene. Comprender una sociedad, la nuestra, es detenerse y amar lo esencial para, sobre lo esencial, construir.

Solo entonces se está en condiciones de aprender en la historia, descubrir sus resortes, luces, trampas, oscuridades, lecciones, decantar y quedarnos siempre y para siempre con la experiencia que proyecta hacia el futuro. Esto es decir con lo más luminoso y transparente. Solo así puede ejercerse ese postulado que reclama la pregunta ¿qué será, en tanto que ciudadano ser revolucionario? Ser siempre la vanguardia, fundarla si es necesario, protagonizarla y enriquecerla ética y estéticamente.

Lo que sé de seguro es que la inteligencia, el saber y el método son fuentes de lucidez necesarias y que habrá que descubrir en cada época y situación, aun si inéditas, las soluciones necesarias. Sé también que no habrá futuro sin participación activa y creadora y que no lo habrá sin acción, sin que el verbo devenga, como está escrito y para siempre acto, que es decir vida.

Retorno a Carlos Marx: «para transformar la realidad lo primero es conocerla».

II.- De la crítica como acercamiento a la verdad en la Historia

Las palabras, ese refugio maravilloso del concepto, suelen ser exactas aunque cambiantes en permanente enriquecimiento del matiz según contexto, desgaste, mal uso y hasta tergiversación intencionada o convertida en rutina. Me detengo en la palabra «crítica» a la que quisiera devolver para mi uso la dimensión que le confiero. Crítico será en este texto, análisis, detección de información, aprovechamiento de cuanto se ha acumulado como experiencia a partir de la reflexión, historia real y no-descontextualizada; en fin, ejercicio de cuantos instrumentos estén disponibles o que seamos capaces de utilizar para comprender mejor y más justamente una situación, época, período o sistema de acciones. Pienso en José Martí, pienso en Carpentier, pienso en Cintio Vitier, pienso en Valery, pienso en Caillois (que Alejo me enseñó a apreciar) pienso en Pasolini y en Víctor Sklovski pero, sobre todo, hoy, para decir de inquietudes que me turban, ya que no soporto presencia de ceguera voluntaria, pienso en Carlos Marx. Quien le lea de veras y no buscando arrimar brasa y sardina, descubrirá que ni una línea es producto del azar, estará, estuvo siempre precedida por el estudio, la información, la constatación, la confrontación en diálogo con otros, con otros textos, con otras fuentes; era un enciclopedista en el grado más alto, un sabio siempre más sabio. Eso le permitió desentrañar no ya las fuentes y formación del capital, su comportamiento real en la historia que pudo conocer y prever, sino la conversión de la mercancía en ídolo y el mercado en trampa, desustanciado de toda ética u objetivo relacionado siquiera fuese tenuemente con la superación del hombre y la sociedad. No hay texto, reflexión, artículo, carta de Marx, por complejo que sea el tema que aborde, que no esté precedido por un estudio en profundidad y presidido por una inspiración ética que todo lo impregna. Siempre estará presente el combate intelectual y práctico, fundamentado, irrefutable y movilizador por la liberación de la persona, por su desalienación, por el ejercicio de todas sus potencialidades aherrojadas o ahogadas por la explotación abierta o enmascarada de sus energías productivas, de un modo u otro, creadoras. Carlos Marx es, para mí, ante todo el más alto, más completo, pensador de la libertad y de la dignidad y autonomía real de la persona real. Para serlo debió ser y fue no solo un pensador genial, también un estudioso infatigable.

Ese rigor del pensar y del estudio, de la información y de la indagación que todo trata de constatar y fundamentar es algo que precede o debía preceder a toda voluntad crítica, a la responsabilidad moral y social que supone aceptar el abordaje crítico de una determinada época, situación y período. No me dejaré conducir jamás por las rutinas o imposiciones que a veces se aplican desbordando lo que sin embargo ha sido justo. Es que lo justo, a veces una reparación, no tiene por qué conducir a lo injusto, o llevar por extensión indebida a generalización acrítica. Esas eventuales generalizaciones suelen resultar del olvido o insensibilidad ante ese otro concepto-palabra, tan tenue que a veces no se percibe fácilmente, el matiz. En el ejercicio de la voluntad y actividad crítica no es posible ignorarlo, y de hacerse conduce a confusión e ineficacia.

III.- Sobre el diseño, instrumento de expresión del rigor intelectual y ético

Si partimos de esa doble convicción, por una parte la de reconocer en la cultura a la sociedad y a la sociedad como resultado del proceso histórico cultural que le confiere forma e identidad, y claro, en la cultura la totalidad de la actividad humana, hoy, ayer, mañana y, al mismo tiempo de que el plazo corto no es nada confiable a la hora de evaluar acontecimientos mayores o programas trascendentes, habrá que pensar que si una política o varias, la de un partido, organizaciones sociales, gremiales o no, instituciones y hasta personalidades de gran prestigio e influencia puedan ser parte o elementos conformantes y hasta decisivos en la formación de una sociedad en un instante o largo período, también apreciaremos que no serán los únicos componentes ni podrá evitarse la intromisión de otros muchos factores. Y hasta del azar con sus imprevisibles sorpresas sociales, climatológicas, etcétera.

