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Discursos y realidades: Presentar los problemas como soluciones

Fuentes: Rebelión

Y yo digo que no hay derecho a hablar de nada en España mientras haya españoles que se acuesten sin cenar.

Manuel Azaña 

Decadencia. 

La actual clase política española carece de brillo. Es más, parece que según pasa el tiempo la rutina del guión le va provocando  un paulatino empobrecimiento. Para demostrar que esta opinión no es producto de un pesimismo tradicional ni de una sistemática animadversión política, reconocemos que aquella otra que construyó la ingeniería de la Transición, como engendro cuasi original, sí demostró habilidad política, lo que, por otra parte, nada tiene que ver con la decencia. Pero, una vez concluido su ciclo vital, es evidente que sus herederos no están quedando a la altura requerida. Habrá quienes aplaudan sus torpezas, pero no es cierto que cuanto peor, mejor; después de todo, aunque ocupemos camarotes distintos, de primera, segunda y tercera clase, todos vamos en el mismo buque y enfilamos los mismos icebergs. Respecto a aquel pasado, también hay que admitir que contó con una gran colaboración internacional, como ya había sucedido en el 36 y en el 39. En definitiva, que no se puede negar que consiguieron brillantemente su objetivo: que todo cambiara sin cambiar. Talleyrand, que aconsejaba tratar a los amigos como a futuros enemigos, y a los enemigos como a futuros amigos, seguramente no habría menospreciado su labor. Él supo navegar por distintos océanos políticos sin llegar a ahogarse, y los dirigentes del anterior régimen (del nuestro, una monarquía sin rey), no hicieron algo menos meritorio. Primero lograron pasar de aliados de los alemanes (los entonces denostados nazis), a aliados de una parte de los vencedores de la IIGM. Décadas después pasaron de totalitarios a exégetas de los valores democráticos, incluso descalificando a diestra y a siniestra, porque además se arrogaron el título de centristas, (UCD, como variante primera) que por ahora es la panacea de Occidente. No obstante, justo es reconocerlo, hubo personajes singulares, como Adolfo Suarez, caído por ser remiso a entrar en la Otan.  

Fenecida esa clase, ha sido rápidamente olvidada incluso por sus beneficiarios, que los hay. ¿Acaso alguien se acuerda, o se quiere acordar, de Torcuato Fernández de Miranda, uno de los principales maquinadores de la operación cuya finalidad era la movilidad política y jurídica del régimen sin la correspondiente movilidad económica; de Areilza, sobre todo monárquico (Renovación Española), activo conspirador contra la República, contribuidor a la unificación de la FE y de las JONS, ministro de exteriores con Arias Navarro, secretario del Consejo Privado del Conde de Barcelona, muñidor privilegiado de relaciones con EE.UU, Gran Bretaña y Francia para un cambio con orden, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde 1966 y en definitiva pretendido y frustrado candidato a la presidencia del primer gobierno de la democracia; de Ruíz Jiménez, semilla de una abortada CDU a la española, aunque sin audaces Merkeles capaces de defender la soberanía de sus países? 

Incluso hay que reconocerle el mérito de ser precursora o renovadora de experimentos engañosos pero curiosos, como fueron unos sindicatos verticales donde decían se conciliaban sin conflicto (sin huelgas) los intereses de los trabajadores (llamados enlaces sindicales) y de los patronos (aparentemente resuelto el problema de la apropiación de la plusvalía a golpes de… decreto); o de un parlamento sin partidos (democracia orgánica), donde sus procuradores (uniformados con chaqueta blanca y camisa azul) provenían de los sindicatos verticales, de los municipios a dedo y de las familias, elegidos sus representantes mediante sistemas tan fraudulentos como los varios referendos convocados, cuya misión en todos los casos era ratificar todo lo que les presentaba autocráticamente el jefe del Estado.  

¿Han cambiado mucho las cosas? Para lo importante, no. Hoy es tan limitada la capacidad decisoria que basta con leer los concéntricos boletines de Washington o de Bruselas para saber qué dirán nuestros próceres. Incluso con un grado mayor de entusiasmo para ser los alumnos preferidos de la señorita.  

