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El asunto «Podemos»

Fuentes: Rebelión

Podemos acaba de cerrar la Asamblea Ciudadana que, en definitiva, ha constituido su proceso constituyente como fuerza política regulada, o mejor, digamos, institucionalizada, cuyo fin sería, decididamente, disputar la hegemonía política a los partidos del régimen. Para ello, en efecto, ha sido necesario asumir, con mayor o menor agrado, determinadas reglas del juego político actualmente […]

Podemos acaba de cerrar la Asamblea Ciudadana que, en definitiva, ha constituido su proceso constituyente como fuerza política regulada, o mejor, digamos, institucionalizada, cuyo fin sería, decididamente, disputar la hegemonía política a los partidos del régimen. Para ello, en efecto, ha sido necesario asumir, con mayor o menor agrado, determinadas reglas del juego político actualmente conformado, pues no parece posible cambiar dichas reglas antes de jugar, o más aún, sin jugar. Dicho de otro modo, una vez se haya jugado (y se haya ganado, hoy por hoy, no veo otra fórmula), se podrán subvertir esas reglas, pero, creo, no antes. Ello no significa, a mi juicio, que asumir esas reglas de juego de la política actual, signifique que vayan a jugar del mismo modo o con las mismas herramientas que los llamados partidos de la casta; más bien significaría que, asumiendo esas reglas, cada uno jugará con las posibilidades y herramientas que tiene, y Podemos cuenta con las suyas. No voy a entrar pormenorizadamente en las supuestas batallas internas dentro de la formación, no creo tener información suficiente y, es probable, que un análisis de ese tipo por mi parte acabara siendo injusto con las diferentes sensibilidades que, eso sí me consta, integran el proyecto Podemos. Únicamente voy a intentar centrar el debate en algo que creo, se pasa demasiado por alto y sobre lo que me gustaría llamar la atención: Podemos es un partido político. El proceso de Asamblea Ciudadana que ha dado lugar a esa realidad, ha sido, en efecto, rigurosamente democrático en sentido formal: las propuestas han sido debatidas y votadas, igualmente los candidatos, y todo ello en un proceso abierto y transparente, en el que todo el mundo ha podido participar. Es muy probable, o no, que las cosas se hubieran podido hacer de mejor de otro modo, igualmente es bastante probable también que, aún haciéndose las cosas de otro modo, el resultado hubiera sido idéntico o casi idéntico. Tampoco estoy nada segura de que hubiese sido más positivo un pacto previo a la votación, en lugar de una votación en la que nadie se hubiera retirado y aparecieran todos los nombres, de modo que los participantes decidieran efectivamente entre las opciones dadas. En todo caso, el proceso que se ha llevado a cabo es de una democracia interna y externa no sólo infrecuente en nuestro actual panorama político, sino, diría, casi inédita en el mismo

