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Doscientos kilómetros de miseria

Fuentes: Tele Sur

«Nadie creía que el éxodo voluntario iba a adquirir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles, los aviones italianos y alemanes. Pronto el camino quedó cubierto de muerte”. (Norman Bethune).

El tiempo no ha ganado al silencio, ni al olvido. Los pocos sobrevivientes, sus hijos y nietos, se han encargado de estampar en la memoria, las imágenes de las “madres muertas, amamantado a sus hijos”, “aquella maldita carretera paralela al mar” bombardeada  y “el largo camino del sufrimiento y la necesidad”.

Fue un domingo de febrero de 1937, cuando se reveló el infierno conocido como “La Desbandá” y aún no existe entre los españoles, una narración única que resuma el genocidio de la carretera Málaga-Almería. 

Viva Palestina, Viva la República

Dicen que hasta 300.000 españoles, otros que la mitad, intentaron escapar a pie por un camino entre los altos picos de la Sierra Nevada y el mar, desde el municipio andaluz de Vélez-Málaga buscando Almería, a 219 kilómetros de distancia.

Cuando se cumplen 87 años de uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil española, “La Desbandá” ha sido reeditada -como cada año desde 2017- para honrar a los muertos y heridos de aquel trágico suceso, provocado por la entrada de tropas franquistas en el sur de la provincia malagueña. 

Justamente en la costa entre Málaga y Almería, nació en 2005 un movimiento memorialista y reivindicativo, con el objetivo de sacar de la tumba del olvido, la memoria de las víctimas de “la carretera de la muerte N-340”. Fueron mártires de la represión franquista, del que posiblemente, sea el capítulo más cruel de toda la guerra de España. 

Ante la inminente caída de Málaga en manos fascistas, miles de andaluces que se habían refugiado allí, iniciaron el camino hacia “zona republicana” que se encontraba en Almería; este acto fue conocido como la “huida” y más popularmente conocida como “la Desbandá”.

“Viva Palestina, Viva la República”, ha sido el grito de uno de los peregrinos hace solo unos días, coreado por otros. Porque es lógico identificar el genocidio del pueblo andaluz a manos del fascismo, con el que sufre el pueblo palestino por las tropas israelíes. A su paso, los caminantes han recibido el saludo y el ánimo de las personas en las diferentes localidades. 

Era aquella España en medio de una amarga Guerra Civil, entre los nacionalistas de derecha de Franco, y los republicanos de izquierda de la Segunda República. Málaga cayó en manos de los sublevados nacionalistas, los fascistas dirigidos por el militar traidor Francisco Franco, los fascistas italianos del CTV (Corpo Truppe Volontarie: cuerpo de tropas voluntarias) y la participación de soldados regulares de las tropas coloniales marroquíes; respaldados por la intervención extranjera de Mussolini y Hitler. 

La caída de la ciudad produjo uno de los mayores éxodos de civiles en la Guerra Civil, eclipsado por la posterior “masacre de la carretera Málaga-Almería”. El bando nacionalista justificaba los bombardeos, sosteniendo que quienes huian eran milicianos de los frentes derrotados. 

Pero hubo sobrevivientes civiles que hablaron alguna vez, niños que se hicieron hombres y mujeres para desmentirlos y los hijos de estos que marcharon cada año, enarbolando la histórica verdad.

Sofocado este “foco”, provocaron la retirada de los republicanos y la capitulación de Málaga en menos de una semana. Al dominar la Guerra Civil en 1939, Franco fue instaurado como el dictador que gobernaría España hasta su muerte en 1975.

La masacre silenciada

Cuando se habla de “memoria histórica” en España, se refieren al pasado traumático de la Guerra Civil y el franquismo. A las silenciadas víctimas, después de un largo período de mutismo impuesto por el régimen de Franco y al “pacto” durante la “transición” a la democracia. 

A partir del 2000, muchos españoles que se planteaban preguntas ante la historia de la Guerra Civil, comienzan un reclamo para el reconocimiento de sus víctimas.