Todo esto, que ahora suena a simpleza, tenía sus complejos recovecos, con familias y proyectos encontrados, que necesitaron de hábiles juristas y de expertos técnicos para recomponer la apariencia sin cambiar la substancia de sus privilegios, que esa era y es la cuestión. Incluso había un sector, el bunker (José Antonio Girón entre otros), dispuesto a jugar con la idea de la dinamitación de la operación para negociar sus propios intereses. O esa fue una de las falacias con la que comenzó esta larga historia de chantajes después enfatizados como logros. Incluso tuvo supuestamente sus víctimas, como Herrero Tejedor, muerto en un extraño accidente entre coche y camión, secretario general del Movimiento, ministro, paradójicamente miembro de dos facciones encontradas: la falangista y la opusdeísta, y político cercano al Príncipe de España.  

Conseguido lo más complicado, es decir, el trasvase sin ruptura, no parece que los asesores de la institución que preside el nuevo sistema, hayan superado a sus antecesores en habilidad, sino más bien todo lo contrario. Los resultados respecto a Juan Carlos de Borbón parece no son discutibles (no cabe singularizar los errores), por mucho que se esfuercen en maquillarlos los palmeros de turno. No hay duda de que no supieron prever lo que luego sucedió, o aún peor, no se atrevieron a atajarlo. Y no se trata de pedir peras al olmo, sino de ser simplemente normales. Por ejemplo, tenemos a José Antonio Zorrilla, exembajador de España en Georgia, entre otros cargos, que es capaz de quitarse las anteojeras, y sin renunciar a un occidentalismo que él mismo proclama, ver las cosas con mirada propia. Si los trasvasadores del antiguo régimen se hubieran empecinado en una supervivencia imposible, seguramente hoy no gobernaría parte importante de sus herederos. 

Siguen los mismos discursos 

Pues bien, no parece que sean mejores las perspectivas para el actual monarca, ya lastradas por las acciones de su antecesor. Hace poco la Asociación de Política Exterior (Foreign Policy Associationen) le concedió una medalla por su papel en la política internacional, que sabrán ellos cuál ha sido. Sería ingenuo pensar que a tal asociación le preocupan los intereses del monarca, o los del propio país al cual representa. Viendo los galardonados (Clinton y Albright, entre otros, es decir, Yugoslavia e Irak, también entre otros), no hay duda de que esa asociación ha surgido para promover exclusivamente los intereses de la nación a la que representa, EE.UU., y que todo lo demás (incluidos reyes, naciones o principios) es adjetivo y utilitario. Pero esa es su función.  

¿Y por qué creemos que el monarca no está bien asesorado? Simplemente por el contenido de su discurso al recoger el premio; Según la generalidad de la prensa “el rey reivindicó en Nueva York los valores de la democracia, de los derechos humanos y del atlantismo -el vínculo entre Estados Unidos y Europa- como los mejores garantes de las libertades”. Es decir, un discurso poco original y excesivamente comprometido en asuntos que ni son así ni tenía que abordar. Si le condecoraban por sus 300 viajes por el mundo, mejor un discurso de concordia mundial que no asumiera nada de lo que inevitablemente ha de cambiar. Italia, por ejemplo, no le ha hecho feos a ser uno de los países puntales de la futura ruta de la seda. Trascribimos de uno de los muchos periódicos de gran tirada que en su día dieron la noticia: Italia se ha convertido en el primer país del G-7 en formar parte de la nueva Ruta de la Seda china, el ambicioso proyecto de infraestructuras que pretende conectar Europa, Oriente Medio y Asia. De esto, aquí, ni idea; ni en las derechas, ni en las supuestas izquierdas. ¿Esto le conviene a la institución? ¿Prevé el papel que ha de jugar el país en un futuro medio, cuando las tensiones actuales hayan sedimentado y aparezcan las verdaderas líneas de la realidad, y no las que presentan unos medios de comunicación que no podrán deshacerse de las hemerotecas?  

