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Líbano

Duros enfrentamientos entre las milicias alauíes y suníes a causa de la guerra civil que se libra en Siria

Fuentes: Rebelión

La cosa esta que arde aquí en Trípoli, Líbano. Me encuentro en el campamento palestino de Al Badawi junto al médico Al Khatib, graduado en Cuba, quien me ha invitado para que retrate la desquiciada realidad que vienen soportando desde hace 65 años. La mayoría de los refugiados procede del norte de Palestina expulsados tras […]

La cosa esta que arde aquí en Trípoli, Líbano. Me encuentro en el campamento palestino de Al Badawi junto al médico Al Khatib, graduado en Cuba, quien me ha invitado para que retrate la desquiciada realidad que vienen soportando desde hace 65 años. La mayoría de los refugiados procede del norte de Palestina expulsados tras la primera guerra árabe-israelí. Así que ustedes ya se pueden imaginar la situación de emergencia y desamparo en que se encuentran.

Justo a unos cientos de metros se halla el barrio alauita de Jabel al Mohsen donde los enfrentamientos con los paramilitares sunitas del barrio Al Tabbaneh se han recrudecido en la última semana. El continuo traqueteo de las ametralladoras y el estallido de los morteros y obuses marcan la rutina diaria. El Ejército Libanés ha montado infinidad de retenes para intentar separar a los contrincantes, pero todo ha resultado inútil porque no hay nada que hacer contra los francotiradores que se han especializado en eliminar a sus enemigos con precisión matemática. A veces hay unas horas de tregua pero eso no quiere decir nada ya que en el momento menos pensado se reanuda la balacera. Los suníes también atacan a las tropas del Ejército Líbanés que patrullan en tanquetas las calles de Trípoli pues les acusan de plegarse a las órdenes de Hezbollah. Existe al menos una docena de grupos suníes como los salafistas radicales que no obedecen el mando unificado. Aunque todos ellos respetan la autoridad del jeque Shadi Jebara que es el único capaz de controlarlos. Las paredes de los edificios, igual que en la mayor parte del Líbano, se encuentran impactadas por el plomo y la metralla. Además los edificios situados en primera línea de fuego están completamente quemados y derruidos. Los soldados a gritos advierten a los transeúntes que deben abandonar el área del zoco pues no se hacen responsables de lo que pueda suceder. En esta diabólica ruleta desde el pasado domingo 15 personas han muerto y otras 100 han resultado heridas a causa de los duros combates.

El Líbano poco a poco se ha ido contagiado de la guerra civil que se libra en Siria. La última ofensiva en el enclave estratégico de Al Qusayr que contó con el apoyo de los milicianos de Hezbollah, ha exacerbado los ánimos de los suníes. Los alauíes, aunque son minoría, están muy bien organizados y cuentan con la ventaja de vivir en lo alto de una colina que domina toda la ciudad. En las calles los vecinos han puesto grandes fotos de Hafez Al Assad, su hijo Bachar y el jeque Nasrala colgadas de las farolas o los balcones.

Los palestinos del campo de Badawi permanecen atrincherados en su territorio ajenos a los combates aunque no hay que confiarse pues en cualquier momento, como ha sucedido en otras ocasiones, la circunstancia más nimia puede encender la mecha de la conflagración. Los libaneses achacan a los palestinos el ser la causa de todos sus males. Las continuas intervenciones militares de Israel son una prueba de ello. Aquí todo el mundo tiene armas escondidas en sus casas, ya sea debajo del colchón o la almohada sale un kalashnikov, sin que falten pistolas, granadas o machetes.

En el Líbano el gran negocio siempre ha sido la venta de armas y municiones. El país tiene la fama de albergar infinidad de contrabandistas y traficantes de armas que se han hecho multimillonarios abasteciendo los arsenales de los combatientes.

Estamos a unos cuarenta kilómetros de la frontera Siria y por tal motivo Trípoli es un enclave muy importante pues se ha convertido en la retaguardia de los milicianos del ESL (Ejército Sirio Libre). Los países del golfo y Arabia Saudita financian la Organización Islámica de Ayuda Internacional que administra un hospital para los heridos de guerra. El llamamamiento a la yihad estimula el reclutamiento de voluntarios que desean unirse a las filas de los insurrectos. Por todas partes se izan banderas negras con el juramento de la shahada que nos advierten del ineludible deber de solidarizarse con sus hermanos sirios.

Mientras paseo por el mercado en un recoveco veo una familia suní armada hasta los dientes. Todos sus hijos, muchos menores de edad, exhiben orgullosos sus ametralladoras y fusiles dispuestos también a entrar en combate. Al parecer este es un ritual iniciático que deben pasar los chicos para convertirse en mayores. En las calles del barrio ondean altivas las banderas del Ejército Sirio Libre con sus respectivas tres estrellas rojas. Las fotos de los mártires copan las fachadas de los cochambrosos edificios. En estos instantes el máximo peligro son los francotiradores y por eso lo mejor es cobijarse detras de los gruesos muros de la medina. Cerca de una antigua mezquita encuentro a dos niños, hijos de un mártir, según me contaron, que se entretienen estrangulando pajarillos. Este juego tan cruel me provoca náuseas y aún más cuando uno de ellos tiene los labios ensangrentados pues a dentelladas degolló un gorrioncillo. Bueno, al parecer estos «juegos» no desentonan con el tétrico ambiente que nos rodea y no nos queda más que callarnos. La gente me mira con asombro pues seguro les parece mentira que un extranjero esté merodenado por una zona prohibida donde a cada paso acecha el peligro. Los atractivos turísticos de Tripoli son más bélicos que recreacionales. En todo caso es mejor marcharse lo más pronto posible ya que el Dr. Al Khatib me había advertido que algunos grupos incontrolados están secuestrando personas para pedir a cambio la liberación de presos o algún tipo de rescate.

Los graves enfrentamientos de Trípoli lo más seguro es que causen una reacción en cadena y se extiendan a otros ciudades del Líbano. La estabilidad política y étnico-religiosa es muy frágil y las distintas facciones: cristianos maronitas, católicos romanos, ismailitas, drusos, chiíes, sirianos, armenios, palestinos, sunitas arrastran viejas rencillas prácticamente irreconciliables. Lo cierto es que nadie desea revivir la catastrófica guerra civil que asoló el país entre 1975 y 1990 que dejó miles de muertos y cuyas heridas todavía no han cicatrizado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.