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Desde Jerusalén, con odio

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

A primera vista, la muerte de Jeir a-Din Hamdan no tiene nada que ver con al-Aqsa. El joven de 22 años vivía en Kfar Kana, un pueblo árabe al norte de Israel a más de cien kilómetros de Jerusalén y, al parecer, atacó un coche de policía que pasaba patrullando por allí; su muerte no tuvo nada que ver con la violación de la santidad de Haram a-Sharif. Sin embargo, en el cartel distribuido por los manifestantes después de que le dispararan a corta distancia mientras huía de la policía, aparece retratado con la Mezquita de al-Aqsa detrás. Las líneas escritas debajo decían: «Víctima de la policía y del odio de su ministro. La acusación: ser árabe».

Esas líneas son una referencia directa a unas declaraciones del Ministro de Seguridad Interior Yitzhak Aharonovitz, quien el pasado miércoles alabó al agente de policía que había disparado contra un atacante palestino en Jerusalén diciendo: «Un terrorista que ataca a civiles debe morir».

Sin embargo, mientras que en Jerusalén un palestino era asesinado esta semana después de lanzar intencionadamente su coche contra unos transeúntes israelíes, matando a dos de ellos, Hamdan no suponía amenaza alguna para los cuatro policías sentados en su coche, según un videoclip publicado horas después del incidente. A Aharonovitz le están ahora culpando de su muerte por animar a los policías de Kfar Kana a apretar el gatillo.

La policía israelí no es habitualmente de gatillo fácil. Sus agentes llevan armas pero raramente las usan incluso contra criminales armados, y menos contra inocentes civiles. Así sucede siempre que no seas un ciudadano palestino de Israel. Según Mossawa, una organización que se ocupa de los derechos humanos de la minoría palestina del país, desde octubre de 2000, la policía ha matado a 49 civiles israelíes, 48 de los cuales eran palestinos, sólo uno era judío. Dicho de otra forma, los palestinos representan el 20% de la población israelí pero constituyen el 98% de los que mueren bajo el fuego policial. Hamdan se ha incorporado ahora a esa sombría estadística.

Uno de los incidentes más sangrientos en esta historia de violencia policial tuvo lugar en octubre de 2000. Después de que la policía israelí matara a siete palestinos en al-Aqsa tras la visita de Ariel Sharon al recinto un día antes, estallaron amplias y en ocasiones violentas manifestaciones en muchos pueblos y ciudades árabes dentro de Israel. La reacción de la policía fue dura. 13 palestinos murieron bajo sus disparos, uno de ellos en Kfar Kana, el mismo pueblo en que se produjo el último incidente mortal.

Un comité oficial de investigación judicial, establecido tras las fuertes presiones políticas de la población palestina de Israel, criticó duramente a la policía y su conducta, especialmente por el uso ilegal y no autorizado de francotiradores, y exigió que se adoptaran acciones legales contra los policías implicados en los asesinatos.

Pero como en los primeros días que siguieron a los disparos no se recogieron pruebas, esta tarea devino imposible. Se cerraron todos los interrogatorios y ni siquiera se presentó una acusación contra los autores. Las heridas de octubre de 2000 no han llegado verdaderamente a cerrarse nunca.

Durante la II Intifada, que duró hasta 2005, siguieron aumentando las tensiones entre palestinos y judíos dentro de Israel y los ciudadanos palestinos de Israel eran a menudo tratados por la policía como sospechosos de terrorismo. Entre 2000 y 2008, Mossawa recopiló más de treinta casos en los que los policías israelíes mataron a ciudadanos palestinos de Israel.

En la mayoría de los casos, los asesinados eran sospechosos de acciones delictivas y no estaban implicados en actos de terrorismo o actividades políticas. En muchos de los casos, los agentes de policía afirmaron que les habían atacado y que habían temido por sus vidas. Esto puede haber sido verdad pero la realidad es que sólo con supuestos delincuentes de origen palestino, habitualmente en pueblos o barriadas árabes, se encontraron lo suficientemente amenazados como para disparar y matar.

Raramente el Departamento de Investigaciones de Policías, una entidad independiente perteneciente al Ministerio de Justicia, ha acusado a agentes de policía de matar a ciudadanos palestinos. Y más raramente aún los tribunales les han condenado y enviado a la cárcel. Uno de esos casos raros se produjo en 2010 cuando un detective israelí (judío) de la policía fue sentenciado a treinta meses de cárcel por matar a un palestino sospechoso de ser un ladrón de coches aunque no suponía amenaza alguna para su vida. Su familia y amigos de la policía proclamaron que se había «abandonado» al detective y que, a partir de ese momento, los policías ya no podrían defenderse. Sin embargo, a pesar de esas afirmaciones, Ja’afar Farah, director de Mossawa, señala que desde esa sentencia, relativamente dura, ningún ciudadano palestino ha muerto por disparos de la policía hasta el día de ayer.

