Traducción del inglés para Rebelión de Loles Oliván Hijós.
Desde que Israel firmó este verano los llamados acuerdos de paz con Emiratos Árabes Unidos y Bahrein hay alianzas que han empezado a cambiar. Publicitados desde Estados Unidos –mediador en estos acuerdos– como faros de paz, los Acuerdos de Abraham ignoran a un importante actor en la ecuación de la paz en Oriente Próximo: Palestina. Para entender las implicaciones de estas alianzas para Palestina y las motivaciones geopolíticas que se derivan hemos planteado tres preguntas al investigador palestino Alaa Tartir.
– Bajo los auspicios de Estados Unidos, Israel, Bahrein y Emiratos Árabes Unidos firmaron los Acuerdos de Abraham el 15 de septiembre por los que normalizaban sus relaciones. ¿Qué significa esta normalización en un contexto en el que ninguno de estos países están enfrentados en guerra?
– Los llamados Acuerdos de Abraham no son ni acuerdos de paz ni avances históricos, como afirman muchos observadores. Son más bien un ejemplo de la distorsión del significado mismo de la paz. En el mejor de los casos son, por un lado, un conjunto de acuerdos económicos y diplomáticos entre varios actores regionales para responder a un interés mutuo. Por otro, son la expresión de la formación de una alianza para hacer frente a lo que perciben como una amenaza común.
Por lo tanto, son acuerdos limitados e interesados concebidos para obtener beneficios de provecho mutuo y para hacer frente a una percibida amenaza común. Se han formulado desde un enfoque elitista –de arriba abajo– destinado a servir a la clase dirigente y a los “líderes con problemas” de los países interesados. La aparición de estos Acuerdos no responde ni a las aspiraciones populares de la gente –que es la verdadera garante de una paz duradera– ni a un enfoque gradual –de abajo arriba– que tenga por objeto crear una verdadera paz. Sería absolutamente ilusorio, engañoso, peligroso e irresponsable pensar en los denominados Acuerdos de Abraham como una forma de “paz” significativa o siquiera como fórmula para una estabilidad o seguridad genuinas.
Así que, examinado desde este contexto, la normalización de relaciones entre Israel y otros países árabes como Bahrein y EAU, significa operar “en negocios conjuntos sin tener que ser discretos y sin ruborizarse”. Políticamente, implica cambiar la diplomacia “entre bambalinas” por “diplomacia al descubierto”. Económicamente implica capitalizar los acuerdos ya existentes en materia de seguridad y cooperación en inteligencia para garantizar que prosperen los acuerdos económicos impulsados por razones de seguridad –y sus complejos industriales– entre los signatarios. Socialmente, y en particular en la era post-Covid19, seremos testigos de cómo algunos individuos influyentes en las redes sociales, celebridades y posiblemente actores religiosos, disfrutan de los aderezos banales de la “construcción de la paz” con el fin de influir en las percepciones de la opinión pública, complacer a las elites dirigentes y beneficiarse financieramente de esta nueva “industria de la paz” emergente. Estas consecuencias multidimensionales son algunas de las repercusiones de la estrategia miope que podríamos ver en el futuro próximo. Sin embargo, estas manifestaciones dependen de que las administraciones actuales y sus políticas se mantengan en el gobierno. Una prueba de la fuerza o la fragilidad de estos “acuerdos de normalización” se producirá el día después de que Trump y Netanyahu dejen sus cargos políticos.
Además, es esencial no olvidar que estos “acuerdos de normalización” violan el “consenso árabe” sobre la causa palestina y declaran, de hecho, el fin de la tan cacareada Iniciativa Árabe de Paz (IAP) promovida por los saudíes tal como la conocemos (es muy posible que se produzca en el futuro una versión modificada de la IAP). Por lo tanto, los acuerdos han fragmentado aún más el “bloque árabe”, lo que siempre ha sido un objetivo israelí-estadounidense ahora alcanzado potencialmente. En consecuencia, estos “acuerdos de normalización” permiten a la dirección política palestina comprobar fehacientemente de quiénes pueden depender.
Que la Liga Árabe no se enfrentara a Bahrein ni a Emiratos Árabes Unidos por su violación del “consenso árabe”, y el fracaso en el cumplimiento de su misión política esencial, da testimonio a los dirigentes palestinos de que si no son ellos quienes garantizan la dignidad, la independencia y la autodeterminación en sus acciones políticas, nadie lo hará.
– Desde el acuerdo parece que Israel ha dejado de lado sus planes de anexión de Cisjordania. ¿Cuáles son las implicaciones reales de estas alianzas para Israel-Palestina?
