Recomiendo:
0

El abuso

Fuentes: Rebelión

Antes del estallido de la crisis financiera, en tiempos de bullicio especulativo y riqueza flor de un día, pasé un fin de semana en un hotel del sur de Tenerife. Ya entonces me sorprendió la insuficiente plantilla de camareros que atendía el comedor pese a la categoría y dimensiones del establecimiento, y hablé con mis […]

Antes del estallido de la crisis financiera, en tiempos de bullicio especulativo y riqueza flor de un día, pasé un fin de semana en un hotel del sur de Tenerife. Ya entonces me sorprendió la insuficiente plantilla de camareros que atendía el comedor pese a la categoría y dimensiones del establecimiento, y hablé con mis acompañantes de cómo la escasez de personal repercutía de forma perceptible en la calidad de los servicios. Ya entonces comenté la irracional cicatería de unos dueños que, aun con el hotel a tope, mantenían el staff bajo mínimos para ahorrar en costes salariales, explotando de paso a sus trabajadores; y cómo esta práctica conducía directamente a la rotunda insatisfacción de la clientela y a que los turistas no quisieran repetir destino y mucho menos alojarse en el mismo hotel. El suicidio de la gallina de los huevos de oro.

Escucho ahora las declaraciones en la Ser de la directora general de Trabajo, Gloria Gutiérrez, en las que denuncia con valentía los abusos laborales a los trabajadores del sector hotelero, cómo caen enfermos por el exceso de trabajo y los elevados niveles de exigencia, cómo se controla cada minuto cronometrado de los que emplean las camareras de piso en hacer las camas, y las condiciones de incertidumbre e inseguridad en las que los asalariados desempeñan sus tareas, y cómo todo esto repercute en su salud, disparando los riesgos psico-sociales y las consultas sindicales.

Aumentan visitantes y beneficios pero no lo hacen en igual medida las contrataciones. En octubre, en Canarias, la ocupación media mensual superó el 75%, y crecieron las pernoctaciones (12%), el número de visitantes (7%) y la rentabilidad económica de las explotaciones (casi un 4% más en facturación por habitación ocupada, y un 15% más por habitación disponible), con respecto a octubre pasado, según el Instituto Nacional de Estadística. Unos datos que cierran un año de espectaculares resultados tras cronificarse la inestabilidad política del norte de África.

Pero los empresarios continúan siendo mezquinos con las contrataciones, y ya sin argumentos. Y cuando se incrementan los contratos es tan sólo porque se sustituye empleo eventual a jornada completa por empleo eventual a tiempo parcial, y en ningún caso se crea contratación indefinida, girando siempre en un círculo de precariedad. En noviembre creció el número de desempleados en el sector servicios en 6.826 personas.

La avaricia legañosa y una total cortedad de miras pueden más que el buen juicio, y lloran los hoteleros pidiendo más ayudas públicas, sin contrapartida alguna, para la rehabilitación, mejora y regeneración de establecimientos y entornos, a la espera de la reforma «popular» y su anunciada flexibilización de los convenios colectivos, mientras los sindicatos reclaman que el crecimiento se traduzca en contratos. En muchos hoteles se mantienen las mismas plantillas que cuando retrocedieron las cifras de ocupación. Y yo recuerdo otra vez aquel comedor colmatado de turistas, los manteles bordados con tongas de platos, y las carreras sudorosas de dos camareros en solitario con sus correspondientes carritos, al borde del infarto, intentando cumplir con eficacia sus tareas, intentando esforzadamente mantener la sonrisa.

[email protected]