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El año de la hormiga

Fuentes: Rebelión

Es indispensable alimentar la luz, y achicar la bestia. J.M   Aunque es indudable que la definitiva inflexión de la antigua política que subraya la actual visita del Presidente Obama a Cuba, es sobre todo un resultado de la ética de la resistencia de la población cubana y de la tenacidad de una dirección política, […]

Es indispensable alimentar la luz,

y achicar la bestia.

J.M

 

Aunque es indudable que la definitiva inflexión de la antigua política que subraya la actual visita del Presidente Obama a Cuba, es sobre todo un resultado de la ética de la resistencia de la población cubana y de la tenacidad de una dirección política, no hay que perder de vista algunas cuestiones. La mayoría de ellas ya están cobrando cuerpo y lo harán -muy probablemente de forma silenciosa- sobre todo después que la algarabía de esa visita pase.

El restablecimiento de las relaciones entre ambos países y el fin del bloqueo por el que trabaja el Gobierno cubano y grupos de intereses económicos de los Estados Unidos nos retrotraen de muchas formas también a la calidad de las relaciones económicas históricamente sostenidas entre ambos países. Ese nudo de contradicciones, hay que decirlo claramente, permanece fundamentalmente irresuelto hasta hoy.

No hay que olvidar que un temprano intento de replantear dichas relaciones por un -en aquel entonces- muy joven ejecutivo revolucionario, fue el detonante de las formas más agresivas de comportamiento de los grupos económicos y financieros estadounidenses y el inicio de un largo y sostenido accionar gubernamental, que tiene hoy una explícita continuidad. También que ese replanteo, era no ya sólo un indicador clave para la soberanía política cubana, sino además la pieza esencial para poder alcanzar niveles de inclusión, justicia social y desarrollo humano y material que fueran compatibles con la civilización en Cuba.

Ahora, con el pesado lastre de más de medio siglo de enfrentamiento, su profunda huella de deformación en nuestra economía, y el valor agregado -y para nada despreciable- de nuestras propias contradicciones y enormes yerros, no se puede pensar que el restablecimiento de relaciones económicas con los Estados Unidos, significaría que éstas serían plenas, o que se habrían conseguido con ello, las antiguas metas de independencia económica del país.

Descontando la inmediata oxigenación de la economía cubana que supondría el fin del bloqueo, sobre todo en lo relativo al comercio y el acceso a fuentes de financiamiento internacional, la cuestión de fondo sigue siendo ésta, lo que ahora en los desafíos que implica el vertiginoso cambio acontecido en la economía mundial en más de medio siglo, nuestra escasa experiencia dentro de ella y los efectos desquiciantes que sufrirán nuestra sociedad y Estado en los nuevos escenarios.

No se puede subestimar que en el pasado, por ejemplo, la existencia entre nosotros de una comprensión política de la economía -hoy prácticamente enajenada y desarmada en las ideas y los imaginarios sociales tanto dentro como fuera de Cuba- fue insuficiente para evitar que muchas de las estructuras de dominación y dependencia que se habían desarrollado desde el estreno de la neo colonia en 1902, se reprodujesen luego en las relaciones económicas sostenidas con la ex Unión Soviética.

Más allá de las cautelas, introducir tal idea dentro del análisis de los significados del proceso global de sostenimiento de relaciones económicas con los Estados Unidos, intenta subrayar la urgencia e importancia que tiene y tendrá cada vez más participar como individuos y sociedad en el proceso de formulación, creación, discusión y aprobación y control de la ejecución de las políticas públicas en Cuba.

Pero reflexionar, por un momento, las enormes capacidades que depara nuestra actual cultura social de cohecho y malversación para cobijar formas particularmente espectaculares y depredadoras de corrupción administrativa a cualquier nivel, serviría para delimitar hasta qué punto lograr una moderna fiscalización de los funcionarios y de la transparencia de sus actos, decisiones, y sus ingresos y bienes, de forma simultánea al desarrollo de las potencialidades aún latentes de control popular, pudiere interponerse a la probable perversión de los intereses públicos en un nuevo escenario económico.

El de ahora, aunque muy novedoso, o quizás por eso mismo, es para Cuba sobre todo un desafío pospuesto, pero en nuestras circunstancias y por lo que está en juego, es mucho más riesgoso que en todos los tiempos anteriores.

En poco tiempo, cubierta la expectativa inmediata de mercado que fascina a la mayoría de los inversionistas estadounidenses -e incluso a muchos de los necesitados de esas mismas inversiones- esos y otros intereses, caerán sobre la enorme y puede que excepcional riqueza acumulada aquí en materia de desarrollo humano y profesional, saqueándola hasta agotarla y descarrilar su papel como factor de desarrollo interno, a menos que se le impida. No es insignificante, esa riqueza es nuestra civilización.

No creo sea una calle precisamente iluminada la que recorremos, pero por eso mismo hay que pensar y hacerlo cada vez más entre todos. ¿Cuántos se preocupan entre nosotros por la soberanía económica ahora que restablecemos relaciones con los Estados Unidos? ¿Cuántos entre nosotros ya sólo quieren consumir tranquilamente? Charles Darwin pensaba que las hormigas eran un problema abominable para su teoría evolutiva, pensar en Cuba, para algunos, quizás también lo sea. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.