– Es un mito pensar que los denominados Acuerdos de Abraham hayan detenido el plan de anexión israelí de los territorios palestinos de Cisjordania, ni siquiera que se hayan vinculado a dicho plan. El primer Ministro israelí y el Embajador de Estados Unidos en Israel dejaron muy claro que el plan de anexión de Israel sigue vigente. El 14 de septiembre el gobierno israelí aprobó la construcción de mil nuevas unidades en asentamientos y colonias que son ilegales según el derecho internacional. La anexión israelí de territorios palestinos ha sido un proceso continuo desde que se estableció Israel en 1948 y, por lo tanto, esta dimensión de la anexión no debe considerarse como “algo novedoso”; se trata de un proyecto colonial de asentamiento que está incrustado en el ADN de Israel. El hecho de que incluso lo estemos discutiendo ilustra nuestro fracaso colectivo a nivel internacional para abordar las causas fundamentales del “conflicto” palestino-israelí. En todo caso, el plan de anexión israelí tal como se está desarrollando actualmente está directamente vinculado a la dinámica política inter-israelí, y constituye una flagrante violación del derecho internacional e incluso una violación de los obsoletos Acuerdos de Oslo de 1993.
La alianza entre Israel, Bahrein y Emiratos Árabes Unidos respaldada por Estados Unidos, ofrece a los dirigentes israelíes y a sus colonos de Cisjordania ocupada una fuente adicional de poder y fuerza. A su vez, eso se traduce en formas de violencia física y no física más coercitivas. No es de extrañar que en los dos últimos meses hayan aumentado la violencia israelí y el terrorismo de los colonos contra el pueblo palestino. Estas consecuencias inmediatas de la alianza entre Israel, Bahrein y Emiratos Árabes Unidos van acompañadas asimismo de efectos a más largo plazo que dependerán de cómo los instrumentalicen los diferentes actores en la esfera local, regional e internacional, y también de si darán lugar a nuevos “acuerdos de normalización” adicionales. El papel implícito y explícito de Arabia Saudí es el más decisivo a este respecto. Pero mientras tanto, Israel cuenta con una carta bajo la manga gracias a la debilidad y al estar “a la venta” árabe. No escatimará en abusar de esa carta para crear nuevos hechos sobre el terreno que no harán sino consolidar la realidad de un solo Estado: el Estado, el sistema y las estructuras del apartheid.
– Palestina no ha formado parte del acuerdo, y el ministro de Relaciones Exteriores palestino, Riyad al Malki, anunció la decisión de renunciar a la presidencia del Consejo de la Liga Árabe en señal de protesta. ¿Cuáles son las perspectivas del pueblo palestino y de los dirigentes palestinos en estos cambios regionales?
– El desarrollo de los cambios y transformaciones regionales puede verse como un arma de doble filo en lo que respecta a los palestinos. Puede hacer que las sombrías perspectivas de futuro lo sean aún más, pero también puede ofrecer a los dirigentes palestinos otra oportunidad para cambiar el rumbo y comprometerse en un proceso serio de reforma del proyecto nacional palestino.
Reaccionar a la alianza entre Estados Unidos, Israel y Bahrein y Emiratos Árabes Unidos convocando una reunión de dirigentes para leer y narrar lemas y retóricas vacíos, o anunciando una unidad aparente entre Fatah y Hamas, o incluso convocando (una vez más) elecciones democráticas, no es el remedio para este importante reto de amenaza existencial. Esos enfoques están trillados y han fracasado en demasiadas ocasiones; es hora de ir más allá de estrategias tácticamente deficientes y con poca visión de futuro, y de superar el marco político obsoleto existente con el que están obsesionados los actuales dirigentes políticos palestinos. El pueblo palestino no espera más reuniones, declaraciones, comités y promesas de unidad; ni está satisfecho con las viejas tácticas, enfoques y estrategias fracasadas. Lo que el pueblo palestino está esperando y por lo que trabaja con empeño es por conseguir planes de acción audaces, operativos y tangibles que aborden adecuadamente la cuestión del “qué hacer”. Ciertamente, existen múltiples restricciones y obstáculos en el camino. Pero, ¿quién dijo que el camino hacia la libertad, la justicia, la igualdad, la autodeterminación y la paz duradera es un camino sin obstáculos?
Fuente: https://www.institutmontaigne.org/en/blog/discord-around-abraham-accords
* Alaa Tartir es investigador y coordinador académico del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo (IHEID) de Ginebra, y becario del Instituto de Investigaciones sobre la Paz de Oslo (PRIO). Asimismo es asesor de programas y políticas de Al Shabaka. Las publicaciones de Tartir pueden consultarse en www.alaatartir.com.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.