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El amigo armado

Fuentes: Rebelión

[Intervención con motivo de la presentación de la versión vasca de la novela Der bewaffnete Freund en la Sala de actos de la Biblioteca Municipal de San Sebastián (Guipúzcoa) el 22 de abril de 2010]

A mí me da mucha alegría poder presentar el libro aquí, porque, cuando estaba escribiendo Lagun armatua [título de la versión vasca de Der bewaffnete Freund; hay traducción castellana: El amigo armado, Tafalla: Txalaparta, 2010, trad. de Edorta Matauko], lo hice con una actitud un poco de superar la impotencia. Yo creo que vosotros lo sufrís todos los días, pero también en Europa, fuera de vuestras fronteras, se nota que hay un bloqueo informativo tremendo de lo que está pasando en el País Vasco. Y yo, a veces, me sentía realmente impotente frente a esto. O sea, sin quitarles los argumentos a otras personas que han sufrido o que siguen sufriendo por la violencia de ETA, yo he vivido la otra violencia, la violencia del Estado español, de muy cerca. Llegué hace veinte y pico años a un caserío, donde un primo estaba refugiado en Francia por haber ayudado a pasar la frontera a una persona que no había sido violenta y, sin embargo, él y su familia pagaron un precio muy alto. Y luego, en esos pueblos, uno notaba siempre la presencia de la represión en la familia, en el caserío donde pasaba desde entonces los veranos (desde los ochenta venía prácticamente todos los años). Había algún caso de tortura. Otro chico estuvo en la cárcel durante más de diez años, otro amigo tiene una condena de setenta años. Entonces ha estado muy presente. Los que vivimos de cerca estas situaciones sabemos que hay otra perspectiva de la realidad, o de las realidades, y que esta realidad no es contada por nadie. Entonces sentía esa presión de darle voz a esta realidad que nadie quiere escuchar.

Para mí, otra experiencia casi traumática fue cuando hice una entrevista a Bernardo Atxaga, una entrevista que me habían solicitado dos periódicos alemanes. Esta entrevista no fue publicada por ninguno de los dos, con el argumento de que la de Atxaga era una posición demasiado antiespañola y provasca. Y eso que, para mí, Bernardo Atxaga representaba una voz que trataba de moderar entre diferentes posiciones. Y, en ese momento, me dije: aquí el bloqueo es tan tremendo que prácticamente tenemos lenguajes vedados, prohibidos, espacios donde no nos podemos mover, que invisibilizan completamente las realidades. Entonces sentí una gran necesidad de escribir la novela. Y no solamente de escribir hacia fuera, con el deseo de contar esa historia, esas historias que conocí aquí, sobre todo en ese pueblo en los límites entre Guipúzcoa y Navarra, sino también tenía la idea de hacer un libro que discutiera las preguntas y las inquietudes que tengo yo frente al conflicto vasco y que tengan también lectores vascos. La idea era hacer un libro que tuviera dos direcciones: explicar a un público alemán, pero también para unos lectores vascos o euskaldunes, o españoles, no importa, para reflexionar sobre muchos aspectos de ese conflicto, donde también hemos tenido discusiones larguísimas todos estos años. Eso también me gustado del País Vasco, que siempre discutíamos de política, del conflicto. Entonces el libro ha tenido esos dos elementos y, para mí, era un honor muy grande que sea publicado aquí, por Txalaparta, y sobre todo en euskera, y con esa traducción, que es una traducción donde realmente [Petra Elser e Ibon Uribarri] han entregado muchísimo esfuerzo.

