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Al mantener las acampadas más allá del 22 de mayo el movimiento ha dado un importante salto cualitativo y ha “superado” la trampa electoral

El acertado eslogan en el Mayo 68 «Élections, piège à cons» aquí fue innecesario

Fuentes: Rebelión

Partiendo de la base de que esto no es democracia, aunque se empecinen en llamarla así, sino la dictadura del capital financiero. Una dictadura que se camufla tras la máscara «amable» y publicitaria de la farsa electoral, y que no necesita (de momento) sacar los tanques a la calle, porque le basta con sacar cada […]

Partiendo de la base de que esto no es democracia, aunque se empecinen en llamarla así, sino la dictadura del capital financiero. Una dictadura que se camufla tras la máscara «amable» y publicitaria de la farsa electoral, y que no necesita (de momento) sacar los tanques a la calle, porque le basta con sacar cada 4 años su fanfarria multicolor, llenarnos de pegatinas, sonrisas robotizadas y mensajes llenos de nada, para que, cual corderitos sumisos y confiados, acudamos al matadero con un papelito en la mano (¡menuda papeleta!) en el que hemos firmado el consentimiento a nuestra ejecución.

El delegar tu responsabilidad y tu protagonismo en otros implica una actitud de pasividad, independientemente del grado de afinidad y confianza política que se tenga en quien deleguemos. Si esto no se comprende, si no se asume, no se podrá actuar en consecuencia, y se caerá en la trampa electoral. Y se dan ocasiones históricas en las que conviene participar en ese ejercicio «delegatorio», y servir como caja de resonancia para las reivindicaciones y movilizaciones, y para el fortalecimiento organizativo.

Es innegable que este instrumento del que hoy usan y abusan las clases dominantes para ejercer su dictadura, fue una conquista alcanzada tras muchas luchas, sacrificios gloriosos y sangre vertida por los pueblos. Pero también es innegable la capacidad del capitalismo para recuperar y desnaturalizar las conquistas políticas y sociales.

El sufragio universal ha pasado históricamente de ser un tabú a ser un mito. De ser una amenaza para los potentados y un codiciado instrumento en manos de los oprimidos, ha pasado a ser utilizado como instrumento para domeñar las conciencias de las masas y una quimérica ilusión de libertad y protagonismo para éstas.

Por eso en los momentos álgidos de la lucha de clases, los poderes dominantes tienen dos fundamentales recursos. Primeramente, si las condiciones lo permiten, recurren a convocar elecciones, para frenar las luchas, desmovilizar a las masas y encauzarlas hacia un terreno que les es ajeno y en el que ellos «juegan en casa». En segundo lugar, si el «placebo» electoral no se puede suministrar o no cunde efecto, recurren al golpe de Estado.

No cabe duda que el sistema idóneo de dominación del Capital no es la «dictadura» sino eso que llaman «democracia». Por eso se recurre al mito electoral para adormecer el espíritu de rebeldía, anular las resistencias y sobre todo, lo más importante y grave, para que las masas se autoculpabilicen de sus «fracasos» electorales. Y cuando en excepcionales circunstancias históricas se produce un inoportuno triunfo electoral de fuerzas antisistema que infunde en las masas mayores expectativas de cambios y de alcanzar objetivos más radicales, la salida de las clases dominantes ya sabemos cual es: los «18 de julio».

En las últimas décadas, tras la desaparición del bloque soviético, la participación en las convocatorias electorales reflejan un abstencionismo creciente (con excepciones, como los primeros comicios en los expaíses del Este y pocos ejemplos más, que no hacen sino confirmar la tendencia). La falta de credibilidad de los pueblos en la utilidad del voto ha ido avanzando espontáneamente. Y tras los comicios siempre se culpabiliza a la abstención de los resultados negativos obtenidos por una u otra «opción».

La abstención es una postura difícil de defender, su principal contra-argumento es la «inoperancia», el que «no sirve para nada», porque continuamente estamos viendo, cómo con muy pocos votos muchos políticos (hasta presidentes de gobierno) son elegidos. Desconozco si existe algún país con una legislación electoral que a partir de un determinado porcentaje de abstención declare nulas unas eleciones. De existir, es tan irrelevante y excepcional que nuevamente confirma un hecho, el sistema teme tanto al abstencionismo que todos lo atacan, lo culpabilizan y llegado el caso, por si acaso, lo minimizan o hacen como si lo ignorasen.

Y lo que temen, no es la abstención en sí, sino algo que siempre ha aterrorizado al poder, el que la gente tome conciencia de que en su número está su fuerza. Ante una abrumadora mayoría del abstencionismo, la gente puede descubrir que el sistema no les interesa y que hay que cambiarlo. Ahí radica la explicable fobia hacia el abstencionismo. El que las masas al rechazar la farsa electoral recuperen su protagonismo.

Escribo estas reflexiones, a medio día del domingo 22, evidentemente desconozco cuales serán los resultados de las elecciones, y no tendría interés en conocerlos ni comentarlos, por aquello de que como leí en un cartel estos días «Son la misma mierda pero con diferente olor». No obstante, teniendo en cuenta los acontecimientos que se están simultaneando con las elecciones, creo oportuno hacer unas consideraciones.

