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Una reflexión sobre el conflicto catalán

Dos bandos, dos marcos y en medio la nada

Fuentes: El Salto

Ley y orden frente la búsqueda de más democracia. Los dos marcos que enfrentan al Gobierno español y al independentismo catalán.

Los medios de comunicación construyen los esquemas desde los que, tanto ellos como nosotros, interpretamos los asuntos que van copando la actualidad informativa. Estos esquemas se conocen como marcos y de ellos se ocupan los estudios de framing o enmarcado. Estos marcos no se construyen sobre la nada, sino sobre maneras de interpretar familiares y reconocibles por la población. Las personas somos «avaros cognitivos», según señalaban los teóricos Fiske y Taylor. Nos cuesta construir nuevos esquemas de interpretación y las élites, que lo saben, tienden a recuperar y alterar mínimamente aquellos marcos que les han cosechado apoyo social y consenso para sus proyectos. Mediante la selección de algunos acontecimientos, y el resalte de algunos de sus aspectos (sobre otros), se genera una narrativa familiar que reparte los roles entre cada uno de los agentes sociales que participan -por ejemplo, quienes son los héroes, villanos, ayudantes, u oponentes- y sugiere cómo resolver el conflicto planteado.

En el caso del conflicto territorial que sufre Cataluña respecto de España se pueden distinguir dos marcos, que coincidiendo con el esquema que el sociólogo Robert M. Entman propuso en 1993, provienen de las élites gobernantes de España y Cataluña respectivamente.

El marco que maneja la prensa española bascula sobre los conceptos de ley y orden. Podría relatarse del siguiente modo: la Generalitat se ha salido de la legalidad al convocar el referéndum del 1 de octubre y la Ley de Transitoriedad y, por tanto, al Estado de Derecho sólo le queda usar los mecanismos del Estado, como la Fiscalía o las Fuerzas de Seguridad, para imponer la ley y el orden. Este marco define al «otro», es decir al, independentista, como desobediente, irresponsable, rayando en la delincuencia, y/o «adoctrinado» e iluso, fuera de la realidad.

Por su parte, la Generalitat maneja un marco que sitúa sus acciones en una lucha por mayores cotas de democracia. Podría resumirse así: los pueblos tienen derecho a decidir y los gobernantes han de escuchar todo movimiento social pacífico y cívico. Este marco define al pueblo catalán como uno maduro, cívico, solidario, pacífico y profundamente democrático define al «otro», el gobierno español, como autoritario, corrupto y beligerante, rayando en el fascismo franquista y, a aquellos que le apoyan, como participantes de los mismos principios, o como aborregados, ignorantes, cómplices de la corrupción y con una cultura democrática más limitada.

Cada marco genera un bando que maneja fundamentalmente los conceptos indicados y rebate los del contrario. El «bando españolista» cuestiona el pacifismo y civismo del movimiento independentista catalán en imágenes como, por ejemplo, la del vehículo de la Guardia Civil vandalizado el 20 de septiembre de 2017 en Barcelona desde el marco de la ley y el orden. Por su parte, el bando independentista identifica al Gobierno español como autoritario y violento, por su negativa a dialogar y, sobre todo, a raíz de las cargas policiales del 1 de octubre, día del referéndum no pactado.

En un sistema comunicativo organizado tradicionalmente en torno a dos polos ideológicos e identitarios enfrentados, se pueden observar varias tendencias. Por una parte, cualquier ciudadano que, sin sentirse especialmente involucrado en uno u otro bando, critica alguna acción de alguno de los bandos es situado en el contrario. Así una crítica a las cargas policiales afianza las tesis independentistas más allá de la voluntad de quien enuncia la crítica. Y cualquiera que niegue la falta de espíritu democrático de algunas de las decisiones del Govern apoya tácitamente al gobierno. Esto hace que los que han adoptado uno u otro marco de forma predominante -en un entorno mediático muy crispado- puedan sentir cualquier matriz como un ataque a su «bando». Por otro lado, existe un espacio disperso y difícil de habitar, que se ha llamado de forma poco adecuada, el de los equidistantes, es decir, el de los que cuestionan la adecuación de ambos marcos en la interpretación de «lo que pasa» . Muchos de los «equidistantes», además, abogan por el diálogo para solucionar los conflictos, lo cual suele entenderse desde el marco independentista como diálogo instrumental respecto del conflicto territorial. Es decir, a menudo se les identifica como más próximos al independentismo. Además, existen algunos argumentos que desaparecen del espacio público porque no interesan a ninguna de las dos partes. El más llamativo es el hecho de que el independentismo catalán no tiene una mayoría de apoyo social suficiente para un proceso de independencia, lo cual rebate de raíz el marco de la democracia. ¿Por qué entonces el bando del gobierno no lo incorpora? En primer lugar porque los expertos en framing que trabajan como consultores para los gobiernos, en una lógica competitiva frente a otras alternativas políticas, aconsejan dedicar más esfuerzos a construir el marco propio que a rebatir el contrario. En la medida que un esquema interpretativo sea el más utilizado en los medios, tenderá a fijarse mayoritariamente en la mente de los ciudadanos. Por tanto, curiosamente rebatir que el «bando contrario» se adapte realmente a su marco puede terminar instaurando ese esquema como hegemónico.