El libro cuenta la historia de una amistad. Es la amistad de un personaje alemán que se llama Alex, que ─eso tiene algunos elementos autobiográficos─ lleva años viniendo aquí, desde los ochenta, y que regresa en el contexto de un programa de intercambio académico para hacer un estudio sobre la nueva identidad europea. Eso, para mí, era también la posibilidad de enfrentar esos discursos de supuesta unificación europea con estas realidades invisibilizadas de la periferia. Y ese personaje, Alex, se vuelve a encontrar con el personaje de Zubieta (he oído que algunos elementos están basados en la persona real de Mikel Antza) y ese Zubieta es una persona que tuvo que pasar a la clandestinidad por ayudar a [Joseba] Sarrionandia[1] a salir de la cárcel.

Ahí tengo que explicar por qué una conexión tan real. Es un poco peligroso meter personajes tan reales en una novela. En la novela no se menciona en ninguna parte el nombre de la organización, la ciudad ni el País Vasco. Es clarísimo que se trata del País Vasco, pero todo eso queda como si no tuviera nombre. Y, para mí, eso ha sido una forma de expresar esa invisibilización. Es decir, que prácticamente hasta mencionar el nombre del país ya nos excluye de ciertos discursos (la experiencia que comentaba que los periódicos alemanes no quisieron publicar una entrevista a Bernardo Atxaga). Eso, para mí, era la expresión literaria de que no podemos ni siquiera mencionar el nombre del país. Pero, por otro lado, pensaba que era necesario darle un anclaje a la historia, demostrar que sí tiene su fundamento real. Y pensaba que la literatura es la única de forma de salir un poco de ese bloqueo. Y también porque me pareció una idea muy romántica, que uno liberara a un escritor encarcelado o ayudara a salir de la cárcel por solidaridad, pero también por respeto a la literatura, a su literatura, por pensar que era importante que esa persona saliera de la cárcel. Esa historia quería contarla y Zubieta tiene estos elementos que rodean al Mikel Antza real. Ojalá no se haya enojado por eso, pero tal como está el personaje literario de Zubieta… Evidentemente no es Mikel Antza, no conozco a Mikel Antza, nunca he hecho ningún estudio sobre su forma de ser, la persona es una persona de ficción.

En el libro, Zubieta pide a Alex, a través de intermediarios, porque Zubieta ha regresado desde América Latina, si le puede llevar en coche por el Estado español. Es un encuentro muy intenso, porque Zubieta, como militante de ETA, está buscado y Alex sabe que esto significa que él también puede ir a la cárcel. Entonces la novela prácticamente se convierte en una road movie, donde la mayor parte de la historia se desarrolla en el coche, durante el viaje de los dos, donde, por un lado, discuten todas las cuestiones que he mencionado al principio, ese conflicto invisible. Pero, por otra parte ─eso es más importante aun y no le he mencionado todavía─ es un libro sobre la amistad y sobre el personaje de Alex, que tiene una gran incapacidad de asumir una responsabilidad humana frente a los débiles, que tiene una hija de cuatro años, con la que tiene una relación muy difícil. Y en el encuentro, en el reencuentro, con el personaje de Zubieta también empieza a cambiar su personalidad. Entonces también refleja el discurso grande de solidaridad en una cuestión de relación humana muy directa, donde se reflejan también sus relaciones familiares prácticamente en esa relación de amistad. Es una novela donde chocan también estos conceptos identitarios y posidentitarios ─eso también habría que mencionarlo─ y ésa es una de las preguntas que yo siempre me he hecho cuando he venido aquí: en el País Vasco se habla mucho de la identidad, de que nosotros somos vascos, que siempre lo hemos sido, que somos el pueblo más antiguo de Europa y cosas así, que a mí siempre me han parecido muy cuestionables e incluso mentiras, porque yo pienso que como proyectos no somos lo que somos, sino cómo nos transformamos y cómo nos hacemos. En la novela, Alex es una persona que representa un cuestionamiento del concepto de familia, de género, tiene una hija, tenía una relación con una mujer, ahora está con un hombre, o sea, en una relación homosexual. Y este cuestionar todos los conceptos identitarios choca con los discursos de Zubieta, que son bastante identitarios. Es una forma de tratar de contar, de discutir, de reflexionar sobre el conflicto vasco, sobre los discursos de izquierda, dirigir desde una postura de solidaridad preguntas a ese discurso de la izquierda abertzale. Pero, por el otro lado, también es una novela sobre la amistad y sobre este personaje de Alex y sus incapacidades.

