Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
En su cada vez mayor actividad para consolidar el control de la tradicionalmente árabe Jerusalén este, Israel ha actuado esta semana para suprimir las actividades culturales palestinas en la ciudad, declarada capital árabe de la cultura para 2009.
El 19 de marzo policía paramilitar fuertemente armada dispersó violentamente una reunión en el Hotel Ambassador en Jerusalén este, confiscó carteles, panfletos, pancartas y ordenadores.
La policía israelí también hizo redadas en escuelas, clubes sociales y centro comunitarios para frustrar las actividades que celebraban la cultura árabe en la ciudad ocupada, considerada por Israel «capital unida e indivisible».
Varios organizadores, incluido el legislador de Jerusalén este Hatem Abdel-Qader, fueron detenidos acusados de «alterar el orden».
Las fuerzas de seguridad israelíes acordonaron Jerusalén este desplegando soldados en todas las entradas de la ciudad. Hicieron darse la vuelta a los visitantes, incluyendo varias delegaciones de Estados del Golfo Arábigo, incluyendo Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.
La Autoridad Palestina (AP), principal organizadora de las celebraciones, frustrada por las draconianas medidas israelíes, decidió trasladar el evento principal a Belén, a unos pocos kilómetros al sur de Jerusalén. Cientos de altos cargos de la AP, dignatarios extranjeros, dirigentes religiosos y diplomáticos llegaron el 21 de marzo para escuchar un discurso del presidente de la AP, Mahmoud Abbas. Éste reiteró su compromiso de establecer un Estado palestino viable, con Jerusalén como su capital, en toda la tierra palestina ocupada por Israel en 1967. «Seguiremos rechazando la política israelí de judaizar Al-Quds Al-Sharif [nombre árabe de Jerusalén]. Y no mantendremos conversaciones de paz con ningún gobierno israelí que rechace la solución de los dos Estados», afirmó Abbas, en alusión al nuevo primer ministro Benyamin Netanyahu.
El dirigente palestino, que recitó unos versos de El Corán referentes al estatuto de Jerusalén en el islam, señaló que Jerusalén era la clave para la paz en la región y en el mundo y afirmó que la paz no prevalecerá a menos y hasta que la ocupación israelí acabe completamente.
Dirigiéndose al mundo árabo-musulmán, Abbas afirmó: «Urgimos a nuestros hermanos árabes y musulmanes a que acudan a rescatar y proteger Jerusalén del acto de expoliación a que está siendo sometida la ciudad … Jerusalén está siendo judaizada por la fuerza, su identidad árabe está siendo completamente destruida, se está falsificando su historia, se está oprimiendo y atormentando a su gente. Se están demoliendo sus casas. Jerusalén es el principio y el fin, es la dirección última de la paz. Jerusalén es la capital de Palestina».
Dirigiéndose a Israel, Abbas afirmó: «No se puede hacer la paz por medio de la construcción y expansion de asentamientos, la fuerza bruta y la insolencia militar. Lo que ha ocurrido recientemente en Gaza refleja el modo de pensar israelí y con este modo de pensar, está claro que no puede haber paz».
Las desesperadas aunque desafiantes palabras de Abbas personificaron la situación existen en todos los territorios ocupados palestinos, pero especialmente en Jerusalén, donde Israel está planificando destruir cientos de casas palestinas.
Altos cargos de la AP han descrito la planificada destrucción del barrio de Silwan en el corazón de la ciudad como una «decapitación demográfica». «Se están permitiendo una limpieza étnica a plena luz del día. Están echando a los palestinos de sus casas. Están tratando de decapitar la existencia árabe en Jerusalén este, paso a paso, casa a casa, barrio a barrio, mientras siguen mintiendo acerca de su deseo de paz», afirmó Rafiq Al-Husseini, un alto asesor de Abbas.
Al preguntarle Al-Ahram Weekly qué estaba haciendo la AP para impedir que Israel lleve a cabo la total destrucción del barrio de Silwan [el objetivo es construir un parque y una zona recreativa para colonos judíos en los alrededores], Al-Husseini afirmó que la AP trataría de movilizar a la comunidad internacional para detener los crímenes israelíes.
