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Deportistas cubanos

Fuentes: Rebelión

El pasado 17 de agosto cuatro deportistas cubanos, aprovechando un viaje de su equipo nacional a Canarias, decidieron no volver a su país y solicitaron asilo político en España. Los medios suelen prestar gran atención a hechos de este tipo y destacar la legitimidad de su decisión. Lo que parecen olvidar es que nadie los […]


El pasado 17 de agosto cuatro deportistas cubanos, aprovechando un viaje de su equipo nacional a Canarias, decidieron no volver a su país y solicitaron asilo político en España. Los medios suelen prestar gran atención a hechos de este tipo y destacar la legitimidad de su decisión. Lo que parecen olvidar es que nadie los persigue en Cuba, que es lo que justifica la figura del asilo político; han decidido quedarse en España porque aquí ganarán mucho más dinero que en la isla, donde el deporte no es profesional y no se les paga a precios de «mercado internacional». El diario El País del 30 de agosto recogía a lo que se estaba dedicando estos días en Canarias alguno de ellos: a hojear un catálogo de televisiones de plasma y teléfonos de última generación. No se trata de discutir la licitud de su determinación, pero a buen seguro que existen en el Tercer Mundo muchos profesionales -deportistas o no- que quisieran venir a Europa a ganar más dinero y nadie pensará que procede considerarlos asilados políticos. ¿Acaso cuando se acabe la temporada de vendimia se podrán acoger al estatuto de refugiados políticos todos los marroquíes que hayan venido a cortar uva?

Frente a los «héroes» mediáticos que abandonan Cuba, la prensa ridiculiza a los deportistas que vuelven. El periódico canario La Provincia publicaba el 19 de agosto bajo el título «Un tubo de escape en el equipaje» un humillante reportaje sobre los productos que los miembros de la delegación deportista cubana se llevaban a su país tras su estancia en Canarias. El periodista se explaya en contar la pobreza y las necesidades de los cubanos, pero no se le ocurre pensar que si habían comprado tanto en España es porque tenían dinero para hacerlo. Si además pudieron llevárselo a su país es que no existe ninguna normativa cubana que se lo impida. Por tanto, la única razón para que tengan que comprar en España y no en Cuba objetos tan curiosos como un tubo de escape para su automóvil es que o bien ese producto no está en la isla o se encuentra a un precio desorbitado, y ambas cosas sólo pueden suceder por lo que lleva años denunciando el gobierno cubano: el bloqueo estadounidense que sanciona a cualquier empresa del mundo que comercie con Cuba. Pero ese asunto ni fue citado en el reportaje del periódico canario.

Por otro lado se critica que los deportistas que abandonan el país son repudiados por el gobierno de Cuba. Yo añadiría que también por la gran mayoría de la sociedad cubana. Es lógico que un pequeño país tengan en gran consideración al deportista que no acepta ser subastado en el mercado del deporte y reniega de las grandes sumas de dinero que les ofrecen los países ricos porque prefiere quedarse para competir bajo los colores de su país, ese que le ha entrenado y mimado para que le represente internacionalmente. Es triste que eso no sea comprensible en nuestra mentalidad de mercado,. El 7 de agosto, en el programa deportivo El Larguero, de la Ser , entrevistaron al atleta cubano Dayron Robles, en esos momentos entrenando en Guadalajara. Al presentador no se le ocurrió otra cosa que sugerirle que se buscara una chica de esa provincia y se nacionalice español. ¿Se lo sugerirán a todos los deportistas extranjeros y no cubanos que entrevistan? Y por si fuera poco, continúa el periodista preguntándole por qué admira a Fidel Castro y si no tiene envidia de otros deportistas peores que él y que «no deben entregar su dinero al gobierno». El atleta lo resuelve zanjando el asunto: «No pienso en ello». No sé si el periodista español habrá podido entender que alguien no piense en el dinero. Supongo que él también estará en estos momentos hojeando catálogos de televisiones de plasma y teléfonos móviles de última generación.

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