Se dirá que queda el suficiente tiempo para olvidar tácticas y estrategias. Pero no se trata de olvidar o no, sino de que las palabras denoten acciones que se orientan hacia el acierto, y no hacia callejones sin salida.  

Callejones sin salida.  

Parece que España vive encerrada en una cápsula intemporal ajena a los profundos cambios que se están produciendo en el mundo. El otro día, tratando sobre la ruptura del tratado de amistad entre España y Argelia, los tertulianos fijos de determinada (e importante) cadena de televisión se reían de la visita del presidente de Venezuela a Argelia. La risa recordaba a esa actitud inconsciente de quienes se creen superiores sin que se sepa muy bien por qué. Conectados los tertulianos con un experto en materia internacional, afirmó este que no había que menospreciar a Argelia; que esta tenía un ejército poderoso, fuertes apoyos internacionales, entre los que se encontraban Egipto, Israel y Rusia, y que podía cortar el gas a España sin enfrentarse a la UE gracias al ramal hacia Italia. Y que los beneficiarios de ese gas no lo comprometerían por apoyar a España. Todo esto aparte de que tiene contra nosotros múltiples recursos, como hacer la vista gorda respecto al problema de los inmigrantes sin documentación. El experto añadía que la postura de Argelia respecto al Sáhara era firme y coherente. Respecto a los beneficios que reportaría a España el cambio sobre el asunto Sáhara – Marruecos, afirmó que se ignoraba cuáles eran. La risueña presentadora cambió rápidamente de asunto. De momento, lo que ya está en el aire es el precio del gas argelino, pendiente de negociación, y que puede subir considerablemente. Por supuesto, si se ganan mil euros por hora de presentación, no hay motivos para no reír. Sobre Venezuela, ya sabemos, se le puede comprar petróleo.  

Si en vez de atender a esos medios de información jactanciosos, recurrimos a todo un mundo de información paralela y veraz, que existe, comprobaremos que el mundo no es tal como nos lo pintan, y que lamentablemente aquellos medios no representan ni los intereses del país, ni los de sus nacionales. Volvemos a recordar a José Antonio Zorrilla o a Pedro Baños, entre otros, que no comulgan con ruedas de molino cargadas de simplezas. E insistimos, ni son antiespañoles ni antioccidentales, sino analistas que saben que hay una baraja de opciones para España. 

Democracia, derechos humanos 

Volviendo al discurso del monarca, cuando reflexiona sobre la polarización que se vive actualmente en el mundo, que «pone en cuestión la democracia misma» nos preguntamos si esta preocupación se corresponde con las soluciones escogidas. Los discursos abstractos y etéreos no son suficientemente clarificadores. Mejor ir a lo concreto comparativamente. Cuando Biden afirma que la misión de su país en Afganistán nunca fue crear “una democracia unificada y centralizada”, sino evitar los ataques terroristas contra suelo estadounidense; añadiendo que “se supone que nuestra misión en Afganistán nunca fue construir una nación” es razonable preguntarse cuál es ese tipo de democracia que no se manifiesta concretamente en los lugares ocupados. Si los talibanes eran luchadores por la libertad, como los nazis de hoy ¿de qué libertad, de qué democracia se habla? ¿Hubo acaso otros países donde sí se luchó por la democracia y para construir una nación? ¿Acaso Yugoslavia, que pasó de ser un país unificado a seis enfrentados? ¿Quizás Libia, que ahora son tres caos colisionando? ¿Irak? ¿Somalia? 

¿Acaso se refiere a la Cumbre por la democracia, convocada por él en diciembre de 2021 para defender, según proclama la propia Cumbre, “la democracia y los derechos humanos en un momento de auge de gobiernos autócratas”? Si esta es la realidad, el mensaje del monarca adolece de tan poca claridad como la propia Cumbre. Baste con enumerar a algunos de los invitados y de los excluidos para ver que un proyecto con tanta incoherencia convocatoria no puede redundar en beneficio de ningún tipo de democracia ni de derecho humano verdadero. Entre los invitados estaban el Brasil de Bolsonaro, Irak, Israel, Filipinas. Entre los excluidos, Turquía, que pertenece a la Otan. Más paradójico resulta el caso de Hungría, ya que no puede participar en la Cumbre cuando es miembro de la UE y de la Otan, instituciones que dicen se inspiran en esos valores. Es decir, que se crean normas ad hoc, llenas de particularismos. Aquí, sí; aquí, no. Como decían los romanos: Ante la misma razón, el mismo derecho. ¿Cuál es la misma razón? ¿Sus alianzas moralizantes?  