Durante su reciente visita a los territorios ocupados la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton describió las planificadas demoliciones como «algo que no sirve de ayuda» e «incompatibles con los compromisos israelíes según la hoja de ruta».
A los altos cargos israelíes no les impresionaron las advertencias de Clinton. El alcalde judío de Jerusalén, Nir Barkat, describió sus palabras como «mucho aire» y afirmó que había sido engañada por los palestinos.
Barkat, que pertenece a la extrema-derecha, prometió destruir las casas árabes en masa y afirmó que «lo que nosotros hacemos en nuestra capital no es en absoluto de la incumbencia de Estados Unidos».
Los esfuerzos israelíes por destruir completamente la identidad árabo-islámico-cristiana de Jerusalén empezaron inmediatamente después de 1967. Cuatro días después de capturar la ciudad los bulldozers del ejército israelí arrasaron los barrios de Maghariba y Sharaf. Los vecinos palestinos de ambos barrios fueron expulsados a punta de pistola. Dos mezquitas, dos escuelas religiosas o Zawiyas y 135 casas fueron destruidas.
Varios meses después Israel confiscó [el barrio de] Harat Al-Maghariba* para «uso público» y construyó una gran plaza enfrente de la Puerta de Buraq – de las Lamentaciones u Occidental. El centro de Al-Maghariba y el adyacente, el más pequeño [barrio de] Harat Al-Sharaf eran ambos propiedades islámicas Waqf (legado religioso) que databan de la época de Salaheddin Al-Ayoubi (Saladino).
Según fuentes palestinas, Israel ha demolido al menos 700 casas sólo en la ciudad vieja y ha obligado a muchos de sus residentes a buscar refugio fuera de los límites de la ciudad, esto es, en Cisjordania.
Desde 1967 Israel ha confiscado el 34% de Jerusalén este «en beneficio público» y recalificado de zona verde el 44% de la ocupada ciudad árabe. El 9% de la ciudad se confiscó para construir asentamientos y se dejó a los palestinos sólo el 13% de la zona árabe original edificada.
Además de ello, Israel ha adoptado varias medidas agresivas que tienen el objetivo de obligar a los habitantes árabes de la ciudad a abandonarla. Estas medidas incluyen imponer impuestos excesivos a los inmuebles, viviendas incluidas, negar servicios municipales vitales a los árabes de Jerusalén para obligarlos a trasladarse y negar los derechos de residencia a 20.000 árabes que viven en la ciudad. Las autoridades israelíes han seguido denegando a los árabes los permisos de construcción, lo que ha disparado una crisis de vivienda en la Ciudad Vieja y los barrios árabes que la rodean.
La sistemática destrucción por parte de las autoridades municipales israelíes de casas «construidas ilegalmente» ha llevado a miles de jerusalemitas al borde de la desesperación.
Adnan Al-Husseini, el simbólico gobernador palestino de Jerusalén, describió las medidas israelíes en Jerusalén como «una guerra demográfica con todas las de la ley». «El objetivo israelí es muy claro: obligar a la mayor cantidad posible de palestinos a abandonar la ciudad y a vender sus propiedades a los intereses judíos».
Al-Husseini afirmó que Israel estaba siguiendo diferentes tácticas para lograr esta estrategia, incluyendo presiones económicas y psicológicas, impuesto altos, coacción y acoso físicos, e incentivos económicos para obligar a los palestinos a vender sus propiedades. A pesar de los esfuerzos israelíes por disminuir el crecimiento demográfico árabe, los jerusalemitas árabes se aferran a su ciudad.
La población palestina de Jerusalén ha crecido enormemente desde el inicio de la ocupación en 1967. Hoy se calcula que la población total de Jerusalén (este y oeste) es de 720.000 habitantes, incluyendo 475.000 judíos (66%) y 245.000 árabes (34%).
