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Despertar del sueño llamado revolución verde

Fuentes:

El más grandilocuente sueño del más fantasioso alquimista de las Edades Antiguas no incluía, ni por asomo, tal objetivo entre sus siempre deliradas piedras filosofales. Aquellos milagreros soñaban con convertir las piedras en oro, para poder con ello comprar cualquier cosa; nosotros no necesitamos oro, podemos hacer cualquier cosa aun sin él. Pongo un poco […]

El más grandilocuente sueño del más fantasioso alquimista de las Edades Antiguas no incluía, ni por asomo, tal objetivo entre sus siempre deliradas piedras filosofales. Aquellos milagreros soñaban con convertir las piedras en oro, para poder con ello comprar cualquier cosa; nosotros no necesitamos oro, podemos hacer cualquier cosa aun sin él.

Pongo un poco de nitrógeno, fósforo y potasio por aquí y otro tanto de oligoelementos por allá; conecto 300 vatios por metro cuadrado de luz azul 24 horas al día para el crecimiento de las madres y 600 vatios de banda espectral roja 11 horas para florecer los esquejes; escojo madres de primera generación y con unas pocas hormonas de enraizamiento tengo mil; le quito PH, le añado drenaje, pongo mantillo, fumigo los bichos. Planto palma y multiplico por cien, aunque con las habas ya me estaba bien. Si no hay agua para regar, la desalamos. Si no llueve echamos yoduro de plata, bajo las nubes una buena capa. Vamos que nos vamos. Si lo que falta es tierra, hidroponía sobre piedras: bombeo, filtro y monitoreo, no vaya a irse todo al pedo. Subo la temperatura y añado CO2, regulo la humedad y filtro el aire. Criamos algas en bolsas y gas de las bostas; clones, mutantes e híbridos sustituyen las semillas del abuelo que guardamos en un museo… enterradas en el hielo por los siglos de los siglos.

El Hombre clavó su azada en la tierra durante milenios mientras los alquimistas buscaban volver áureas las rocas y ambos, el labriego de pies en tierra y el mago de ideas por las nubes, se maravillaron ante aquel que cavando y cavando halló petróleo… olvidando todos sus antiguas pasiones y dando paso a las nuevas, hijas de la alta tecnología cuya eficiencia depende, siempre e indefectiblemente, de un manantial inagotable de petróleo y gas natural que permita surtir a la agricultura moderna de fertilizantes, herbicidas, insecticidas, maquinaria agrícola, transporte, refrigeración, irrigación, depuración de residuos y de un larguísimo etcétera que necesita de la existencia de una civilización ya de por sí altamente consumidora, nuevas pasiones cuya rentabilidad calórica, energética, depende de un petróleo que sea tan barato como el agua embotellada.

Como decía alguien, el petróleo es como un enorme montón de latas de atún en una isla diminuta a la que hayan llegado unos cuantos náufragos; mientras queden muchas latas toda esa gente se podrá alimentar y podrá crecer en un sitio donde mucha menos gente ni siquiera habría podido alimentarse; pero cuanto más crezcan y más se olviden de que las latas de atún se terminarán tarde o temprano y menos hayan pensado en autocontrolarse y en buscar sustento para después, más gente pasará hambre el día que se terminen las latas.

Téngase en cuenta que en el mundo cada día hay menos energía disponible per cápita ¡desde 1979! cuando la producción de petróleo mundial no fue capaz de seguir el ritmo del crecimiento demográfico. Y téngase en cuenta también que las previsiones oficiales son que a partir de ahora la producción de petróleo deje de crecer en términos absolutos a nivel global, para luego acabar decayendo

Por un lado, ni la energía solar, ni la eólica, ni la geotérmica, ni la mareomotriz, ni la nuclear, ni la hidráulica, ninguna de ellas podrá sustituir el petróleo y el gas natural, pues solamente producen electricidad, no productos químicos como nitrogenados, pesticidas o plásticos.

Por otro lado, en la Edad Media había 500 millones de habitantes en la Tierra, mientras que hoy día, mediada la revolución verde (negra petróleo, debería haberse llamado), hay 850 millones de habitantes en el planeta infraalimentados. No parece que sea un problema únicamente de reparto de recursos, pues para que se dé en otros lugares la sobreabundancia que se da en los países más ricos ¡no puede repartirse por definición lo de estos últimos! Es lo que tiene la sobreabundancia, que si la repartes deja de serlo y eso no gusta al que ya tiene. Y parece que encima se está primando últimamente la producción de más alimentos para las máquinas del mundo rico, a base de agrocarburantes.

Vayamos pues preparando la próxima evolución -que probablemente no revolución- agrícola, la que nos llegará obligados por el declive de los combustibles fósiles y el decrecimiento que ello impondrá. Los hechos no dejan de existir porque sean ignorados, decía Huxley.

Gabriel Tobar García
http://ninuclearniotras.blogspot.com