Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El alcalde de Jerusalén amenazó la pasada semana con demoler 200 casas de las barriadas palestinas de la ciudad en una medida que incluso él admitió que probablemente haría que se desbordaran las ya largas y agitadas tensiones que rodean el problema de la vivienda en Jerusalén Este.
Su postura representa la última etapa de una prolongada batalla legal sobre un único edificio que domina el revoltijo de modestas casas de Silwan, una atestada y depauperada comunidad palestina que se encuentra justo fuera de las muros de la Ciudad Vieja, a la sombra de la plateada cúpula de la mezquita de Al-Aqsa.
A Beit Yehonatan, o la Casa de Jonathan, se la distingue no sólo por su altura -siete plantas, al menos tres plantas más que las de sus vecinos- sino también por la bandera israelí que ondea en lo alto del tejado que da a la calle.
La avanzada del asentamiento, llamado así en honor de Jonathan Pollard, que cumplió una sentencia de cadena perpetua en EEUU por espiar para Israel en la década de 1980, ha sido el hogar de ocho familias judías desde 2004, cuando una organización de colonos extremistas, conocida como Ateret Cohanim, la construyó sin licencia.
Beit Yehonatan es una de las docenas de casas ocupadas por colonos que fueron apareciendo en las zonas palestinas de Jerusalén Este, tras apoderarse en su mayoría de los hogares palestinos.
Los críticas dicen que el objetivo de estos «puestos de avanzada», junto con los grandes asentamientos de Jerusalén Este construidos por el estado y que albergan a casi 200.000 judíos, es frustrar cualquier acuerdo de paz que pudiera un día ofrecer a los palestinos un estado viable con Jerusalén como capital.
Pero como algo excepcional en el caso de los colonos, que reciben una mezcla de ayuda abierta o encubierta de las autoridades, los habitantes de Beit Yahonatan corren el riesgo de ser desalojados de sus casas, dos años después de que el Tribunal Supremo israelí emitiera una orden de «urgente» aplicación.
La pasada semana, Nir Barkat, el alcalde de Jerusalén, acordó finalmente «bajo protestas» sellar Beit Yehonatan en medio de cada vez mayores presiones por parte de un conjunto de funcionarios legales. El Sr. Barkat había estado luchando enérgicamente contra el cumplimiento de la orden del tribunal, ayudado por los altos miembros del parlamento, la policía e incluso Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí, que se oponía al consejo de su propio fiscal general declarando que el futuro de Beit Yehonatan era «un asunto puramente municipal».
Pero el alcalde no ha capitulado tan de prisa. Advirtió que Beit Yehonatan se evacuaría sólo a condición de que, al mismo tiempo, se ordenara la demolición de más de 200 hogares palestinos, la mayoría de ellos en Silwan. Defendió que tenía que evitar dar la impresión de que la ley se cumplía de forma «discriminatoria» contra los judíos.
Jeff Harper, director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas, dijo que la idea de la justicia del Sr. Barkat era «ridícula».
«En los últimos quince años, se han demolido más de mil casas palestinas en Jerusalén Este frente a absolutamente ninguna casa de ningún colono», dijo. «De hecho, ningún colono ha perdido nunca su casa en Jerusalén Este».
Cuando hizo su anuncio, el Sr. Barkat admitió que las 200 demoliciones provocarían «muchas posibilidades de conflicto». Los palestinos en Jerusalén Este llevan ya décadas de agitación ante las restricciones de planificación que han obligado a muchos de ellos a construir o ampliar ilegalmente sus casas porque es de todo punto imposible conseguir permisos de las autoridades israelíes.
El Sr. Harper dijo que el ayuntamiento había clasificado como ilegales 22.000 casas palestinas de Jerusalén Este, a pesar de saber que en la ciudad hay una escasez de 25.000 hogares para la población palestina, que alcanza la cifra de 250.000 habitantes.
Los hogares objeto de demolición incluyen las casas palestinas de alrededor de Beit Yehonatan que violan las restricciones de planificación que permiten que las familias construyan sólo dos plantas; a pesar de la restricción, muchas casas tienen cuatro y sus propietarios pagan multas.
Además, el ayuntamiento quiere demoler 88 casas de una pequeña zona llamada Bustan porque afirma que está levantada en una zona con riesgo de inundaciones.
Zeinab Jaber vive junto a Beit Yehonatan, en la casa en que nació hace 61 años. El edificio fue declarado ilegal hace veinte años, después de que se ampliara a cuatro plantas para poder acoger a su creciente familia. Hoy ella y sus seis hijos pagan mensualmente multas de más de 1.000 dólares, con la esperanza de evitar su destrucción.