Pueblo y ciudad en el País Vasco

El libro no tiene como objetivo dar una visión completa de lo que es el conflicto vasco. Durante el día de hoy he discutido con varias personas sobre el libro y, por eso, algunas ideas se me repiten, pero es una visión muy personal en ese sentido, que me he acercado al País Vasco a través de una familia y un pueblo muy concreto: es un pueblo en Navarra donde también hay gente que no asume una postura frente al conflicto político. Pero, por lo menos, es una sociedad muy casera todavía, con una presencia fuerte, por lo menos entre los jóvenes, de un cierto discurso político y social. Yo incluso me siento más ajeno frente a las ciudades vascas, a las capitales vascas. Ésta es una de las cuestiones que siempre destaco cuando hablo del País Vasco: que en otros países diría que las capitales, que las grandes ciudades, son los espacios donde se mueve lo alternativo, donde se cuestiona el modelo de vida reinante. Aquí, en el País Vasco, me parece que es una gran excepción en Europa, aquí me parece que son más los pueblos pequeños, las ciudades pequeñas y medianas donde uno nota la presencia de una cultura que cuestiona cosas. Ahora me vais a decir: sí, pero depende de qué aspectos. Sí, tenéis razón, pero yo, por ejemplo, en cuanto a los gaztetxe[2], tienes poblaciones muy pequeñas aquí que tienen gaztetxe y que tienen una vida comunitaria muy rica. Son cosas que me han facilitado sentirme más cómodo en esos pequeños pueblos, o medianos, que en ciudades como Donostia, donde yo pienso que las diferencias con otras ciudades europeas no son tan grandes ni tan notables. Pero si vas un poco más al campo sientes más diferencia. Y, claro, como viajero lo que a mí me ha gustado es conocer la diferencia, porque la diferencia es la que te hace reflexionar sobre lo tuyo. Pensar cómo es el modelo europeo, cómo es el modelo alemán, lo haces más desde una situación periférica, donde todavía notas la diferencia. Y en ese pueblo, en esos caseríos, al lado de Betelu [Navarra], por ejemplo, yo notaba bastante diferencia frente a lo que conocía en Alemania. Es una visión muy subjetiva, evidentemente, no es una investigación sobre la sociedad vasca. Es darle la voz a un cierto sector de la sociedad que queda invisibilizado por los discursos oficiales. Creo, ojalá sea eso.

