El periodista, editor, crítico literario y de ballet pero, sobre todo, maestro y escritor, Eduardo Heras es la figura escogida para la dedicatoria de la 28 Feria Internacional del Libro que se desarrolla por estos días en La Habana y se celebrará en los meses posteriores en todas las provincias del país. Con una larga […]
El periodista, editor, crítico literario y de ballet pero, sobre todo, maestro y escritor, Eduardo Heras es la figura escogida para la dedicatoria de la 28 Feria Internacional del Libro que se desarrolla por estos días en La Habana y se celebrará en los meses posteriores en todas las provincias del país.
Con una larga y reconocida trayectoria en las letras cubanas, Eduardo Heras ha sido polémico y leal pero siempre un apasionado defensor de la literatura escrita por los jóvenes a quienes ha guiado ininterrumpidamente en el Centro de Formación Onelio Jorge Cardoso que fundara en 1998.
Por ese Centro han pasado numerosos autores que hoy forman parte de la vanguardia escritural de Cuba y, según su fundador, la idea de crearlo se inspiró en el Centro de Estudios de Escritores Mexicanos de los años cincuenta y la experiencia del movimiento de talleres literarios de la isla.
El autor de numerosos libros de cuento de tendencia realista ha declarado que se considera un «escritor vivencial» y de la generación de «la lealtad y los principios» lo cual, dice, ha intentado reflejar en sus libros.
Conocido especialmente por Los pasos en la hierba, volumen que obtuvo Mención Única en el Concurso Casa de las Américas en 1970 y que sufrió la incomprensión de algunos funcionarios culturales de la época, Heras León posee, sin embargo, una extensa obra narrativa entre las que destacan La guerra tuvo seis nombres, Premio David en 1968, y su reciente Dolce Vita, un libro en el que asoman con timidez algunos rasgos de literatura fantástica.
Algunos lo consideran el iniciador del realismo obrero en Cuba como resultado del tiempo en que se vio obligado a trabajar en una fábrica de producción de acero y de cuya experiencia supo extraer material para sus creaciones contenidas en libros como Acero, A fuego Limpio y Cuestión de Principios.
No es raro que Heras León se considere un escritor vivencial pues es fácil advertir en su cronología literaria los rastros de sus experiencias en distintas situaciones existenciales, desde los combates de Playa Girón, en los que participara, hasta las más recientes circunstancias del período especial recogidas en el ya mencionado Dolce Vita.
Pero creo que esta amplia bibliografía no constituye, a pesar de sus valores intrínsecos, el único mérito de Eduardo Heras León, también hay que señalar su vasta experiencia en la edición que le valió un Premio Nacional en 2001 y su condición de Maestro de Juventudes reconocida por la Asociación Hermanos Saiz lo que lo relaciona con la primera de sus vocaciones: la enseñanza.
Esa fue la primera carrera de Heras, el Chino, como suelen llamarlo sus amigos, cuando en 1959 obtuvo su título pedagógico en la Escuela Normal del que ya era acreedor algunos años antes y que se negó a recoger en protesta por la dictadura de Fulgencio Batista.
También estuvo en el Ejército, e inmerso en esas labores supo detectar con fina agudeza la naturaleza de los hombres que desafían el peligro de la muerte, tanto en sus debilidades como en sus acciones heroicas.
A Eduardo Heras le complace que esta Feria sirva para reeditar algunos de sus textos que las generaciones más jóvenes apenas conocen y es su deseo que sean leídos a partir del contexto histórico en que fueron escritos.
De igual modo, se le dedican coloquios y homenajes en que notables figuras del panorama cultural cubano profundizan en la obra del Chino, Premio Nacional de Literatura en 2014.