Algunos científicos británicos han reclamado, a través de una carta, apoyo psicológico para poder afrontar la realidad de sus propias investigaciones. La crisis climática, un problema multidimensional, también puede tener graves consecuencias negativas para la salud mental: ansiedad, depresión o, incluso, suicidios.
Los activistas ecologistas dejan en mitad del Puente Lambeth (Londres) la escultura de un rostro con cara de dolor. REUTERS
La crisis climática está derritiendo los polos, extinguiendo especies, colapsando ecosistemas, enturbiando los aires de gases contaminantes, provocando conflictos humanitarios y dando pie a pugnas por el control de unos recursos cada vez más escasos. La situación de emergencia es total. Los efectos del calentamiento global se extienden como un cáncer sin dejar ni un poso de naturaleza inmaculada. Pero las consecuencias del antropoceno -una época geológica marcada por los impactos del ser humano en la naturaleza- también llegan a las mentes, que se ven acorraladas por una suerte de ansiedad que nace de la mezcolanza de miedos y frustraciones ante el colapso de la vida que anuncia la ciencia.
El conocimiento de la encrucijada climática y el estudio intensivo puede suponer, si no hay un tratamiento emocional oportuno, un problema para la salud mental de aquellas personas que guardan un cierto apego con la naturaleza y los entornos. Tanto es así, que el pasado mes de septiembre los científicos británicos Timothy A.C. Gordon, Andrew N. Radford y Stephen D. Simpson publicaron una carta en la revista Science en la que reclamaban apoyo psicológico para poder digerir los resultados negativos de algunas de sus investigaciones.
«La ilusión generalizada de que los científicos deben ser observadores desapasionados está peligrosamente equivocada. Por el contrario, el dolor y la recuperación postraumática pueden fortalecer la resolución e inspirar la creatividad científica. Para comprender y encontrar soluciones para nuestros ecosistemas naturales cada vez más dañados, los científicos ambientales deben poder llorar y recibir apoyo a medida que avanzan», escribían los expertos.
«Te sientes muy pequeño, sin capacidad de hacer nada»
Esta situación, no obstante, no se restringe sólo a personas vinculadas a la ciencia y al estudio académico del cambio climático. La creciente ola ecologista ha provocado que la ecoansiedad también afecte a la salud mental de algunas personas concienciadas con el devenir del planeta. «Te sientes muy pequeño, sin capacidad de hacer nada», expone Paula Mancebo, una joven de 20 años que se ve atosigada por un sentimiento depresivo fruto de la coyuntura ecológica del momento. «Tengo épocas de no poder dormir y tener pesadillas sobre el tema», añade.
En cierta medida, ese desasosiego emocional va ligado una sensación de frustración debido al escaso poder de las acciones individuales. «En mi caso va asociado a un fuerte sentimiento de culpa, especialmente cuando hay una noticia de una catástrofe natural o aprendo algo nuevo sobre el tema», explica esta estudiante, que ha visto en la creciente movilización social climática una buena válvula de escape.
Alejandro Martínez, uno de los portavoces de Fridays For Future (FFF) también reconoce padecer una congoja emocional derivada de la incertidumbre climática del momento. «Los mayores picos de ansiedad vienen en ese momento en el que leo algún informe o algún reportaje y contrasto con la falta de voluntad política para buscar soluciones», argumenta, para describir la aflicción como «una especie de opresión» que dice sentir «de una forma muy continuada».