De ‘las huías’ -al decir andaluz- no se habló. O quizá se hizo durante décadas, en un tono muy bajito. El miedo al estigma fue una consecuencia; no fuera a ser que el niño escuchara y alguien apuntara con el dedo: son rojos.

En España se estableció el silencio de los atacantes, de las víctimas y de los vencidos. Es la memoria histórica develada, la que trasciende una narrativa más allá de los marcos genealógicos y generacionales. 

“La Desbandá”, es hoy un episodio a conmemorar, porque en los libros sobre la Guerra Civil española, apenas había alusiones. Por ejemplo, cuentan que en un texto de historia de Málaga, de unas 400 páginas, dedicaron apenas página y media a la horrenda tragedia. Ante la insistencia de “los porfiados”, a partir del 2004 se han publicado sobre el tema, cuarenta libros, más de veinte documentales, y similar número de exposiciones gráficas. 

Por ejemplo, Ana Pomares cuenta en el libro “La guerra en mis ojos”. Reiteró que por “cuarenta años hemos estado callados. Mis hijos hace pocos años que se han enterado. En mi casa esto no se hablaba, porque cualquiera te podía denunciar. Hablaban mis padres entre ellos, y una lo escuchaba”. “¿Tú te puedes creer que un historiador, catedrático de Málaga [se refiere a Antonio Nadal], puede decir que esto es mentira? ¿Que los que fueron-a la “Desbandá”- eran milicianos, que se llevaron a sus mujeres y niños? Vino gente de los pueblos de Málaga y Cádiz. Mi padre era pescador y no tenía nada que ver con la guerra”. 

En el 2022, se celebró el Primer Congreso Internacional, organizado por la Asociación Sociocultural y Club Senderista la “Desbandá”. La explosión de conmemoraciones no ha quedado en el ámbito académico, porque hay imágenes históricas. Las fotografías recuperadas, hacen palidecer a otros episodios lamentables y son la constancia del sufrimiento de miles de desplazados.

Tampoco se sabe con certeza cuántas personas murieron, aunque se estima son entre 5.000 y 10.000 las víctimas, tras la metralla en vuelo rasante de la aviación italiana. Los bombardeos desde el mar, de los buques Cervera, Baleares y Canarias y todos los que perecieron a la orilla del camino, como consecuencia del hambre. 

Las principales imágenes de la “Desbandá”, corresponden al médico canadiense Norman Bethune (1899-1939) y de sus ayudantes Hazen Size y Thomas Worsley. Ellos eran parte del Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre, en los frentes de batalla durante la Guerra Civil española y auxiliaron a los que huían por la carretera.

Muchos recuerdan a este médico, del cual no sabían su nombre. Para la historia, además de su gesto humano y solidario, quedó “El crimen de la carretera Málaga-Almería, un relato hecho libro por Bethune.

Málaga y Guernica

Entre las incógnitas de este tiempo, hoy algunos se preguntan si el pintor Pablo Picasso, en vez de llamar Guernica a su icónica obra, le hubiera llamado Málaga, por la masacre del lugar donde nació. 

Analiza en un artículo, Pilar Gómez Rodríguez, cómo en este complejo momento, Picasso apenas pintaba y es Dora Maar, con quien él estaba relacionado, quien le presiona para que se una a los representantes del pabellón de España, en la Exposición Internacional de París. Ella le insistió sobre el encargo del gobierno de la Segunda República, para que pintara algo sobre la guerra en España. 

Mientras los hechos de Málaga -entre el 6 y el 8 de febrero de 1937- fueron callados, enterada la prensa británica y francesa, condenaron la destrucción de Guernica. El bombardeo a la población civil de la localidad vasca, el lunes 26 de abril de 1937, causó gran indignación. Inicialmente se estimó que hubo hasta trescientos muertos. Un reciente estudio de Xabier Irujo, de la Universidad de Nevada, aproxima la cifra de muertos a alrededor de dos mil. 