Además ¿qué ocurre con ese derecho humano que nunca aparece de la mano de su hermano fundamental, los derechos sociales? Según el Laboratorio de las Desigualdades Mundiales, radicado en París, el 10% de la población acumula el 76% de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre de la población sólo posee el 2%. De lo que se deduce que al 40% le toca el 22%. (Oxfam, asegura que 82% del dinero que se generó en el mundo en 2017 fue al 1% más rico de la población global). En España, (según los más optimistas) la distribución es similar: el 10% posee el 81,8%; el 40% el 35,8%; el 50% el 6,7%. Y esa desproporción ¿no redunda en beneficio de los países occidentales? Si hablamos de la salud, derecho fundamentalísimo, cómo aceptar “un régimen de propiedad intelectual que dejó a miles de millones sin vacunas anti-COVID solo para que unas pocas compañías farmacéuticas pudieran obtener miles de millones en ganancias adicionales”, tal como afirma el nada políticamente sospechoso Joseph Stiglitz, consejero del presidente Clinton, primer vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial yPremio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. ¿No decía, por su parte, Adam Smith, el padre del laissez faire, que “no puede ser floreciente y feliz una sociedad si la mayor parte de sus miembros son pobres y vulnerables”? ¿No son estos problemas el meollo, la base de los conflictos mundiales a resolver, y si se pretende legitimidad, a plantear cundo se habla del mundo?  

Latinoamérica 

Todo esto enlaza con una parte fundamental del discurso, la relacionada con Latinoamérica. En él, el monarca resalta su importancia para España; el «gran potencial» que representa para el mundo este «estrecho vínculo» entre los dos mundos y la «legítima aspiración (latinoamericana) de desempeñar un papel más grande y constructivo». 

No obstante, la influencia de España es mínima, opacada por los EE.UU. y por su propia política (la de España). Y aún lo será menos si no se abordan los verdaderos problemas del continente. Porque, ¿cómo conciliar democracia, derechos humanos, Latinoamérica, atlantismo, con una realidad tan evidente que incluso provoca contradicciones en sus valedores? Decía Biden, en una rueda de prensa con motivo de su primer año en el gobierno: «Solíamos hablar cuando era un joven en la universidad del patio trasero de EE.UU, pero no es el patio trasero, creo que al sur de la frontera con México es el patio delantero de EE.UU. Somos gente igual». Es decir, que el patio trasero, el delantero, el despacho, el salón de estar, la cocina, todo es lo mismo. ¿Es este el verdadero sentido de la frase de Monroe: América para los americanos? ¿Sin los españoles? Por supuesto que no, ellos terminaron de echarnos de allí.  

A esto añadía que Washington no dicta lo que ocurre en otras partes del continente: «El problema que tenemos son las grandes dificultades para compensar los errores que cometimos en los últimos cuatro años, y llevará algún tiempo». Los errores en los cuatro últimos años se referían exclusivamente a los de Trump. El periodo que va desdeTruman a Obamano existe en la historia. Esa es la América que los medios de comunicación pedían volviera. Y volvió.