Contabilizando los votos a nivel estatal, es seguro un fuerte descenso del PSOE así como un aumento del PP y de IU, aumento que a nivel relativo en IU será más importante. Igualmente, será relevante la abstención, los votos nulos y en blanco con respectos a otros comicios similares. Naturalmente, me refiero a contabilización de votos, no a la obtención de concejales o diputados autonómicos.

El PP intentará «restregar» su triunfo (de votos y de cargos) a los «antidemocráticos» acampados, mostrándolos como «perdedores» como criaturas del gran derrotado: el PSOE.

El PSOE, se lamentará culpando su varapalo al «difícil, valiente e incomprendido» papel que ha jugado con sus medidas para «sacar» al país de la crisis. Harán una leve referencia al abstencionismo, pero sin culpabilizar de él a «los jóvenes indignados». Ni han caído ni creo que vayan a caer de momento en el error de demonizar el movimiento del 15-M. Tienen todavía un año de legislatura por delante y evitarán «quemarse» más de lo que ya lo están. Pero no hay que olvidar que hoy por hoy el PSOE y adláteres son los gestores políticos del capital financiero, al que le deben obediencia y si el 15M avanza peligrosamente, y antes que cunda nuestro ejemplo en otros paíse europeos, y antes que se contamine el movimiento obrero y empiecen las asambleas en los centros de trabajo al margen de los sindicatos, y las trabajadoras y los trabajadores rompan el «corsé» con que UGT y CCOO los constriñen, y creen sus propias organizaciones democráticas y ampliamente participativas; antes de que eso ocurra, o cuando se vea venir, al gobierno le tocará, quiéralo o no, quemarse haciendo uso de la represión para intentar acabar con el movimiento en curso.

En cuanto a IU y otras formaciones, se mostrarán victoriosos por los votos recibidos y quejumbrosos por la descompensación entre votos y cargos obtenidos. Igualmente adularan a los «jóvenes indignados» que les han votado, se identificarán con ellos y sus reivindicaciones, intentarán influirles y tutelarlos, pero… «lo tendrán crudo».

Ignoro cómo se comportarán los electores en Euskadi, no pretendo quitarle ni un ápice de importancia e interés a la presencia de Bildu en los presentes comicios, pero eso sería apartarme demasiado del tema que estoy tratando. Aunque no puedo evitar hacer referencia a que uno de los grandes logros del movimiento del 15-M ha sido poner sobre la mesa las reivindicaciones que son comunes a todos los pueblos del Estado español e incluso europeo. Algo realmente prometedor.

Al mantener las acampadas más allá del 22 de mayo, el movimiento ha dado un importante salto cualitativo. Ha «superado» la trampa electoral.

A veces se comparan estos acontecimientos con los de de Francia en mayo del 68. Hay similitudes y diferencias, vale la pena señalar una. La importancia de las elecciones en uno y otro caso.

Las elecciones en el 68 (que lógicamente ganó De Gaulle, siendo ya un cadáver político) sirvieron (aunque no sólo ellas) para acabar con las huelgas y movilizaciones. En el mayo del 2011, la irrupción del actual movimiento contestatario, se ha desarrollado en plena campaña electoral, y ha sabido, teniéndolo tan cerca, mantenerse al margen, ignorarlo a nivel colectivo, y sobre todo sobrevivirlo.

En este aspecto, aquí ha calado más profundo que el mayo del 68, el eslogan «Élections, piège à cons» (Elecciones, trampa para gilipollas), sin que curiosamente se haya hecho la menor referencia a la abstención y sobre todo respetando opciones individuales. Simplemente, no tenía lugar, era innecesario. Apenas si ha sido tenido en cuenta como tema de debate en las asambleas las elecciones de hoy, si votar o no, a quién votar, cómo votar, etc. De una forma impresionantemente natural, la gente consideraba que no eran cuestiones para ser discutidas allí, que había otras cuestiones más importantes y transcendentes. Cada cual podía hacer lo que quisiera con su derecho a votar, no valía la pena discutir por «eso». Es como perder el tiempo en discusiones entre merengues» y «colchonero», otra cosa es hablar del fútbol, como negocio, como embrutecimiento y alineación de las masas, como desvirtuación del deporte, etc. Por supuesto, que se ha discutido y mucho del injusto y antidemocrático sistema electoral que favorece el bipartidismo. De la pantomima y derroche económico de las campañas electorales, etc. Pero estos temas eran tratados sin conexión alguna con los presentes comicios.

Esto refleja una madurez y clarividencia impresionante. Aunque muchos de los que han acampado y asistido a las asambleas hayan acudido a los colegios electores, el movimiento como ente colectivo se ha mantenido al margen de la farsa, ha sabido esquivar la trampa electoral. Éste, es uno de los aspectos que hablan de la grandeza y profundidad de lo que en otros países, con todavía demasiada exageración, empieza a ser conocido como «Spanish revolution».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.