Mordejai Vanunu trabajaba en la central nuclear de Dimona. En 1986, cuando tenía algo más de 30 años, fue entrevistado por el Sunday Times londinense. Dio información, verídica desde luego, sobre el programa militar atómico israelí, ese programa, real como la vida misma, que nunca es reconocido explícitamente por las autoridades del Estado étnico. Vanunu […]
Mordejai Vanunu trabajaba en la central nuclear de Dimona. En 1986, cuando tenía algo más de 30 años, fue entrevistado por el Sunday Times londinense. Dio información, verídica desde luego, sobre el programa militar atómico israelí, ese programa, real como la vida misma, que nunca es reconocido explícitamente por las autoridades del Estado étnico.
Vanunu fue capturado posteriormente en Roma por agentes del Mosad y condenado a… 18 años de prisión.
Después de cumplir íntegramente su condena, fue puesto en libertad en 2004, hace apenas cinco años. Se le restringió su libertad de movimientos y se le prohibió mantener contactos con ciudadanos extranjeros.
Nuevo ataque, nueva agresión: un tribunal israelí ordenó el 29 de diciembre de 2009 su arresto domiciliario [1]. El juez ha sentenciado que Vanunu ha violado las condiciones de su libertad vigilada en Jerusalén al reunirse con extranjeros: podría haber comunicado (no se afirma que haya comunicado) información secreta acerca del reactor nuclear en el que trabajó hace.. 23 años.
Su abogado defensor Avigdor Feldman ha sugerido un nudo muy distinto: la condena y el arresto obedece a que Vanunu mantiene una relación afectiva con una ciudadana noruega a quien, claro está, los servicios de seguridad del estado étnico han interrogado. Ya se pueden imaginar el tono y ya pueden ver la independencia del poder judicial israelí.
En alguna ocasión ha sonado la candidatura de Vanunu para el Premio Nobel de la Paz. La merece sin duda; aunque el premio no le merezca a él. Compárenlo con el hacer político efectivo del señor Obama, no con sus declaraciones y discursos, y pasen página enrabietdos. No digo que no sea un buen momento para reiniciar la iniciativa pero el mismo Vanunu ha esgrimido un argumento concluyente, muy concluyente, casi definitivo, contra esa iniciativa: él mismo escribió en su día una carta al comité noruego renunciando a la candidatura. ¿Por qué? Porque entre los galardonados se encuentra el actual presidente de Israel y miembro de la II Internacional, el señor Simon Peres, que Vanunu considera, y no le faltan razones, el padre de la bomba atómica de Israel. Queda, el premio alternativo de la Paz, la compañía le sería grata al resistente y admirable científico israelí.
¿Son éstas las libertades cívicas de los ciudadanos y ciudadanos del Estado judío de Israel a las que hacía referencia el embajador de Israel en España, el señor Rapahel Schutz, en su iluminador (por su claridad) artículo «Israel, Estado judío» [2]? Deben ser éstas, deben ser éstas las concreciones político-legales de ese Estado étnico que el señor embajador defiende con tanta rotundidad… y falsedad aléfica.
Mientras tanto, la ciudadanía de todos los pueblos debería alzar su voz y sus acciones contra este nuevo atropello de un Estado que hace ahora un año masacró a la población palestina de Gaza en una operación que los publicistas militares del Mosad tuvieron la osadía infame de llamar «plomo fundido».
No es tiempo de héroes, no se trata de reivindicar heroísmos, pero Moderjai Vanunu tiene todos los atributos que solíamos dar a esa figura que desgraciadamente acaso siga siendo necesaria en tiempos coléricos como éstos que nos toca vivir.
Notas:
[1] Tomo la información de Eugenio García Gascón, «Isarel recluye a Vanunu, el ‘espía atómico». Público, 30 de diciembre de 2009, p. 13.
[2] Raphael Schutz, «Isarel, Estado judío». Ibidem, p. 5.
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