¿Cuál es el problema entonces? Desde luego, el 15M desbordó, afortunadísimamente, el marco de acción, reflexión, ejercicio y legitimación de lo que hasta ese momento había sido la política en nuestro país. Obviamente, eso no surge de la nada, había caldo de cultivo previo gracias a una coyuntura compleja y a numerosos factores que ya han sido analizados por mucha gente competente y lúcida y en los que ahora no me voy a detener. Lo que sí me parece innegable es que el 15M fue capaz de aglutinar, resignificar y resituar ese caldo de cultivo previo, lanzándolo a una dimensión política completamente diversa y estructuralmente diferencial, afectando a todos los ámbitos. Se transformaron tanto los órdenes de los discursos como sus contenidos, sus herramientas y sus acciones. De repente, la batalla no era una batalla metateórica sobre si se podía hacer aún política, o si la política se hacía tal y cómo nos estaban obligando a hacerla, sino que, haciendo política, la propia acción permitía que aparecieran creativamente los ámbitos y los contextos en los cuales las discusiones, los debates, los acuerdos y desacuerdos eran posibles, desbordando, necesaria y absolutamente, el intencionadamente constreñido y obsoleto marco aporético en el que nos hallábamos inmersos, y devolviéndonos, o incluso dándonos por primera vez, signifique esto lo que signifique, la condición de ciudadanos. Es muy necesario tener esto a la vista para pensar eso sobre lo que quería llamar la atención unas líneas más arriba: el hecho de que Podemos se configure formalmente como un partido político. Creo, sinceramente que se le está exigiendo a Podemos mucho más de lo que en sus límites positivos, puede llegar a ser. Podemos no puede, ni debe, a mi entender, integrar o absorber aquello que supuso el 15M, ni en su estructura organizativa, ni en sus modos de decisión, ni en sus estrategias políticas o comunicativas…etc, entre otras cosa porque es imposible. Si somos capaces de algún modo, de cambiar la mirada hacia el fenómeno Podemos, y logramos verlo, efectivamente, como un resultado de lo que fue el 15M, en lugar de la supuesta evolución natural de dicho movimiento, podremos entender que Podemos es una herramienta más en esa transformación, una muy importante, pero no la única. Una herramienta capaz de enfocarse hacia las instituciones con el fin de depurarlas, dignificarlas y volverlas al servicio de la ciudadanía, una herramienta capaz, por ello, de permitir que ese ejercicio de la política ciudadana pueda tener algún lugar, una herramienta capaz de ocupar las instituciones para convertirlas en aquello que verdaderamente son: los marcos garantes y posibilitantes del ejercicio de la política y de la existencia de una ciudadanía que pueda hacer tal cosa. Por ello creo que pueden nombrarse a sí mismos como una maquinaria de guerra electoral, porque efectivamente, esa batalla, nos guste más o menos, pasa por intentar ganar las elecciones, pero sólo esa batalla, la de esa herramienta particular, no de toda la política. Por ello, insisto en que creo que a Podemos se le está pidiendo ser algo que no puede ser, por que de suyo es imposible: los modos de hacer política sólo pueden transformarlos las gentes haciendo política, en los barrios, en las mareas de todos los colores, en las asociaciones vecinales, culturales, en las universidades, en los polideportivos y en los mercados. Efectivamente, lo mejor sería que esto ocurriera y simultáneamente se ocuparan las instituciones, porque sólo ello podría garantizar que pudiera seguir ocurriendo, pero obviamente, no se asaltan las instituciones para no hacer ya nunca más nada, sino para que tanto los colectivos como las personas puedan por fin ocuparse de lo que verdaderamente tiene que hacer, porque, en definitiva, de un modo u otro, todo lo que hacemos es político. Podemos no debe capitalizar toda la política, es necesaria toda la pluralidad de movimientos vivos y toda la riqueza creativa de las reflexiones y acciones comunes, eso, insisto, no debe ni puede capitalizarlo Podemos. Podemos sólo debe capitalizar la lucha política por la recuperación de las instituciones, y ésa es una de las luchas, muy importante, sí, dada la situación desastrosa en la que nos encontramos, pero no la única. No debe pedírsele que sea un reflejo o funcione como los colectivos vecinales, o asamblearios o jerarquizados o como tales o cuales formaciones o movimientos…no pertenecen al mismo plano, y creo que es tan insensato mezclar los planos, como enfrentarlos dialécticamente cual si fueran opuestos, anulando la riqueza y la potencia propia de cada uno, en lugar de entender que, en un contexto plural, cada potencia, cada movimiento, es garante en su acción también de velar por que los otros con los que coexiste se mantengan en sus límites posibles, que ninguno se desborde fagocitando a los demás, siendo así cada uno lo que es, lo que puede ser…en su mejor potencialidad. Sólamente se les debe exigir, entonces, que sean democráticos, participativos y transparentes, pero probablemente, esto hoy se diga de muchas maneras, justamente además cuando la política, como democracia colectiva y participativa, está por fin hoy, en plena ebullición de pensamiento y experiencia creativa y creadora respecto de si misma y sus posibilidades…

Creo, en definitiva, que a Podemos, lo que hay que pedirle, en efecto, es que hagan muy bien su trabajo y ganen las elecciones. No tomemos la parte por el todo. Es más, quizá si abandonamos de una vez la pasión por el todo, podamos dejar de ver también por fin a las partes sólo como partes… Quizá así podamos entender la necesidad interna, la potencia, la riqueza y la autonomía (que no autosuficiencia) de cada uno de los inteligentísimos y valientes movimientos político-sociales que están propiciando este momento actual de cambio y transformación en nuestro país, de los cuales, tal y cómo he intentado explicar, espero que con cierto éxito, Podemos es uno más.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.