Pero eso, por sí sólo, no justifica la enorme resistencia del Partido Popular hacia el marco de la democracia avanzada, más allá de identificar democracia como imperio de la ley y el orden. Para tratar de responder a esta cuestión hemos de acudir a la teoría que George Lakoff desarrolla en No pienses en un elefante sobre cómo en las dos culturas políticas que concebimos -la conservadora y la progresista- subyacen dos esquemas de interpretación de la familia.

MODELO DE LA FAMILIA DEL PADRE ESTRICTO

El mundo es peligroso. Siempre habrá ganadores y perdedores. Los niños nacen malos, porque el bien cuesta y ellos quieren hacer lo que les place. Hace falta un padre estricto que proteja y sostenga a la familia, y que enseñe a los niños la diferencia entre el bien y el mal. Mediante el castigo -incluso físico- se enseña al niño a obedecer. Gracias a esto se consigue disciplina y autosuficiencia.

La búsqueda del propio interés garantiza la prosperidad y, por tanto, la moralidad. Como promulgaba Adam Smith, si todos siguen su propio interés, la ‘mano invisible’ beneficia a todos. Los que ayudan ‘porque sí’, los redentores, interfieren y hacen que el sistema no funcione correctamente. Por tanto, los programas sociales son inmorales. Los buenos, los que han incorporado este sistema, deben tener el poder para tomar las decisiones. Si eres bueno, no puedes renunciar a tu autoridad moral. Negociar, preguntar a otros, es inmoral.

El relato del padre estricto permite entender que se mantenga el apoyo al gobierno a pesar de las cargas policiales: «Porque que ha tenido que tomar decisiones difíciles en un entorno complicado». Incluso la corrupción puede entenderse como necesaria para que el padre estricto y «los que saben», los que pueden, que se identifican también como los más morales según este esquema, sean los que organicen la sociedad. El relato, además, dice a los ciudadanos que ellos no deben preocuparse de las cuestiones políticas, sino confiar en que el padre estricto lo hará. De este modo, los que denuncian la corrupción o los que hablan de diálogo en el entorno catalán se les considera «redentores» en términos peyorativos. Solo son buenistas irresponsables que entorpecen las decisiones de los «padres estrictos» y deben ser apartados del camino inmisericordemente. Recordemos que, en este esquema, si es necesario, la fuerza ha de implementarse para que los «hijos» obedezcan e interioricen las reglas.

El marco de la ley y orden es un esquema reciclado muy familiar: es el que el Partido Popular empleaba en la lucha contra ETA. Podría sintetizarse así: la organización terrorista debía ser derrotada, como resultado de la fortaleza del Estado en términos policiales y judiciales, y, por ello, el diálogo y el acuerdo -incluso de desarme- no cabían. Recordemos las críticas que recibió Rodríguez Zapatero por la negociación que puso fin a la banda.

El mismo marco de ley y orden ha sido el usado en relación con las reivindicaciones sociales y de las mareas de educación, sanidad y vivienda. Apuntalar este modelo, ahora en relación con organizaciones muy cívicas, ha requerido actuaciones, maniobras interpretativas y cambios legales que no han sido bien acogidas en general por la opinión pública española. Por ejemplo varios dirigentes del PP han relacionados estos movimientos con ETA, desde la PAH o padres en huelga hasta el propio independentismo catalán, y han sido muy criticados por ello. Las manifestaciones de los colectivos han contado con la habitual concurrencia de las fuerzas antidisturbios agrediendo a manifestantes, de nuevo muy contestado en los medios y redes sociales. Por ello, la Ley Mordaza, ha permitido que manifestantes que ejercen sus derechos constitucionales a la reunión o la huelga sean sancionados administrativamente, mediante multas, sin ir a juicio o encausar por la publicación en redes de actuaciones desproporcionadas de fuerzas de seguridad del Estado. Al mismo tiempo, se ha cercenado la libertad de expresión mediante la persecución de la sátira, algunos tipos de música -y en algunos momentos- el ejercicio periodístico, de nuevo fortalece la lógica de Ley y Orden gobernada por un padre estricto.

Observar la cantidad de recursos dedicados a sostener y desarrollar este modelo de respuesta a los movimientos sociales cívicos y pacíficos permite deducir la importancia estratégica que este esquema de interpretación tiene para la forma de gobernar del partido que está en el gobierno: abandonarlo supondría dejar de disfrutar las ventajas el marco de padre estricto que tantas ventajas le provee. Sólo la identificación de Mariano Rajoy con esta figura paternal permite restar que su nombre aparezca en la contabilidad B de Bárcenas como receptor de fondos obtenidos de modo delictivo.

