La oportuna reedición de esta novela, escrita por el novelista y catedrático mejicano nativo de Culiacán nos aproxima, desde un ángulo que podría llamarse coloquial, a los «acontecimientos en pleno desarrollo» que, convertidos en titulares de primera página durante meses, nos hablan de matanzas sistemáticas que desafían a nuestra capacidad de asombro, a las autoridades […]
La oportuna reedición de esta novela, escrita por el novelista y catedrático mejicano nativo de Culiacán nos aproxima, desde un ángulo que podría llamarse coloquial, a los «acontecimientos en pleno desarrollo» que, convertidos en titulares de primera página durante meses, nos hablan de matanzas sistemáticas que desafían a nuestra capacidad de asombro, a las autoridades y al horror. De paso sirve para que las generaciones que no vivieron las noticias de las «hazañas» de un Pablo Escobar y ofertas tan audaces como pagar la deuda externa colombiana a cambio de la impunidad, conozcan los extremos a que se puede llegar cuando el poder y el dinero se alían.
Mendoza, manejando el dialecto local más allá de los diálogos, consigue esa atmósfera que acerca los personajes, al menos al lector de esta América Hispana, haciéndosenos familiares a pesar de la dificultad para comprender una escritura saturada de modismos. Y, al parecer, dicha familiaridad se extiende al otro lado del charco al punto que uno de los miembros más populares de la Real Academia Española, Arturo Pérez Reverte, lo llama «Maestro», y él sabe de lo que habla pues, antes de ocupar tan distinguido sitial, fue corresponsal de guerra durante 21 años.
Un problema que pareciera reciente, al menos en México, adquiere su verdadera dimensión cuando nos enteramos que el Estado de Sinaloa es la región donde, hacia 1940 y por un acuerdo con el Gobierno de EEUU, comenzó el cultivo extensivo de cannabis para abastecer a las tropas norteamericanas que luchaban en Europa, «pero no de droga, sino como medicamento» (SIC). En 1970, la droga y el narcotráfico eran ya uno de los negocios más fuertes de la zona. A la luz de los hechos el medicamento ha resultado altamente adictivo pues, como dice uno de los personajes en momentos de fuerte represión de la autoridades fronterizas (…) mis clientes están secos y un gringo sin mota es gringo loco.
Bajo esta perspectiva es que el lector debe afrontar (y disfrutar), de esta novela-reportaje.
Aun así (afortunadamente), sigue siendo una novela, al estilo de las escritas por Mika Waltari y, dentro de ese contexto, al autor se le «escapan» frases que nos obligan a detenernos y disfrutar de ellas y de la imagen que ofrecen: Como el dolor lo mantenía aparte, en una dimensión donde no cabía la perplejidad… Quien haya sufrido los rigores de la represión entenderá en toda su dimensión lo que el autor quiso expresar.
Una lectura imprescindible para quien quiera sumerjirse en los meandros de lo que todos los medios «publicitan» pero cuyos entreveros y especialmente la parte humana del mismo, se diluyen en repetidas fotos de cadáveres hacinados, cuyo impacto visual pierde fuerza en el anonimato y el «lugar comun» con nuestros vecinos colombianos, y telenoticias de deportaciones donde el extraditado se confunde con sus captores…y no solo a nivel visual.
P.D. «Élmer Mendoza, profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa», reza la reseña escrita en la contratapa. ¿Qué significará «universidad autónoma» en un México de PRI, PAN y Tlatelolco.
Fuente: http://encontrarte.aporrea.org/criticon/libros/135/a17603.html