En busca de una salida

En la novela, yo creo que se nota el deseo de un militante, de un dirigente de ETA, de salirse del círculo de la lucha armada. O sea, está como trasfondo la discusión presente por lo menos desde finales de los noventa. La actitud de Zubieta, al final, tiene que ver con eso, pero no tiene esa salida clara, porque en ese sentido es cercana la realidad, porque hasta el momento no ha tenido una salida clara. Hay un cuestionamiento y demoran y demoran… Y también en la novela se dan argumentos de por qué se demora tanto, porque también es verdad que hay razones históricas de por qué está tan estancado este conflicto. Para la razón de por qué este conflicto se está prolongando tanto, y mucho más que en otras zonas de Europa, es porque aquí nunca ha habido una ruptura. Es decir, la transición nunca llegó a un verdadero fin. Hay muchísimas continuidades franquistas después del año 1977, en los ochenta, y eso ha creado una sensación de rechazo en un sector minoritario de la sociedad vasca. Y para salir de eso sería necesario que la sociedad española reconociera que con esa transición algo anduvo mal, y mucho más frente a las minorías. Frente a la sociedad española, también, porque también fue un engaño a los movimientos sociales españoles, solamente que los movimientos sociales españoles de esa época ya no existen. Casi no queda nadie que se acuerde de eso, pero para las minorías catalana o vasca es mucho más evidente, porque aquí ciertas cosas fueron impuestas a partir de la violencia. Y luego se dice «vosotros tenéis que dejar la violencia», a pesar de que el statu quo es resultado también de la aplicación de violencias. Es mi visión del conflicto vasco; puedo estar equivocado, pero yo pienso que ésa es la razón de por qué es un círculo vicioso de tan difícil salida. Y de tan difícil salida sobre todo para sus protagonistas. En América Latina sabéis que existe una comunidad vasca exiliada fuerte y ahí también hay gente de mucha historia que discute contigo esas cosas. Yo nunca he sentido que la gente no tenga presente esos argumentos, pero yo creo que hasta para los protagonistas más comprometidos es muy difícil encontrar una puerta de salida, porque todas las puertas están cerradas, y las puertas que hasta hace poco no estaban cerradas, se las están cerrando ahora, o se las están cerrando en los últimos meses. O, por hablar más concretamente: ¿cómo salir de una lucha armada si te ilegalizan todo el espacio político y los movimientos sociales y ni siquiera puedes cuestionar ese modelo de estado de excepción, ya que cuando lo mencionas te criminalizan? Entonces son cosas que lo hacen cada vez más difícil y más complejo. Eso es parte de la impotencia que mueve al personaje. Pero, al final, el libro no es pesimista. El libro finaliza con un reencuentro de Zubieta con su hija, un reencuentro en la libertad, sale de Europa, de España, en un velero. En ese sentido el libro es más optimista que la propia realidad vasca. En la novela yo veo salidas y también sigo viendo salidas, pero es verdad que el libro no lo plantea tan claramente.

El fin que planteo en el libro no es la salida personal. No quería quedarme con lo que siempre conocemos de todos los días, con las detenciones, los 300 años de cárcel o los muertos. Durante el libro uno no sabe que Zubieta también tiene una hija. Entonces quería que esto al final se mostrara y sabemos que hay gente que sale, y que ha salido en estos años, de Europa, y no precisamente para retirarse en plan individual. Como pequeño símbolo, le he colocado una bandera sudafricana en el velero. Sabemos que Sudáfrica ha jugado un papel en el concepto, en el modelo de negociación y de intermediación para una solución política de ese conflicto. El Zubieta que veo yo es un Zubieta que va al extranjero, fuera de Europa, para plantear una salida política, negociada, a ese conflicto. Y en eso han estado muchos militantes de la izquierda en estos años, tampoco es completamente fantasía.

El conflicto en Europa

Hay un crítico alemán que va con Alex y que no entiende nada del conflicto vasco y dice «esos identatitarios están locos». Eso es lo que dice la izquierda alemana: «los vascos están locos, son unos nacionalistas, unos desfasados». Él dice eso: ¿cómo es posibles que abráis más fronteras cuando tenemos centenares y miles de muertos en las fronteras de hoy en día? ¿Cómo plantear otra frontera más? Y también es verdad que, a pesar de todo, es más fácil salir en yate de Europa como refugiado vasco que entrar como una persona cualquiera africana en Europa. Hoy estamos hablando todavía del muro de Berlín, pero tenemos un muro real donde se matan todos los años más personas que en cuarenta años de la división de Alemania, y de ese conflicto tampoco se habla mucho. Y por eso me gustó empezar y finalizar la novela en Tarifa. Yo, como escritor, me monté al carro junto con Alex y Zubieta, porque quería arrancar y finalizar en Tarifa o, por lo menos, cerca de ahí, donde se ve ese estrecho que es tan emblemático para el concepto europeo, porque eso también es una deconstrucción de los discursos europeos, de que ya no tenemos fronteras y de que nos hemos hecho muy abiertos. Pregúntale a un africano si Europa tiene menos fronteras que hace treinta años. La imagen me gustó, la imagen del estrecho, del mar, de lo hermoso que es el mar, pero de las tragedias humanas para pasar la frontera.