MODELO DE FAMILIA PROGRESISTA

Padre y madre son igualmente responsables. Los chicos son buenos, pero pueden mejorar. La crianza implica empatía, responsabilidad y protección (de crimen y drogas, de tabaco y accidentes de tráfico, de contaminación y aditivos tóxicos). Los padres tienen la responsabilidad de enseñar a ser feliz. Otros valores que se asocian a este modelo son: libertad, oportunidades y prosperidad, honestidad, comunicación bidireccional, comunidad (servicio, cooperación).

En este marco no hay un solo líder que tome las decisiones, sino que al menos deben ser consensuadas con un segundo actor, representado en la metáfora por la madre, que además se suele identificar con una figura más empática y conciliadora. Es el marco político que añora un Estado del bienestar en versión mejorada, en el que este despliegue un halo protector hacia sus ciudadanos, en forma de sanidad, educación y servicios Públicos -como «antes»- y dónde se conquisten mayores cotas de participación, cooperación y debate entre representantes y representados. Curiosamente, es fácil interpretar la desobediencia institucional del Govern como la de un hijo adolescente que desea afirmar su identidad frente a un padre autoritario.

Este modelo, que Lakoff reconoce que está menos desarrollado en términos de metáfora política resuena en el ideal que el proyecto independentista catalán sugiere en sus seguidores. Lakoff afirma que aquellos hechos que no son enmarcados son ignorados por los ciudadanos, y esto es lo que parece haber sucedido con algunos procesos parlamentarios instados por el Govern, con gran déficit democrático. Ejemplos de ello son la elección de un procedimiento parlamentario que negó la palabra a la oposición en la tramitación de la Ley del Referendum, o la propia naturaleza de la Declaración de Independencia Unilateral. Estos déficits permiten albergar serias dudas del lugar que el diálogo verdadero o la cooperación ocupan en el movimiento independentista catalán. Y de nuevo, ese marco que descansa en un ideal de democracia más social y avanzada se construye también sobre un marco anterior, generado esta vez por un sujeto distinto: el movimiento 15M. Democracia Real Ya y el 15M denunciaban la lejanía de los gobernantes con la voluntad de los ciudadanos, lo cual fue posible comprobar con las subsiguientes mareas sanitarias, educativas, de servicios públicos, que apenas consiguieron modificar el status quo y que, insistimos, fueron tratadas por el gobierno del PP mediante el marco de ley y orden, al igual que la independentista hoy.

En resumen, la apropiación -discutible- por parte del independentismo catalán del marco de la democracia, el diálogo y la empatía que se puede afianzar mediante la metáfora de la familia y su posterior rechazo desde el esquema de la ley y el orden ha generado que gane espacio el marco de ley y orden, mediante el cual la corrupción o los recortes quedan en segundo plano o, incluso, se disculpan por ser factores inalienables de ese mundo difícil y peligroso ante el que el padre estricto ha de hacer «lo que sea necesario» . También ha generado un ambiente de bandos en el que los argumentos que podrían ayudar a superar y reconducir el conflicto son silenciados. Desde esta perspectiva, da igual si los independentistas suman un 40% o 60% , lo importante es que están fuera de la ley. Y en «el bando Govern», como la cifra que aparece en los sondeos no suma siquiera un 50% también se esconde el argumento. Con esa cifra no puede mantener el marco de la democracia y, al mismo tiempo, el de la DUI. La suma de lo anterior ha permitido al Partido Popular que, por primera vez desde el 15M, el marco de la ley y el orden venza al de la democracia generado por el 15M, pero encarnado por el independentismo -de forma controvertida, cuanto menos-, y, además, promover un escenario polarizado que impide su propagación.

Por ello es fundamental emprender la tarea de desligar el marco de la democracia del escenario confrontacional catalán y reconstruirlo en el marco de la democracia española o universal, de diálogo abierto sobre todo, y de un avance consensuado y trasversal en los puntos en los que la mayoría de los españoles está de acuerdo. Y urge invertir esfuerzo, imaginación y talento artístico en desarrollar la metáfora de la familia solidaria y dialogante que soporte esta manera de entender la sociedad, y que promocione este marco en este sentido. De lo contrario, sufriremos el éxito y pujanza del marco de la ley y el orden sobre cualquier reivindicación social, así como sus daños colaterales: la corrupción sistémica y el autoritarismo, que suelen engendrar males incluso mayores.

María Lamuedra Graván es profesora de Teoría del Periodismo en la Universidad de Sevilla.

Fuente: http://www.elsaltodiario.com/independencia-de-catalunya/dos-bandos-dos-marcos-y-en-medio-la-nada-una-reflexion-sobre-el-conflicto-catalan