Foto: Gaza sufre el bloqueo de Israel desde 2006. Gladys Martínez López
El pasado 31 de agosto un acuerdo de alto al fuego entre Israel y Hamas, a través de la mediación de Qatar, puso fin a dos semanas de bombardeos israelíes sobre Gaza. La situación es insostenible en la Franja, tras semanas prácticamente sin agua o electricidad, y con el acceso a la pesca y los pasos humanitarios bloqueados durante la ofensiva israelí. Mientras, el covid-19 se extiende por el superpoblado territorio.
Finalmente se ha puesto freno, mediante el acuerdo de un alto al fuego, al terror aéreo y el hostigamiento a base de bombardeos que la población gazatí llevaba sufriendo de forma constante durante el pasado mes de agosto. Al pánico causado por las ofensivas desde el aire, se sumaron los cortes de agua, electricidad, la prohibición de la pesca, así como el veto de que Qatar aportara ayuda financiera a Gaza. Así, el pasado día 31 de agosto, las autoridades israelíes y Hamas acordaron la desescalada de violencia. Un acuerdo que parece haber detenido de momento una situación de extrema tensión en territorio gazatí.
El pasado mes de julio, se cumplieron seis años de una de las ofensivas militares más mortíferas contra la Franja, en la que 2.251 personas fueron asesinadas y más de 11.000 resultaron heridas, según fuentes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Hoy en día, en la situación en la que se encuentra la población de la Franja, las consecuencias de otra fuerte oleada de violencia serían demoledoras.
Desde Israel no se confirma de manera expresa el pacto, aunque sí de forma tácita, al haberse anunciado la reapertura de la zona pesquera de Gaza y los pasos fronterizos a partir del día 1 de septiembre. El enlace militar israelí afirmó en un comunicado recogido por el periódico The Times of Israel, “esta decisión será puesta a prueba sobre el terreno. Si Hamás, responsable de todas las acciones de la Franja de Gaza, no cumple con sus obligaciones, Israel actuará en consecuencia”.
Hamas ha apuntado que el acuerdo se ha logrado, mediante la intervención mediadora del enviado qatarí Mohamed al Emadi, quien se reunió la semana pasada con ambas partes. Según confirma Al Jazeera, el mediador qatarí habría entregado una cantidad total de 30 millones de dólares a las autoridades de Gaza, para la compra de combustible, el pago de salarios a funcionarios y ayuda humanitaria al territorio. El alto el fuego ocurre en una situación completamente límite para los gazatíes, dado que después de la detección de más de 200 casos de coronavirus durante las pasadas semanas, las autoridades decidieron decretar el confinamiento de la población para controlar los contagios. La población de Gaza se enfrenta a dos graves pandemias: el coronavirus y la ocupación.
Un informe publicado por la ONU elaborado en el año 2015 ya alertó que la Franja de Gaza sería inhabitable en el año 2020. El tiempo ha culminado y la situación humanitaria del territorio, agravada por la pandemia, es totalmente insostenible. Albergando en su territorio a 1,9 millones de personas, de las que 1,3 millones son refugiadas y más de la mitad viven por debajo del umbral de la pobreza, Gaza acoge en la actualidad a más de 4.500 habitantes por kilómetro cuadrado, en consecuencia, es hoy una de las zonas más empobrecidas y con mayor densidad de población del mundo.
Se calcula que el 80% de la ciudadanía de Gaza depende por completo de ayuda humanitaria para sobrevivir. La economía de la región se encuentra totalmente colapsada y devastada, así lo evidencian datos del año 2017 recogidos por la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Según dicho informe, la tasa de paro registrada fue del 46,6%, con más del 64% de los jóvenes en situación de desempleo. En Gaza la crisis del agua es gravísima; en este sentido, según datos de UNICEF, en los últimos 15 años solo uno de cada diez hogares tiene acceso directo a suministro de agua segura, estimándose que el 97% del agua corriente de la Franja está contaminada.
Los datos que evidencian la inhumana situación que se vive en Gaza son innumerables. La población vive desde hace más de diez años el horror de sentirse confinada a causa del bloqueo aéreo, terrestre, marítimo y económico, todo ello ejercido por la incesante y violenta ocupación israelí. En medio de una extrema escasez de materiales sanitarios y una falta de acceso a los recursos básicos como consecuencia del bloqueo ilegal mantenido a lo largo de más de catorce años —una demostración más de las continuas violaciones del Derecho internacional humanitario ejercidas por Israel— la última oleada de violencia ha tenido consecuencias devastadoras sobre la población palestina en Gaza.
En la actual situación de emergencia socio sanitaria, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA), uno de cada trees pacientes en Gaza no obtiene el permiso de Israel para recibir el tratamiento que necesita fuera de la Franja. Tal y como denuncia Raquel Martí, Directora Ejecutiva de UNRWA en España, “Israel prohíbe la entrada de todos los medicamentos y suministros relacionados con covid-19 en Gaza, mientras no dejen de lanzarse globos incendiarios sobre Israel. Se trata de un castigo colectivo y es ilegal”.