Su hijo Amjad, de 32 años, casado y con dos niños pequeños, dijo que no se atreve a no pagar. «Es así de sencillo: si no pagas, acabarás en la cárcel».
«¿Qué pasa aquí con los colonos?», preguntó la Sra. Jaber. «Sólo están aquí porque quieren quitarnos nuestro sitio. No van a sentirse felices hasta que consigan que nos vayamos».
En la ladera contraria a Beit Yehonatan, al otro lado del valle, Mohammed Jalajil, de 48 años, decía que no le cabía duda alguna que el ayuntamiento demolería las 200 casas. Él, su mujer y sus cinco niños, se han tenido que meter en una habitación en un apartamento de un familiar después de que demolieran su propia casa hace siete años.
El Sr. Jalalil dijo: «Tan sólo meses después de que nos quitaran nuestra casa ví a los colonos construyendo las suyas al lado. Mi abogado me dice que, aunque ya no tenga casa, no acabaré de pagar las multas hasta dentro de diez años».
Si el Sr. Barkat sigue adelante con su amenaza, las demoliciones provocarán una reprimenda de la comunidad internacional. El pasado mes, Francia y Estados Unidos se unieron en Naciones Unidas para denunciar más de 100 demoliciones en Jerusalén Este en los últimos tres meses.
La decisión del alcalde, advirtió Meir Margalit, un concejal de la ciudad de Jerusalén, puede compararse con la política de «represalia» de los colonos en Cisjordania, que han atacado pueblos palestinos en venganza contra los intentos oficiales por desmantelar unos cuantos de los puestos de avanzada de los asentamientos que salpican el territorio palestino.
«Pero la diferencia aquí es que el precio no lo imponen los mismos colonos sino el ayuntamiento y el gobierno en nombre suyo», dijo.
Ayer, el ayuntamiento debía emitir un aviso de evacuación en siete días a los habitantes de Beit Yehonatan, pero la operación se canceló en el último momento cuando la policía se negó a cooperar.
Los enfrentamientos han ido aumentando en Silwan a lo largo de varios años a causa de las actividades de otra organización de colonos, Elad, que con apoyo oficial ha estado construyendo un parque arqueológico llamado la Ciudad de David en medio de la barriada palestina. Al expulsar a los palestinos, al menos 80 familias judías se trasladaron a casas cercanas.
Mientras Elad se afianza en Silwan, parece que Beit Yehonatan no está tan seguro. «Habitualmente, los colonos presentan una fachada de legalidad en lo que hacen», dijo Mr. Harper. «El problema aquí es que construyen de una forma abiertamente ilegal, sin permiso y saltándose las restricciones a la altura de los edificios».
La resistencia del Sr. Barkat a desalojar a los habitantes de Beit Yehonatan se vió muy clara el pasado mes cuando trató de evitar las presiones legales proponiendo una nueva política de planificación para legalizar los edificios sin licencia en Silwan. El alcalde propuso que se revisaran las normas que limitaban las plantas de las casas a dos y se ampliaran a cuatro.
La reforma se habría aplicado primero a Beit Yehonatan, sellando sus tres últimas plantas pero permitiendo que las familias judías vivieran en el resto del edificio.
Aunque el Sr. Barkat prometió que se salvarían también los edificios palestinos ilegales, Ir Amim, un grupo israelí por los derechos humanos, rechazó la afirmación del alcalde.
La abrumadora mayoría de los hogares palestinos no pueden cumplir las normas porque los documentos del registro de las tierras se han perdido y es «imposible» cumplir con toda una serie de requerimientos relativos a aparcamientos para coches, carreteras de acceso y conexiones al alcantarillado, escribió la portavoz Orly Noy, en el periódico Haaretz el pasado mes.
Añadió que las zonas palestinas de Jerusalén Este carecían de 70 kilómetros de alcantarillado y que ni una sola carretera se había pavimentado en sus barriadas desde la ocupación israelí de 1967.
El pasado mes se publicó un mapa con los planes para Jerusalén Este preparado recientemente por el ayuntamiento de Jerusalén, cuando el Sr. Barkat estaba prometiendo legalizar edificios, que mostraba que más de 300 hogares palestinos -la mayoría de ellos en Silwan- se enfrentaban a una inminente demolición.
Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret, Israel. Sus libros más recientes son: «Israel and the Clash of Civilizations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East» (Pluto Press) y «Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair» (Zed Books). El presente artículo se publicó por primera vez en el periódico de Abu Dhabi The National -www.thenational.ae-.
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