En Cuba persiste una educación que no pudo zafarse de los tipos decimonónicos que llegaban desde la metrópoli española. Es casi innegable el carácter repetitivo de los 12 primeros años de enseñanza hoy. Lo muestran la memorización de fórmulas, los dicótomos y reduccionistas «verdadero o falso», y los maratones de ejercicios «tipo». Modos estos, que […]
En Cuba persiste una educación que no pudo zafarse de los tipos decimonónicos que llegaban desde la metrópoli española. Es casi innegable el carácter repetitivo de los 12 primeros años de enseñanza hoy. Lo muestran la memorización de fórmulas, los dicótomos y reduccionistas «verdadero o falso», y los maratones de ejercicios «tipo». Modos estos, que quienes los logren exitosamente serán mejor premiados.
El educando, se entrena para mostrar que memorizó esquemas previamente aprendidos. Ello lleva implícito que exista la autoridad que dicta el qué del proceso. Tal educación, atenta contra la formación del espacio social democrático para producir conocimientos y la propia realidad.
La repetición es la madre de la enseñanza, según el refrán que muchos creen. Y es que a partir de una vieja epistemología -pero muy vigente en el imaginario, y por tanto en la práctica-, la repetición de una descripción del concepto es lo que da el conocimiento. Hablamos aquí, del esquema de la escuela tradicional, y que parece ser el modelo utilizado en nuestro país.
La escuela tradicional memoriza. Tal vez aprehenda, tal vez no. Aprehender nos lleva a memorizar inevitablemente, el problema es que a la inversa no significa que se cumpla la causalidad. Por eso, la memorización-repetición de la información como práctica educativa, no garantiza de manera orgánica la conformación del conocimiento, sino que lo deja en manos de la decisión, intención y capacidad del educando. Su objetivo, es transferir un paquete con la información.
Se reproduce ahí el autoritarismo. No solo de manera activa por parte del educador, también pasiva por parte de los educandos, quienes piden o reclaman el entorno social de autoridad que viven, como lógica del orden en el acceso al conocimiento. Por tanto, la escuela tradicional es vehículo de supervivencia de la ideología autoritaria, le es funcional.
La combinación de estos dos rasgos -la finalidad de dar un paquete de conocimientos y formar en la ideología autoritaria-, dejan ver el individuo que de manera tendencial se estimula según los cánones clásicos: capaz de identificar y aceptar el criterio de autoridad, para a su vez asumir de este el conjunto de datos organizados que les decidió transferir. Es justo ese el individuo que necesitan las sociedades autoritarias. Y a su imagen y semejanza, diseñan el sistema de educación. No se olvide el papel de la escuela como aparato ideológico del estado, donde a través de la enseñanza se construye el sentido común y la ideología -en el orden de la sociedad civil-, donde se dan las relaciones de poder reflejadas en la estructura política.
Si tenemos un sistema de educación autoritario, como en cualquier otro escenario similar, lo que se hace es que regeneramos como sociedad el autoritarismo desde la propia enseñanza escolar. Guste o no, el sujeto que se forma y que se prepara para la vida futura, es aquel pasivo reproductor del autoritarismo, cuyo esquema atrapa su inconsciente, y que es parte imprescindible de la subsistencia de una dominación; y no me refiero solamente al escenario político.
Para Marx, la liberación del ser humano, el eliminar de esa dominación vendría junto con la de una nación de otra, de la mujer del hombre. Le agregaría la liberación del educando como dominado por el educador, relación que subyace también en las otras mencionadas.
Mientras tanto, se sigue fomentado el sentido común social orgánico a la conformación de la sociedad civil correspondiente a la lógica de la dominación. Los resultados, se hacen visibles.
Fuente: http://jovencuba.com/2019/08/17/educacion-y-autoritarismo/