Es el caso de los tres huracanes que sucediéndose en ruta han arrasado bienes materiales inapreciables en varias provincias y con una parte de esperanzas que parecían alcanzables de forma inmediata, robando tiempo y energía.

¿Puede una sociedad, o sus dirigentes, o los de un sector de la vida social, o de sus servicios, centros formadores o gerenciales de cuanto sirve o asegura la vida en común, permitirse entonces sin arriesgar su tarea u ofender su responsabilidad decidir al instante, confiando en su talento y experiencia y sin detenerse a organizar, si necesario o conveniente fuera, ese proceso intelectual-práctico que denominamos diseño?

Es el gobernante, el decididor, si hombre pleno, frágil entre los seres, el más frágil, pues debe decidir, como persona o parte de un equipo, en nombre de los otros, el destino de todos que es el de cada uno; y a veces, el de ese que es tan solo uno, aislado, diferente pero, al final, persona.

¿Entonces cómo abordar el tema propuesto sin perdernos en vericuetos doctrinales o de interpretación? Llego a lo que más me interesa, fijar una vez precisado el uso (contra el abuso) del término «crítica», los valores de otro igualmente subestimado o empobrecido. Conviene detenerse en ese otro que convendría apreciar más, y aplicar más aún. Se trata de un término usado para muchas designaciones y la más común en el terreno de la plástica, pero del que me serviré de más amplio modo, el diseño, diseñar.

Parto de la experiencia personal profesional, ¿a quién puede ocurrírsele iniciar la producción de un filme, darlo por aprobado, respaldarlo si antes no se hace un estudio de factibilidad tomando en cuenta costo, posibilidad de reunir en un mismo período los factores fundamentales, intérpretes, técnicos adecuados y compatibles entre sí, aseguramiento de lugares y recursos, del abastecimiento necesario, el transporte, etcétera, o sin noticia del clima y sus posibles cambios hasta donde sea previsible?, ¿a quién puede ocurrírsele en el campo del cine planear rígidamente un plan de filmaciones que no tome en cuenta opciones y las prepare o que no cuente con el talento o los talentos necesarios accesibles para modificar hasta un diálogo que resulte demasiado impronunciable para uno o más intérpretes, o que se revele sobre el terreno risible o inadecuado? Cada detalle tiene que ser previsto, calculado, pesado. Solo entonces un filme puede ser iniciado, y en él casi sin excepción se establece en el plan algo que en otros campos productivos se llama ruta crítica, esa que sitúa en tiempos precisos la conjunción de elementos de más difícil conciliación y costo más pronunciado.

Este diseño, método de trabajo, es imprescindible y habitual en cine, arte que no exige en el momento de producción-filmación orden cronológico alguno pero, en tanto principio organizativo y comprobación de factibilidad o preparación para ella, es válido en cualquier terreno. Es en este sentido en el que consideramos que se hace necesario que no se produzca en campo alguno ignorancia tan elemental pero, para ser prudentes, restringiremos criterio al de las expresiones artísticas, literarias y en general humanísticas, la escuela por ejemplo, y entre ellas las universidades comprendido el Instituto Superior de Arte. Es que el diseño más exhaustivo y riguroso tendría que ser previo a todo programa de trabajo, establecimiento de política, o modificaciones de la vigente. La imprevisión, decisión de instante y complacencia, la inspiración personal y hasta la decisión personal sin confrontación dialogante no pueden sino ser desterrados de un terreno tan sensible y en el que la experiencia y criterio del gran magisterio tendría igualmente que jugar papel decisivo, y estar acompañado de una presencia inter-disciplinaria.

Me pregunto entonces siempre con la obsesión del diseño previo que valida el acto, la acción, el instante de fundación, de inicial paso hacia lo que será, ¿si no sería conveniente y factible entrenar a los cuadros decididores en distintos niveles en estos principios?

No he pasado nunca cursos en una escuela militar pero estoy seguro que con otras denominaciones y estructuras formales es el diseño principio básico. Me ha tocado abordarlo desde la experiencia cinematográfica y desde el Bauhaus y sus enseñanzas. Diseño no es garantía de éxito o logros mágicos pero sí de evitar fracasos absurdos. Nuestros cuadros pasan regularmente cursos preparatorios para la defensa. Seguramente son oficiales militares quienes dirigen ese entrenamiento ¿no sería conveniente que entrenaran también en ese ejercicio preparatorio, previsor y dotador de opciones y garantías que supone «el diseño», no importa como resulte nominado ya en la técnica militar? Será otro aporte a la defensa; esta vez a defendernos del disparate.

IV.- Declaración

Esta es mi reflexión sobre temas que me obseden y que no siento abordados, como pienso debiésemos, en el curso de evaluaciones y polémicas. Como revolucionario socialista, como persona que sueña la utopía me siento co-responsable de la Revolución toda y siento que mi país es como un inmenso lago de transparentes aguas que cubren 111 000 kilómetros cuadrados, un mar en el que no faltan ni han faltado corrientes muchas, turbulencias ya impensables, duros golpes de oleaje incontrolado pero en el que siempre ha predominado y predomina una corriente principal, de prístina transparencia y nunca desviada.

Es la que me hace preferir esas puestas de sol que hacen del horizonte, de la esperanza, estallido multicolor y cada día distinto. Y mirar y combatir ante todo por el futuro.