Este incidente no se produjo en el vacío. Desde el asesinato de Mohammad Abu Jdeir en Jerusalén hace cuatro meses, las tensiones entre palestinos y judíos se han incrementado de nuevo. Justo después del asesinato de Abu Jdeir, hubo manifestaciones espontáneas en muchos pueblos y ciudades árabes. Al menos en un caso, una pareja judía fue obligada a salir de su coche por unos jóvenes palestinos que procedieron después a quemarlo. La policía reaccionó con fuerza y selló la entrada de algunos pueblos árabes durante varios días. La última guerra contra Gaza, que muchos judíos consideraron, al igual que casi todos los ciudadanos palestinos de Israel, un crimen de guerra, sirvió para echar más leña al fuego.

Un fenómeno interesante se ha puesto también de manifiesto estos últimos meses. Más que los palestinos de Cisjordania, han sido los ciudadanos palestinos de Israel quienes han mostrado su solidaridad con sus hermanos de Jerusalén Este. La rama del Movimiento Islámico en el norte, el ala más radical del Islam político en Israel, se muestra particularmente activa en al-Aqsa y sus alrededores, enviando ayuda financiera y voluntarios y sustituyendo en cierto modo a la Autoridad Palestina, a la que le resulta muy difícil actuar en Jerusalén Este, especialmente tras la construcción del muro de separación.

El hecho de que los palestinos de Jerusalén Este estén levantándose ha sido una sorpresa para muchos israelíes que tenían la impresión de que los palestinos en Jerusalén se sentían agradecidos por los beneficios que reciben del gobierno israelí y la libertad de movimiento de que disfrutan.

Pero parecen no haber entendido nada porque, paradójicamente, los jerosolimitanos del este sienten que soportan una ocupación más dura que sus compañeros palestinos en Cisjordania. La policía israelí les para cada día, sufren la inmensa la brecha que hay entre ellos y sus vecinos judíos y se sienten continuamente discriminados. Aunque más libres y con una situación económica algo mejor, los palestinos de Jerusalén Este pueden identificarse más fácilmente con esos sentimientos.

Esto puede explicar por qué la mayoría de los palestinos que viven en Israel perciben el asesinato en Kfar Kana como una extensión directa de los últimos sucesos violentos en Jerusalén Este. Y, por tanto, consideran que el asesinato de Hamdan ha sido «una ejecución», inspirada en las instrucciones de Aharonovitz de matar a cualquier implicado en ataques contra israelíes. El hecho de que, después de ser malherido, Hamdan fuera arrastrado hasta el coche policial «como un perro» sólo sirvió para intensificar esos sentimientos. Reflejarle como un mártir en los carteles, un shahid, asesinado por al-Aqsa, guarda una lógica con esta forma de ver las cosas.

En octubre de 2000, los asesinatos en al-Aqsa fueron el detonante para las manifestaciones promovidas por toda la población palestina de Israel, que acabó con 14 muertes y dañó durante años las relaciones judío-palestinas. Ahora, los vientos de la rebelión están de nuevo soplando fuerte desde Jerusalén hacia las ciudades y pueblos palestinos en Israel.

Kfar Kana es famosa por el milagro en el que Jesús convirtió el agua en vino. Ahora no se necesita ningún milagro, sólo una seria y rápida investigación del incidente para convencer a los ciudadanos palestinos de que su sangre no es una sangre barata, como tantos políticos árabes manifestaron ayer.

La policía prometió investigar el incidente, pero las primeras declaraciones de Benjamin Netanyahu, amenazando con privar de la ciudadanía a los ciudadanos palestinos de Israel que estén «pidiendo la destrucción de Israel» no son nada alentadoras. Tampoco lo es la del Ministro de Economía Naftali Bennett llamando «terrorista» a Hamdan. Hoy (domingo), el sector palestino ha declarado una huelga general. Los dirigentes políticos no quieren que se repitan los sucesos de octubre de 2000 pero la situación podría escaparse muy fácilmente de control.

Meron Rapoport es un periodista y escritor israelí, ganador del Premio Internacional Napoli de Periodismo por una investigación sobre el robo de olivos que sufren sus propietarios palestinos. Ha sido director del Departamento de Noticias de Haaretz y ahora es periodista independiente.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/jerusalem-hate-1433926167