En cuanto a la posición europea, prácticamente es la española y los periódicos alemanes escriben lo que escribe El País y El Mundo. Y eso es gran parte del problema, porque si la opinión pública europea fuese más crítica con España, en España habría otras mayorías, más dispuestas al diálogo. Y es parte de la tragedia, porque en Europa el PSOE todavía lo ven como el partido de izquierdas que ha modernizado Europa y casi nadie se acuerda de que ─o casi nadie sabe que─ el PSOE también fue el partido que montó los GAL y que también es parte de la tragedia y de las violencias de este país. Para la opinión pública y los intelectuales europeos, la izquierda abertzale o los militantes de ETA son nazis, fanáticos, racistas. Lo que critican de la izquierda vasca, que sólo distingue entre blanco y negro, que puede ser una crítica valiosa, es mucho más verdad para ellos. Ellos tan sólo distinguen entre blanco y negro, para ellos solamente existe el fanático nacionalista vasco y el honrado intelectual progresista [Fernando] Savater. Ésa es la visión que nos pintan. Yo creo que es necesario romper eso. Por eso he tenido tantas dudas frente a los discursos aquí, en el País Vasco, porque nunca han tratado de explicar hacia fuera estos otros aspectos que también tienen. Por ejemplo, que el sindicalismo vasco ha sido muy abierto a inmigrantes y que han hecho esfuerzos para organizar y ganar inmigrantes africanos, que ésta es una tierra, comparada con otras ciudades europeas, más o menos acogedora con inmigrantes africanos. Tampoco vamos a decir que no existe racismo; existe racismo aquí también, pero es un poco menos agresivo que, por ejemplo, en Madrid. Cosas así, que aquí puedes encontrar en pueblos pequeños de gente muy solidaria con África o con América Latina, nunca se han logrado comunicar hacia fuera. La gente no lo sabe y la gente que viaja aquí se queda muy sorprendida de que el País Vasco tenga esta otra cara.

Es cierto que Zubieta representa la generación de Sarrionandia, una generación que todavía ha vivido los años del franquismo en la escuela, pero yo creo que, también para las generaciones que siguieron después, esta continuidad franquista es parte de la percepción del conflicto y es parte de la legitimidad y lo tenemos muy presente en la actualidad. Por ejemplo, que sacan una ley en Madrid simplemente para impedir que se dé un plebiscito aquí, preguntar a la gente cómo quiere vivir, que para mí sería lo más lógico en cualquier democracia. Que saquen una ley así, para mí, solamente se puede explicar desde una continuidad de una visión franquista española. Yo creo que hay ciertas continuidades, donde ciertos argumentos de Zubieta tienen validez o legitimidad hasta hoy en día. Yo creo que eso es parte del estancamiento y de la tragedia.

La recepción en los países de habla alemana

Para mí ha sido una gran sorpresa que la Neue Zürcher Zeitung, que es un periódico conservador suizo, haya hecho una crítica muy positiva de la novela, incluso de los aspectos políticos. Y también la Frankfurter Allgemeine Zeitung, tanto la dominical como la de la semana, ha hecho críticas reconociendo el libro. En cambio, la Tageszeitung, que es el periódico verde, reaccionó rabiosa, pero eso tiene que ver también con que sienten más necesidad de tomar distancia y también con que la ex izquierda es a veces más rabiosa con la izquierda que el que siempre ha sido conservador. No es para sorprenderse. La acogida fue positiva y lo que me gustó mucho fue que la gente lo leyó de diferente manera. Para mí, era un objetivo escribir la novela de manera abierta. Contar la historia de una amistad, que cualquier persona puede ver, pero también dejar abiertos para diferentes conclusiones el conflicto y la discusión políticos. El libro no llega a decir «es así y ésa es la visión», sino que hay más visiones y, seguramente, habrá muchas más que estas que se presentan en el libro. Y esto por lo menos ha posibilitado a diferentes personas enfrentarse a ciertos argumentos y a ciertas percepciones de ese conflicto a gente que, normalmente, ya no querría ni siquiera meterse en el tema, porque en Alemania el nacionalismo es lo último, no lo penúltimo, sino lo último, por lo menos para los que somos un poco progresistas. Entonces es mucho más difícil llegar con un tema así. Es como un campo minado, donde para escribir hay que ir mirando dónde no meter la pata. Eso era lo difícil, pero también lo bonito.

