Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
No es sólo Netanyahu. Desde Basilea, el sionismo aplazó la definición de las fronteras del Estado judío
Las fuerzas de seguridad israelíes custodian a un colono judío que agita una bandera israelí. AFP
Tenían una apretada agenda de aniversarios el miércoles por la noche. Benjamin y Sara Netanyahu fueron trasladados a la ceremonia festiva en Gush Etzion en conmemoración de los 50 años de los asentamientos de Cisjordania al monte Herzl, en el norte de Jerusalén, y los 120 años del primer Congreso Sionista. El primer ministro tiene el privilegio de pasar por los controles de seguridad en un convoy que rápidamente evita el tráfico de la hora pico de la capital. Como resultado de la torpe planificación, la mayoría de los demás dignatarios tuvieron que elegir a qué conmemoración asistir.
Netanyahu no tiene solo una ventaja en el transporte por tierra. Es un hábil viajero del tiempo capaz de suprimir 70 años de historia sionista y separarla de aquel primer Congreso en la sala de conciertos del Stadt casino de Basilea, donde los judíos europeos seculares se reunieron para discutir un lejano Estado judío y de los jóvenes espartanos religiosos israelíes, «los hijos de Kfar Etzion», que tres meses después de la Guerra de los Seis Días regresaron a las ruinas del kibutz de sus padres, al sur de Jerusalén, que había sido destruido durante la Guerra de la Independencia 19 años antes.
El «acontecimiento nacional» en Gush Etzion marcó los titulares debido a la negativa pública de la presidenta de la Corte Suprema, Miriam Naor, a enviar a uno de sus jueces a la ceremonia, y porque los líderes del Partido Laborista no fueron formalmente invitados. El Gobierno fue acusado, con razón, de haber convertido un asunto «nacional» en un mitin político partidista y luego usarlo como prueba de lealtad para el poder judicial y la oposición.
¿Pero qué pasaría si hubiera actuado de manera diferente? Después de todo Kfar Etzion, el primero de los asentamientos de Cisjordania, fue restablecido con la bendición del primer ministro laborista Levi Eshkol, al igual que el puñado de asentamientos construidos allí, en la Franja de Gaza y en los Altos del Golán en la siguiente década hasta que el Likud llegó al poder en 1977. ¿En qué momento de los últimos 50 años un sionista ha trazado la línea y cree que Israel hizo un giro equivocado permitiendo y ayudando a los israelíes a vivir más allá de la Línea Verde?
Está bien que usted diga que cree en dos estados y vote en consecuencia por los partidos sionistas de centroizquierda, pero al hacerlo debe aceptar que en ningún momento de los últimos 120 años de historia sionista hubo algún esfuerzo para desviar el rumbo. Si no puede decir dónde ocurrió eso y quién hizo la llamada equivocada, entonces ¿qué gana acusando a Netanyahu de distorsionar el sionismo cuando insiste en que cada judío que vive hoy en Cisjordania está ahí por derecho y nunca se verá obligado a moverse en el futuro?
Pero no hay una respuesta clara. El 27 de septiembre de 1967, cuando los jóvenes colonos de Kfar Etzion regresaron a la tierra de sus padres, hubo una ceremonia oficial en la que el principal asesor de Eshkol, Raanan Weitz, dijo «no hemos desposeído a nadie estableciéndonos aquí». Se estaban diciendo a sí mismos que retornar a Kfar Etzion fue sólo un pequeño acto de justicia histórica, no un asentamiento en el corazón de la Ribera Occidental. Más tarde esa noche, cuando la comunidad renacida celebró su propia fiesta privada, los nuevos kibutzniks, muchos de ellos egresados de un sistema de educación religiosa más nacionalista, tenían claro que esto era sólo el comienzo. Pero a medida que el nuevo movimiento empezaba a apostar nuevas colonias, muchos de los ideólogos nostálgicos del movimiento obrero los veían como sospechosos, como nuevas versiones de sus propios jóvenes miembros. Mientras otros, los pragmáticos más claros como Moshe Dayan y más tarde Yitzhak Rabin predijeron el problema por venir.
El dilema de qué hacer con los territorios ocupados y sus habitantes árabes puede haber comenzado después de la Guerra de los Seis Días, pero fue el producto de un punto ciego mucho más amplio que se remonta a los primeros días de Herzl. Su visión romántica de una república judía centroeuropea en el Medio Oriente incluía a rabinos domésticos ocupando su lugar en sus sinagogas, oficiales cívicos que permanecían en sus cuarteles,y jóvenes hombres cultos jugando al fútbol y al cricket. No incluía un plan para las relaciones con los vecinos no judíos. Incluso el mucho más pragmático David Ben-Gurion, que tomó la decisión histórica en 1947 de aceptar el plan de partición propuesto por las Naciones Unidas, dos años más tarde, después de que la Guerra de Independencia hubiera sido combatida y ganada, evitó discutir las fronteras permanentes en las negociaciones de alto el fuego.
El próximo domingo los israelíes conmemorarán otro aniversario, miles de ellos se reunirán en los cementerios militares para conmemorar 44 años desde la guerra de Yom Kippur. Esa guerra se llevó 2.688 vidas israelíes para retornar a casa el simple mensaje de que Israel no podía retener indefinidamente la península del Sinaí y que lo que tendría que hacer el sionista sería retirarse como parte de un acuerdo de paz con Egipto. Pero a 120 años desde que Herzl convocó su congreso en Basilea, la cuestión espinosa de cómo los judíos pueden compartir su patria con otra nación que vive en ella sigue sin resolverse. Hasta que finalmente lo abordemos, los políticos oportunistas y populistas seguirán utilizando la ambigüedad y la división en el discurso.
Fuente: https://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.814889
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