Mientras los hospitales intentan frenar los innumerables y descontrolados contagios, el pasado martes 18 de agosto, la única planta eléctrica de Gaza fue cerrada tras la suspensión de los suministros de combustible por parte de Israel. La UNRWA manifiesta que el cierre de esta central eléctrica ha provocado que el suministro de energía disminuya dos o tres horas por día, tras otras 20 horas de interrupción, la Agencia alerta que “los cortes de energía en los hospitales tienen evidentes repercusiones y los pacientes en cuidados intensivos, de emergencia y crónicos, son especialmente vulnerables”. Además, “la reducción del suministro de electricidad también está socavando gravemente las operaciones de todos los pozos de agua, estaciones de bombeo y plantas de tratamiento de aguas residuales, y algunas plantas de desalinización”, explica la cuenta en Twitter de la UNRWA en España.
En unas condiciones extremadamente precarias en el ámbito sanitario, social, económico y humanitario, así como una evidente imposibilidad física para mantener la distancia de seguridad recomendada, la población palestina en Gaza experimenta, hoy en día, una de las exposiciones al virus más grave del planeta, y, por tanto, una situación de vulnerabilidad extrema. La dura realidad de los gazatíes se ha acentuado de forma indiscutible a causa de la pandemia, y se ha visto agravada con la escalada de tensión entre Israel y Hamás durante el último mes.
El escenario de los palestinos es fuertemente preocupante, y, sin embargo, seguimos sin tener noticia de ello en la mayor parte de los medios de comunicación occidentales. Por desgracia, vivimos en una sociedad en la que el capital y la fortuna pesan más que la razón, la justicia y la verdad. Mientras las calles de Gaza son bombardeadas y la pandemia agudiza su gravísima situación humanitaria, al sistema parece interesarle más, en términos de relevancia mediática, el primer vuelo comercial directo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos.
Tras el último acuerdo de paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, se avecinan tiempos complejos para Palestina, al producirse una posible bienvenida a la normalización de relaciones entre otros países árabes e Israel. Por otra parte, los organismos internacionales siguen denunciando los crímenes del sionismo, y el pasado día 31 de agosto, Naciones Unidas exigió a Israel que permitiese la entrada de combustible y otros productos de primera necesidad en Gaza. No obstante, nada nuevo bajo el sol de Oriente, ya que hace tiempo que buena parte de los palestinos dejaron de confiar en ser “salvados” por las recomendaciones, dictámenes y resoluciones de las autoridades internacionales, cansados de no ver llegar sanciones ni rechazos al régimen sionista. Si bien es cierto que, a nivel jurídico e institucional, la Corte Penal Internacional (CPI) investiga desde el año pasado a Israel por presuntos “crímenes de guerra” y Naciones Unidas acusó al ente sionista de dichos crímenes, estas investigaciones todavía no han culminado en sanción. En este sentido, Benjamin Netanyahu rechazó la competencia jurisdiccional de la Corte y el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, advirtió de consecuencias a la CPI.
Las luces se apagan en Gaza mientras el sionismo consigue blanquear su imagen en nuestro entorno mediante acuerdos de “paz” e innumerables estrategias publicitarias. Adicionalmente, cada día que pasa, la relación de los estados occidentales con Israel parece estrecharse más, y los ciudadanos europeos parecen cada vez menos conscientes de las continuas y atroces vulneraciones de derechos humanos que ejerce el régimen de ocupación.
En nuestro país, las noticias sobre los rebrotes inundan los telediarios, las novedades internacionales parecen tener menos protagonismo e interés —a excepción de las actualizaciones diarias de la incidencia del virus a nivel muy general— y entretanto, el trayecto de un avión comercial entre Israel y Emiratos sí parece tener importancia. Año tras año, mediante un elaborado trabajo de marketing político, Israel consigue ocupar un lugar privilegiado en las portadas de nuestros periódicos, a la vez que la realidad del pueblo palestino sigue sin ser escuchada.
Las últimas noticias del país ocupante, que los medios albergaron con gran interés las pasadas semanas, fueron las firmes protestas de la sociedad civil israelí para exigir la dimisión del primer ministro Benjamin Netanyahu, procesado por corrupción. Son pocos los kilómetros —si bien el recorrido se revela extenso debido a los obstáculos a nivel espacial para los palestinos— los que separan las manifestaciones de la ciudad de Tel Aviv del primer territorio ocupado de la actual Palestina, donde cada año se producen innumerables violaciones de derechos humanos.
Mientras los gazatíes buscan la forma de sobrevivir a las consecuencias brutales de pandemia, las protestas por la corrupción del primer ministro israelí sobresalen en los noticiario e Israel sigue avanzando en su impune proyecto político colonialista, cuya identidad es reconocida y protegida en las lógicas del imperialismo global. La nueva normalidad, no tiene rasgos innovadores, es la misma vieja y caduca normalidad, aquella en la que el régimen, mediante la complicidad hacia el poder, continúa salvaguardando los intereses económicos y silencia a los pueblos oprimidos. Resulta imprescindible —y tras el reciente acuerdo con los Emiratos, aún con más énfasis— la labor de la crítica y la denuncia al régimen sionista, ya que, mientras las recomendaciones de los organismos internacionales a Israel no se conviertan en sanciones y respuestas efectivas, sus crímenes jamás cesarán.