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El blues de los diplomáticos europeos en Palestina

Fuentes: ORIENT XXI

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós

Concebida para promover el desarrollo económico de Palestina, la zona franca de Jericó, en el valle del Jordán, está financiada por la Unión Europea, pero lejos de cumplir su cometido, los obstáculos que impone Israel destruyen o impiden toda iniciativa tendente a mejorar de la situación de los palestinos.

La zona de franca de Jericó (Jericó Agro Industrial Park, JAIP, por sus siglas en inglés) ubicada en el valle del Jordán, tiene como objetivos «favorecer mediante incentivos fiscales e infraestructuras modernas las inversiones locales e internacionales en Palestina así como las exportaciones palestinas», que siguen siendo extremadamente bajas, según Naiem Attun, funcionario local. Además de esta incipiente «zona franca», la Autoridad Palestina de Industrias Estatales y Zonas Francas cuenta con otras dos en Belén y Yenín (Cisjordania) y una cuarta en Gaza que está inactiva. Otras tres están previstas en Cisjordania, cerca de Nablus, Hebrón y Rawabi, una «nueva ciudad» en construcción lanzada por un millonario palestino-estadounidense en la Zona A (véase el recuadro al final). Inicialmente impulsada con financiación japonesa, la zona franca de Jericó cuenta en la actualidad también con financiación europea. De momento, su actividad es reducida; cuenta únicamente con 4 PYMES registradas. Las autoridades preven que para fin de año habrá otras 6, que crearán 500 puestos de trabajo. En última instancia, el objetivo es generar 3.400 puestos de trabajo directos y 17.000 indirectos.

Nos encontramos en Jericó nueve periodistas de ocho países de la Unión Europea (UE) invitados por la Delegación de la Unión Europea en Palestina para constatar algunos aspectos del apoyo proporcionado a la Autoridad Palestina (AP). Sin embargo, a ocho meses de la primera entrega de la ayuda, cuesta creer que estas previsiones se cumplan a tiempo. Especialmente porque desde el principio tanto los funcionarios palestinos como nuestros guías europeos muestran sus reservas sobre la sinceridad de Israel con respecto a que la zona se desarrolle. «El gran problema, se queja Jaled Amleh, uno de los gestores palestinos, es quién controla la frontera». La única salida es el puente de Allenby, en el río Jordán, que permite la exportación de productos vía Jordania. Sólo se abre ocho horas al día entre semana, los viernes solo dos horas y los sábados está cerrado. El Aeropuerto de Lod funciona las 24 horas del día para las exportaciones israelíes, informa el palestino. Cuando nos quejamos, los militares dicen que quieren ayudar pero en realidad nos dan largas». Los responsables de la zona franca negocian con la administración civil israelí [1] desde hace dos años una mayor apertura en los horarios de la frontera del puente. Pero nada cambia. «Todo depende de la voluntad de Israel. Nuestros productos se pudren en su puerto de Ashdod porque los israelíes no emiten las autorizaciones de exportación».

Barreras administrativas

Otro de los responsables palestinos de la zona franca se queja de que los israelíes multiplican los obstáculos administrativos: «Si los europeos y los japoneses no presionan más a Israel buena parte de sus inversiones se perderán», señala. Amleh concluye: «La verdad es que como nosotros no controlamos nuestras fronteras, los israelíes pueden seguir estrangulando nuestra economía. Los acompañantes de la delegación de la UE en Palestina escuchan sin decir nada. Una vez fuera, uno de sus miembros nos dice en un aparte: «Los israelíes no quieren negociaciones para una solución política a la cuestión palestina. Pero Netanyahu ha evocado con frecuencia una paz económica. Sin embargo, aún así hacen todo lo posible para evitarla multiplicando los bloqueos burocráticos. Entonces, ¿qué es lo que quieren exactamente?»