A mí siempre me ha sorprendido que, de una historia como la de Sarrionandia, la de su salida de la cárcel, nunca se haya hecho una película. Es muy extraño, se inventan las cosas más raras para convertirlas en historias, y una historia tan romántica ─sí, una historia romántica─, que uno va a la clandestinidad, se escapa de su país porque quiere liberar a otro porque escribe, eso es casi kitsch. No se ha hecho una película de eso porque ya sería tomar posición el mencionar que en un conflicto político el fenómeno ETA también tiene ese componente. Tiene componentes muy horrorosos, claro, pero tiene componentes muy humanos, muy solidarios, muy hermosos y muy románticos.

Comentario de Petra Elser: hay una frase emblemática en el libro que es «hablarse mutuamente sin entenderse es el único bilingüismo que se practica realmente aquí» («Aneinander vorbeizureden ist die einzige Zweisprachigkeit, die hier wirklich praktiziert wird»). Hablar se convierte en tabú, se habla en círculos cerrados, se habla en cada bando, pero no se habla el uno con el otro. Entonces la fase anterior a la solución sería empezar a hablar. Hay un tema muy importante, que es que si Salvatore[3] y Zubieta se sentasen a hablar, igual sobre algunos puntos no estarían en desacuerdo.

No sé si realmente se trata de un tema de falta de diálogo, también es un poco un problema de reducción, de una visión reduccionista de hablar de dos posturas, porque es un poco lo que durante un tiempo el PNV nos quiso presentar: están los dos extremos y nosotros estamos en el medio. De pronto hay tres o cuatro posturas, y los tres o cuatro lenguajes no se comunican entre ellos y los tres o cuatro tienen su responsabilidad, porque el conflicto no ha tenido una salida, pero hasta cierto punto es verdad que hay prohibiciones, que hay territorios vedados. Para mí una cosa emblemática es eso de usar palabras que son señales, palabras clave. Por ejemplo: ¿cómo hablamos de ETA? Sabemos que el Gobierno exigió a los periodistas de medios públicos, y no solamente a los de medios públicos, sino también a los de los medios privados, hablar de la banda terrorista. También eso es un fenómeno interesante que va más allá de conflicto vasco y que a mí me parece muy chistoso, muy divertido, muy gracioso, que es eso de que a nosotros, periodistas jóvenes, siempre nos enseñaron a no utilizar adjetivos, pero cuando se habla de eso, se habla de la banda sanguinaria (Blutige Bande). O, ahora, sobre Afganistán la prensa alemana siempre dice los «atentados cobardes de los terroristas». O sea, no son acciones armadas, sino atentados cobardes. Claro, pero eso también existía del otro lado. Es un poco absurdo reprochar algo a la izquierda abertzale, que está en situaciones de una criminalización absurda, pero ha habido años en que también asumías cierto lenguaje para ser parte del discurso, a pesar de que eran palabras equivocadas. Porque, por ejemplo, hablar del luchador por la libertadLibertad es una palabra muy grande. Luchador, sí, pero luchador por la libertad es cuestionable. Y ¿cómo dirigirnos para decir que son militantes de ETA? Ya, pero cuando decimos militantes de ETA nos dicen «no, pero estás disculpándolo». O