Sobre el tema aparecieron grandes titulares. “Asesinato en masa por aviones alemanes. Se hace fuego sobre el pueblo civil cuando buscaba refugio», describió el conservador diario británico Morning Post. Ante estos métodos de lucha, era necesario establecer una defensa antiaérea, sentenció el diario “antirojo” Daily Mail.

‘¡Guernica, Guernica, Guernica!’gritaron los trabajadores aquel primero de mayo de 1937, por las calles de París. Esa misma tarde, Picasso comenzó los primeros bocetos de la magistral obra, que le tomaría escasos días febriles para terminar. Ahora queda suponer, qué hubiera hecho el genio, de haber conocido lo sucedido en su región natal.

Pero el destino tiene su propio sarcasmo. Al ser inaugurada la Exposición Internacional de París -del 25 de mayo, al 25 de noviembre de 1937- el cuadro de Guernica, se expuso junto a una acuarela del español Francisco Carreño, con el título explícito: “Trágico éxodo de las masas malagueñas”. Este pintor de Tarragona, sufrió prisión después de la guerra, en la cárcel Modelo de Valencia. La Comisión depuradora lo inhabilitó como maestro. 

Lo acontecido a inicios de febrero de 1937, en la carretera de Málaga a Almería, fue tan callado ante el mundo, que apenas tuvo repercusión internacional. Sucedió todo lo contrario con el tratamiento informativo al bombardeo de Guernica, casi dos meses después -a finales de abril- por lo que apareció como la primera víctima masiva de la barbarie fascista.

Desde 1936 el médico canadiense Norman Bethune escribía en sus diarios. ¿Dónde están la clemencia y la conciencia de un mundo que enferma sin remedio?”. Gracias a este esfuerzo y a sus fotografías exclusivas, hemos recibido información gráfica de la trágica “Desbandá”.

El famoso cirujano pulmonar, abandonó su puesto y se unió a las Brigadas Internacionales, como voluntario sanitario. 

Norman Bethune, llegó el 10 de febrero a Almería y se dirigió con su ambulancia en dirección a Málaga, para socorrer a los refugiados. “Resolvimos regresar para dedicarnos a transportar a los más desvalidos… Descargamos el equipo y las existencias de sangre (…) Después abrimos las puertas traseras. Se podía ver la excitación en los rostros de los refugiados. Todos esperaban, pero sin saber si tendrían posibilidades. Una multitud de padres y madres se apretó alrededor del coche. Decidimos transportar a las familias que tuviesen más niños y a los niños sin padres, que eran incontables. Llevábamos a 30 ó 40 personas en cada viaje”.

Este excepcional testigo de “La Desbandá”, una de las masacres más cruentas de la Guerra Civil española, describe: “El camión se detuvo bruscamente contra un muro de refugiados y animales. Llenaron la  carretera entera. Mujeres gritaron, burros se encabritaban, muchas caras se apretaron  contra nosotros, y tan pronto como habíamos llegado a la cima de la colina, el muro de refugiados fue reformado para moverse alrededor del camión. Pero fue la escena de abajo, la que nos dejó sin palabras. La llanura se extendía en la distancia hasta donde alcanzaba  la vista, y a través de la llanura, donde debería haber estado el camino, se retorcían veinte millares de seres humanos, como una oruga gigante, sus muchos miembros levantando una nube de polvo, moviéndose lenta, pesadamente, extendiéndose desde más allá del  horizonte, a través del árido y llano país y hasta las estribaciones de la sierra».

Relató lo que vivió: «Doscientos kilómetros de miseria, […] esta marcha forzada, la más grande, la más terrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos. […] venían primero los más fuertes. Los que habrían podido transportar sus cosas en burros, mulas y caballos.  Los dejamos atrás, y a medida que íbamos avanzando el espectáculo se hacía más lastimoso. Miles de niños […] niños sin zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio. Había una mujer de sesenta años que no podía dar un paso más. La sangre de las úlceras de sus piernas hinchadas teñía de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos abandonaban toda esperanza y, tumbados en  la cuneta del camino, esperaban la muerte».