Esta recriminación entre los miembros de la delegación sobre las barreras administrativas levantadas por las fuerzas de ocupación israelíes para el desarrollo de Palestina las escucharemos como un mantra permanente a lo largo de toda la visita. En Tubas, al norte de Nablús, la UE financia una planta de tratamiento de aguas residuales para reutilizarlas en la agricultura. Su coste es de 18 millones de euros y su inauguración está prevista para enero de 2018. Una hecho en Palestina más sensible que la falta de agua es que Israel controla todas las capas freáticas. El proyecto de los tanques de aguas residuales ilustra las consecuencias de la bantustanización aplicada por la ocupación israelí. Los tanques fueron instalados en la zona A para evitar algunas de las barreras administrativas. Pero como señala Tael Ali Ahmed, funcionario local palestino, el área de donde salen los camiones que traen los materiales de construcción a 30 metros de los tanques se encuentra en la zona C, donde los permisos son obligatorios. De allí las incesantes pegas administrativas. «Cualquier soldado que venga puede impedir el acceso de los camiones y detener los trabajos».

El personal de la UE admiten que las autoridades israelíes «exigen diez veces la presentación del mismo documento» y que «inmovilizan los camiones sin explicación». «Un día el ejército destruyó 3 kilómetros de tuberías, nos contaba un ingeniero. Luego nos dijeron que se debió a una iniciativa equivocada, no a una orden». Tael Ali Ahmed añade: «Cuando se trata de agua, los israelíes consideran que todo Cisjordania es zona C. Aquí hay bombas de agua importadas que el ejército ha bloqueado durante dos años. No se pueden excavar pozos sin la aprobación de una «comisión conjunta» israelo-palestina en la que los israelíes tiene derecho de veto. De todos modos, no se ha reunido desde 2012. [Los israelíes] llegaron con sus proyectos de abastecimiento de agua para los asentamientos y nos pidieron que los validáramos… Ya no los hemos visto más». El ejército israelí, según él, pretende hacer bien difícil la vida de la gente para que se vayan. Sin embargo, asegura, «nuestro proyecto va a ir hasta el final a pesar de todas las dificultades».

Mil millones de euros anuales de financiación europea

La UE gasta 310 millones de euros al año en apoyo a Palestina: el 45% se destina a pagar los sueldos de los dirigentes y funcionarios de la AP, el 45% a los servicios públicos (abastecimiento de agua, escuelas, hospitales, etc.), y el 10% a proyectos que no son públicos (principalmente culturales y humanitarios). Además, la UE paga 110 millones de dólares anualmente a la Agencia de Socorro para los Refugiados de Palestina (UNRWA). En total, con las aportaciones individuales de varios países europeos (Francia encabeza la ayuda en el sector de la energía, los Países Bajos el de la justicia, y Bélgica el de la educación) la contribución de la UE llega a alrededor de mil millones de euros al año. En comparación, el maná estadounidense a Palestina alcanza los 600 millones de dólares anuales, de los cuales más de la mitad se destinan a financiar la «seguridad» (formación y mantenimiento de la policía y de los servicios de inteligencia palestinos).