sea, que prácticamente sólo por escoger cierta palabra ya tenemos que tomar posición en discursos y existen solamente estos discursos, que son discursos bastante cerrados. Y, sobre todo, los discursos oficiales, pero, en un punto mucho menor, también los discursos de la izquierda abertzale. Son terrenos cerrados. Una cosa que explico en esa parte del libro que has mencionado es que si Zubieta y ese filósofo se encontraran y hablaran de otro tema, de pronto se pondrían de acuerdo en algunos puntos. Esto también lo puse para no presentar de manera tan negativa a ese personaje, Salvatore. De hecho, he tenido experiencias en conferencias sobre el conflicto vasco donde he vivido algo así. En Suiza estuve invitado por el movimiento sindical suizo. Ellos tienen mucha emigración española y una de las sindicalistas que dentro del sindicato suizo es de la gente más combativa, más ligada a la base, a la lucha de emigrantes, a posturas sociales de izquierda y con quien estoy seguro de que en todos los demás temas nos habríamos entendido muy bien, se puso histérica cuando empecé a plantear mi visión del conflicto vasco. Se puso histérica y dijo que yo era un apólogo de los terroristas y que me tenían que cortar la palabra. Ahí me refiero a esto, a que el conflicto se ha impuesto de una manera a veces tan absurda que ya no reconocemos que hay otras cosas que hoy en día son muy importantes y que nos podrían unir. Si en temas tan importantes como la situación social de empobrecimiento, de un capitalismo cada vez más salvaje, de la persecución de los inmigrantes, no somos capaces de juntarnos con la gente que también es de izquierdas, porque son muy pocos los que quedamos de izquierdas en Europa, si los pocos que quedamos ni entre nosotros nos podemos poner de acuerdo… A eso me refería, que hay cosas donde esta lectura del conflicto vasco se impone a cualquier otra cosa, pero no creo que simplemente por hablar se pueda resolver. Yo creo que la solución es muy evidente, la solución la tienen los poderosos, la postura española y europea tiene que cambiar y, para que cambien, hay que ejercer presiones sociales de todas las partes. Yo creo que esa es la única salida, y no solamente el diálogo, porque son diálogos muy vanos, porque repetimos las frases que se han dicho desde hace décadas y eso es también un absurdo. Una vez una amiga mía escribió una frase muy sencilla: para qué voy a repetir lo que ya todos han dicho mil veces, por eso ya no quiero opinar más sobre el conflicto vasco.

(Pregunta del público) Trabajas también sobre utopía. ¿Qué utopías propones para el País Vasco?

El libro de las utopías que hemos hecho es un planteamiento de cómo recuperar una visión alternativa, que no sea capitalista, de la sociedad. En el libro, que es un libro de entrevista o conversación que he hecho con Elmar Altvater,[4] que es uno de los veteranos del ecosocialismo en Alemania, él lo que ha planteado en los últimos años es una sociedad solidaria y ecológica, solar, basada en otro modelo energético. En el libro hacemos el ensayo de mirar con qué obstáculos concretos se encuentran proyectos alternativos o no capitalistas, teniendo en cuenta la historia social.