De la población judía de la ciudad, 260.000 (el 54.7%) personas viven en 34 colonias establecidas dentro y alrededor de Jerusalén este desde 1967, entre ellos los asentamientos de Maali Adomim, Pisgat Zeev, Har Homa y Gush Itzion. Los expertos demográficos predicen que para 2020 la población palestina será el 40% de la población total de la ciudad. Para impedir esta posibilidad Israel ha estado haciendo esfuerzos frenéticos para confiscar más tierra árabe con el objetivo de construir más viviendas para los colonos. Según fuentes israelíes, desde la conferencia de Annapolis en 2007 ha habido licitaciones para construir más de 25.000 viviendas para colonos.
A principios de este mes el grupo israelí Peace Now reveló que el gobierno israelí estaba planificando construir más de 73.000 en la ocupada Cisjordania, la mayoría de ellas en asentamientos existentes al rededor de Jerusalén. Este grupo, que hace un seguimiento de la expansión de los asentamientos en Cisjordania, afirma que los nuevos planes llevarían a duplicar la población de colonos israelíes y sabotearía toda posibilidad de crear un Estado palestino contiguo y viable.
Entre los más peligrosos y explosivos de los esfuerzos israelíes para judaizar Jerusalén este son las actuales excavaciones bajo la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar santo del islam. Según altos cargos del Waqf, las excavaciones bajo la mezquita de Al-Aqsa están minando gravemente los cimientos de este santuario islámico y de la cercana Cúpula de la Roca.
El jeque Mohamed Hussein, presidente del Consejo Supremo Musulmán, advirtió que sólo era cuestión de tiempo que sucediera un «desastre importante» a consecuencia de las excavaciones israelíes cerca de la explanada de Haram Al-Sharif (mezquita de Al-Aqsa). Acusó a las autoridades israelíes de construir túneles subterráneos bajo los santos lugares islámicos sin la menor consideración por la seguridad de estos. «Puedo afirmar sin la menor exageración que la mezquita de Al-Aqsa corre peligro de derrumbarse a consecuencia de estas excavaciones».
El dirigente islámico palestino Raed Salah fue incluso más dramático al expresar su preocupación: «La mezquita de Al-Aqsa se enfrenta a un peligro urgente. Un terremoto medio podría hacer que se derrumbara la mezquita».
El lunes 23 de marzo la policía detuvo a Salah acusado de «alterar el orden» y de «actuar contra Israel».
En los últimos años las autoridades de seguridad israelíes han permitido a judíos extremistas entrar en la explanada de Haram y llevar a cabo rezos judíos y otros rituales.
En 1967 el rabino jefe del ejército israelí, el general Shlomo Goren, trató de convencer a un mando de las fuerzas conquistadoras, Uzi Narkis, de que volara la mezquita «de una vez por todas». El propio Narkis lo contó poco antes de morir en 1997 y fue citado por Avi Shlaim, aun historiador israelí, en su libro The Iron Wall: Israel and the Arab World : «Había una atmósfera de euforia espiritual. Los paracaidistas se arremolinaban alrededor . Narkis se había parado un momento sumido en sus propios y profundos pensamientos cuando se le acercó Goren y le dijo; ‘Uzi, este es el momento de poner cien kilos de explosivos en la Mezquita de Omar y ¡listo!, nos libramos de ella de una vez por todas’. Narkis dijo: ‘Rabbi, calla’. Entonces Goren le dijo: ‘Uzi, en virtud de esta acción entrarás en los libros de historia’. Narkis replicó: ‘Ya he escrito mi nombre en las páginas de la historia de Jerusalén’. Goren se marchó sin decir una sola palabra más».
Dos semanas después el ejercito de ocupación israelí confiscaba la llave de una de las puertas de la mezquita de Al-Aqsa (la Puerta Marroquí).
A lo largo de los años se ha informado de muchos intentos por parte de judíos extremistas de destruir este santuario islámico.
* N. de la t.: Harat Al-Maghariba es el llamado barrio marroquí de Jerusalén, de 800 años de antigüedad y situado justo al sudoeste de la mezquita de al-Aqsa dentro de los muros de la ciudad vieja y de su extensión fuera de ella. Véase «Jerusalén: un plan maestro de desplazamientos», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=80647 en el que se explica detalladamente este proceso de «judaización» de Jerusalén.
Enlace con el original: weekly.ahram.org.eg/2009/940/focus.htm