Aunque el objetivo del viaje de los periodistas no era económico, la UE también organizó encuentros con los beneficiarios de la ayuda humanitaria. En Jirbet Abdallah Yunis, al noroeste de Yenin, la UE ayuda a un pueblo palestino enclaustrado entre la Línea Verde (la frontera de 1967 que Israel prohibe cruzar a sus 200 habitantes) y el «muro de protección» israelí, que deja a sus propias tierras y a Cisjordania en su conjunto fuera de su alcance. Aquí es imposible obtener un permiso de construcción. De ahí que el sinnúmero de construcciones palestinas «sin permiso» sean destruidas de inmediato por los israelíes. En el pueblo de Jirbet Abdallah Yunis, hay pendientes de ejecución 88 órdenes de demolición para edificios «ilegales». En 2014 se presentó un proyecto de desarrollo de la comunidad que incluye una escuela a la que viene un maestro a diario, y un centro médico al que viene un doctor una vez por semana. En lugar de esperar a una autorización que sabían nunca llegaría, los aldeanos informaron al ejército de que si no obtenían respuesta en un plazo de 18 meses iniciarían las obras. El proyecto era beneficiario de la ayuda de la UE y del Programa de Naciones Unidas para Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat). Los israelíes han dejado hacer reservándose la opción de destruir estos edificios «ilegales» si lo consideran conveniente. Ahmad al Atrash, que diseñó el proyecto para ONU-Hábitat, espera que no suceda. «La verdad es que están contentos, dice, porque estamos contribuyendo a mantener la calma». Una estadística: de los 112 proyectos de desarrollo de comunidades en aldeas presentados en la zona C en 23 años, el ejército israelí solo ha aprobado seis. «Y encima, con restricciones», confirma un portavoz local, Naïm Nubani.

«Enfrentarse a los bulldozers»

En Jirbet Tana, cerca de Nablus, el organismo europeo de ayuda humanitaria y protección civil ECHO trabaja con la ONG Primer Socorro Internacional en el apoyo a una comunidad de pastores palestinos sedentarizados que desde 2005 ha padecido la ejecución de 13 órdenes de demolición de casas, la última el 13 de enero de 2017. Aquí viven 45 familias de pastores en chozas de madera contrachapada (destruidas regularmente por el ocupante) en un territorio decretado por Israel como zona de maniobras militares. «Nunca hemos visto maniobra militar alguna», nos asegura ECHO. Sin embargo, alrededor se extienden cuatro asentamientos israelíes. Obviamente, el reto es desalojar a la población árabe que habita allí». Los europeos describen el proceso:

a) se expropia a los pastores de su tierra;

b) se les niega cualquier autorización;

c) se corta el acceso a los servicios públicos (agua, saneamiento, etc.);

d) se permitir que los colonos realicen incesantes incursiones «de castigo» («en verano vienen a bañarse al único pozo que tenemos», se queja un pastor).

Al final, la gente se rinde. «Desde 2005 se han destruido más de 300 casas unifamiliares y estructuras de servicios. Sin la UE, los pastores ya se habrían ido» dice un miembro del organismo europeo. Las pérdidas totales de la UE en 2016 en la aldea de Jirbet Tana alcanzan los 216.000 euros. Cuando se levantó la escuela -dos habitaciones pequeñas en un barracón temporal de chapa- venían a las clases 17 niños y niñas. «Ya se ha destruido tres veces», señala un miembro de ECHO que confesaba tener la sensación de «luchar contra un bulldozer continuamente». En un folleto explicativo, ECHO denuncia un «propósito declarado de traslado forzoso» del pueblo palestino llevado a cabo por las autoridades israelíes «al menos en 46 zonas habitadas» de la zona C.

Estos hallazgos y otros similares descubiertos por los agentes europeos sobre el terreno los hemos escuchado reiteradamente durante todo el viaje: en Jerusalén Oriental y en sus alrededores, donde hemos podido constatar la realidad de la «judaización» forzada de la ciudad, en Belén, en el campamento de refugiados de Ayda (6.000 habitantes) o en la zona H2 de Hebrón, donde 750 colonos conocidos por su extrema violencia han logrado expulsar, con la protección del ejército israelí, a 20.000 residentes palestinos de sus hogares en el denominado «barrio judío», y en más lugares visitados. Y al mismo tiempo, hemos sido testigos de cómo cooperantes y muchos diplomáticos europeos (estos de manera discreta y siempre anónima), se preguntan sobre el sentido de su intervención. Cuestionamiento que se agrava por la impresión de que los informes que envían a sus países o a la Comisión Europea sobre la realidad de Palestina se abandonan en el fondo de un cajón. Un diplomático juzgó en privado que «la actitud de la señora Mogherini [2] sobre la cuestión palestino-israelí es la ceguera voluntaria».