En cuanto al País Vasco, yo lo plantearía en una perspectiva alternativa. Yo pienso que en el País Vasco ha habido prácticas en los últimos veinticinco años ─y por eso siempre me ha gustado venir─ que me parecieron bastante interesantes desde una visión alternativa, porque aquí lo que en algunos municipios se ha logrado es levantar un trabajo social y democrático diferente, en construcción de cooperativas, construcción de cogobierno en los municipios. De pronto vosotros, como vascos, no os habéis enterado demasiado, pero que nos dan ya elementos para una construcción de otra alternativa, elementos que a mí siempre me han parecido interesantes, donde las propuestas para sociedades alternativas en grande surgen de estas prácticas locales. Y, en ese sentido, el País Vasco aporta bastante en experiencias. Y no lo vemos porque también es invisibilizado, y no lo vemos porque también está tapado por todo el conflicto armado, pero son cosas interesantísimas. Incluso los elementos que vamos a criticar, que seguramente vais a criticar fuertemente. Por ejemplo la experiencia de las cooperativas ─todos sabemos que se han convertido en transnacionales─. Sin embargo, es interesante que estas cooperativas sigan teniendo una vida relativamente intensa, comparada con otras cooperativas en Europa, donde ya se ha aceptado completamente esa burocratización. Aquí por lo menos hay gente socia de las cooperativas que cuestiona, que sigue yendo a las asambleas a discutirlo. Entonces es una vida política y social rica y con la represión de estos años muchas cosas se han acabado, se han invisibilizado, pero es un país sumamente interesante y podría serlo mucho más cuando se logre superar ese conflicto. Es una de las razones de por qué no se quiere superar ese conflicto armado, porque aquí hay un potencial social interesante todavía, hay una sociedad que más o menos opina. Por lo menos si lo comparamos con otros sitios europeos, hay una sociedad que ha opinado, que se ha movilizado. Y es la esperanza para el futuro, que hay por lo menos una minoría importante de la sociedad dispuesta a movilizarse y a opinar y que puede tener un protagonismo fuerte para cambiar el marco de ese conflicto.

Raul Zelik (Múnich 1968). Académico, escritor y analista político. Experto conocedor de la realidad latinoamericana es, desde 2005, profesor permanente en la Freie Universität de Berlín. En 2005 fue nominado con Situaciones berlinesas para el Premio Nacional del Libro en Alemania. Su novela La negra (2006) la escribió en español y Der bewaffnete Freund fue traducida al vasco (Lagun armatua) en 2009.

Notas:

(1) Joseba Sarrionandia es poeta y escritor en lengua vasca y fue militante de la organización ETA. Creador, junto con Bernardo Atxaga, Ruper Ordorika y Jon Juaristi del grupo Pott, es una de las figuras más reconocidas de la narrativa y la poesía vasca contemporáneas. Si bien, por razones políticas, su obra apenas se ha traducido al español, obtuvo el Premio Nacional de la Crítica por la novela Lagun izoztua y algunas de sus obras han sido traducidas a otras lenguas (Lagun izoztua al alemán precisamente por Raul Zelik y Petra Elser). En español solamente puede leerse No soy de aquí (Fuenterrabía: Hiru, 1991, trad. de Bego Montorio) y la recopilación multilingüe de poemas Hau da ene ondasun guzia (Tafalla: Txalaparta, 2000, trad. de Maite Mujika). Existe una excelente traducción catalana del bellísimo libro de relatos Narrazioak (Narracions, Barcelona: 1986, trad. de Josep Daurella). Una muestra del grado de reconocimiento a Sarrionandia en la literatura vasca actual lo da el hecho de que hasta el mismísimo presidente de la Comunidad Autónoma Vasca actual osara recitar, convenientemente mutilado y abstraído de su contexto estético-político, uno de sus poemas en el acto de toma de posesión como lehendakari. Sarrionandia se fugó de la cárcel en julio de 1985 escondido en un bafle tras un concierto gracias a la ayuda de Mikel Albisu Antza, que a partir de entonces adquirió un peso relevante en la organización insurgente. 

(2) ‘Casa de jóvenes’, es la denominación que adoptan en el País Vasco a los centros sociales ocupados y autogestionados.

(3) En la novela de Zelik, Salvatore es el personaje que representa al sedicente «demócrata» y «no nacionalista».

(4) Raul Zelik y Elmar Altvater: Vermessung der Utopie: Ein Gespräch über Mythen des Kapitalismus und die kommende Gesellschaft. Munich, Blumenbar, 2009.

Transcripción, edición y notas de Ramon Bofarull. Ha sido posible gracias a Joserra Beloki, que facilitó al transcriptor una copia de la grabación del acto.