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Es hora de plantearse el decrecimiento del consume energético

El apagón de Barcelona, más allá de la falta de inversiones

Fuentes: ALB Noticias

El apagón que todavía afecta a una parte significativa de la ciudad de Barcelona, aunque tiene causas concretas y evitables, no es un hecho aislado en el contexto reciente de los países más desarrollados. De hecho, aun tenemos suerte de que el accidente no se ha producido en un momento de temperaturas extremas, frío o […]

El apagón que todavía afecta a una parte significativa de la ciudad de Barcelona, aunque tiene causas concretas y evitables, no es un hecho aislado en el contexto reciente de los países más desarrollados.

De hecho, aun tenemos suerte de que el accidente no se ha producido en un momento de temperaturas extremas, frío o calor, que es lo más habitual en estos casos, puesto que es el momento en que la red eléctrica se pone más a prueba.

Otras grandes ciudades y zonas del primer mundo han sufrido también grandes apagones eléctricos. Así, el 14 de agosto de 2003, un gran apagón en varios estados de los EE.UU. y en Canadá dejó sin luz a 50 millones de personas durante 24 horas.

En verano del 2004 un apagón dejó sin corriente a 200.000 sevillanos en plena ola de calor.

El pasado 5 de noviembre un fallo en la red eléctrica europea llegó a dejar sin luz unos minutos a 10 millones de europeos, la mitad de los cuales en París y alrededores. El incidente demostró la debilidad de la red a nivel macro.

En diciembre del 2006 una avería eléctrica en el estado de Missouri, coincidiendo con la oleada de frío y de nieve, causó 40 muertes y dejó 500.000 usuarios sin electricidad.

Y finalmente, a finales de este mes de mayo, Moscú se quedó a oscuras durante casi 24 horas, afectando 500.000 usuarios.

A la vez, en el hemisferio sur, los problemas eléctricos y de otras fuentes energéticas han sido una constante los últimos tiempos.

Mas allá de la causa concreta que encontramos tras cada caso, se puede encontrar una causa más general: la demanda generada en grandes núcleos de población y su crecimiento, especialmente en momentos de frío o de calor anormales, están provocando la aparición de debilidades en las redes eléctricas. Esta es una cuestión que no depende tanto de que las redes eléctricas estén «subdesarrolladas», como de que el consumo esta intensamente «desarrollado», habiéndose creado una sistema demasiado complejo como para no tener dificultades graves de vez en cuando.

Evidentemente, cuando la infraestructura no responde a la demanda, se pueden cuestionar las inversiones realizadas y estas pueden aumentar y deberán mejorar. ¿Pero hasta cuando podrá la oferta seguir adaptándose a la demanda?

Últimamente, en la opinión pública, y de la mano de la concienciación sobre el cambio climático, ha ido ganando fuerza la idea de que todo aquello que se pueda consumir en forma de electricidad es más limpio y más sostenible que aquello que queme directamente petróleo o gas. Esta idea no está lejos de la verdad, teniendo en cuenta que las energías renovables generan de forma predominante electricidad.

Pero esta transición energética se enfrenta con la debilidad de las redes eléctricas centralizadas, que cuando deben afrontar grandes consumos, se muestran débiles.

Si además debieran soportar la recarga de las baterías de los coches que fueran eléctricos, es difícil prever que reacción podrían tener. Además tenemos que contar con que la generación, transformación y transporte de la electricidad es un proceso no demasiado eficiente, en el que se desperdicia aproximadamente un 70% de la energía primaria utilizada. Por tanto tendríamos que producir más del doble de energía en forma eléctrica para lograr el mismo consumo energético que se tiene obtiene de los derivados del petróleo. Si a esto le tuviéramos que añadir el crecimiento anual del consumo de energía, la ecuación se vuelve imposible.

De esta manera, aunque seguro que se pueden mejorar las infraestructuras y e invertir más, ya va siendo hora que se replanteen estos problemas primero desde el punto de vista de la demanda, antes que desde la oferta. La primera pregunta que hemos de hacernos es cómo podemos redimensionar la economía y la sociedad para consumir menos electricidad en lugar de dejar que la demanda siga aumentando sin freno.

Como decimos y oímos decir cada vez con más frecuencia, es hora de plantearse el decrecimiento.

* Este artículo no habría sido posible sin la información recogida en los foros de www.crisisenergetica.org