Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Medio Oriente y el Norte de África (MENA) arden de ira. La cólera propagada -incluso si solo si solo la manifiesta una minoría- es claramente antiestadounidense. Las protestas de El Cairo han llegado a Saná en Yemen e incluso a Bangladesh. El gobierno del presidente Barack Obama está increíblemente perplejo. Habrá venganza. ¿Qué pasa realmente?
No importa si esa infame y burda película, contra el Islam y el Profeta Muhammad, hecha en California -financiada y producida en realidad por un cristiano copto egipcio y protestantes estadounidenses- fue solo un pretexto que condujo al asesinato del embajador de EE.UU. en Bengasi y a las protestas en El Cairo y más allá. Tratemos de identificar las consecuencias.
Ballet de milicias
El objetivo estratégico de los salafistas-yihadistas que mataron al embajador de EE.UU. en Bengasi fue torpedear la (ya tambaleante) alianza Obama-Hermandad Musulmana.
Imaginad si eso hubiera ocurrido en Siria, o a un diplomático estadounidense de visita en Irán, por ejemplo; la venganza del Pentágono ya estaría en marcha. Los consulados de EE.UU. nunca fueron atacados cuando el coronel Muamar Gadafi estaba en el poder en Libia; ocurrió bajo un régimen «rebelde de la OTAN» totalmente patrocinado por Washington.
Libia es ahora un infierno de milicias, desde grupos de vigilancia de vecindarios a mini-ejércitos. No se desarmarán. Se niegan a formar parte de las fuerzas de seguridad del gobierno porque su lógica es tribal. Luchan los unos contra los otros. Ningún débil gobierno central en Trípoli, infestada de coches bomba, podrá controlarlas.
Otra forma de decirlo es que Libia «liberada» es ahora un país de señores de la guerra. Hogar de vendettas en el desierto y de pogromos tribales contra otras tribus, incluso ciudades completas.
Los salafistas-yihadistas -con quienes Washington, Londres y París estuvieron desvergonzadamente asociados durante su campaña de bombardeo humanitario- están basados en Cirenaica, en Libia oriental. Algunos han llegado de Irak. Otros van y vienen de Siria, tratando de destruir otra república árabe secular.
Incluyen a la banda fuertemente armada que atacó el consulado de EE.UU., las autoproclamadas Brigadas Omar Abdul Rahman Encarcelado que aparecieron hace solo cuatro meses. Hace tres meses, cientos de salafistas-yihadistas equipados de AK-47 ocuparon Bengasi exigiendo la Sharia.
La policía (desintegrada) y el ejército de Libia «liberada» no pudieron enfrentarlos y reducirlos. A las tribus locales no les interesa. Los salafistas-yihadistas han estado atacando mezquitas y tumbas sufís; el Islam sufí es infinitamente más moderado -e intelectualmente avanzado- en comparación con el wahabismo medieval.
Los campos de entrenamiento están cerca de Derna, que tiene fama de ser una importante fuente de yihadistas al estilo de al Qaida, especialmente activos en Irak ocupado. Esto no significa que todos los salafistas-yihadistas estén afiliados a Al Qaida en el Magreb Islámico (AQIM); es un asunto mucho más local de Libia.
En todo caso, Derna ya debe de estar vigilado, milímetro por milímetro, por drones de Obama. Misiles Hellfire lloverán sobre Derna dentro de poco. Habrá daño colateral. Nadie derramará una lágrima.
A pesar de que los salafistas-yihadistas son una minoría en Libia, son una minoría altamente motivada, entrenada y armada. No caerán tranquilamente. Reaccionarán si el gobierno de Obama se decide a hacer ataques generalizados con drones y una fiesta de Hellfires; atacarán al débil gobierno central en Trípoli. La «somalización» amenaza.
Llegó la hora de los Hellfire
Egipto es una propuesta mucho más difícil, matizada, porque es el modelo del difícil romance entre Washington y la Hermandad Musulmana (HM), en la cual EE.UU. apuesta por los islamistas moderados como sustitutos de dictadores amigos del tipo de Hosni Mubarak. Un factor que complica las cosas es que el presidente egipcio Mohamed Mursi está en competencia directa con los salafistas locales que obtuvieron un 25% de los votos en las elecciones al Congreso. Por lo tanto la HM no los denunciará de un modo muy contundente, aunque los hermanos musulmanes son odiados por los salafistas.
No hay nada que el gobierno de Obama pueda hacer para presionar a Mursi. Ha sido extremadamente astuto, jugando a EE.UU., la Casa de Saud y Catar los unos contra los otros. Pase lo que pase, la breve luna de miel entre el gobierno de Obama y la HM está condenada a avinagrarse. El único protagonista regional que lo saboreará será Israel, que detestaba la luna de miel para empezar.
El gobierno de Obama se vio forzado a este callejón sin salida porque, disparatadamente hay que subrayar, ha estado jugando la carta sectaria, alineándose con la medieval Casa de Saud y la astuta mini superpotencia Catar, protector clave de la HM, pero también con todo tipo de salafi-yihadismo, especialmente en Siria. Esto para terminar por derrotar al autodenominado «eje de la resistencia -Irán-Siria-Hizbulá- cueste lo que cueste. Significa que se enfrentarán repetidos casos de efectos negativos en todo MENA y más allá.
¿Qué va a hacer Obama? El cósmicamente mediocre Mitt Romney lo acusó de debilidad frente a los «terroristas», pero Romney es un pigmeo en política exterior, cuya agenda inspirada por los neoconservadores se limita a tratar tanto a Rusia como a China como enemigos y a bombardear Irán. El Partido Republicano simplemente no tiene la menor idea de lo que sucede en MENA.
Lo que no quiere decir que Obama tenga mucho a qué atenerse. El antiguo confortable orden dirigido por los dictadores ha colapsado después de Túnez y Egipto. Washington está siendo expulsado de Irak. El propio Obama no puede posicionar a Egipto como un aliado o una amenaza. Lo que queda es atacar con drones -a alguien, a cualquiera- hasta la muerte. Enviar a los marines. Desplegar algunos barcos de guerra. Mostrar alguna fuerza militar. Y esperar lo mejor.
Lo último que Obama necesita ahora es refocilarse por su éxito en destruir al Qaida, o involucrarse en un complicado debate sobre la Primavera Árabe. Si, como muestra el estelar encuestador Nate Silver, tiene un 80% de probabilidad de ganar la reelección, todo lo que tiene que hacer es calcular todos y cada uno de sus movimientos para prevenir toda controversia seria. Después de noviembre, la cosa cambiará, EE.UU. podría incluso desarrollar una política sana, coherente, para MENA.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NI15Ak01.html
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