Era lo más parecido al infierno. Las tropas fascistas sabían que eran civiles indefensos, contra ellos tiraban bombas incendiarias desde los aviones y desde los enormes barcos que no cesaron de disparar. El cuaderno de bitácora de los buques recoge las acciones: “A las 12 horas dispararon los cañones de 12 cms. De estribor sobre grupos que huían de Málaga por la carretera”.

Desde julio de 1936 a febrero de 1937, se produjo la mayor parte de los casos de desaparición de personas en España. Otros fueron detenidos por grupos militares y paramilitares, mientras las familias intentaban localizarlos, para llevarles ropa y alimento, hasta los improvisados centros de reclusión. Hasta un día, en que se le comunicaba que el preso “ya no necesitaba comer”.

Se calcula que fueron fusiladas unas 20.000 personas, entre 1937 y 1940. Estiman más de 4.000 cadáveres enterrados en las fosas comunes del Cementerio de San Rafael, en Málaga. Tras las exhumaciones, considerada como unas de las mayores de Europa, donde se han rescatado 2.800 restos de los fusilados, y un significativo por ciento de mujeres y niños. 

Fernando Alcalde, Investigador de las fosas comunes de la masacre de la carretera Málaga-Almería, comentó: “Hay muchas incógnitas sobre este suceso, porque años después, no sabemos la dimensión real del crimen, no sabemos cuántas personas salieron realmente, no sabemos cuántas personas murieron, no sabemos dónde están las fosas donde fueron enterradas las víctimas, y no se rescató ni un solo resto de ellas. Ocho décadas después, no hay ningún interés por parte del gobierno, en descubrir la verdad sobre el suceso más cruel que tuvo lugar durante la guerra española en Andalucía».

Recordar el dolor no es un aprendizaje saludable, dicen unos. Para otros significa todo lo contrario; la convicción de luchar porque no se repita. Algunos jóvenes entienden el miedo de sus abuelos, al hambre y a la muerte. Ellos abandonaron sus bultos en el camino y la comida escaseó, arrasaron los campos de caña, porque al pasar por algunas localidades, se negaban a ayudarlos por temor a represalias posteriores. El pánico se había instalado en la conciencia colectiva. Los que llegaron a Almería, eran almas en pena.

El fascista Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, teniente general del arma de Caballería, dijo sobre la decisión de bombardear a la población civil: “A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarlos en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”

“Málaga aún no se ha recuperado de este crimen de guerra. Por eso hoy la Asociación por la Memoria Militar Democrática, ha registrado ante el Ministerio de Defensa una reclamación prejudicial, para que los restos de los tres almirantes salgan del Panteón de Marinos Ilustres”. Para quienes creen que “el pasado, ya fue”, esta información aparece en la página de “Tribunales” de la Cadena Ser, en el reciente mes de febrero del 2024.

Canciones al alba.

Si te dijera, amor mío,
Que temo a la madrugada,
No sé qué estrellas son estas
Que hieren como amenazas,
Ni sé qué sangra la luna
Al filo de su guadaña.

Una canción bañada en sangre, con exquisita delicadeza al decirlo es “Al Alba”. «Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga». Cuando habla del amor y la muerte, como si fuera un abrazo, el cantautor Luis Eduardo Aute (1943-2020), quedó consagrado como un símbolo en la memoria popular.

Después de la larga noche del franquismo, a la altura de 1975, habían pasado casi dos décadas del golpe de Estado que acabó con la Segunda República, cuando los fascistas lanzaron un mensaje, ante la incertidumbre que significaba la precaria salud del dictador. Haciendo gala de su carácter, con énfasis despiadado y represivo, aplicaron la pena de muerte a varios los condenados por “terrorismo” en Barcelona y Burgos. “Al Alba”, es la canción de la memoria, para los últimos ejecutados por el franquismo.

Fuente: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/doscientos-kilometros-miseria-20240313-0043.html