Un «pueblo Potemkine»

«A menudo me pregunto si en última instancia no somos más que un engranaje de la maquinaria incesante que opera para fortalecer la presencia israelí en los territorios palestinos. Ciertamente, aquí y allá evitamos algunos daños, a veces tenemos algunos éxitos, pero en general, ¿no estamos contribuyendo en buena medida a mantener la ficción de una Autoridad Palestina que en realidad no tiene ningún poder y permitiendo a Israel que haga lo que le plazca?» Así se expresaba abiertamente un empleado de la delegación de la UE en Palestina. Un diplomático de un país con presencia consular en Cisjordania abundaba en lo mismo: «Nosotros, los europeos seguimos luchando para preservar los Acuerdos de Oslo. Pero ahora los israelíes dicen que en la zona C de Oslo pueden hacer lo que quieran. Y se niegan a discutir sobre el tema. Por lo tanto, me pregunto si estoy contribuyendo a la creación de un futuro Estado palestino que cada día hacen más inviable, o al mantenimiento de la ocupación». Esta pregunta que le tortura diariamente, agrega, solo la responderá el futuro. «Si se crea un Estado palestino, habremos contribuido a ello. Si se trata de lo contrario, habremos facilitado creer una ficción y habremos financiado la ocupación». Porque, recuerda el diplomático, el apoyo financiero europeo a los palestinos permite a Israel ignorar las muchas obligaciones que le corresponden como potencia ocupante en el marco del derecho internacional. Sin la AP y sin los fondos europeos y estadounidenses, Israel tendría que pagar la mayor parte de los servicios prestados por la AP y por su personal.

A título individual, algunos de estos funcionarios y diplomáticos europeos expresan un discurso más desengañado todavía que evoca la política israelí del «pueblo Potemkim» (la simulación con fines de propaganda), de la que se sirven sólo para preservar la ilusión de una normalidad ficticia. «En realidad -nos indica un interlocutor europeo- los israelíes no quieren resolver nada más allá de su propia seguridad . Antes bien, Israel espera que el empeoramiento provoque la rendición de más y más palestinos y con ella, su éxodo, para extender gradualmente su control sobre todo Cisjordania. Hasta el momento esta política ha sido eficaz». Al igual que todos los demás, habla de forma anónima. Pero, ¿qué pasaría si dijeran públicamente lo que piensan? «Me despedirían de forma expeditiva».

 

Desde los Acuerdos de Oslo Cisjordania se divide en tres zonas:

Zona A: abarca aproximadamente el 20% del territorio, las grandes ciudades y su entorno urbano más próximo, y contiene el 54% de la población. Según los Acuerdos, la Autoridad Palestina es supuestamente beneficiaria para ejercer el poder civil y la seguridad completa, aunque desde la segunda Intifada en 2001, las fuerzas israelíes penetran la zona a su antojo e imponen su voluntad;

Zona B: incluye las ciudades medianas y pequeñas, además de algunos pueblos. Representa aproximadamente el 20% del territorio y contiene el 41% de la población. La Autoridad Palestina ejerce el control civil y el ejército israelí el control de la seguridad;

Zona C: abarca aproximadamente el 60% de la tierra y contiene el 5% de la población palestina. Israel mantiene un control completo, tanto militar como civil .

Las Zonas A y B están a su vez divididas en 469 unidades territoriales separadas –los «confetis» como se las denomina localmente-, todas ellas rodeadas de la zona C, la única que tiene «continuidad territorial». No se puede acceder de una parte de las zonas A o B a otra sin pasar por un control militar israelí.

 

Notas:

1.- La «administración civil» israelí es el nombre dado a las autoridades militares de ocupación que se encargan de la población civil palestina.

2.- Federica Mogherini es la actual jefa de la diplomacia europea.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/le-blues-des-diplomates-europeens-en-palestine,1819

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de espetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.