Regresando a España, esa relación con Latinoamérica ¿a través de qué instituciones se ha de desarrollar? ¿A través de la OEA?, ¿de la CELAC?, ¿bilateralmente?, ¿reforzando la tradicional política de los EE.UU.?  Si el medio para establecer lazos prósperos con ella es a través de la OEA el porvenir no parece muy prometedor. La OEA, tal como está planteada en el presente no es sino un organismo caduco con un futuro dudoso. Carece de la autonomía necesaria como para delinear políticas que sirvan a los intereses legítimos de Latinoamérica, es decir, a la democracia, a la libertad, a los derechos humanos, a la prosperidad económica, al disfrute de sus propias riquezas, a la soberanía. O gana Latinoamérica, o gana la OEA, pero imposible ambas a la vez. Baste recordar el golpe contra Evo Morales y la postura de la OEA. En esas fechas decía la prensa correcta que su secretario general, Luis Almagro, había celebrado la renuncia de Evo Morales y el papel de las Fuerzas Armadas en la salida del líder boliviano”. “En Bolivia hubo un golpe de Estado cuando Evo Morales cometió fraude electoral”. “El Ejército debe actuar conforme a su mandato. Nadie ha excedido el poder hasta ahora”. Por el contrario, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, responsabilizó a la OEA como principal promotora del golpe de Estado, y el grupo de investigaciones Center for Economic and Policy Research publicó un informe disputando las conclusiones de la OEA, sosteniendo que no hubo fraude. La Misión Técnica de Expertos Electorales de la Unión Europea publicó un informe llegando a conclusiones similares. 

No hablaremos de la Cumbre de las Américas porque fue posterior al discurso. Baste decir que dicha cumbre comenzó con la exclusión de tres países (Cuba, Nicaragua y Venezuela) por considerarlos no democráticos. Curiosamente se ha utilizado contra ellos todo tipo de acciones antidemocráticas, incluido el intento de magnicidio, para democratizarlos. En su convocatoria se han dado los mismos problemas que en la Cumbre por la democracia: el convocante incluía y excluía a gusto.  

¿A qué carta se quedará España? De momento parece que a la de continuar por una senda trillada que ignora los caminos que tomarán la desglobalización, la regionalización mundial y el auge de otros poderes.  Maquiavelo decía que todo acto inútil en política es enojoso. Parece que España vive ciega a los profundos cambios que se están produciendo en el mundo y que, en su ceguera, se empeña en encabezar ostensiblemente lo caduco.  

Volviendo a la idea inicial, a la del poco brillo de nuestros políticos, lo más preocupante es que viven como una clase exclusiva, con unas percepciones diarias que en la mayoría de los casos no se corresponden con los agobios diarios de sus representados. Por la vía del privilegio los han desconectado de su función, ser la consciencia, con ese, de sus connacionales. Seguramente les pasan informes realistas, pero, como decía Marx, un hombre no piensa lo mismo en un palacio que en el fondo de una gruta. Su realidad vital anulara la realidad documental que les presenten. Pero no es excusa: su profesión implica desvincularse de las impresiones falsas, de las trampas, de la desinformación. Es tal como si un médico sano fuera incapaz de concebir la enfermedad. En realidad sería otro enfermo necesitado de tratamiento. 

Alastair Crooke (El mundo ya no funciona como antes, también en este medio), recoge una frase de Tom Luongo muy oportuna: “en relación con “los confusos y desordenados eventos de estos días”… es increíble que haya tanta gente analizando la geopolítica, los mercados y la ideología, con una complacencia pasmosa. “Hay una sorprendente cantidad de sesgo de normalidad en esta “eruditocracia”. Hay demasiadas “cabezas frías’ que se niegan a entender la realidad. “Esto ocurrirá hasta que les dan un puñetazo en la boca”. 

Complacencia, sí. Hablar de democracia, libertad, derechos humanos, atlantismo, sin más, es ignorar que, como decía Azaña, no hay derecho a hablar de nada en España mientras haya españoles que se acuesten sin cenar. O lo que es peor, personas (niños) en el mundo sin comer diariamente. ¿Y qué es sin más? Pues simplemente la soberanía, el multilateralismo, el derecho internacional, la resolución de los conflictos mediante organismos realmente representativos, la economía real, el dinero con respaldado tangible, el combate de la deuda ilegítima, la exclusión de sanciones. Es decir, señalar aquellas palabras que ofrecidas como solución no son sino el punto del conflicto. De todo eso deberían hablar con cautela los buenos asesores. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.